Setareh Mohregi. Directora de Gilmar Inmobiliaria Puerto Banús. Durante la entrevista me dice que tiene 38 años, pienso entonces que cuando nos conocimos, hará unos 7, era una niña. Yo no era mucho mayor, pero creo que por aquel entonces sentíamos que el mundo era nuestro. La recuerdo siempre con una sonrisa, segura de sí misma, trabajadora, con una palabra amable. Poco sabía de ella entonces, más que coincidíamos en los eventos empresariales y cruzábamos algunas palabras.
Ha pasado el tiempo, han pasado quizás demasiado rápido los años, han pasado muchas cosas. Algunas con las que ninguna de las dos contábamos. Pero ella sigue vistiendo su cálida sonrisa.
Yo desaparecí de todo aquello al cerrar la revista. Pero aquello siguió sin mí. Y Setareh siguió aprovechando cualquier encuentro empresarial para hacer networking, para hacer negocios, para relacionarse con otras personas. Porque a Setareh le gustan las personas.
Al volver a ese entorno que tanto me atrapó en su momento, al primer desayuno de negocios que fui, meses antes de implicarme en este proyecto, allí estaba ella. Era como si se hubiese detenido el tiempo. «Tengo dos hijos ya”, «Ahora estoy en la oficina de Banús”, recuerdo que me dijo.
Después de aquello, sólo un par de meses después, su vida cambió.
Un día te llega una noticia por WhatsApp; una de esas que te hielan la sangre y te parecen mentira. Su marido, Pablo, había fallecido en lo que en un principio parecía un accidente de moto. Después se supo que fue provocado por un infarto. Y entonces, cuando te llega la noticia, es ella la que no se te va de la cabeza. No era amiga mía, no había confianza como para llamarla o acompañarla en ese momento, pero desde dentro, desde los pensamientos, desde el corazón le mandas mucha fuerza y mucho amor. Me llama acto seguido una amiga para comentarme que va al funeral: «Qué pena, Ana. Se veía que se querían tanto. Setareh se apoyaba tanto en él…”.
De nuevo, después la vida volvió a cruzar nuestros caminos, y Setareh seguía con esa sonrisa, con esa energía, con su amabilidad. Siempre trabajando, aquí y allá. Siempre con el nombre de Gilmar por delante. Y en esta nueva etapa casi siempre acompañada de su hermana.
Ha vivido en varias partes del mundo, distintos idiomas, distintas culturas. Eso enseña a adaptarse a los cambios, aunque sea a base de lágrimas. Quizás por eso cuando se encuentra el lugar de donde uno se siente, uno ya no se va. Echa raíces y las deja crecer. Setareh, será por eso, se siente de Marbella. Setareh, será por eso, es una mujer que nos ha dado un ejemplo a muchos de fuerza.
Quedamos a media mañana. La recojo en la oficina. «Espera un momento que termino de mandar unos correos y vamos a tomarnos un café aquí al lado, así hablamos más tranquilas”, me dice. Es de esas personas que adoran su trabajo y lo transmiten. Fue capaz en plena crisis de coger las riendas de la oficina de Estepona y colocarla en el número 1 de ventas.
Os invito a conocer la historia de su vida hasta ahora, a conocerla a ella.
Setareh, aunque eres iraní has vivido en muchos lugares.
Yo soy de origen iraní. A los iraníes, nos gusta decir que somos de origen persa, pero nací en Alemania, he crecido en Marbella, y he vivido en Estados Unidos, en San Diego, California y en Illinois, Chicago.
¿Naciste en Alemania por el trabajo de tu padre?
Sí. Mi padre es arquitecto. En Marbella cursé desde la guardería hasta 8º de EGB. En el año 92, que hubo una crisis potente, gracias a Dios le surgió un proyecto en Hamburgo, que es mi ciudad natal. Y nos fuimos para allá toda la familia; mi hermana y yo seguimos allí el instituto. No lo llegamos a terminar, porque le surgió otro proyecto en San Diego. Y en San Diego terminamos el instituto, estuvimos allí un año y pico, y le surgió otro proyecto en Chicago. Allí empezamos la Universidad. Cuando terminó el último proyecto en Chicago, una noche, nunca se me olvidará, nos convocó a los cuatro, nos sentamos, e hizo un listado con las opciones que teníamos. Las opciones eran quedarnos allí, volver a San Diego, Hamburgo, Marbella, incluso irnos a Madrid. Por votación unánime decidimos volver a Marbella. Gracias a Dios nunca vendimos la casa, siempre volvíamos en Navidades y en verano.
