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Maika Pérez de Cobas

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Maika Pérez de Cobas

He de ser muy sincera con esta entrevista. Y he de serlo porque además creo que la persona que hoy siento ante vosotros, así lo merece. Maika Pérez de Cobas era una gran desconocida para mí hasta que hace un par de semanas la descubrí en la cena de gala anual de la AECC de Marbella. He de confesar que en un primer momento pensé que era una mujer con cierto afán de protagonismo al ver que se fotografiaba con cada uno de los invitados en el photocall. Prejuzgamos, y lo hacemos de manera gratuita. Lo hacemos sin tener datos, sin ir más allá. Y precisamente por eso lo hacemos cuando lo hacemos. Mi visión, mi imagen de ella fue cambiando conforme transcurría la recepción de los invitados. Eran ellos los que la buscaban para hacerse la foto. Eran ellos los que la trataban con un cariño, un respeto y una admiración que no todo el mundo tiene ni se gana. Empecé a mirarla de otra forma. ¿Qué hay detrás? ¿Quién es Maika? ¿Quién es esta mujer a la que todos quieren? ¿Quién es esta mujer que ha sido capaz de reunir a más de 500 personas entre los que se encuentran un ex-presidente del gobierno y algunos de los empresarios más importantes de este país? 

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Como hacemos la mayoría, el recurso fácil e inmediato es meter su nombre en Google y ver qué nos cuenta internet. No. No me convence. Fiestas, recepciones, mucha crónica social pero poco sobre ella. Sobre la parte que me interesaba a mí. Mi tía es presidenta de la AECC de Benalmádena. Ella también tiene una entrevista. Alguna vez se la haré. La llamo. «Tita, ¿Maika quién es?”. Tampoco tiene muchos datos para darme. Solo me dice que es una mujer muy entregada. Que una vez la llamó porque necesitaba unos billetes de avión para una familia que tenía que trasladarse a un hospital a Estados Unidos y que se los consiguió en 24 horas. Entonces, en ese preciso momento, comencé con las gestiones para entrevistarla. Evidentemente, quería compartirlo con vosotros, pero he de reconocer que la principal motivación es que quería conocerla yo. 

Ahora sí. Os presento a una de las mujeres más interesantes que he entrevistado en mi vida. Os presento a Maika Pérez de Cobas. 

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Maika Pérez de Cobas es la Presidenta de la Asociación Española Contra el Cáncer de Marbella desde que hace dos años, el director –Juan Carlos Domínguez– fuese a Madrid en su búsqueda. Colaboradora habitual de la entidad, había dado varios nombres de personas que podían presidirla, pero el puesto seguía vacante. Aceptó con dos condiciones: La primera que tras la cena de gala dimitía. Y así hizo, aquella misma noche en su discurso anunció que dejaba el cargo. La segunda; que a los proveedores de la gala se les pagase enseguida. Nada de pagos a 45 o 90 días. Nadie se podría ir de vacaciones hasta que las deudas estuviesen saldadas. Y así se hizo en aquella ocasión y se ha hecho tras la gala de este año. Respecto a lo de dimisión, nada. No se lo han permitido. 

Maika vive entre Colombia, Madrid, Marbella, Miami, Nueva York… y allá donde va se siente en su hogar y está pendiente del funcionamiento de la asociación en Marbella. La gestiona como una empresa más. De hecho, los comensales de la gala encontraron en su mesa el informe que contenía todas las cuentas de dónde se han destinado los fondos donados a la asociación. Transparencia total. 

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Nos recibe en su casa de Marbella. Una villa de arquitectura mediterránea cerca del mar. En el salón los muebles están dispuestos para recibir. Una gran mesa de comedor así lo indica. Sillones por aquí y por allá donde sentarse en la sobremesa de un almuerzo o una cena cómodamente a disfrutar mientras pasa el tiempo entre amigos. 

Maika es un «niña de una familia bien, de las de toda la vida”, que con poco más de treinta años se casó con un colombiano dueño de una azucarera. Su vida da un gran giro en ese momento. Y aunque podamos caer en el error de pensar que ha llevado una vida fácil y llena de comodidades, la vida de Maika está llena de lucha y superación. Os pido que no hagáis como hice yo y dejéis los prejuicios a un lado. 

Su atuendo nada tiene que ver con el de la gala, aunque ha elegido colores similares. 

