«Dar un paso atrás puede suponer dar un paso hacia adelante». Se me viene a la cabeza esa reflexión cuando veo lo último que Regina de Lara ha compartido en su Facebook. Se le ve feliz, contenta, disfrutando con lo que hace actualmente.
A Regina la conocí hace unos años por mi anterior trabajo. Creo que la primera vez que hablé con ella fue con motivo de un desfile de trajes de gitana en el que ella participaba con sus diseños. Pero no, no vamos a hablar de moda, aunque durante años ha sido la profesión que ha ejercido Regina, diseñadora de alta costura. Lo que para ella era un sueño desde que siendo una niña le cosía vestidos a las Barbies con los retales que su madre le traía del taller de alta costura en el que trabajaba.
Vuelvo al paso atrás que es un paso adelante… Hace unos meses Regina decidió cerrar el atelier que durante 10 años ha tenido en Fuengirola y se propuso vivir como quería, como pensaba y como sentía que lo tenía que hacer. Se había cansado de ser esclava de su trabajo, de entregar horas y horas de su día a día a una profesión que estaba consiguiendo absorberla hasta el punto de no disfrutar de sus hijos, de no tener tiempo para su pareja, y en toda esa entrega, se había olvidado hasta de ella misma. Esa noticia, en la que decía que cerraba, también la supe a través de la red social donde compartía algunos de sus pensamientos en octubre del año pasado. Había cambiado la aguja por asanas de yoga. Había cambiado el estrés por meditación. Había cambiado lo que se suponía que esperaban de ella, por lo que ella quería para sí misma.
Hace unos días me estaba maquillando a toda prisa para salir corriendo a una entrevista, pensaba en las mil cosas que tenía que hacer de trabajo y cosas de mis hijas, que casi necesitan una agenda para ellas, cuando se me vino a la cabeza lo que había hecho Regina. Así que la llamé.
A veces creo que las mujeres nos hemos cargado con una serie de exigencias hacia nosotras mismas que en muchos casos creemos que nos harán felices. Más desarrollo profesional, más reconocimiento, más ingresos, más independencia económica… Y así nos convencemos de que vamos a conseguir esa plenitud y esa realización de la que nos hablaron las que nos precedieron, esas que a muchas de ellas no las dejaron alcanzar. Pero es cierto que muchas de las que llegan, de las que han tocado la cima con las manos, reconocen que no son felices.
Nosotras con respecto a las que nos precedieron somos mucho más libres en muchos sentidos, hemos tenido muchas más opciones, nos hemos marcado metas más altas. ¿Queríamos o querían que lo hiciésemos así? Esa pregunta sólo se responde cuando te levantas una mañana tras otra y una cuestión viene a tu cabeza; «Si se supone que hago lo que quiero, ¿por qué no soy feliz?» Hay que ser muy valiente para enfrentarse a eso y contestarse con total sinceridad. Sin maquillar la respuesta.
Regina no va maquillada. No quiere. Se quitó la capa de polvo bronceador, el rímel y el colorete y tuvo la franqueza de contestarse y actuar en consecuencia.
Es hija de madre soltera y madre de dos hijos. Está separada y se volvió a casar. Reconoce el valor que tuvo su madre en otra época para tirar con ella sola adelante. En una época en la que ser madre soltera se juzgaba por parte de la sociedad. Hoy, sin embargo, hay quien apuesta por ello incluso a través de la inseminación y se le aplaude. Lo que aún nos cuesta es valorar a las mujeres que deciden ser madres y dedicarle más tiempo a sus hijos aún dejando a un lado lo que se supone que es una carrera profesional de éxito. Y el éxito, más que ninguna otra cosa, es algo muy subjetivo.
A estas alturas, mientras escribo estas líneas, Regina debe andar por las calles de París con una amiga. Se ha escapado con ella dos semanas. Por esas calles por las que paseó junto a su madre cuando vivía allí y era solo una niña, por esas mismas calles de las que se quedó enamorada.