¿Cuántos hermanos sois?¿Sólo tu hermana y tú?
No, tenemos otra hermana por parte de mi madre, es decir, del primer matrimonio de mi madre.
¿Y ella también os acompañó en ese recorrido por el mundo?
No, ella se quedó en Alemania con su padre estudiando. Ahora es una gran ejecutiva en Allianz Seguros en Alemania. Bueno, es una máquina trabajando, la verdad.
¿Cuántos idiomas hablas?
Cuatro idiomas: farsi, que es el iraní, el español por supuesto, inglés y alemán.
¿Cómo fueron aquellos años? Porque son muchos cambios en muy poco tiempo.
Sí, muchos cambios que en una niña de 11-12 años pues no nos sentó muy allá. Recuerdo que cuando fuimos a Alemania no dominábamos el alemán, y era duro, encima un idioma que todos sabemos que no es tan fácil. Empezando por el vocabulario, palabras largas, gramática muy dura. Pero poquito a poco, gracias a unos padres fantásticos que tengo que han estado volcados siempre con nosotras, que siempre han estado ahí, conseguimos aprenderlo. Recuerdo que todas las noches mi madre se ponía a estudiar con nosotras el alemán.
¿Tu madre sí hablaba alemán?
Ellos, en la época del Sha, salieron fuera del país para estudiar. Mi madre por un lado, con su primer marido, y mi padre por otro. Mi padre, de hecho, estudió arquitectura en Múnich. Se conocieron en Hamburgo. Ellos tienen una mentalidad, digamos, alemana. Son persas alemanes. Y nosotras persas españolas. Nos sentimos más de aquí.
¿Qué fue lo más difícil, adaptaros al idioma o adaptaros a la gente?
Fue más la barrera idiomática, pero fue provisional porque luego, tanto mi hermana como yo y mis padres tenemos ese don de abrirnos. Y eso nos ha venido bien, gracias a los viajes. Yo no decoro mi currículum solamente con los idiomas, es que vivir en tantos sitios me ha abierto la mente. Sé cómo son los iraníes, o un inglés o un alemán, sé por dónde van.
Destácame de cada una de esas nacionalidades una virtud, algo que deberíamos aprender los españoles.
Los iraníes son gente educada, hospitalaria y muy inteligentes. Sí, eso es lo que diría de un persa. Del alemán destacaría la puntualidad, el ser correcto y la constancia que tiene. El americano es libre. Yo creo que los europeos no podríamos vivir en América nunca, es decir, tú tienes que haber nacido ahí para conocer la cultura americana, vivir con ello y crecer con ello, pero nosotros no nos veíamos viviendo ahí.
¿Pero por qué?
Es un país que quieras o no es muy joven. Lo que me fascina de ellos es que son número uno, porque cuando se especializan en algo son los mejores. Pero ya de ahí no los saques. Es decir, el tema cultural les falta, cosa que en Europa hay y ni te cuento en Irán, que somos la cuna de la civilización. Eso es lo que nos faltaba en América. Era demasiado impersonal.
Cuando vuelves a Marbella, ¿ya habías concluido la Universidad?
No, la terminamos en Málaga. Estudié Dirección y Administración de Empresas. En la carrera teníamos la asignatura de Marketing que nos encantó. La verdad es que mi hermana y yo tenemos los mismos gustos e hicimos un Máster en Marketing y ventas. Mi primer trabajo fue en una agencia de viajes de estas de «Time Sharing» en la que duré tres meses. No me veía ahí. Y ya una amiga me llamó que había visto un anuncio en el periódico de una empresa de moda que buscaba una ‘junior assistant’. Era para Glasak, seguro que conoces las marcas estas de Top Shop, Evans, Wallis, y algunas más. La franquicia de España tiene la central aquí en Marbella.
