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¿Estás somatizando? Cuando el cuerpo habla lo que la mente calla

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¿Estás somatizando? Cuando el cuerpo habla lo que la mente calla

¿Qué es la somatización? La somatización es un proceso mediante el cual una persona experimenta síntomas físicos reales —como dolores, fatiga, trastornos digestivos o dificultades respiratorias— sin que exista una causa médica evidente que los explique. En otras palabras, el cuerpo manifiesta el malestar emocional a través de síntomas corporales.

Este fenómeno no implica que la persona finja ni que los síntomas “se los invente”. Al contrario, los síntomas son auténticos y pueden llegar a ser incapacitantes. La clave está en que el origen del dolor o malestar se encuentra más en el plano psicológico que en el fisiológico.

¿Por qué se produce?

El cuerpo y la mente están íntimamente conectados. Cuando una persona reprime emociones intensas como la tristeza, el miedo, la ansiedad o la rabia durante un tiempo prolongado, esas emociones no desaparecen: buscan otra forma de salir. Y muchas veces lo hacen a través del cuerpo.

Algunas de las causas más comunes de somatización incluyen:

  • Estrés crónico o agudo.

  • Conflictos emocionales no resueltos.

  • Traumas infantiles o vivencias de alto impacto emocional.

  • Presión constante para rendir o agradar.

  • Falta de espacios seguros para expresar lo que se siente.

También influye la cultura y la educación: hay entornos familiares o sociales donde expresar el sufrimiento emocional está mal visto o no se permite. En esos contextos, muchas personas aprenden desde pequeñas a “aguantarse”, lo que a largo plazo puede derivar en síntomas físicos.

 

 

Cómo se manifiesta

La somatización puede adoptar muchas formas. Algunos de los síntomas más comunes son:

  • Dolor de cabeza persistente.

  • Dolor de espalda o cuello sin causa física clara.

  • Problemas gastrointestinales como colon irritable, acidez o náuseas.

  • Palpitaciones o sensación de falta de aire.

  • Fatiga crónica.

  • Mareos o sensación de inestabilidad.

  • Problemas en la piel, como urticaria o dermatitis.

  • Trastornos menstruales o dolores pélvicos.

En ocasiones, la persona ha visitado múltiples especialistas, se ha hecho pruebas médicas que no revelan anomalías, y sin embargo, los síntomas persisten. Esto puede generar frustración, ansiedad y una sensación de no ser comprendida.

El papel de la conciencia emocional

Reconocer nuestras emociones y permitirnos expresarlas adecuadamente es un factor de protección clave. La somatización aparece muchas veces cuando no somos conscientes de lo que sentimos, o cuando no nos damos el permiso para sentirlo.

Practicar la autoobservación, el diálogo interno compasivo y el contacto con el cuerpo —a través de técnicas como la respiración consciente, el yoga o la meditación— puede ayudarnos a identificar cuándo una emoción está pidiendo espacio y atención.

¿Es lo mismo que hipocondría?

No. Aunque ambos fenómenos pueden parecer similares, hay diferencias importantes:

  • En la somatización, los síntomas son reales, aunque el origen sea emocional.

  • En la hipocondría (actualmente denominada “trastorno de ansiedad por enfermedad”), lo que predomina es el miedo intenso a tener una enfermedad grave, aunque no existan síntomas físicos significativos.

 

¿Qué se puede hacer?

La buena noticia es que la somatización tiene tratamiento. Algunos enfoques eficaces incluyen:

  • Psicoterapia. La terapia psicológica, especialmente la terapia cognitivo-conductual, la terapia somática o la terapia centrada en emociones, ayuda a identificar el origen emocional del malestar y aprender a gestionarlo.

  • Actividad física regular. El ejercicio favorece la liberación de tensiones y mejora el estado de ánimo.

  • Técnicas de relajación y mindfulness. Reducen la activación del sistema nervioso y favorecen una mayor conexión con el presente.

  • Educación emocional. Aprender a identificar, nombrar y canalizar las emociones puede prevenir futuras somatizaciones.

¿Estás somatizando?

Algunas señales que pueden ayudarte a identificar si estás somatizando:

  • Tienes síntomas físicos persistentes que no tienen explicación médica clara.

  • Has pasado por una etapa de estrés o un conflicto emocional y tu cuerpo ha empezado a “quejarse”.

  • Te cuesta expresar lo que sientes o tiendes a minimizar tu malestar emocional.

  • Sientes que el cuerpo “te está pidiendo algo”, pero no sabes qué.

En esos casos, más que preguntarte “¿qué tengo?”, tal vez sea más útil preguntarte “¿qué me está pasando?” o “¿qué no estoy diciendo?”.

El papel del médico: descartar y acompañar

Ante cualquier síntoma físico persistente, lo primero siempre debe ser acudir a un profesional médico. Es fundamental descartar posibles causas orgánicas que puedan requerir tratamiento. Una vez realizados los exámenes necesarios y confirmado que no hay una patología física identificable, el propio médico puede orientar hacia un abordaje más integral que incluya la dimensión emocional.

Algunos profesionales, especialmente en atención primaria o en medicina psicosomática, están familiarizados con los procesos de somatización y pueden acompañar al paciente de forma empática, evitando la sensación de “todo está en tu cabeza” que muchas veces frustra a quienes viven esta experiencia. La colaboración entre médicos y psicólogos es clave para abordar el problema desde una perspectiva completa y eficaz.

Este enfoque que integra cuerpo y emoción no es nuevo, pero cada vez cuenta con mayor respaldo clínico. En nuestra entrevista con el Dr. Paco Miralles, médico internista con una mirada en la medicina integrativa, ya apuntaba a la importancia de no quedarse en el síntoma físico, sino de ir más allá para comprender su origen emocional. Como él mismo explicaba, muchos de los males que atendemos con medicamentos podrían aliviarse si prestáramos atención al contexto emocional que los rodea.

El cuerpo como mensajero

La somatización es una llamada de atención. No es un enemigo, sino una señal de que algo necesita ser atendido. Escuchar al cuerpo con respeto, sin miedo y sin juicio, puede convertirse en una vía de autoconocimiento profunda.

En definitiva, cuando el cuerpo habla, conviene detenerse y escuchar. Quizá esté diciendo lo que llevamos demasiado tiempo silenciando.

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