El 4 de febrero se conmemora el Día Mundial del Cáncer. Por desgracia no necesitamos una fecha en el calendario que nos recuerde que el cáncer existe, que lo tenemos ahí y que es necesario destinar medios tanto a la investigación como a la detección precoz del mismo como a los tratamientos y terapias para combatirlo.
Aunque en los últimos años se han producido muchos avances, el cáncer sigue siendo una de las principales causas de mortalidad en todo el mundo.
Entidades como la Asociación Española contra el Cáncer luchan contra la enfermedad desde todos sus frentes. Sus redes se expanden por todo el país ayudando a enfermos y familiares, informando sobre la forma de prevenirlo, de la importancia de detectarlo a tiempo y también por medio de la recogida de fondos para proyectos de investigación que nos ayuden a conocerlo mejor y a erradicarlo.
Recientemente, y por primera vez, la Junta provincial de la AECC ha entregado 36 mil euros del premio Carmen Lavigne ( dotado con 60 mil euros), a una mujer investigadora malagueña. Se trata de la doctora Elisabeth Pérez, médico oncólogo del Hospital Costa del Sol desde el año 2010, responsable de patologías como el melanoma, los tumores de cabeza y cuello y algunos tumores del aparato digestivo. Ha colaborado en numerosos ensayos clínicos fase II-III, en proyectos de investigación traslacional en colaboración con grupos de trabajo como GEM (Grupo español de Melanoma) o TTCC (Grupo español para el tratamiento de los tumores de cabeza y cuello) y forma parte de la red de trabajo en enfermedades crónicas REDISSEC. Además es Máster en Biología Molecular del cáncer por el Centro Nacional de Investigación oncológica (CNIO) y Máster en Inmunoterapia por la Universidad de Navarra.
Ahora y gracias a esta beca se ha trasladado a principios de enero a Pamplona, donde ha pasado a formar parte del equipo dirigido por el reconocido Dr. Ignacio Melero, que trabaja junto a investigadores internacionales en el proyecto » Implementación de un ensayo clínico de inmunoterapia del cáncer con linfocitos NK semialogénicos” en el Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de Navarra. En él se lleva a cabo un estudio de la que se conoce como célula o linfocito NK (Natural Killer) que son aquellas que de manera natural en nuestro organismo atacan a los virus y a las células cancerígenas. Si se consigue que el propio sistema inmunológico del paciente ataque al tumor se podrían evitar por ejemplo los efectos secundarios de los actuales tratamientos, como la quimioterapia.
Gracias a su participación en este proyecto el próximo año, cuando regrese, se podrá poner en practica el protocolo de actuación en la provincia de Málaga.
Elisabeth podía haber elegido quedarse en casa, con su trabajo en el hospital de 8 a 3, cerca de su familia y de sus amigos. Sin embargo su inquietud personal y profesional, su deseo de hacer más para combatir una enfermedad con la que trata todos los días, la llevaron a querer involucrarse en la investigación del Dr. Melero en Navarra. Una decisión en la que implicaba directamente a su marido y a su bebé de 20 meses.
Reside en Pamplona desde principios de año, una ciudad en la que se siente muy cómoda. Viví allí durante 5 años, mi etapa universitaria, así que era inevitable que al presentarnos hablásemos de ello. Me habla de la amabilidad de los navarros, de su carácter afable y acogedor, del frío que hace y de lo cómoda que es para vivirla.
No tenemos mucho tiempo, en seguida tiene que coger un tren para volver. Nos sentamos en el mismo lugar donde minutos antes se hacía público el premio. Elisabeth tiene 35 años, y a pesar de las prisas, emana serenidad.
Elisabeth, ¿Por qué estudias medicina? ¿Te viene de familia?
(Se ríe) Porque yo de pequeña iba a ser ‘saca tripas’. Es lo que me gustaba, me gustaba un cuchillo, me gustaba el hecho de ayudar y cuidar a la gente. En mi familia no había médicos pero tuve la posibilidad de estudiar medicina porque tenía un padre y una madre súper luchadores trabajando que me pudieron costear mi carrera de Medicina en Granada. En 5.º me dieron una beca Séneca y me fui a Madrid. Mi hermana estaba estudiando allí y pensé que podría estar bien pasar ese año con ella. Fue en Madrid donde descubrí la unidad de paliativos de hospital Gregorio Marañon, donde se trabajaba mucho con pacientes con cáncer. Había vivido lo que implica el cáncer porque mi madrina falleció de un cáncer de ovario. Me encantó lo que hacían, cómo lo hacían, el trato que se tenía a los pacientes, la complicidad con la que los trataban. En oncología cuando conoces a un paciente son generalmente muchos años los que estás con él, con su familia, allí vi que el trato era mucho mas personal que en otras especialidades. Además estaba la investigación y fui consciente de que había mucho campo por descubrir, mucho que hacer para mejorar en prevención, así que con aquella experiencia supe que quería ser oncóloga.