Fui a la entrevista, me aceptaron y me convertí, digamos, en la mano derecha de la directora comercial, y también asistía al dueño de la franquicia, que es un griego, con el que todavía mantengo amistad. Se portaron muy bien todos conmigo. Hasta que llego un punto en el que no me sentía realizada. Estaba terminando el máster y me dije: «¿Qué harán en esta franquicia con el tema de Marketing?». Saqué los archivos y vi que habían contratado a una empresa de Málaga de Marketing, que bregaba con las editoriales. En aquella época estaban constantemente abriendo sucursales, y aunque al ser una franquicia tampoco te dejaban mucha libertad, hice un pequeño estudio y les dije que me podía encargar de algunas cosas. No habían pasado ni veinticuatro horas cuando me llamó mi Directora Comercial y me comunicó que me nombraban Directora de Marketing. Tenía 25 años y mi idea no era esa. Había pensado en hacer cosas poco a poco. Pero si ellos habían confiado en que podía hacerlo tenía una oportunidad para hacerlo aunque estuviese un poco asustada. Me lo pasé muy bien, fue una época muy bonita, me encantaba el tema de hablar con las editoriales como Vogue, ELLE, Marie Claire, convocarles a las inauguraciones y presentar nuestras tiendas. Yo soy de superarme, entonces esa época me encantó.
¿En casa qué formación religiosa habéis recibido?
Por parte de mi madre son todos musulmanes, por parte de mi padre son Bahais, que es otra religión que incluso en Irán no la aceptan. Pero ellos al crecer en Europa no han practicado ninguna religión. Digamos que creen en Dios. Lo que nos han inculcado a nosotras más que religión ha sido ética, valores, a diferenciar el bien del mal: No robar, no mentir, ser buena gente y poco más, porque entre tanto viaje ya suficiente teníamos para aprender el idioma y adaptarnos. Sí han mantenido el tema de la gastronomía persa en casa, son grandes cocineros y las únicas peleas que tienen es en la cocina, debo admitir que llevan cuarenta años juntos y son un ejemplo.
¿Cómo llegas a Gilmar?
Pues sería el año 2002, habíamos terminado la facultad y mi hermana y yo empapelamos toda Marbella con curriculos. Echamos en hoteles, bancos, asesorías fiscales, despachos de abogados, todo lo que nos llamaba la atención, y tenía que ver con lo que habíamos estudiado. Finalmente mi hermana entró en Richard Ellis, que le fue muy bien, y terminó como gerente de promociones. Pero antes nos habían llamado a las dos para entrevistarnos para la nueva oficina que Gilmar abría en Estepona.
Nos hicieron una entrevista a mi hermana y a mi. Siempre íbamos a dúo. Como nos llevamos tan poco, trece meses y habíamos estudiado lo mismo mandábamos los curriculums a los mismos sitios y nos entrevistaban a las dos. Hubo muchas anécdotas en ese sentido. Para una de las entrevistas, creo que era en un despacho de una asesoría, nos llegaron a decir cuando nos llamaron: «Ah, veniros la dos. Yo traigo a un amigo también». ¡No puede ser! Era una entrevista de trabajo. No era nada serio.
La entrevista en Gilmar Estepona sí fue seria pero no teníamos el carnet de conducir español. Habíamos llegado de Estados Unidos y no lo convalidaban. Había que estar todo el día en autobús de aquí para allá y decidimos que no. Que antes debíamos sacarnos el carnet de conducir español.
Bueno, cada seis meses nos llamaban de Gilmar. Ese señor que nos entrevistó, nos llamaba y nos decía que éramos «chicas Gilmar», que teníamos el perfil adecuado para la empresa. En ese tiempo mi hermana entró en Richard Ellis y yo entré a trabajar en la franquicia de moda. Hasta que se me cruzo un señor, que quería montar una supuesta empresa conmigo, pero no surgió. Él tenía otras intenciones que no eran las mismas que las mías.
¿Él te propone montar una empresa de qué?
De lo que yo quisiera. Porque me veía potencial, decía.
¿Y tú dejas el trabajo?
Exacto. Había tocado techo en la empresa. Al ser una franquicia tampoco tienes mucha libertad con el marketing. Y apareció él proponiéndome lo de la empresa. Pero pasaban los meses y realmente no se materializaba nada.
¿Qué te hubiese gustado montar en ese momento? ¿Qué tenías pensado?
Algún tema internacional, marketing, importación y exportación, porque era iraní también, ahí estaba yo dándole vueltas con ganas e ilusión, pero bueno…
Él lo que quería al final era tener algo contigo…
Exacto. Yo era joven y ya cuando me di cuenta de que sus intenciones eran otras, y que no tenía muchas ganas de montar la empresa, le dije que no contase conmigo. Estuvo 5 meses mareando. Entonces ya me puse las pilas en buscar otra cosa. Nosotras hemos recibido una educación muy independiente de mis padres, de que nunca dependamos de nadie. Lo teníamos tan asumido que nuestra vida era estudiar y trabajar, tanto es así que incluso yo creo que nos llegaron a decir: «Oye, que se nos ha ido de las manos, que también tenéis que tener una pareja». Nosotras estábamos tan volcadas únicamente en el trabajo que se les fue de las manos lo de la independencia. (Se ríe)
¿Y ahí es cuando empiezas en Gilmar en Estepona?