– Perdona que por el momento no me quite las gafas. Creo que me ha dado una alergia en los ojos. 

Casualmente ese día estoy igual. Así que la entiendo perfectamente. Le cuento lo mismo que a vosotros al comenzar este relato. En cierto modo, es mi forma de pedir disculpas por prejuzgar. 

– Yo también soy muy sincera. A veces puedo resultar hasta dura. Pero creo que las cosas hay que decirlas tal y como son. Sin dar vueltas. Eso me ha costado dejarme gente en el camino. 

¿Maika, de dónde viene tu vinculación con Marbella?

Llevo aquí toda mi vida. Mi abuela tenía aquí una casa en el Marbella Club. Era una casa en un lateral del Marbella Club, de las que hay bajando a la playa. He venido aquí toda mi vida. Entonces, pues conozco a la mayoría de la gente de Marbella de siempre. Luego, por circunstancias de la vida, me fui de España, me casé con un colombiano, me fui a vivir a Colombia. He estado viviendo fuera pero eso no quita que siga manteniendo a mis amigos de aquí. 

Pero eres de Madrid.

Nazco en Albacete, por casualidad, porque era la feria y mis padres estaban allí. Yo me adelanté, soy sietemesina. Pero sí, vivíamos en Madrid. Estudié en Pinosierra. Después me fui a Suiza, a Les Roches. Luego volví a Madrid y empecé a estudiar Derecho. Pero era cuando había todos los líos en la universidad y me echaron de la de Madrid y me fui a Las Lagunillas, a Canarias.

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¿Por qué te echaron? 

Era bastante revolucionaria. Era la época que, con la transición, empezaron los profesores a presumir de izquierdosos. Es cuando se dejaron barba y se quitaron la corbata. Y nosotros estábamos en contra de eso. Yo era de las revolucionarias pero por conservadora. Yo era de derechas y no me gustaba el movimiento que se estaba generando. Vengo de una familia muy de derechas. Soy ahijada de bautizo de Pilar Primo Rivera y Raimundo Fernández Cuesta. Entonces, no podía ser de izquierdas. Aunque en mi casa cuando acabó la guerra nos volvimos apolíticos. No hemos pertenecido nunca a ningún partido político. Es decir, no consideramos que en el mundo haya una ley que diga qué es verdad y qué es mentira. Hay muchos factores a tener en cuenta. No admito la igualdad, digo como Fraga, porque no puede valer lo mismo mi voto, que me he pasado trabajando y estudiando toda la vida, lo mismo que un señor que no ha cogido en su vida un bolígrafo. Quizá yo soy mucho más drástica o un poco más dura con las cosas.

 


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Maika es muy valiente decir eso. Supongo que más que en una democracia crees que una meritocracia. 

Yo pienso que en cualquier trabajo tiene que haber siempre dirigentes y dirigidos ¿Por qué? Porque todos no sabemos hacer lo mismo. Yo, por ejemplo, no sé cocinar. Si me meto en la cocina me echan. Me encanta comer y puedo decir «Pues esto lleva esto o eso aquello», pero no sé prepararlo. Para mí tiene mucho mérito el que sabe cocinar, lo mismo que un doctor que sabe curar. Yo veo una herida y me desmayo. Me da terror la sangre y luego soy muy valiente para otras cosas. Cada uno nace para algo. En la vida, hagas el trabajo que hagas, te tiene que gustar porque, si no, es esclavitud. No creo en la esclavitud pero tampoco en la vaguería.  Aunque sea para fregar un suelo, lo puedes hacer bien o mal.

¿Con qué edad te fuiste a Suiza?

Cuando era muy joven, con quince años.

Supongo que te mandaron a un internado de chicas.

Como a todas mis amigas. Por ejemplo, en el internado estaba Giovanna Agusta, la dueña de los Helicópteros Agusta. Si íbamos a esquiar, en vez de ir como todo el mundo, en cola, pues nos dejaban un helicóptero y nos subía a la montaña virgen y bajábamos por la nieve virgen. He sido una persona de una gran suerte en mi vida. He hecho siempre lo que he querido, nunca he hecho nada en contra de mi voluntad. Toda, toda mi vida, incluso en los malos momentos de trabajo con mi marido en Colombia. Fue una época muy dura. Yo soy muy urbanita, en mi vida había vivido en el campo, no sabía ni lo que era una caña de azúcar. Me tocó aprender empezando de cero, yéndome con una agrónomo a caballo a las ocho de la mañana, hasta las cinco de la tarde todos los días.

