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¿Y si tu relación no está mal pero tampoco está completa? por Juande Serrano

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¿Y si tu relación no está mal pero tampoco está completa? por Juande Serrano

Hay parejas que se quieren, se cuidan, se acompañan y, sin embargo, sienten un silencio sutil que no saben nombrar. No es desamor, porque el amor está ahí.  No es rutina, porque siguen compartiendo tiempo. Entonces ¿qué es eso que falta cuando aparentemente nada falta? A veces lo que duele no es la ausencia del otro, sino la ausencia de ciertas formas de conexión que mantienen vivo el amor. El problema no siempre es “falta de amor”, sino falta de intimidad en las capas que importan.

Hay relaciones que no duelen…pero tampoco llenan

El mito de que el amor basta

Nos han enseñado que amar es suficiente. Que con amor todo se puede. Pero no es cierto. El amor es el fuego, sí, pero sin oxígeno no arde. Y el oxígeno de una relación está hecho de intimidad, de esos pequeños gestos y espacios donde dos almas se encuentran sin máscaras. El amor se puede sentir y, aun así, sentirse sola. Porque hay amores que abrazan, pero no tocan. Hay parejas que comparten casa, pero no mundo interno. Y hay cuerpos que se rozan, pero no se sienten.

 

Las cinco formas de intimidad que sostienen el amor

El Amor no se mide por la cantidad de tiempo juntos, sino por la profundidad del encuentro. Y para que ese encuentro sea completo, necesitamos cultivar cinco tipos de intimidad. Cinco puertas por las que el vínculo se ensancha, se expande y se vuelve hogar.

  1. Intimidad física: el lenguaje del cuerpo que dice “estoy contigo”

A veces creemos que la intimidad física se reduce al sexo. Pero el cuerpo habla antes y más allá del deseo. Es el beso lento sin prisa. Es la caricia que calma. Es la mano que busca otra mientras caminan por la calle. Es el tacto nutritivo que no reclama, sino que ofrece. En las parejas donde falta contacto físico, el amor se vuelve teórico: se piensa, se dice, pero no se encarna. Y el cuerpo, que también necesita sentirse amado, empieza a reclamar atención a su manera: con distancia, irritabilidad o vacío. El cuerpo es el primer territorio del amor. Sin él, la pasión se enfría y el vínculo pierde su anclaje en lo real.

  1. Intimidad experiencial: cuando el amor se convierte en aventura compartida

El amor necesita movimiento, sorpresa, novedad. Cuando una pareja deja de explorar, empieza a fosilizarse. Y no hablo solo de viajar o hacer cosas nuevas: hablo de atreverse juntos. Reír en medio de un imprevisto, improvisar una cena con lo que haya, bailar sin motivo, lanzarse a una aventura pequeña o grande. La intimidad experiencial se construye cuando la pareja comparte desafíos, aprendizajes o experiencias que los sacan de la rutina. Cada experiencia compartida es como una nueva historia que los une. Si nunca pasa nada nuevo, el amor no muere pero se duerme. Y cuando el amor se duerme, el aburrimiento empieza a ocupar su lugar.

  1. Intimidad intelectual: el arte de encontrarse en las ideas

¿Alguna vez has sentido placer intelectual con tu pareja? No hablo solo de debatir o compartir libros. Hablo de despertar juntos la curiosidad, de explorar el pensamiento del otro, de sentir que las conversaciones se vuelven puentes y no trincheras. Cuando existe intimidad intelectual, las mentes se acarician. Las ideas se vuelven un juego. Hay espacio para admirarse, para inspirarse, para crecer mutuamente. Las parejas que piensan juntas, evolucionan juntas. Y cuando no se cultiva este tipo de conexión, suele aparecer la sensación de que uno de los dos “se quedó atrás” o de que ya no hablan el mismo idioma. Hablar de lo cotidiano une, pero hablar del alma y del mundo expande.

  1. Intimidad emocional: donde el amor se hace humano

Aquí está la joya del vínculo. La intimidad emocional es esa capacidad de mostrarse vulnerable sin miedo a ser herido. Es poder decir “hoy me siento pequeña” y recibir un “yo te sostengo”. Es reír juntos, llorar juntos, soñar juntos. Sin esta intimidad, la relación puede tener sexo, viajes o proyectos, pero le faltará corazón compartido. Porque amar no es solo estar presente: es estar disponible emocionalmente. La intimidad emocional se cultiva a través de la escucha, la empatía y la validación. Y se destruye con la indiferencia, la crítica o la falta de tiempo real. Cuando la pareja aprende a comunicarse desde el alma vulnerable —sin juicios, sin máscaras— el vínculo se vuelve un refugio y no un campo de batalla.