Creo que habían pasado dos años de la entrevista en Gilmar. No tenía trabajo y lo de montar la empresa no había salido así que me dije que algo tenía que hacer con mi vida. Era buena época para la inmobiliaria así que a través de unos amigos me puse en contacto con Gilmar. Yo no sabía que el que me había entrevistado era Manuel Marrón, que es uno de los dueños de Gilmar, yo pensaba que era el director de recursos humanos. Tenían hueco en la oficina de Marbella así que empecé con ellos.
Ya tenías el carnet, claro…
No. Tenía el teórico aprobado pero suspendí el práctico. En Estados Unidos los coches son automáticos. Él lo sabía pero me dio la oportunidad pero con la condición de que me lo sacara.
Me acoplaba con los compañeros para conocer las viviendas cuando hacían visitas, y ya cuando me empezaban a pasar clientes, les decía a los clientes: «Tengo el coche en el taller, pero si no le importa vamos en su coche y yo le indico”. En un mes ya lo tenía. Estuve de vendedora, luego de captadora, cinco años, hasta que en una fiesta de Navidad de Gilmar, que son comidas multitudinarias, me dice Manolo que quiere hablar conmigo. Pensé que a ver por dónde iba a salir y que por suerte llevaba lo justo de vino tinto. Ya sabes como son esas comidas, de todo menos para hablar de temas serios. Y me dice: «¿Tú te ves capaz de llevar una oficina, de gestionar una oficina?«. Yo pensaba, si le digo que sí voy de sobrada, si digo que no, se ha acabado el juego. Y me acordé de mi padre que es muy sabio y es mi referente en todo. E imaginé lo que me hubiese dicho mi padre si le preguntaba. Son milésimas de segundos, tú no puedes tardar en contestar. Mi respuesta fue: » ¿Tú me ves capaz, de gestionar una oficina? Me miró y me dijo que sí. Y aunque por dentro pensaba que dónde me estaba metiendo a él le dije que íbamos a intentarlo.
Y bueno, me mandaron a Estepona, que me vino muy bien, porque esto fue en 2008 que Pablo, mi marido, ya estaba en política.
¿Tú ya conocías a Pablo?
Nos conocimos al cabo de los meses de entrar en Gilmar, es decir, yo empecé a trabajar en Gilmar estando soltera. Él era el administrador del hotel Escuela Bellamar. Y un día me dijo que había empezado a colaborar con el Partido Popular. En mi casa ni se hablaba de política, yo no sabía casi ni lo que era el Partido Popular. Le dije que hiciese lo que quisiese. Empezaron a mandarlo a la tele, no vivíamos juntos ni nada, y yo lo veía desde casa y pensaba que lo hacía muy bien. Y a partir de ahí es cuando le captan y se mete de lleno.
Y coincide con que tú te vas a Estepona…
Exacto. Fue una oportunidad de no estar en Marbella con él metido en política y más cuando fue concejal. Yo me iba a Estepona por la mañana y volvía por la noche. Él empezó en la gestora y luego ya como Concejal de Obras una legislatura, aunque no se si llegó a terminarla, porque ya luego le mandaron para Urbanismo. Cuando entras en política ya se meten en tu vida, y yo tenía otras prioridades. Nos casamos en 2008, cuando ya llevaba 4 años en Gilmar.
¿Y qué tal la experiencia de llevar la oficina de Estepona?
Pues muy bien. Bueno, la verdad es que, fue en plena crisis, el momento más duro. Andaba por las calles de Estepona y escuchaba mis tacones. En la oficina estábamos también bajo mínimos porque no sabía si contratar o estarme quieta con un par de compañeros e ir viendo. Tengo una compañera muy buena en la central, Laura, que estaba ya en contacto con los bancos en Madrid y cerraba contratos, y les iba muy bien, así que empezamos aquí también a vender activo bancario. Aquí no se movía nada y gracias a eso nos convertimos en número uno.
¿Cómo gestionaste eso personalmente? Porque en aquella época hubo mucha gente a la que le generaba un conflicto vender cosas de los bancos, cosas de gente que no había podido pagar, que los habían desahuciado.
Era una época muy fea la verdad. El que te llegue el propietario medio llorando para que le vendas la casa porque se la va a quitar el banco… Las deudas que la gente tenía con las hipotecas superaba a lo que costaba la vivienda. Era de locura, y también la gente se pasó al pedir créditos por encima de sus posibilidades.