El día que hacemos esta entrevista aun está en Marbella y le pido que nos vayamos a la playa. Después de varios días nublados y de lluvia, brilla el sol. Necesito la brisa del mar, y la compañía de Regina resultó incluso aún un aire más fresco. El camino personal y espiritual que ha emprendido lo transmite nada más que con su presencia.
¿Cuándo empezaste en el mundo de la moda?
En abril ha hecho justo diez años. Empecé un poco por afición. Siempre me había gustado coser y mi madre me hacía la ropa. Había aprendido mucho de ella, me diseñaba mis vestidos, ella me los hacía y poco a poco fue como un hobby, algo que me gustaba mucho hacer y que me motivaba.
¿Tienes formación como diseñadora?
Sí, hice Diseño de Moda. En esa época no trabajaba porque cuidaba a mis hijos, que eran muy pequeños. Trabajaba en un hospital y lo dejé por dedicarme a ellos. De estar trabajando todo el día a estar en casa era un cambio abismal y necesitaba hacer algo con mi vida que no fuese estar todo el día en casa. Me casé con 25 años.
Se te caía la casa encima…
Sí, era horrible, estaba todo el día dándole vueltas a la cabeza. Y decidí a estudiar diseño de moda que era algo que me había gustado siempre. Tarde muchísimo en sacármelo porque con los niños, la casa, los exámenes… Era un poco locura, pero no me importó porque era lo que quería.
¿Cuándo decides coser de manera profesional?
Mis amigas empezaron a pedirme que les hiciese vestidos para el Rocío o para la feria. Empecé con moda flamenca, hasta hice un desfile en el Palacio de Congresos, mi primer desfile. Y así, poco a poco, empecé a coser.
Cuando los niños ya estaban en el cole volví al hospital aunque seguía con la costura. Hasta que llegó un momento que no podía con todo. Me costó decidirme. Pero tomé la decisión, dejé un sueldo fijo y monté el taller en Fuengirola.
Tu eres de Marbella y vives en Marbella, ¿por qué montaste el taller en Fuengirola?
Siempre me ha gustado mucho Fuengirola y me ha parecido un sitio muy cálido, la gente me gusta mucho. Marbella es más de moda Prêt-à-Porter. Aquí les gusta ir a una tienda, ver un vestido, comprárselo y ponérselo, pero la alta costura en Marbella está muy poco implantada. De hecho, hay muy pocos diseñadores de alta costura aquí.
Entre el miedo que tenía a montar la empresa y que el público de Marbella no era el que yo necesitaba en ese momento, decidí abrir en Fuengirola.
¿Y qué tal fue la experiencia?
Pues muy buena, la verdad. En Fuengirola he conocido a muchísimas personas, me han abierto las puertas, he estado comodísima. Fuengirola ha sido un punto de inflexión en mi carrera, porque ahí es donde en realidad empezó la gente a conocerme. Antes cosía en mi casa y evidentemente no era lo mismo. En Fuengirola he vivido una etapa personal y profesional que me ha aportado muchísimo.
¿Qué relación tienes con el resto de modistas malagueños, de diseñadores?
Siempre intento llevarme bien con todo el mundo, respeto a todo el mundo. Hay gustos para todo, las maneras de diseñar de cada uno son de cada uno. Mis grandes amigos dentro del mundo de la moda Carlos y Mario de Montesco pero con los demás también tengo buena relación.
¿Cómo definirías tu estilo?
Mí estilo es un poco extraño, en realidad no sé ni siquiera ni qué estilo tengo. Veo a una persona y le imagino un vestido, entonces nunca hago un estilo concreto, porque cada persona tiene una personalidad diferente, y necesita llevar algo diferente al otro. Me baso más en la personalidad de la clienta, en qué hace, a qué se dedica, si es tímida, si es más atrevida… Y con todo esos datos me invento un vestido para ella. Hay veces que hago un estilo muy clásico y otras veces pues me lanzo a la piscina y hago algo súper moderno, porque esa persona lo quiere así.