Lo describes como algo muy bonito, pero pienso que debe ser una especialidad muy dura, que te requiere mucho psicológicamente.
Es que en un hospital salvo que te vayas a una planta donde haya neonatos que han nacido sin problemas todo el que está allí no está bien. Es verdad que hay pacientes con cosas mas banales como una operación de un lipomita por temas estéticos, pero aún así el que se mete en una cirugía se enfrenta a los riesgos de la anestesia, por ejemplo. Con esto quiero decir que el que está en un hospital está malo, y el que está malo tiene alrededor la mayoría de las veces una familia que sufre. El que se mete a médico tiene que tener muy claro que va a ver sufrimiento y que tiene que convivir con él.
Elisabeth, la palabra «cáncer” nos sigue dando mucho miedo. El cáncer afecta, como decías, al paciente y a toda la familia. En cierto modo los tienes que tratar a todos.
Es cierto que el cáncer aún produce mucha fobia social, pues sigue siendo una enfermedad que puede matar pacientes y que conlleva malestar debido a los efectos secundarios de los tratamientos que son necesarios para tratarlo como la quimioterapia. Pero mi experiencia en el Hospital Costa del Sol me ha enseñado que hay diferencias culturales a la hora de enfrentar la enfermedad. Nosotros trabajamos con muchos pacientes extranjeros que tienen más asumida la muerte como parte de la vida, y en el momento en el que le explicas que su vida corre peligro por un cáncer, su actitud es algo más tranquila ante la noticia. Sufren igual, pero por ejemplo, los andaluces nos cuesta un poquito más asumir un diagnóstico de cáncer y sus implicaciones. Y con respecto a la familia, también existen diferencias, sobre todo si el paciente es mayor….dar malas noticias a un paciente puede suponer un gran estrés para sus familiares, a los que debemos de tener en cuenta porque son los cuidadores de nuestros pacientes.
Elisabeth, no te quedas sólo en curar a los pacientes que tienes delante o en intentar curarlos con los tratamientos que ya están funcionado, si no que quieres investigar ¿De dónde surge esa necesidad?
No creo que sea una necesidad, es que es un deber que tengo para con el paciente.
Pero no todo el mundo lo hace, no todos los médicos lo hacen.
Porque es difícil. Lo comentaba con un compañero hace un momento. Si yo como médico tengo una consulta de 8 a 3, y tengo a veces el doble de pacientes de los que tendría que tener para darles una atención más personalizada y más tranquila…Y a las 3 me tengo que ir para recoger a mi niño, y el que no tiene niños porque tiene su vida, tienes sus cosas en casa, su vida personal. Pero la investigación es una parte que se le debe al paciente, porque el médico no sólo tiene que investigar, tiene que estudiar y estar al día de los nuevos tratamientos, y eso implica que tienes que echarle horas. En Andalucía no hay un sistema que te permita dedicar tiempo al paciente, investigar durante tu horario, tienes que hacerlo fuera de tu jornada laboral. Yo he tenido la suerte de que mi jefe, Antonio Rueda, sabe lo importante que es y nos da un tiempo a la semana para formación, para poner proyectos en marcha, para hablar con la gente, para montar los ensayos que tenemos. La posibilidad de tener un tiempo dedicado a investigación, en mi centro es posible gracias a él y a su capacidad de trabajo y organización pero también gracias, por supuesto, al compromiso que mi propio hospital tiene con sus pacientes. Si no fuese así mi contrato es asistencial de lunes a viernes, entonces todo lo que quieras hacer de más lo tienes que hacer en tu tiempo personal.
Por lo que ha contado el Presidente de la Junta Provincial de la AECC, haciendo cálculos, solicitaste la beca cuando acababas de ser mamá.
Martín estaba recién nacido. Yo había pedido becas en años anteriores. Pero para coger esta beca tenía que terminar un master que estaba haciendo de inmunoterapia para traer los protocolos y montar aquí algo. Me quedé embarazada y justo cuando volví de la baja me habló mi jefe de unas becas y las pedí. Y salió a la primera, así que fenomenal.
Pero eso suponía tener que trasladarte a Pamplona a vivir durante un año.