Setareh, nos conocimos en aquellos años, recuerdo que estabas en todo, en todas partes captando negocio. No te esperaste en la oficina a que entrasen los clientes.
El quedarme quieta no va conmigo. Es decir, yo necesito estar activa, y necesito aprender, todavía aprendo, entonces vi el filón también de las asociaciones, por ejemplo la asociación REM, que tú y yo nos conocimos en aquella época, me vino muy bien. Una asociación de mujeres como yo, con ansias de trabajar, de hacerlo bien y hacer networking. Y es lo que me encanta, yo me considero una relaciones públicas, una networker. Y bueno, digamos que llevo negocio a la empresa por mi forma de ser.
¿En qué año te vienes a la oficina de Puerto Banús?
En la Semana Santa de 2015. Dentro de poco hacemos dos años.
¿Hay mucha diferencia entre dirigir una oficina como Estepona y una como Puerto Banús?
Sí hay diferencia, por la ubicación y por el perfil del cliente. Esto es muy cosmopolita, aquí me siento más identificada que allí. Pero Estepona gracias a José María Urbano, el Alcalde, también experimentó un importante giro. Y ahora es como que me da envidia sana de ver como está Estepona, de la vida que tiene hasta en invierno. Es que el Alcalde lo ha hecho muy bien. Ha traído inversores, y hay más de una docena de promociones de obra nueva en esa zona. En Marbella ya sabes, sin embargo, cómo estamos con el PGOU.
¿Qué relación tienes con el resto de directores de oficinas?
Muy buena, por mi forma de ser es que no me puedo llevar mal con nadie. Si tengo algún roce, zanjo en el momento. Porque si no estoy intranquila, procuro que la relación siempre sea buena, y creo que ellos también están a gusto.
¿Eres más colaboradora o más competitiva? ¿O tienes un poco de las dos cosas?
Yo creo que colaboradora. Si nos unimos y colaboramos es más factible llegar. Hay que ser competitivos, claro que sí, pero eso es también muy peligroso porque te lleva a ser individualista y yo quiero tener a los mejores en mi equipo y que rememos todos para mover ese barco. Es que estando yo sola, por muy competitiva que sea, no llego a ningún lado.
Setareh, ¿es muy distinto vender una casa a una persona que te llama y te dice que se la va a quitar el banco a una villa maravillosa de alguien sin problemas económicos?
No, la idea es la misma, el objetivo es el mismo; vender. Lidiamos con todo, ya sea producto bancario o sea de lujo. Evidentemente al vender lujo los honorarios son siempre más altos y te motivan más. Pero el objetivo es vender.
Esos años de avance profesional coinciden también en paralelo con tu relación de pareja. Estáis tres o cuatro años de novios y os casáis. Él estaba divorciado y tenía una niña. ¿Cómo viviste eso? Eras bastante joven.
Exacto. Conocí a su hija con casi dos años. Un mico pequeño, rubita, con pelo rizado a la que he visto crecer. Me ha encantado. Pues yo tendría 25 o 26 años. Hay gente que te cuenta que lo viven como algo complicado, algo duro, para mí fue una experiencia muy bonita. La gente no se adapta, pero bueno, mi familia política siempre me ha dicho que lo he hecho muy bien. Y te aseguro que no he forzado nada, me he dejado llevar por mi instinto y he respetado a ese ser, aunque no llegaba ni a dos años. Ahora tiene 14 años y es una mujercita. La verdad es que es un amor de niña, súper inteligente, en el cuadro de honor todos los años, una máquina.
En tu familia con tanto cambio de ciudad y de país supongo que no os daba tiempo a echar raíces, y te encuentras a una familia como la de Pablo que da la sensación de ser muy piña, de estar muy unida…
Y además es una familia gigante.
Exactamente, yo creo que con todas las vueltas que hemos dado hemos estado solitos papá, mamá, mi hermana y yo. Y encontrarme con Pablo, y con esa familia enorme y unida como una piña creo que eso es a lo mejor, lo que me faltaba y lo que me unió más a él.
Hablabas hace un momento de la situación que se vive en Marbella con el PGOU, pero a Pablo tampoco le tocó una época fácil en Urbanismo, y tú trabajando en Gilmar que parte de la propiedad es de los Gil. ¿Cómo viviste aquella etapa?