Te puedo decir que me gusta más lo clásico, me gustan las cosas muy elegantes, a veces extremadamente sencillas… No me gusta mucho la pedrería muy llamativa, me voy más a lo menos.
He retomado la costura hace tres semanas desde octubre que lo dejé. Ahora estoy en un momento en el que me ha dado por hacer cosas más extravagantes, más arriesgadas. Antes me limitaba a hacer cosas más vendibles cuando hacía una colección. Pero ya no quiero hacer cosas que se vendan bien, quiero hacer cosas que me motiven a mí. He vuelto a coser por el placer de coser y si no se vende no pasa nada.
Tomaste la decisión de cerrar el taller y cambiar radicalmente tu vida… ¿Qué pasó ahí?
Decidí cerrar el atelier después de la feria de Fuengirola del año pasado. Había sido un año de locura. Llegó un momento en que me di cuenta que no tenía vida, no veía a mis hijos, no veía a mi marido, no tenía vida social, no quedaba con mis amigas, no hacía nada. Simplemente me dedicaba a coser, coser y coser.
Entonces me di cuenta de que tenía que parar un día que mi hijo me mandó un mensaje por WhatsApp y me dijo: «Mamá, ¿tú vas a llegar muy tarde?, es que quiero que me des un beso antes de dormir». Y ese fue el momento en el que dije: «Hasta aquí, ya no más». Me estaba perdiendo a mis hijos y mis hijos son lo más importante para mí. No quería que mi hijo me necesitara y yo no estuviera.
¿Qué edad tienen ahora?
El mayor va a cumplir 17 y el pequeño acaba de cumplir 14. No es que sean bebés , pero el pequeño por ejemplo necesita que yo esté con él. Ahora, aunque esté cosiendo en casa al menos sabe que estoy ahí. Mi vida ha cambiado radicalmente, estoy feliz.
Pero cerrar lo que había sido tu sueño a nivel profesional ha debido estar marcado por un proceso interno más largo…
Empecé mucho antes a hacer terapia para gestionar mis emociones, para controlar un poco ese estrés que tenía constante durante todo el día y a partir de ahí fue cuando me fui conociendo un poco a mí misma. Hubo un momento en el que me pregunté: “¿Esto es lo que tú quieres?» Y entonces me di cuenta de que no. Era lo que quería en un principio, pero cuando ves la realidad de ese mundo, no quería eso. No quería pasar todo mi tiempo dedicada a la costura, a la moda, porque es un mundo muy absorbente, es un mundo en el que tienes que estar constantemente ahí porque si no la gente te pierde la pista. Decidí cambiarlo todo.
¿Te sentaste con tu marido para tomar la decisión o la tomaste y después se la contaste?
Yo hablo muchísimo con él de todo y necesito que él conozca mis ideas y lo que pienso, y como me siento, además él me conoce muchísimo y sabe perfectamente si me pasa algo o no. Él ya me veía que yo no era feliz con lo que estaba haciendo, con la vida que tenía… Un día nos sentamos, empezamos a hablar del tema y me dijo: «Haz lo que tengas que hacer, la decisión está en ti. Yo te voy a apoyar en todo, haz lo que quieras hacer»… Entonces no tuve ninguna duda…
Cuando abriste el taller, supongo que tenías cierto miedo de cómo funcionaría… Cuando lo cierras, ¿también aparece ese miedo?
No, para mi cerrar el taller fue como una liberación. Primero porque había unos gastos fijos mensuales que eran enormes, y aparte de eso suponía desplazarme todos los días desde Marbella a Fuengirola. Cuando finalmente lo cerré fue como quitarme una mochila de encima, para mí fue un descanso enorme, tanto económico como emocional. La tienda me tenía metida en un estrés y una tensión constantes. Era coser porque no me quedaba más remedio, porque tenía que pagar todos esos gastos, porque tenía que sacar mi tienda adelante.
