La preocupación por los efectos de las redes sociales y el uso excesivo de pantallas se ha intensificado en internet y las redes, sobre todo en torno a la “adicción digital”. No solo es cuestión de tiempo frente a la pantalla, sino del impacto psicológico que las conductas compulsivas están generando, algo que ya no es exclusivo entre adolescentes y se está generalizando en personas adultas.
Adicción digital: más que tiempo frente a la pantalla
Un estudio con más de 4.000 adolescentes mostró que no era el tiempo total en pantalla lo más preocupante, sino los patrones de uso compulsivo: interferencia en actividades diarias y malestar emocional al desconectarse. Los jóvenes que formaron parte de la investigación tenían un riesgo 2‑3 veces mayor de ideación suicida.
La U.S. Surgeon General advierte que más del 30 % de chicos de 8 a 12 años usan redes “casi constantemente”, y superar las 3 h/día se asocia con el doble de riesgo de depresión y ansiedad.
Consecuencias de la adicción a las redes sociales para la salud mental
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Ansiedad, depresión y baja autoestima por la comparación constante con vidas idealizadas .
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Sueño interrumpido: alertas nocturnas, luz azul y scroll compulsivo alteran el descanso .
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Riesgo de trastornos (TCA): la proliferación de tendencias como “SkinnyTok” en TikTok refuerza ideales dañinos y comportamientos de restricción extrema.
Los algoritmos como agravante
Las plataformas priorizan contenido que retiene usuarios, incluso si es nocivo. Esto ha llevado a múltiples demandas legales argumentando que algoritmos de Instagram y TikTok influyeron directamente en casos de anorexia. Además, ha surgido un problema grave con “curas” falsas o dañinas para enfermedades graves, amplificados por estas mismas dinámicas.
Redes sociales y la trampa del apilamiento constante
La adicción digital no es exclusiva de los adolescentes. También los adultos caen en el “apilamiento” de estímulos: saltar de una historia a otra, de un vídeo a un titular, sin dar tiempo a procesar nada. Este bombardeo constante de información fragmentada nos impide concentrarnos, reduce nuestra productividad y contribuye a una sensación generalizada de saturación. El cerebro se acostumbra al refuerzo inmediato y pierde tolerancia al silencio, al vacío o a tareas que requieren atención sostenida.
Cuando dejamos de aceptar nuestra vida
Otro efecto sutil, pero profundo, del uso intensivo de redes sociales es la dificultad para aceptar nuestra vida tal y como es. La exposición continua a experiencias ajenas aparentemente más emocionantes, exitosas o felices puede alimentar una sensación de carencia constante. Compararnos con esas imágenes editadas o cuidadosamente seleccionadas genera insatisfacción crónica, alejándonos de la gratitud y del valor de lo cotidiano. Las redes, en lugar de inspirarnos, pueden acabar desconectándonos de nosotros mismos.
¿Qué podemos hacer para revertirlo?
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Desconectar conscientemente
El “slow design” y la Dieta Digital (usar «teléfonos tontos») ayudan a reducir la exposición compulsiva. -
Infundir límites saludables
Establecer horarios sin pantalla, apagar notificaciones y derrochar menos tiempo frente a ellas mejora el sueño y reduce la ansiedad. -
Rotar el contenido
Seguir cuentas que promuevan bienestar, apoyo emocional o humor realista. Algunos creadores ya contrarrestan la desinformación con contenido positivo. -
Intervención profesional y apoyo
Cuando los patrones son compulsivos, es mejor buscar ayuda psicológica y abordar no solo el uso de redes, sino las razones emocionales detrás de ello .
La “adicción digital” es una preocupación creciente que va más allá de medir horas; se trata de cómo el uso compulsivo puede afectar gravemente la salud mental. Implementar límites, replantear nuestra relación con los dispositivos y fomentar contenidos positivos son pasos clave. Para la población con mayor vulnerabilidad —como los adolescentes—, la combinación de prevención y apoyo psicológico es esencial.