Yo he salido desencantada de la política. En la época de Urbanismo de Pablo sobre todo, doy fe de que él hizo todo por Marbella. Adoraba Marbella, fíjate que era madrileño y se quito todo lo de madrileño que tenía y se volcó en «su Marbella». Salí un poco desencantada por cositas que surgieron sobre él que eran muy injustas. Yo sabía que con el tiempo todo iba a ponerse en su lugar. Y ya poquito a poco se estaba poniendo en su lugar. Lo pasé mal, no me gustó mucho la etapa final de la política, la verdad.
¿Le dijiste alguna vez: «Déjalo»?
No. Nunca. Esas decisiones son de uno mismo. Yo sí estaba pendiente de que estuviera bien. Como buena mujer o buen marido que quiere a su pareja uno está siempre pendiente del otro. Pero las decisiones son de cada uno.
En el momento en el que Pablo fallece ya había dejado la política…
Sí, pero yo creo que al igual que el mucho estrés es malo, el de repente bajar tanto la actividad también lo es.
¿Él echaba de menos la actividad política?
Hombre, de repente pasar de estar gobernando una ciudad a nada, pues tú imagínate. Te digo yo, que en esos años no paró, desde la gestora fueron nueve años de política pura y dura, de ritmo frenético. Entonces, una noche fatídica… es decir, yo no le deseo ni a mi peor enemigo, lo que viví esa noche. En marzo, el día del padre, hará un año. Él estaba fenomenal. No tenía nada.
Setareh me cuenta lo que pasó aquella noche cuando volvían de una cena: él en su moto y ella detrás en el coche. Pero yo no soy nadie para narrarlo ni compartirlo. Setareh ante mí se hace más grande en ese momento.
Teníamos un futuro brillante y creíamos que esto iba a durar, y ese es quizá un poco el error del ser humano, que nos creemos inmortales. Después del palo que me he llevado, no, no somos inmortales, y hay que disfrutar la vida día a día. No a lo loco evidentemente, pero el apreciar las pequeñas cosas. Es decir, yo ahora estoy volcada en mis niños y mi trabajo, no necesito más. Este año mi familia ha estado conmigo y grandes amigos que tengo, también han estado ahí. Pero ha sido muy duro.
Setareh, hace nada entrevistaba a Marisa, la gerente de Cudeca. Es verdad que una enfermedad te da resignación, te da tiempo de dejar todo cerrado, te da tiempo de despedirte. ¿Has pensado muchas veces en las cosas que te quedaron por decirle?
¡Oh, todo, Dios santo, todo! En los últimos años me volqué mucho en mi trabajo, porque claro, me asignan la oficina de Banús, antes la sucursal de Estepona. Lo de venirme a Banús también fue porque me apetecía estar más cerca de mi casa, de mis hijos. Es que es así.
O sea, te dedicaste mucho a trabajar y a lo mejor eso te pesa ahora, ¿no?
Exacto. Coincide casi con que él deja la política y se abre esta oficina. Era un reto, una oficina bastante nueva. Entonces, casi ni le veía. Es así. Yo me volqué en mi trabajo, estaba encima de la obra, iba a verla todos los días para ver cuándo se abría, si no eran los muebles, controlaba hasta el último detalle. Y eso es de lo que me arrepiento, de no haberle dedicado más tiempo.
Tampoco sabías que iba a pasar eso.
Pero en ese momento te lo reprochas. Me invadió la pena. En el cementerio yo le decía «Perdóname».
¿En qué momento es una consciente de que se ha ido? Porque yo supongo que al ser todo tan rápido no te lo debes ni creer.
Yo estaba en shock, en una nube. Ya me conoces, soy inquieta. Pues igual, pensé que tenía que volver a la normalidad y hacer mi vida. Pero no, yo estaba en shock. El otro día me atreví a mirar cuál es el proceso del duelo, lo he leído después de un año. He ido pasando todo lo que describía: de estar en shock, de sentir dolor, de sentir tanto dolor que sentía náuseas, es decir, yo me iba a trabajar con náuseas; luego la rabia, de ir conduciendo y darle puñetazos al volante. De preguntarme miles de veces el «¿por qué?”. Yo lo sufro, lo echo todo a la mochila, pero ¿y mis niños?…
¿Qué edad tienen ahora tus hijos? ¿Son muy pequeños, no?
Sí, mi hija tenía 4 para 5 y Pablito tenía 6 recién cumplidos. Muy pequeños, se llevan, además, quince meses.