Yo quiero coser porque amo la moda, porque me gusta coser y porque me gusta crear. Soy muy creativa, y siempre estoy inventando cosas, y eso es lo que quería hacer. Y la solución era cerrar la tienda.
¿Cómo te planteas la vida a partir de ese momento?
Le di muchas vueltas. Estuve mucho tiempo planteándome qué iba a hacer, cómo me iba a mantener… En realidad, al final me deje fluir un poco por la vida y quise esperar a ver qué me traía. Tengo la gran suerte, y todas las parejas deberían ser así, de poder contar con mi marido, con Manolo, durante esos meses mientras decidía qué iba a hacer con mi vida. Lo tuve fácil en ese sentido porque estaba tranquila, no estaba constantemente pensando en lo económico o en cómo iba a pagar esto o aquello.
Me surgieron un montón de cosas para hacer. Había empezado a hacer un curso para ser instructora de meditación. Me centré mucho en ese mundo porque, notaba que me sentaba genial. Era reconstruirme como persona, encontrar quién era yo, qué quería. Aprendí a a quitarme falsas creencias que he ido adquiriendo a través de mi vida de todas las personas que han estado cerca de mí. Eliminé muchas falsas creencias, creencias que te limitan.
Me di cuenta de muchas cosas y solté muchas cargas. La verdad es que ha sido un trabajo duro al principio, porque a nadie nos gusta sacar cosas feas de nosotros mismos, pero sin embargo las tenemos ahí, y hasta que no las sacamos no las podemos gestionar. Me ha costado, pero me ha hecho ver la vida de otra manera.
Nosotras somos de una generación que hemos crecido con el: «no dependas nunca de un hombre», nos lo han metido a fuego… ¿Cómo te enfrentas a eso? A saber que ibas a tener que depender económicamente de él ese tiempo…
Si te soy sincera me costó un poco el tener que vivir de su trabajo, pero tenía tantas ganas de ese paréntesis en mi vida, necesitaba tanto encontrarme a mí misma, que lo que me planteé es que si tenía que ser así por algo sería.
Manolo evidentemente me apoyó al cien por cien, y me animó a que lo hiciera. Al principio sí que tuve ahí un pequeño reparo, pero es por una creencia que nos han inculcado desde que somos pequeñas. Hoy en día a la mujer se le machaca muchísimo con eso, cuando en realidad una pareja tiene que estar para todo. Yo le he ayudado a él cuando su empresa iba mal, ¿por qué él no me va a poder ayudar a mí ahora?
¿No te planteaste volver al hospital? ¿Qué hacías allí?
Trabajaba en la UCI del hospital y ahí te cargas mucho de las cosas de pacientes. Me lo llevaba todo a casa. Era como una tristeza constante. Todas esas cosas que nos pasan en la vida, las situaciones que vivimos las vamos cargando ahí, en nuestra mochila. Y llega un día que no podemos tirar de ella. Y eso fue lo que me pasó a mí. Nuestro subconsciente, sabe que está ahí y de vez en cuando te lo recuerda. Quería sacar todo eso, necesitaba ese paréntesis para poder limpiarme.
¿Tu entorno entendió esa necesidad? ¿Entendió que cerrases la tienda?
No. Hubo gente que no lo entendió, muchísima gente. Pero ya sabía que eso iba a pasar, ya lo tenía asumido. No entendían que después de 10 años y cuando ya me había hecho un nombre en la moda, cerrase.
Hasta llegué a pensar en trasladar el taller a Málaga. Pero Carlos de Montesco me sacó de mi error. Estaba huyendo de algo e iba a hacerlo aún peor.
¿Dejarlo todo se percibe como un paso atrás?
No, nunca lo he percibido como un paso atrás, porque como ya llevaba tiempo intentado sanarlo emocionalmente y no podía avanzar de ninguna manera si no hacía eso. O lo hacía o tenía claro que iba a acabar fatal.