Maika vamos a volver al internado. Luego hablamos de tu vida en Colombia. Supongo que la experiencia de Suiza debía ser muy interesante con todo chicas de tu edad que venían de familias parecidas a la tuya.

Era un espanto. Para mí sí, porque yo tenía una madre que fue de las primeras personas que tuvo una financiera en Madrid. En aquella época se compraban las letras de los pisos. Era una mujer muy fuerte, muy dominante y con mucho poder. Entonces, de estar acostumbrada a vivir con mis padres, que hacía lo que me daba la gana, como aquel que dice, que viajábamos… Somos dos hermanos, mi hermano y yo y desde que éramos muy pequeños mis padres cuando se iba a hablar de alguna cosa de trabajo, nos sentaban con ellos y  mi madre lo explicaba como si supiéramos sobre eso. Nos contaban lo que habían trabajado, lo que se había hecho, lo que iban a hacer, los proyectos… No teníamos ni idea, pero participábamos o preguntábamos y de ser una persona así, a que de repente te cuelguen a una manada que no te hacían ni caso. Vivir interna, que no es como ahora, no existían los teléfonos móviles, no podías llamar a tu casa, no podías hacer nada. Era otro mundo.

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Al definir a tu madre has usado la palabra dominante. Normalmente las hijas queremos huir de madres así.

Mientras ha vivido mi madre, he hablado todos los días del año con ella. En cualquier lugar del mundo que estuviera, yo llamaba a mi casa. En aquella época era todo distinto. Ahora a un niño no se le puede pegar ni una bofetada. Yo creo que me he llevado más que un pandero. Es decir, esos que dicen que no se puede tocar a un niño, no puedes casi ni regañarle…Quizás la educación nuestra era más dura pero yo estoy encantada. No sé, éramos más fuertes, sabíamos más lo que queríamos. Nos formaron en otros valores más sólidos.

¿A tu hija la has educado igual?

Igual que mi madre a mí. Reconozco que a veces he sido una madre dura pero estoy muy feliz de haberlo sido y muy orgullosa de ella.

Maika cuando vuelves del internado, ¿entras directamente en la universidad? 

Me vengo para entrar en la universidad, pero mi paso por la universidad aquí dura un año entre Madrid y Canarias. Empiezo a hacer de relaciones públicas y a escribir. Entonces escribía en Semana, en Sábado Gráfico, en Pueblo…

¿Qué escribías? ¿Sobre qué?

Lo primero que empecé a escribir fue en Semana una cosa que se llamaba «La de la verdad», y era una copia de una periodista en Estados Unidos que se llamaba Elsa Maxwell. Hacía como una sección de cotilleo. Como había vivido en Roma tenía una foto de `la boca de la verdad´. Decía la verdad sobre todo, a nivel crónica social, política… Una frase muy mía es «que el que no quiera saber, que no pregunte”. Toda mi vida se ha basado en eso. Siempre he dicho la verdad. Yo me callo, no te digo nada. Pero como me lo preguntes, te digo la verdad.

 


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¿Y cómo vieron tus padres lo de que dejaras la universidad y te pusieras a escribir? Que era a lo mejor como una vida un poco más bohemia.

A ellos les parecía bien todo lo que hiciera porque para mi padre era Santa Maika. He sido una persona muy afortunada en mi vida. Tengo un carácter, quizás, muy fuerte, muy duro, porque me enseñaron en mi casa a tener un carácter fuerte. Si no te gustaba una comida, pues la comías y si no, cenabas la misma. Me educaron con un disciplina férrea pero para eso me dieron libertad.

Maika ¿y en qué momento conoces a tu marido?