La pequeña lo ha llevado bien; pero Pablito sí que lo ha sufrido mucho. Lo ha echado mucho de menos y bueno, también le ha afectado un poco incluso en el colegio. Tuve que ir a un psicólogo infantil para encarrilar la situación porque yo me apoyaba mucho en Pablo, él venía de un matrimonio con una hija. Le hacía mucho caso. Nos llevamos trece años y yo pues me dejaba guiar, él hacia las cosas bien. Y de pronto sola con los niños. Para mis hijos es injusto. Pablito me preguntaba que por qué no se habían muerto los abuelos primero. No lo entendía. ¿Qué le dices ante eso?
Setareh, en ese proceso, a mí me da la sensación las veces que te he visto que la gente te daba el pésame y eras tú quien los consolabas.
Eso me decían en el funeral y en el cementerio. Porque yo el primer día estaba muy mal, con los ojos hinchados, el párpado no se amortiguaba ni con las pestañas. No quería ver a nadie. Pero gracias a mi madre y a mi hermana que son fuertes me metieron en la ducha y me obligaron a maquillarme.
Primero en el cementerio había gente que estaba fatal, y yo decía: «No pasa nada». Es cierto que muchos tenían la sensación de que yo les estaba consolando a ellos. Y en la iglesia que no cabía ni un alfiler… Pablo era un buen hombre: buen padre, buen marido, buen amigo, buen consejero, buen todo.
Bueno, y como madre, como mujer, como profesional, supongo que llenas tu vida de todas esas cosas para intentar recuperar un poco la normalidad…
Me refugié en todo eso, pero cada vez iba a peor. Me decía: «Dios mío, esto tiene que parar ya». Porque era todos los días lo mismo, intentaba aguantar para que la gente no lo detectara. Pero había veces que saludaba a alguien y rompía a llorar desconsoladamente y a lo mejor con la gente que menos confianza tenía. Yo me sentía bien en mi trabajo, me refugiaba ahí. Hablaba con los compradores, con los vendedores, ellos no sabían nada de mi vida. En esos momentos era cuando me podía recomponer un poco. Pero por las noches me ponía fatal. Las noches han sido muy duras. De levantarme con los ojos hinchados y no saber ni cómo maquillarme para que no se notara. Pero insisto, gracias a una gran familia que tengo, la mía y mi familia política de la que me siento parte, y gracias a los grandes amigos que tengo, he ido superándolo poquito a poco.
Durante el comienzo de esta conversación ha estado muy presente tu hermana. Y coincide que fallece Pablo y tu hermana se acababa de separar. Y decidís iros a vivir juntas.
Eso es. Un nuevo modelo familiar: Dos mujeres y cuatro niños. Bueno, y una señora que está ahí que nos tiene que echar una mano con tanta lavadora, secadora y comidas que hay que preparar. Sabemos que es provisional, pero queremos y estamos aprovechando el tiempo juntas. Ella trabaja muchísimo y yo también, así que casi no nos vemos durante el día. Por la noche nos ponemos al día, nos faltan las pipas de lo bien que nos llevamos.
Supongo que eso ha contribuido a tu recuperación. No es lo mismo que meterte por la noche sola en casa con los niños.
Nos ha venido muy bien a las dos, pero a los niños ni te cuento. Es decir, de darles la fatídica noticia de que papá se ha ido y al poco tiempo decir: «¿Queréis que viva la tía y las primas con nosotros?». Les dimos la vida.
¿Qué edad tienen los niños de tu hermana?
Los suyos y los míos van en escalera: 5, 6, 7 y 8.
¿Mantienes la relación con la hija de Pablo?
Sí, claro. Mis niños la reclaman, porque es su hermana. Curiosamente, yo he vivido lo mismo. Igual que la situación de mis hijos ahora con María, es decir, se está reviviendo esa parte de mi vida de nuevo en ellos. Yo les insisto mucho a los tres que tienen que estar muy unidos.
¿Piensas de nuevo en el amor? Porque es verdad que no has tenido ningún desengaño, que no ha sido el terminar una relación por estar quemada ni estar resentida.
Bueno, hasta el otro día que me fui a comer con mi familia política, con mis cuñados y mis cuñadas, me decían que ellos querían participar si conocía a alguien. Pero yo no tengo prisa, si tiene que llegar, llegará.
O sea que la familia de Pablo entiende que eres muy joven, que tienes que rehacer sentimentalmente tu vida. Por que hay gente que ante una pérdida como esta no piensa así.