Cuando una toma una decisión así, hay veces que necesitas que por algún lado que el universo te mande una señal y te refrende que has hecho lo correcto…
Cuando cerré la tienda todo el mundo me preguntaba si no me daba pena haber cerrado con todo lo que había trabajado… Pero no, no me daba ni me da ni da ninguna pena, porque sé que estoy haciendo lo que tengo que hacer, y sé que es una decisión que me va a beneficiar. Sabía que eso me iba a traer otro tipo de vida que era el que yo deseaba en realidad.
¿Has tenido que oír a alguien que te decía: «tú lo que quieres es no trabajar»?
No, y menos de la gente que me conoce y sabe cómo soy. Nunca he escuchado opiniones de personas que no me conocen, y en realidad me da igual lo que me digan los demás.
Sé lo que quiero hacer con mi vida y sé que yo soy una persona trabajadora que siempre ha luchado por lo que ha querido. Cuando estaba en el hospital intentaba ahorrar por sí algún día podía montar mi tienda. O sea, siempre he tenido esa perspectiva de hacer cosas, pero esto era algo personal, era algo que sabía que o hacia o la cosa no iba a acabar bien, porque no podía llevar ese nivel de estrés siempre.
Al principio cuando cerraste la tienda dejaste de coser totalmente, ¿por qué lo retomaste?
Pensé en dejar de coser para siempre, pero cuando me di cuenta de que puedo hacer cosas sin la aprobación de nadie, hacer diseños simplemente por el placer de crear por crear, volví a retomarlo. Es creatividad pura y dura. Me imagino un vestido y lo hago.
Cuando lo retomé hace unas semanas me entró otra vez el gusanillo de coser para alguien. Pero ahora enfoco mi trabajo de costura hacia una clienta que valore lo que hago, que valore la alta costura, y la alta costura no es prêt-à-porter y lo que hay que pagar por la alta costura no es lo que pagamos por el prêt-à-porter.
Además tú haces un trabajo totalmente artesanal…
Sí, lo hago todo a mano, incluso en la colección con la que desfilé en Larios bordé toda la pedrería toda a mano. Me tiré tres meses bordando pedrería, pero porque quería hacer un desfile de verdad de alta costura, porque a mí lo que me gusta es eso.
Ahora hago costura para clientas con las que tengo una conexión, que haya una energía que fluya entre las dos. Y ahí es cuando funciona todo, ahí es cuando salen las cosas bien, no hacer un vestido porque tengo que pagar el alquiler.
Hay clientas a las que les he dicho que no les había un vestido porque no conectaba con ellas. Y sé que cuando no conecto con alguien, nunca sale bien. Me ha pasado dos veces en toda mi vida y nunca más lo haré, porque no funciona. Dos personas que van por un camino distinto nunca se encuentran.
¿Cómo es tu día a día ahora?
Hago un poco de todo. He vuelto a cocinar, que es algo que me encanta y con lo que mi hijo disfruta mucho. Me he hecho instructora de meditación y de yoga nidra. Me he sacado un certificado de Coaching. He hecho muchas cosas para nutrirme yo, pero a la vez estoy ayudando a otras personas.
¿Estás impartiendo clases de yoga?
Doy clases de yoga nidra y de meditación y hago Coaching a un equipo de waterpolo de aquí, de Marbella. Estoy súper contenta, estoy encantada.
¿Qué diferencia ha notado tu familia? ¿Qué te dicen?
Pues que me ven feliz. Antes no, o más bien es que no me veían. Mi hijo se levanta por la mañana y lo primero que hace es entrar a mi habitación y darme un beso. Antes eso no lo podía hacer nunca, a esa hora ya me había ido. Ahora puedo compartir momentos con ellos, que en estos años me he perdido muchas cosas.
¿Estamos muy desconectadas las mujeres profesionales de ahora de nuestra esencia de madre?
Creo que sí. Nos dan mucha caña y nos inculcan lo de que el trabajo es muy importante. Y yo creo que cada una haga lo que quiera con su vida.