  1. Intimidad espiritual: el alma del vínculo

Este es el nivel más profundo y menos comprendido. La intimidad espiritual no tiene que ver con religión, sino con propósito y presencia. Es la sensación de que hay algo más grande sosteniendo la unión. Es rezar juntos, meditar juntos, agradecer juntos o simplemente sentir que el amor también tiene alma. Aquí el amor trasciende el “yo y tú” y se convierte en un “nosotros”. Dos almas que caminan juntas no solo para acompañarse, sino para evolucionar. Esta intimidad se alimenta con rituales compartidos, silencios conscientes, conversaciones sobre valores y el sentido de la vida. Es la alquimia que transforma una pareja en una experiencia de crecimiento.-

 

El amor como una planta de cinco raíces

Imagina tu relación como una planta con cinco raíces: física, experiencial, intelectual, emocional y espiritual. Si una de ellas se seca, la planta puede sobrevivir, pero no florecerá. Si varias se marchitan, el amor se mantiene en pie por inercia, pero sin aroma ni color, ni florece. Por eso, cuando sientas que “algo falta” en tu relación, no pienses solo en lo que hacen mal o en lo que deberían cambiar. Pregúntate con honestidad: ¿Qué tipo de intimidad estamos cuidando? ¿Y cuál hemos olvidado? ¿Qué nos gustaría experimentar juntos que nunca hemos probado? A veces, la transformación de una relación no empieza con grandes decisiones, sino con un pequeño gesto que vuelve a abrir una puerta.

Imagina tu relación como una planta con cinco raíces: física, experiencial, intelectual, emocional y espiritual

El ritual del 3: pequeñas acciones que salvan grandes amores

El amor necesita mantenimiento. No por obligación, sino por elección consciente. Cuidar el vínculo es un acto de responsabilidad emocional, no de rutina. Hay una fórmula simple —pero profundamente efectiva— para mantener viva la conexión:

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  • Cada 3 días, una conversación profunda.
  • Cada 3 semanas, una cita o comida a solas.
  • Cada 3 meses, una escapada o viaje corto juntos.
  • Cada 3 años, una nueva luna de miel.

No se trata de cantidad de tiempo, sino de calidad de presencia. De recordar que el amor no se sostiene solo: se cultiva, se riega, se honra.

Cuando el amor no está roto, pero sí incompleto

Hay relaciones que no necesitan ser terminadas, sino redescubiertas. No todo lo que falta debe doler; a veces, solo está pidiendo atención. El amor no se pierde, se desvincula. Y lo que se ha desconectado, puede volver a unirse con presencia, escucha y ternura. Tal vez tu relación no esté mal. Solo necesita ser mirada desde un lugar más amplio. Porque el amor no solo se siente: se construye, se aprende, se transforma.

Reflexiona

  1. ¿Cuáles de estas formas de intimidad ya están presentes en tu relación?
  2. ¿Cuáles te gustaría fortalecer o redescubrir?
  3. ¿Qué estás dispuesta a ofrecer —no a exigir— para cultivar esas capas del amor?

El amor no basta: necesita intimidad en múltiples planos. La falta de conexión no siempre significa desamor, sino desequilibrio entre tipos de intimidad. Cultivar el amor requiere presencia consciente y rituales de cuidado emocional. El verdadero vínculo es aquel que crece en los cinco niveles: cuerpo, experiencia, mente, emoción y espíritu. Porque el problema no siempre es falta de amor. A veces, es falta de conexión en las capas que importan. Y cuando vuelves a mirarte en los ojos del otro, sin prisa, sin ruido, sin miedo descubres que el amor nunca se había ido… Solo estaba esperando ser sentido de nuevo.

¡Ah!, y por cierto, cuando tu pareja te diga “te amo”, no respondas solo “yo también”. Dile: “me siento amada por ti”. Porque el amor no necesita ser devuelto, necesita ser recibido.

Web Juande Serrano

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