Supone además un sacrificio de mi marido, principalmente, y un cambio de vida para mi bebé. Aunque tenga veinte meses su vida también ha cambiado. Aquí en Málaga tenemos a la abuela, que es mi suegra. Ella cuando terminaba de trabajar a la 1 o las 2 de la tarde sacaba al niño de la guarde y estaba con él hasta que llegaba yo de trabajar. Allí en Pamplona tiene que estar hasta las 5 de la tarde en la guardería que es cuando mi marido lo recoge. Entonces, no es lo mismo, pero bueno, el niño se adapta. Mi marido renunció a su trabajo cuando me dieron la beca, pero hubo suerte y la empresa quiso seguir contando con él mientras siga el proyecto en el que estaba inmerso. Después, ya veremos.
¿Qué te dijo cuando le comentaste la posibilidad de iros a Pamplona?
Pues que nos íbamos; es que mi marido es una joya, es una pasada. Si no fuera por él… Cuando no teníamos el niño pues nos daba un poco igual, porque te puedes ver los fines de semana, pero ya con el niño no puede estar cada uno por su lado, y a él no le importó seguirme y venirse conmigo.
Llevas sólo tres semanas en Pamplona. ¿Cómo es tu vida allí?
Pues además de que hace mucho frío, que con un buen abrigo se soluciona, todo muy bien. El grupo de trabajo me ha acogido súper bien y como tenía tantas ganas de hacerlo estoy encantada, estoy feliz. El equipo está muy bien organizado, la gente es súper apañada. Se tiene la idea de que la gente del norte es mas fría y qué va. Ahora mismo estoy formándome porque hay cosas que yo no sé hacer. En CIMA están tan habituados a que llegue gente nueva al grupo que no tienen problemas en ayudar y enseñar. Además, otra maravilla de Pamplona es su comida, sobre todo la verdura.
¿Echas de menos el trato con los pacientes?
Sí, mucho. Pero sigo llamando a ver cómo van. Es como cuando me fui de baja maternal, sabes que alguno cuando vuelvas no va a estar. Y como has tratado mucho tiempo con ellos se crea un vínculo por el que los sigues teniendo presente.
¿Qué crees que puedes aportar al grupo de investigación de Pamplona?
Yo creo que puedo aportar al grupo la visión médica o «clínica” de la investigación. Me explico: la investigación comienza porque hay una pregunta que resolver. Los básicos descubren aspectos de la medicina que luego tendrá su repercusión clínica pero en muchas ocasiones, desconocen los beneficios o toxicidades de su descubrimiento, donde se aplica o porqué se aplica de una forma u otra. Es importante que los médicos hablemos con los investigadores para cruzar ideas, plantear inquietudes y trabajar juntos. La colaboración entre la básica y la clínica es fundamental para desarrollar la investigación en cáncer y eso espero que sea mi aportación al grupo.
¿Qué crees que te vas a traer dentro de un año?
A nivel personal creo que me voy a traer amigos de verdad, porque son una gente fantástica. El Doctor Pedro Berraondo que hizo un poco de mediador y que está también trabajando en el grupo de Ignacio Melero, es encantador. Por ejemplo, él fue el que me abrió la posibilidad de una estancia en CIMA si obtenía una beca. Además, me ofreció su amistad y su ayuda desde el primer día que decidí trasladarme a Pamplona. Al igual que él, todos los compañeros del laboratorio; Mentxu, Celia, Virginia, Marco, Alfonso, Iñaki, Arancha, Inma, Alvaro, Carmen Esther… que me han acogido muy bien.
Y a nivel profesional espero conseguir el objetivo de esta beca y no sólo traerme el protocolo para meter aquí esa parte del estudio, sino aprender mucho más. Para todo lo que podamos desarrollar a partir de los conocimientos que yo pueda adquirir, de lo que ya estábamos haciendo aquí en Andalucía y lo podamos fomentar.
Supongo, Elisabeth, que también es muy importante coger esos contactos de manera directa, incluso para poder consultarles con posterioridad ante un caso concreto.
Claro, no sólo te vas a hacer algo, sino a saber cómo se trabaja; cómo se colabora con otros compañeros de Barcelona, Londres o California. Hay unas redes entre ellos que se generan y se fomentan. Esto me permite estar en contacto con profesionales de todo el mundo. Se crean lazos de trabajo muy importantes para unir investigaciones y fomentar el avance frente al cáncer.
¿Hay competencia entre investigadores o en este tema va todo el mundo a una?