Por ser mujer…, ¿tengo que demostrarle a la sociedad que yo puedo hacer mi trabajo? Pues claro que lo puedes hacer, pero no necesitas demostrárselo a nadie, con que lo sepas tú vale. Constantemente intentamos demostrar a los demás que podemos hacer las mismas cosas que los hombres, que podemos hacer los mismos trabajos, que tenemos que nosotras depender de nosotras mismas ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene? Si las personas lo que tenemos que hacer es ayudarnos las unas a otras, seamos hombre o mujer o lo que sea. ¿Qué más me da que me ayude un hombre? Si lo ves como un signo de inferioridad, eres tú la que te sientes inferior. Lo importante es saber elegir bien a tu compañero de vida. Estamos muy presionadas las mujeres ahora, pero ya me he quitado esa presión.
¿Te marcó ser hija de madre soltera a la hora de elegir pareja?
Claro, aunque siempre he tenido una figura paterna. Para mí el marido de la hermana de mi madre fue como un padre. Nos adorábamos.
Me casé con mi primer marido, con el que tengo una relación maravillosa y es un padre excepcional, porque creo que quería a alguien como en plan protector, alguien que me protegiera, que me cuidara. Pasamos juntos momentos de todo tipo, pero en 2009 nos separamos. Él me ha dado a mis dos hijos, que son la luz de mi vida y le quiero muchísimo porque he vivido media vida con él.
¿Cómo conoces a Manolo?
A Manolo ya lo conocía. Manolo tocó la guitarra en mi boda con Víctor. Éramos compañeros de un coro y siempre nos habíamos llevado genial, teníamos muy buena relación y teníamos una conexión súper buena. Pasaron un par de años después de separarme hasta que nos encontramos de nuevo y y ahí surgió todo.
¿Has hecho determinadas cosas más por tu madre que por ti?
Sí, muchísimas veces. Eso ha sido otra cosa que me he tenido que quitar. He hecho muchas cosas en mi vida por darle gusto a ella. He visto como ha luchado por sacarme adelante. Era como que se lo tenía que devolver, pero estaba equivocada, mi madre nunca me ha pedido nada, ni pretendía nada. Era una cosa mia.
¿Qué es para ti el éxito?
Para mi el éxito es levantarme por la mañana y saber que voy a tener un día genial. Porque aunque tenga la agenda llena voy a hacer todo cosas que me gustan, que me apasionan y que me motivan. Esa sensación no la había tenido nunca antes y es brutal. Me levanto por la mañana sonriente. Hasta Manolo se sorprende de lo contenta que me levanto. Y coso y doy las clases de Yoga en Fuengirola y Marbella, y las sesiones de coaching al equipo de Waterpolo, pero sé que llega un momento en el que me paro y me puedo dedicar a mis hijos.
¿Te va mejor económicamente que antes?
Sí, mucho mejor. Al final cuando uno encuentra eso que realmente le satisface y ese equilibrio es cuando el universo te da. Cuando encuentras tu propósito de vida, haces las cosas sin que te tenga que sonar el despertador, te levantas directamente. Y cuando eso pasa tú estás en una energía vibracional enorme y el universo la reconoce y te recompensa.
¿Crees que estamos en un momento en el que la sociedad está despertando la conciencia?
Sí, cada día más.
¿Están los dos extremos más radicalizados?
Sí. Hay mucha gente que despierta por necesidad, y cuando se despierta por necesidad es porque ya ha llegado personalmente a un punto en el que no puedes seguir, te quedas ahí estancado y tienes que dar un paso mas allá, tienes que salir de tu zona de confort y cambiar tu vida.
Hay muchas personas que cuando hablas de algo de conciencia, de universo, de vibración y de energía te miran como diciendo: «Está loca”. Ya les llegará su momento, o no, pero a la mayoría le llega.
Regina pero hay una eclosión de terapeutas que salen de debajo de las piedras. Eso me da un poco de miedo…
Sí. La gente se agarra a un clavo ardiendo. Hay que saber y contrastar un poco con quien haces una terapia o con quién estás trabajando.