La historia con mi marido es muy especial. Los padres de mi marido eran los embajadores de Colombia en España y en una cena en casa de un amigo de mis padres, de Gustavo Jacome, tenía yo dieciséis años, conozco a la madre de mi marido y me dice: «Qué niña más mona. Tú tendrías que salir con mi hijo». Esas cosas que dicen las madres. Cuando me dijo que su hijo quería ser torero me pareció un horror y no quise conocerlo. Después pasa la vida, pasan los años. Un día estaba en el Marbella Club y  me llamaron por teléfono. Era mi madre diciéndome que él estaba en el Hotel Don Pepe y que quería conocerme. Lo llamé y me dijo que estaba pasando unos días aquí con su esposa. Cuando oí aquello me dije «fuera”. Me inventé que era una pena que no me hubiese avisado antes porque al día siguiente me iba a Tanger. Así que en aquella ocasión tampoco le conocí. No nos conocimos hasta que yo tenía treinta y un años que vino a Madrid y me llamó. Había fallecido su madre y me había dejado un regalo que él quería darme. Él se había divorciado, así que empezamos a vernos. Me casé a los seis meses.

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¿A qué te dedicabas en aquel momento?

A mí me dio por jugar backgammon, llegué a ser campeona de España de backgammon. Organizaba campeonatos con Philip Morris por casi todo el mundo. He dirigido torneos en México, en Argentina, en París, en Biarritz, en Ginebra, en muchas partes. Pero en aquel momento había vuelto a Madrid porque habían operado a mi madre.

¿Y cómo fue la experiencia de conocer al que iba a ser tu marido?

Empezó a salir con mi hermano y conmigo. Salíamos mucho a cenar con la princesa Tessa Baviera. Yo le decía «Tessa, hay un colombiano que está muy bien para salir contigo.”

Es decir que tú lo querías para alguna amiga tuya.

Se lo quería encasquetar a mi amiga hasta que un día él me dijo que quería ir a hablar con mi padre. Yo no sabía qué quería. Mi padre me contó que le había pedido mi mano y que le había dicho que era a mí a quién me la tenía que pedir.

¿Y tú le dijiste que sí?

Tardé. Yo hasta el día de mi boda dije que no me quería casar. Yo era un alma libre.

¿Y por qué decidiste casarte con él? ¿Por qué diste ese paso? ¿Había más presión social en aquella época cuando una mujer llegaba soltera a los treinta?

No. Me casé con él porque le vi con problemas. Me salió el Don Quijote. En vez de ser la persona que aparentaba, fuerte, que todo lo podía, vi que era una persona muy sola y que necesitaba ayuda.

Creo que esto es algo muy común en muchas mujeres. Nos proclamamos las salvadoras de hombres que vemos más débiles o que nos necesitan. Pensamos que les vamos a ayudar a mejorar, a cambiar… La mayoría de las veces, en esos casos, lo que conseguimos es dejarnos mucho de nosotras por el camino. Pero es sólo una apreciación mía. Ahora sí, volvemos al salón de casa de Maika. 

Te dio el ataque de maternidad, de ser un poco su madre. ¿Y entonces en aquel momento te vas a vivir a Colombia?

Un poco. De inmediato nos fuimos a vivir a Colombia y empecé a llevar los negocios ya que entré en la Junta Directiva del ingenio azucarero y a manejar las cosas de él. 

Porque le pediste involucrarte en la empresa…

Él no se encontraba muy bien para manejar sus negocios. Entonces, me tocó ponerme al frente y aprender, aprender lo que no sabía. De la nada me vi allí en medio de un campo y de plantaciones de caña de azúcar. Yo el campo lo había visto en fotos. Así que la vida me cambia por completo.

 ¿Cómo fueron aquellos años?

Muy duros, muy duros. Estaba acostumbrada a una vida social no sólo en Madrid, sino en el mundo, porque yo vivía en aquella época en Roma, en París y en Ginebra…Y de repente me meto en el campo, que no tenía ni un vestido para ir de campo, como yo digo.

Supongo que tendrías ganas en muchos momentos de coger un avión y volverte a Europa.

Millones de veces. Pero tuve la suerte de que varios amigos míos, como la Condesa Caproni o la propia Gunilla Von Bismarck se vinieron a pasar muchos meses conmigo a Colombia. Entonces no me fui sola, me fui con mis amigos, se vinieron conmigo a arroparme.

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¿Tener tanto tiempo a tus amigos allí nunca fue una carga?

No. Nunca han sido una carga. Siempre han sido de gran ayuda. Yo me he apoyado mucho en mis amigos toda mi vida y era una forma de quitarme la soledad. Vivía en un país extranjero con muy pocos amigos. Además, había mucha gente que estaba pensando en quedarse con las cosas de mi marido, y yo era la extranjera que les había quitado el caramelo de la boca. 