Entre investigadores siempre hay competencia porque los hallazgos de las investigaciones supone no solo publicaciones científicas, sino avances o desarrollos terapéuticos cuyo beneficio repercute en pacientes pero también en los propios investigadores. Esto hace que la confidencialidad hacia el trabajo realizado sea máxima. Como en cualquier trabajo, si «cumples” tienes asegurado seguir trabajando. En investigación, es parecido. Eso no quiere decir que los investigadores no colaboren. En todo el mundo, puede surgir la misma pregunta y puede haber uno o más grupos siguiendo la misma línea de investigación. Aprovechamos los congresos científicos para charlar con nuestros colegas, compartir información de las investigaciones y fomentar las redes de colaboración.
Muchas personas especulan con que no se ha llegado a la cura del cáncer por que hay farmacéuticas interesadas en que no se encuentre ¿Tú crees que es verdad?
No. Se habla mucho y más en España, donde por desgracia la investigación y la formación de un médico depende de la industria farmacéutica. Las industrias farmacéuticas tienen intereses comerciales como cualquier empresa, pero dentro de ellas trabajan médicos e investigadores que orientan los objetivos de la empresa para que vayan paralelos a lo que la sociedad demanda en cuanto a medicina se refiere. Es cierto que no siempre los ensayos planteados son los deseados por los médicos pero esto no quiere decir que no tenga el interés común de todos, que es intentar curar a los pacientes.
Tendría que haber más ayuda de I+D por parte del gobierno, y no hacerlo todo tan industrializado porque te encuentras con ese problema. Las industrias tienen su parte de empresa, y cualquier empresa quiere nada más que hacer productos y venderlos, pero dentro de eso estamos con enfermedades, no puedes hacer lo que tú quieras porque no siempre sirve.
Estarás al día de mucho de los estudios que hay ahora mismo, de otras investigaciones, ¿crees que estamos cerca de ese momento en el que se consiga la cura del cáncer?
Los avances en biología molecular y las nuevas técnicas han permitido que la mortalidad por cáncer se vea reducida en los últimos 30 años. Es cierto que aún fallecen pacientes por esta enfermedad pero cada día sabemos más, lo que nos ha permitido desarrollar nuevos fármacos que mejoran la supervivencia y la calidad de vida a nuestros pacientes. Por ejemplo, con la llegada de la inmunoterapia en el año 2010, comenzamos a tratar a pacientes de melanoma y a curarlos, pero por desgracia, no a todos les funcionaba. Se han mejorado las técnicas de diagnóstico precoz y las técnicas quirúrgicas pero aun así, hay pacientes donde la enfermedad es más agresiva. Quiero decir con esto que cada día tenemos más información del cáncer que nos ayuda a combatirlo. Creo que el futuro radica en la prevención, y no estamos muy lejos de conseguirlo.
¿Están los pacientes dispuestos a someterse a estos ensayos, a tratamientos que están experimentándose?
La verdad es que sí. Hay veces que se prueban terapias nuevas y en otras ocasiones, tratamientos que ya hemos visto que están funcionando en otras situaciones. Pero la verdad es que confían en el criterio del médico.
Me da la sensación de que te vas a enganchar a esta etapa como investigadora.
Sí, ya estaba enganchada hace tiempo.
Si te ofrecieran quedarte allí, si te ofrecieran a lo mejor dar un salto a Estados Unidos. ¿Lo harías?
La idea era un poco que sí había alguna parte de los protocolos que hubiera que afinar más o a mí me interesará pues podría rotar a otros lugares durante este año. Luego es que yo no lo sé, el objetivo de irme y estar en este programa es para volver a implantarlo aquí. Claro que si cuando se cumpla el plazo no está la infraestructura, o hay problemas para terminar el protocolo, habrá que verlo. Pero ya sobre la marcha.
También tengo mi marido, sí a él le interesa más volver, es que ya me toca sacrificar a mí algo. Pero ahora la idea es que si todo va bien, y por ahora van bien las cosas, en un año se pueda empezar a implantar y ponerlo en marcha aquí.
Muchas veces cuando alguien nos comunica que tiene una enfermedad grave, un cáncer, solemos pensar y decir que por suerte la ciencia, la medicina, han avanzado y avanzan muy rápido. Tras esa frase hay personas comprometidas, hombres y mujeres como Elisabeth, que se encierran cada día en un laboratorio y ponen al servicio de la sociedad sus conocimientos, su tiempo y su vida para que eso suceda. Y por supuesto, entidades como la AECC que cada día se preocupa a través de su red de voluntarios de captar fondos para permitir que esas investigaciones se lleven a cabo. Todos, en la medida de nuestras posibilidades, podemos y debemos aportar algo para acabar con esta enfermedad. Es como una ruleta que gira y mañana nos puede tocar a ti o a mí. Ojalá no dentro de mucho tiempo no haya un día del cáncer que conmemorar.
Fotografía: Lorenzo Carnero Redacción: Ana Porras
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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.