Hay quien pueda ver que entran en conflicto la espiritualidad de la que hablas y la alta costura, que es un lujo, un capricho, algo que no es necesario…
La espiritualidad no tiene nada que ver con la carencia, al contrario, cuando tú eres rico espiritualmente, lo eres en todos los sentidos. Si tú eres rico como persona, lo terminarás siendo económicamente. Es igual que con la salud. Si tú mentalmente estás bien, tu salud será buena. Y es una cosa que yo he comprobado por mí misma. Casi todas las enfermedades tienen un origen emocional, todas. Nuestro cuerpo es el que sana y nuestro cuerpo es el que enferma, te puede ayudar un medicamento, te puede ayudar una terapia, o lo que sea. Pero es nuestro cuerpo el que decide darte un toque de atención y avisarte de que pasa algo.
Hace unos años me descubrieron dos nódulos en el tiroides. Uno de ellos era tan grande que me presionaba el esófago y no podía tragar, tenía qué comer todo triturado. El médico me aconsejó que me lo quitase. Yo he visto muchas operaciones de tiroides en el hospital y son un rollo. Así que decidí intentar mejorarlo con meditación todos los días, y antes de ayer me hice la última ecografía y sigue menguando; yo ya trago perfectamente y como perfectamente. Cuando he sanado emocionalmente lo que ha provocado ese nódulo, tu cuerpo sana.
Lo que no entiendo es porque no se aplican estás terapias como complemento a la la medicina convencional. Todo está en la naturaleza, somos naturaleza, venimos de la naturaleza. Se podría ayudar a muchísima gente emocionalmente, se le podría ayudar a cambiar un pensamiento. Fíjate que simple, cambiar un pensamiento negativo por uno positivo ya puede cambiar tu día. Cuando generamos pensamientos negativos, estamos segregando cortisol, que es una hormona que se ha demostrado que puede llegar a provocar un cáncer. Se utiliza mindfulness y el Reiki en Estados Unidos como terapia para pacientes con hipertensión arterial, con azúcar, con un montón de enfermedades y funciona genial. Supongo que llegará el día que lo hagamos aquí también.
Regina ¿qué le dirías a alguien que está en la situación en la que tú estabas, en ese estar luchando por algo que al final no te lleva a nada?
Frenar cuando frenas desde el corazón, no desde el ego, nunca es un fracaso. Al contrario, el Universo te abre la puerta y te brinda lo que quieres en realidad. Yo siempre le aconsejo a todo el mundo que se analicen primero ellos mismos. La gente se tiene que conocer, que no nos conocemos. Creemos que nos conocemos, pero en realidad no es así. Porque desde que no tenemos uso de conciencia, vamos guardándonos cosas que nos han contado los demás y las hacemos como nuestras y en realidad eso no es nuestro, es de otra persona.
Siempre le aconsejo a todo el mundo salir de la zona de confort en la que te mantiene tu mente. La mente es la que te dice que ahí fuera vas a sufrir y que lo vas a pasar fatal. Pero lo que no te dice la mente es que cuando estés ahí fuera, y cuándo ya te hayas instalado ahí fuera, es donde está todo, el éxito, la felicidad, el amor, todo. Pero hasta que no das el paso lo único que haces es limitarte, tu mente te limita a quedarte aquí, aunque aquí estés mal, pero por lo menos estás aquí y yo te controlo. La mente es una brutalidad.
Quizás Regina haya encontrado un lugar y un estado en el que quedarse instalada o quizás sea algo temporal, una etapa que la lleve a otra nueva etapa. El caso es que da igual, si nos planteamos que lo único real de nuestra vida es el presente, el ahora. Respira. Haz tres respiraciones profundas y centra la atención en tu corazón…¿Qué te dice?
Redacción: Ana Porras Fotografía: Manuel Martos
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Audio transcripto por Atexto