¿Y cómo era tu vida de casada?

Él era un ser maravilloso. Muy bien, pero vivíamos en las montañas. Como persona muy bien, además rápidamente reconoció que yo estaba más capacitada que él y me dio los poderes generales de todo y empecé a manejar los negocios. Tuve que aprender, pero me dejaron hacer y por eso los saqué adelante, porque estaba arruinado.

¿Y tú sabías que estaba arruinado? 

No. Lo supe después de casada.

Supongo que también para ti eso sería un resorte, una motivación para seguir y sacarlo adelante.

Mi idea era que tenía que sacarlo adelante. Cómo me iba a volver a España diciendo que me había casado con un señor que estaba arruinado y que era un fracaso… así que fue muy duro.

¿Te casaste enamorada, Maika?

Me casé enamorada pero me enamoré mucho más con el tiempo. Murió de un infarto hace veintiún años con cincuenta y un años. Creo que ha sido el amor de mi vida. Ahora que ha pasado el tiempo lo pienso. En principio me casé enamorada y también intrigada.

¿Intrigada por la novedad?

Sí, la novedad, otro mundo. Iba mucho a México, a Argentina, pero yo no conocía Colombia, no había ido nunca. Era el único país de toda Sudamérica que yo creo que no sabía ni dónde estaba en el mapa y, mira por dónde, llevo treinta y dos años en Colombia.

Te quedaste viuda muy joven y con tu niña muy pequeña en un país extranjero…

Y con miles de problemas. Blanca tenía seis años y una salud delicada.

¿ Después de enviudar te entraron ganas de vender todo y venirte?

No, nunca. Me entraron ganas de luchar y sacarlo todo adelante, y lo he hecho. Soy una persona con mucha suerte, muy afortunada, muy cabezota. Hago siempre lo que quiero, como en la canción. Es decir, siempre digo que el pleito que no gano, lo enredo. Entonces, me he pasado la vida organizando y haciendo. Si me pregunto ¿me gusta mi vida?.. Sí, me gusta mi vida, trabajo en lo que me gusta, hago lo que quiero, creo que tengo un compromiso con mi hija enorme, del cual estoy muy orgullosa. Tengo un solo hermano, padece cáncer. Quizá ese ha sido  el motivo principal de meterme más con la asociación y por otra parte, procuro ayudar a todo el que puedo.

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En estos años que has estado sola al frente de la empresa, ¿alguna vez has sentido que por ser mujer han intentado engañarte? Supongo que Colombia, y más en esos años, debía ser muy machista. 

Colombia es un país muy machista y en el mundo que yo entro, que es el mundo azucarero, mucho más. En aquella época no había mujeres. Llegué a ser presidenta de la junta directiva, fui la primera mujer presidenta de un ingenio azucarero, y además extranjera que era un hándicap muy grande. Si ya por el hecho de ser mujer te recibían un poquito con las uñas afiladas, por ser extranjera, aún más. Luego tuve la suerte, o quizá por mi forma de ser, de que me los fui ganando y siempre me he sentido respetada y apoyada.

Dices que te gusta la vida que has tenido. Si llegas a saber todo lo que ibas a vivir en Colombia, ¿te hubieras casado? 

Si tuviera que volverlo a hacer, no sería capaz. Ha sido muy duro. Pero no me arrepiento de nada.

¿Haber vivido esa experiencia crees que te ha hecho ser mejor persona?

Sí. Creo que en la vida, cuando tienes dificultades, aprendes a juzgar las cosas desde diferentes puntos de vista porque ninguno tenemos toda la razón, ni ninguno estamos totalmente equivocados. Hay que ponerse siempre al otro lado de la mesa.

¿Venías mucho a España?

Pues en una época me pasé tres o cuatro años sin venir a España. Y luego siempre venía una o dos veces al año. Pero mis padres, cuando mi madre se jubiló de la financiera, se vienen a vivir a Colombia. Mi hija era muy pequeña y estaban pendiente de ella.

 ¿Cuánto tiempo tardaste en reflotar la empresa?

A los dos años, pero el resto del tiempo he seguido teniendo problemas hasta hace unos seis años.

Hay una gran parte de este país que odia y ataca a los ricos sólo por el hecho de serlos. Eso, ¿qué te parece?

