«Muchas veces no nos quiere quien queremos que nos quiera porque nos va a querer alguien mejor. Mientras llega vamos escribiendo microcuentos.”
«Pero hoy más que nunca, necesitamos creer que los milagros existen. Y si sólo existiese este momento… Y si todo empezase y se acabase aquí… Y si lo vivo intensamente… Cada minuto aquí es un regalo. Tú decides lo que haces con él. Y vamos a dejarnos ya de excusas! Al final las pequeñas cosas, los momentos incluso que consideramos «normales», son un privilegio que deberíamos valorar y agradecer.”
Desaprender cada día. Disfrutarse cada día. Sentirse privilegiados. Agradecer. Abrazar(te).
Es la actitud con la que nos posicionamos en la vida lo que nos hace abrirnos al amor, dar espacios para construir el amor.
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Debes agradecer que te hayan roto el corazón, pues al romperlo lo abrieron y, así, te hicieron sentir. Estar en contacto con y ser sensible hacia tus propios sentimientos es un aspecto importante de amar: tanto de amarte a ti mismo, como de amar a alguien más. Estar dispuesto a amar también implica dejar atrás cualquier daño o dolor infligido por una relación previa. Las heridas de una relación más antigua pueden crear bloqueos que harán difícil la anuencia de un nuevo amor. Tienes que permitirte experimentar todos esos dolorosos sentimientos de ira, enfado, miedo y tristeza para sacarlos de tu cuerpo y de tu mente. Déjate ir y abre tu corazón y tu ser entero a un nuevo comienzo.
«Me rompí en mil pedazos. Y cuando ni yo era capaz tú los pegaste uno a uno. Y fui yo. Fui nosotros. Fuimos uno. Fuimos dos. Llegaste con tu amor. Se borraron mis miedos. Se curaron mis heridas. Tú me salvaste de mí. Me mostraste mis alas. Me enseñaste a volar. A tu lado.” Y en alas de ti, levanto el vuelo.
Amar significa abrirle la puerta a ese destino, a la más sublime de las condiciones humanas en la que el miedo se funde con el gozo en una aleación indisoluble, cuyos elementos ya no pueden separarse. Abrirse a ese destino significa, en última instancia, dar libertad al ser: esa libertad que está encarnada en el Otro, el compañero en el amor. Hay que ser valiente en el amor y amar sin miedo. Hay que dar rienda suelta al corazón.
Las miradas se encuentran a través de una habitación atestada, se enciende la chispa de la atracción. Conversan, bailan, se ríen. Ninguno está en busca de una relación seria pero de alguna manera una noche puede convertirse en una semana, después en un mes, en un año o toda una vida… La atracción es un sentimiento que nos invade con gran fuerza y que hace que nuestra atención se centre en esa persona en particular.
Surge la escena en un salón, besos en pihama que alteran la razón para atreverse a cruzar el puente de la incomunicación de dos que hasta ahora sólo se limitaban a la pasión… Quizás sea el corazón o eso que llamamos intuición lo que hace posible que la apuesta por la otra persona se haga a contracorriente de las diferencias para reencontrarse con sumo gusto en la perplejidad de los demás que ya no creen en que nada pueda durar para siempre.
Gracias a que todos nos digan que no hay futuro en la relación nos permite instalarnos en el presente y amarnos tan fuerte que nos hace sordos al ruido del desamor. Y a pesar del marketing del amor saber innovar y crear un propio branding que haga de cada instante un deseo de permanencia y la voluntad enamorada de un quédate conmigo y no te vayas más…
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Tras largas conversaciones por teléfono, viajes compartidos de amistad y el respeto al ritmo de cada latido llega el momento de acompasar y sincronizar la respiración con cada abrazo que se da envuelto de besos violetas que moran el corazón. Se abren paso los sueños, se comparten los mundos y se empieza a fluir en la vida, dónde todo fluye y nada influye… Encontrándose un amor paradójico de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos.
Así conseguimos el mejor regalo que podemos recibir de alguien: el ser vistos por él, escuchados por él. Y así podemos dar nuestro mejor regalo al otro: verlo, escucharlo, comprenderlo y tocarlo. Cuanto esto se ha hecho sentimos que el contacto se ha realizado.
Darse cuenta que «no, el amor no era sufrir. Ni aquel pellizco en el pecho. Ni aquel miedo sin mesura. Ni aquella falta de ternura. No. Aquello no era AMOR.”
La marcha atrás es para cobardes, ya el amor es una actividad, no un afecto pasivo; es un estar «continuado”, no un súbito «arranque”. Y este carácter activo del amor nos hace experimentar que amar es fundamentalmente dar, no recibir. Querer lo mejor para el otro, potenciar todo su potencial. Magnificar lo bueno y minimizar lo malo. Y «aunque haya pasado el tiempo, cuando abro el armario, aún me visto de la noche que de tu abrazo hice mi abrigo favorito”.
Y así, tras la erección, dar un paso de elección que nos expone y nos sobrepone a buscar una creación común que sea expansiva para los demás. Pues el amor de verdad incluye, no excluye. Suma y multiplica, no resta ni divide. Darse, sin renunciarse. Un sí al otro donde lo más importante sea caminar creciendo a la par. Ese compromiso de admirar y velar porque el otro saque su mejor versión. «Elegirnos cada mañana y agradecernos cada noche por un día más juntos. Querernos hasta quererse. Cada vez más de la otra persona, cada vez más uno mismo.” Un sí quiero que nos lleve a enamorarnos amando las coincidencias y a amarnos enamorándonos de las diferencias.
Descubrirse y redescubrirse para así poder potenciarse mutuamente no por encontrar la felicidad, si no por habitar en la flexibilidad. Porque quizás la felicidad no sea más que la flexibilización con nosotros mismos, los demás y la vida…
Sí quiero, quererte.
Sí quiero, flexibilizar
Sí quiero, conocerte.
Sí quiero, empatizar.
Sí quiero, respetarte.
Sí quiero, soltar.
Sí quiero, cuidarte.
Sí quiero, responsabilidad
Sí quiero, abrazar(te)
Quiero amarte sin absorberte, apreciarte sin juzgarte, unirme a ti sin esclavizarte, invitarte sin exigirte, dejarte sin sentirme culpable, criticarte sin herirte, y ayudarte sin menospreciarte. Si puedes hacer lo mismo por mí entonces nos habremos encontrado verdaderamente y podremos beneficiarnos mutuamente…
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Hasta quedarnos dormidos en el mejor chiringuito del mundo. «La playa, una caña y tú. La felicidad!”
Y entre la fuerza que me abren tus brazos, y sé que al cerrarse podré descansar.
Palabras mayores que ofrecen tu cuerpo, serena bahía te quiero querer.
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Los textos en rosa están extraídos de #microcuentos de @anaporras75