Sí, exacto. La gente es muy discreta, pero incluso los amigos como ven que ya se acerca el año también me dicen que soy joven, que sería normal que encontrase a alguien. Mira, yo no lo sé, pero lo primero es que no me apetece ahora convivir con nadie, ahora quiero empezar a disfrutar, volcarme con mis hijos y mi trabajo, es decir, estas son mis dos motivaciones: niños y trabajo. Salgo con amigos, cenas en grupo, pero no estoy yo, digamos, abierta a eso. Si aparece, apareció, pero yo no voy a buscar nada. Pablo entró en mi vida en un momento en el que yo no esperaba nada. En una cena con mi hermana y con mi ex cuñado que querían presentarme a un amigo, fue una encerrona. De repente le vi, nada más girarme, y me enamoré.
Me educaron para ser una mujer independiente, entonces el tema del cuento de hadas, de princesas y tal, tampoco me lo creía, pero hija, a mí me ha pasado y confieso que se me iba a salir el corazón. Me giré y pensaba que aquello no podía ser, me había enamorado nada más verle.
¿Te da miedo comparar el día que conozcas a otra persona?
Las comparaciones son odiosas, pero sí que supongo que tiendes a buscar a alguien semejante a tu pareja. Tendemos a la misma línea, entonces, va a ser complicado.
Recuerdo una vez que nos vimos el verano pasado y me dijiste que en Gilmar te habían obligado a cogerte vacaciones. ¿Te has sentido arropada en el trabajo?
Este año hago trece años con esta familia de Gilmar. No puedo estar más agradecida, ni sentirme más arropada. Solamente tengo palabras de agradecimiento. Han apostado siempre por mí y es de agradecer. Y con lo de Pablo, vamos, lo que necesitara. Yo soy muy burra y en la oficina tengo mucha responsabilidad. Pero sí, al final me fui cinco días con los niños.
¿Qué expectativas tienes ahora?
Mi reto es que la oficina de Banús funcione como número uno de Gilmar aquí en la Costa del Sol. Es decir, ese es mi reto. En Madrid es número uno ya de por sí. Aquí sabemos que tenemos más competencia, pero tenemos proyectos en marcha para diferenciarnos de otras inmobiliarias. Estamos siguiendo también la línea de formar parte de asociaciones, somos socios del CIT, de la Cámara de Comercio Británica, estamos patrocinando encuentros literarios… Es decir, esa responsabilidad social que se hace desde hace años en Madrid también la quiero hacer aquí.
Setareh, en el mundo de la inmobiliaria hay mucho tiburón, ¿cómo se lleva eso de trabajar con gente que, a lo mejor, ves que no tienen escrúpulos?
Pues con una sonrisa de oreja a oreja y siendo positivo y legal. Es decir, tienes que diferenciarte. Vale que tú eres tiburón, yo también puedo serlo, pero vamos a jugar bien y limpio los dos.
Ha pasado casi un año de lo de Pablo. Al principio dices que te quedas con la sensación de que se han quedado cosas sin decir, con la sensación de que hay que vivir el día a día. ¿Se va relajando ese pensamiento con el paso del tiempo?
Todos los días pienso en él. De repente oigo una canción y me recuerda. Todos los días paso por el sitio donde ocurrió… Y el nudo está aquí. Eso me recuerda que sólo tenemos el presente. Nada más que presente. Seguro que alguien, si le ha pasado lo mismo que a mí, te va a decir lo mismo. Aquí nos traen involuntariamente y encima nos llevan involuntariamente. Entonces, vamos a vivir bien y a ser felices. Yo me siento muy afortunada de estar con mi familia, con mi familia política y con mis amigos. El lema de mi consejero delegado, Manuel Marrón es «Hay que ser feliz». Con eso me quedo. Cuesta. Muchas veces la vida te da unos disgustos que para ti quedan, pero hay que intentarlo.
No soy de dar besos, ni abrazos, tengo esa tarita. Sin embargo, cuando termino la entrevista de Setareh me salió de dentro darle dos besos, abrazarla, y darle las gracias por compartir conmigo lo que considero un aprendizaje de vida. Me sentí una privilegiada por poder hacer lo que hago y conocer a personas como ella.
Fotografía: Lorenzo Carnero
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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.
Eres tonta del culo Ana Porras. Ahora estás descubriendo a personas y cosas en Marbella? Anda y vete una temporada de Marbella que ya estás muy vista y personajes como tu destruyen Marbella.
Gracias por su observación. No la tendré en cuenta. Le recomendaría que en vez de ofender dejase de seguir mi medio. Buenas noches.