Mira, hay mucha envidia. Eso, la envidia, por desgracia. El ochenta por ciento envidia lo que no tiene o envidia a los demás. Pero de lo que no se dan cuenta es que la mayoría de la gente que llega a algo es porque se lo ha trabajado. Es decir, cualquier camino es difícil, el del rico, el del pobre, el del mediano, cada uno en sus posibilidades. Cada uno tiene que dejar muchos cadáveres en el camino. En mi caso, por ejemplo, todas mis amigas –que las considero maravillosas– tienen maridos divinos, pues también me dan envidia. A la hora de la verdad, ellas se van con sus familias, con sus maridos a su casa, y yo me vengo a la mía sola. Pues así, en todo.

Maika, ¿siempre has tenido esa necesidad de ayudar a los demás?

Sí, porque eso me lo enseñaron de pequeña. Me enseñaron a ayudar. En Colombia tengo un proyecto que es el Hogar del Pobre, que está en Palmira. A mí me llamaba la atención que había mucha gente mayor por la calle. Me enteré de que a los mayores los echan a la calle, sus propias familias, y se pasan el día por el pueblo andando. Entonces, se nos ocurrió montar unas naves y buscamos a señoras de allí para trabajar que los cuidan y los ayudan. Hay ciento ochenta mayores viviendo allí. Está abierto, viven allí, comen allí, están allí. Hay un cura maravilloso que colabora. Están allí felices. Creo que el que tiene, tiene que saber ayudar y, el que no ayuda, Dios se lo debe quitar. Hay un refrán que dice: «Manos que no dais, ¿qué queréis?”

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¿Te sientes ya un poco colombiana?

Me siento muy colombiana.

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¿Sientes que tu casa está allí?

No, mis casas están en los dos sitios. Yo soy española hasta la médula pero vivo en Colombia y adoro Colombia. Tengo casi igual de amigos colombianos que en España. Últimamente vivo mucho más en Colombia por mi negocio, por mi trabajo. Ahora ha entrado mi hija en la junta directiva del ingenio, de principal, e intento enseñarle una parte de lo que yo sé.

¿Y tu hija qué piensa de eso?

A mi hija le gusta ser colombiana. Porque tiene más amigos, tiene más primos, no de primera fila, porque mi marido era hijo único, pero tiene primos segundos. A mi hija le gusta mucho Colombia también.

Maika, ¿tú hiciste eso de mandarla fuera a estudiar como hicieron tus padres contigo?

Sí, la mandé. Pero me fui yo también a vivir con ella. Primero nos fuimos a Inglaterra. La visitaba en el colegio dos o tres días por semana. Y después todos los años nos vamos  en octubre y noviembre a Nueva York porque ella hace cursos allí.

¿Ella quiere seguir trabajando en la empresa?

Ella hizo turismo en España, y hace muchos cursos para formarse dirigidos a nuestro negocio. Ahora lo importante es que está en la junta directiva y procurar que siga funcionando. Hoy día nadie puede hacer proyectos a largo plazo. Pero por lo menos que sepa lo que tiene entre manos. Luego Dios dirá lo que pasará, no se sabe. Yo creo que el mundo está muy revuelto, en todas partes. Normalmente hago proyectos, máximo, a dos o tres años vista, porque no sé ni qué va a pasar en España ni qué va a pasar en Colombia ni qué va a pasar en el mundo. Estamos yendo a una guerra mundial. Como no nos pongamos muy de acuerdo, terminamos en ella.

¿Lo dices por el tema del terrorismo islámico?

Yo creo que es un problema de odios. Es un problema de no participación, de no preparación, de que es absurdo. Para mí que en esto todos estamos equivocados. Todos. ¿Te acuerdas cuando en España dejábamos entrar pateras y entraban de África? Desde Europa se pasaban la vida criticándonos pero, cuando les han llegado los de Siria y los demás, les han abierto las puertas. ¿Qué pasa? Que, como lo nuestro ha sido un largo recorrido, pues hemos podido aprender a manejarlo mejor, mientras que para ellos ha sido como una borrachera de un día, no lo han sabido manejar. Nos van a comer. Creo que hace poco a un alcalde le preguntaban que por qué en los colegios daban de comer cerdo y que por qué no les dejaban llevar el velo a las niñas musulmanas…Bueno, pues yo lo único que diría es que Arabia Saudi está muy despoblada. Son infinitamente más ricos que nosotros ¿Por qué no se van a vivir allí que tienen su misma religión y mismas costumbres? Nosotros tenemos diferente religión y, si tú vas a su país, ni puedes poner una iglesia ni puedes ir con una minifalda. ¿Pues por qué ellos van a venir aquí a imponernos sus costumbres? No lo entiendo y no lo admito. Si vienen aquí, que vengan con nuestras costumbres lo mismo que nosotros si vamos a sus países, vamos con las de ellos.

