Poco a poco vamos volviendo a la rutina y dejando atrás los días de verano en los que tanto hemos disfrutado en la playa, la piscina o en el chiringuito.
Todo lo que nos ha hecho disfrutar durante la época estival, puede volverse en contra de nuestra piel. La sal del mar, el cloro, el calor y una alimentación más descuidada, pueden hacer que aparezcan signos visibles en nuestra piel que no nos gusten tanto.
El principal problema con el que nos solemos encontrar tras el verano, es la falta de hidratación que afecta seriamente a la piel, unido a la posible aparición de manchas por el efecto del sol.
Es momento de ponerse manos a la obra, para que estos primeros signos no lleguen a suponernos un problema futuro.
Debemos tener como hábito una buena rutina del cuidado de la piel tanto de día como de noche, basada en cuatro pasos fundamentales:
Limpiar. Es fundamental eliminar las impurezas acumuladas con una leche limpiadora adaptada a nuestro tipo de piel.
Exfoliar. Este es un paso que a menudo olvidamos, sin reparar en la importancia que tiene. La exfoliación incidiendo en las partes del rostro que tienen más tendencia a acumular impurezas que bloquean los poros, hará que nuestra piel luzca más suave y luminosa, y la preparará para los siguientes pasos.
Hidratar. Lo primero a tener en cuenta es que una buena hidratación, comienza desde el interior, por lo que no debemos olvidar la norma de beber al menos dos litros de agua al día, y combinarlos con una dieta sana y rica en antioxidantes.
A esto, debemos unir la aplicación de una hidratante adecuada a nuestro tipo de piel, que nos ayudará a prevenir la falta de firmeza.
Nutrir. Existen lociones o sérums nutritivos, que contienen las vitaminas y los extractos necesarios que reactivan las funciones de la piel, actuando en el proceso de renovación natural y retrasando el envejecimiento de las células cutáneas.
Con un poco de constancia y siguiendo estos simples pasos, podremos disfrutar de una piel sana y olvidarnos de los excesos del verano.
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