 


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Maika te quedaste viuda hace muchos años. ¿No has vuelto a compartir tu vida con un hombre?

¿Retomar la vida a nivel amoroso? No. Yo creo que a toda mujer le gustaría encontrar la persona y el hombre en el que apoyarse. Yo no lo he encontrado. Tengo un carácter fuerte, ya lo hemos dicho antes, y a los hombres normalmente les es más fácil coger una muñeca, o una chica jovencita que puedan manejarla o dirigirla. Para mí es muy difícil encontrar a nadie.

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¿No has tenido ningún hombre que se haya acercado a ti por tu fortuna? Eras una viuda joven.

No. Nunca.

¿Cómo tendría que ser el hombre con el que en un momento dado podrías dar ese paso?

Pues mira, tendría que ser un hombre inteligente, cariñoso, dulce, no hace falta que sea rico, pero que tuviera para él. No quiero alguien a quien tenga que mantener. Que tuviera su casa, que yo tengo la mía, que podamos pasar temporadas en la de él y temporadas en la mía, que cada uno aportara y que no hubiera egoísmos.

¿Español o te da igual?

Me da lo mismo, eso no me importa. A mí me da lo mismo vivir en cualquier lugar del mundo. Si mañana me encuentro a un italiano, pues me iría a vivir a Italia, y si es ruso, pues preferiría que no por el frío, desde luego, me encanta el calor.

Maika  me da la sensación de que sientes que llevas muchos años tirando del carro. Te apetecería que ese hombre llegara y dijera, «relájate tú que a partir de hoy me encargo yo de todo….”

Sería un sueño. Esto es horrible. Pero, ¿eso existe?. Me volvería loca. Dime, ¿A quién no le gustaría? Si sabes de una mujer que no le guste es que es muy bruta.

¿Cómo ves a las mujeres de ahora?

Pienso que hay dos tipos de mujeres. Unas que son las más inteligentes, que son las que se dejan llevar, que se dedican a pintarse las uñas, a no hacer nada y que el marido lo lleve todo, y otras un poco más brutas como yo, que queremos tirar del carro y te aseguro que es muy cansado.

Tú habrás tenido muchas oportunidades de relacionarte con mujeres así. Dime que no has tenido alguna vez la tentación de pensar que tienen su vida más vacía que tú.

A mí me encantaría. Lo que pasa es que he llegado tarde y no sé disimular.

¿Te encantaría tener la vida más vacía?

No, no. Me encantaría ser facilita como ellas y tener el marido que lo hiciera todo, no tenerme que preocupar de nada. Sería estupendo.

Reconozco que aquí vuelvo a los prejuicios. Pero, ¿crees que son felices?

Pues yo creo que sí, o por lo menos como no conocen otra vida, no se preocupan. Yo creo que lo que no conoces, no lo echas de menos. Esas personas normalmente están acostumbradas a tener otro tipo de vida. No es que sea más fácil,  porque llevar la casa con los hijos, con el marido, con todo, es muy difícil también. Pero no tienen que luchar como yo, que tengo que luchar afuera como un hombre y dentro como una mujer. O sea, la vida de ellas es mucho más fácil. Luego, claro, luchan todos los días con los hijos, con el marido, con todo. Pero es un poquito más cómodo.

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Y cómo no tienes frentes abiertos llegas aquí a Marbella y te meten en el lío de ser presidenta, que además tengo entendido que tú no querías realmente.

No, yo no quería. Fui presidenta de la gala de la asociación en Marbella hace veinticinco años. Hice una gala en el Marbella Club y salió muy bien en aquel momento. Estuvo todo el mundo de Marbella pero yo vivía en Colombia. Desde hace unos años cuando venía de vacaciones, veía que la gala cada vez iba peor y me daba pena. Me daba pena por lo que significa y para lo que hace falta. Entonces, ayudaba como podía, formando mesas. Yo no quería asumir la presidencia, pero la secretaria, Pilar, me llamaba pidiéndome ayuda. Yo le proponía nombres. Le daba listas de las señoras que yo creía que estaban capacitadas para llevar la asociación o para dirigir la gala. Por circunstancias, ninguna de ellas lo podía hacer. Y, cuando llegué a España en un viaje hace dos años, se me presentó Juan Carlos González en Madrid, que no le conocía personalmente. Total, que nos reunimos, me empezó a contar las dificultades por las que pasaba la delegación. Así que me ofrecí a ayudar con la gala mientras aparecía alguien.

Y en la primera gala que organizas coges un micrófono y renuncias.

Allí renuncié. Esto que parece una frivolidad lleva mucho trabajo. Durante dos meses he estado sentada en esta mesa. Venía Pilar, o Maricarmen, nos sentábamos aquí a las cuatro y media de la tarde y a las nueve y media me levantaba. Trabajando, organizando, al punto que muchas amigas mías de Marbella me están odiando porque me invitaban a cenas y no iba, y es que no podían entender que no fuera, pero es que estaba tan cansada, tan agotada, que lo que quería era dormir.

Me dijo Juan Carlos que una de las condiciones que pones en el momento en el que decides quedarte como presidenta, o que te comentan para que te quedes como presidenta, es que la sede no se cierre en verano hasta que no se le pague a todos los proveedores.

Exacto. Para mí es responsabilidad. Si yo me comprometo a hacer una gala, creo que la gente que trabaja conmigo, antes de que yo abandone el barco, tienen que haber solucionado todos los problemas, tanto los de cobrar como los de que te paguen. No puede haber una sola deuda para nadie. En todas las mesas de la gala había un cuadernito en el que estaba todo el programa de la sede, en todo lo que se gasta el dinero. Creo que en ninguna gala, en ninguna, te dan las cuentas y a mí me parece muy bien que todo el mundo que quiera venga a hacer una gala a Marbella, pero por lo menos que indiquen y enseñen a dónde va a parar el dinero.

Decías que también ha influido en tu decisión de colaborar que tu hermano tenga cáncer. 

Está operado desde hace cuatro años, no puede hablar. Ahora le van a hacer otras pruebas. Pero, bueno, creo que con la ayuda de Dios ya salimos adelante.

Hay gente que incluso tacha de frívolos a los que van a estas cenas. 

Ya lo dije en la gala. Todos, por desgracia, tenemos directa o indirectamente a alguien en la familia que ha pasado por la enfermedad. Entonces, si todos nos apoyamos, si todos ayudamos, se sale adelante. Si cada uno tiramos para un lado, al final no se hace nada. El cáncer es una enfermedad que se debe combatir desde todo el mundo, porque la tienen desde niños muy pequeños a personas muy mayores, del rico al pobre, del trabajador al no trabajador. No tiene raza, no tiene sistema económico, no tiene nada. Es una enfermedad que hay que combatir entre todos.

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Da la sensación de que eres una mujer que se entrega, generosa…¿Te han defraudado mucho?

Muchísimo, como a todo el mundo. No hay a nadie que no vaya dejando cadáveres en el camino. Normalmente de entrada me cae todo el mundo bien y luego ya selecciono. Pero procuro ser correcta con todo el mundo y cuando me demuestran que no son merecedores de esa corrección es cuando doy el hachazo y corto la relación.

Maika, ¿te volverías a España a vivir?

No puedo. Mi negocio está en Colombia, vivo de Colombia. Paso el máximo del tiempo que puedo en España, pero tampoco creo que yo ya viviría en ningún país a tiempo completo ¿Por qué? Porque me aburro, porque me canso, porque soy mayor, entonces hay que estar moviéndose.

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Agradezco su sinceridad. Agradezco que se haya mostrado tal cual es. Agradezco que sea franca y coherente en sus declaraciones por encima de que muchos de ellos no están de moda actualmente. Gracias a su empuje la Asociación Española contra el cáncer de Marbella ha recaudado sólo con la cena de gala 100 mil euros. Los mismos que se invertirán en ayudar a personas que luchan contra un enfermedad que nos puede tocar a todos. 

Fotografía: Lorenzo Carnero

Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.

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