Durante más de once años, he tenido el privilegio de trabajar activamente en el ámbito de la nutrición y dietética. Como prácticas habituales se encuentran crear dietas a las personas que me lo demandaban, dar conferencias de hábitos alimenticios saludables, y algunos trastornos de la alimentación tales como la anorexia, bulimia, obesidad, ansiedad… Por mi consulta han pasado miles de personas, llenas de diversas experiencias, cada una con diferentes formas de ver la vida y con motivaciones diferente en el acto de vivirla.
A todas ellas les quiero dar las gracias, me han enseñado a ser la profesional que hoy soy. He aprendido tanto de ellos que me veo en el hecho de escribir estas palabras.
«Las personas que engordan o comen sin mesura, en realidad lo que realizan es una protección ante un vacío emocional»
Mi experiencia me ha transmitido la enseñanza, a través de la observación práctica y consciente, del siguiente principio básico: las personas que engordan o comen sin mesura, en realidad lo que realizan es una protección ante un vacío emocional que es un tanto incómodo de sentir y que fue, por algún motivo, creado en el pasado permaneciendo dentro de ellas en el ahora, saboteándolas.
Las células del cuerpo de un ser obeso obedecen a la orden de acumular grasa y no soltarla, no quemarla. La grasa tiene su función y actúa bajo las órdenes del subconsciente, que la sitúa estratégicamente con distintas intenciones basadas en la autoprotección, de formas tan diversas como personas obesas hay.
Cuando hay un vacío emocional, éste busca ser llenado. Sentir el vacío da miedo porque nos invita a tomar conciencia del lugar en que nos encontramos, ver nuestra realidad tal y como la estamos gestionando o la hemos gestionado en nuestro pasado.
A veces produce pavor sentir la diferencia entre lo que estamos viviendo y lo que en realidad queremos o deseamos vivir. Nos autoconvencemos de que es mejor seguir con nuestros hábitos, en vez de romper lazos y darle un giro a nuestra vida.
«Produce pavor sentir la diferencia entre lo que estamos viviendo y lo que en realidad queremos o deseamos vivir»
Cada vez que sentimos ese vacío hay que silenciarlo de alguna manera
El vacío puede tener diferentes nombres; ansiedad, apatía, desidia, soledad, miedo, culpa, desamor, desinterés…
Para dejar de sentirlo, nos embarcamos en actividades que ocupan el tiempo, alejándonos de la incomodidad del sentir. Llamadas vanas, cafés llenos de conversaciones triviales, redes sociales que nos hacen perder la noción del tiempo, viendo cómo la gente crea su propia revista de cotilleos, salidas desajustadas a la energía corpórea, y qué decir del alcohol o sustancias que te hacen perder la mochila del dolor (por un tiempo limitado). Otros tantos la comida: lo más fácil es ir a la nevera, ya que en la mayoría de los casos cubre la sensación de vacío, aunque sea momentáneamente y válido hasta el próximo atracón.
Lo mejor es comer y comer, sobre todo comidas que suban la sensación de bienestar, activando la química que hace perder el control de ese agujero negro llamado vacío.
¿Y por qué eliges la comida como forma directa de conexión con la satisfacción? Es fácil de comprender. El nacimiento es el primer trauma que el ser humano vive, él bebe no sabe qué sucede, solo siente que una fuerza lo impulsa a salir de donde está, a salir por un túnel muy estrecho y oscuro, dejando atrás el único lugar que ha conocido por el momento donde se siente protegido, calentito y acompañado por el sonido del latido de su madre. De repente sale a un lugar frio, luminoso y totalmente desconocido, donde siente un miedo tremendo. A pocos minutos de su nacimiento, siente calor y protección al ser amamantado por su madre, lo calma. Esa sensación de bienestar a pocas horas de nacer se quedó tan grabada en el subconsciente que cuando te sientes nervioso, triste, con soledad, el mecanismo de defensa busca en los registros almacenados para apaciguar esa sensación de malestar y volar a ese recuerdo de satisfacción plena, solapándolo.
Cada alma que ha llegado a mi consulta, venía con la intención de perder peso, cansada de hacer una y otra dieta, en las que el buen hacer sólo duraba pocos meses. Volvía a aparecer la excusa perfecta para perder la voluntad, motivación y por ende las falsas creencias grabadas por muchas escuchas vecinales en el subconsciente de que ya no les funciona nada, que su cuerpo ya no pierde peso como lo hacía antes.
La falta de compromiso con ellos mismos, el autoengaño, la pérdida de entusiasmo, despertaba de nuevo los patrones repetitivos que una y otra vez los dirigían al mismo punto de partida. Alejándolos del objetivo concreto, conseguir el peso ideal.
Hay muchísimas dietas en el mercado, todo está ya inventado, por muy novedosas que parezcan. Seguramente todas funcionen de una forma u otra, pero la mayoría de personas en cuanto bajan la guardia vuelven a recuperar el peso perdido, seres con sobrepeso, niños obesos y cada vez más, con trastornos de la alimentación. Y qué decir de las enfermedades que eso conlleva: hipertensión, colesterol, diabetes…
Llegué a la conclusión de que, detrás del peso ideal, no sólo estaba la forma de alimentarse o la actividad física, sino que había un mecanismo subconsciente que limitaba llegar a conseguir tal hazaña: la mente, ese gran computador, con una memoria RAM inagotable. Almacén de nuestras vivencias y no sólo nuestras, sino de toda la herencia genética.
¿Qué emociones estaba tragando la persona?, esa era la gran incógnita, a la que le seguía: ¿Qué vacío necesitaba llenar con la comida?
«¿Qué vacío necesitaba llenar con la comida?»
La conclusión no tardó en aparecer, de la mano de la escucha consciente de las vivencias de cada ser que se sentaba en el sillón de mi consulta.
Si la comida te domina, todo te puede dominar
Somos seres vulnerables y cada uno de nosotros permitimos consciente o inconscientemente ser dominados y, si se lo consientes a algo o a alguien, eres capaz de dejarte dominar por todo.
Cervantes en su Don Quijote decía: “Como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles. Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades…”
Se nos ha olvidado confiar en nosotros mismos, le damos el manejo de nuestras riendas a personas ajenas a nosotros, personas que por mucha sabiduría que muestren, no se han puesto jamás nuestros zapatos, zapatos gastados por el uso de las vivencias, gastados por la andadura que la vida te plantea, zapatos llenos de fuerza, tan agradecidos que por más mal trato que le des, siguen amoldándose al caminar.
«Se nos ha olvidado confiar en nosotros mismos»
Y me preguntaba una y otra vez: ¿Por qué cuesta tanto poner fin a algo que te está haciendo sentir mal? ¿Qué hay detrás de todo esto que me impide llegar a cumplir el objetivo? ¿Qué me aporta estar con esos kilos de más? ¿Quién sería yo con mi peso ideal? ¿Qué freno esta echado que impide perder esos kilos de más? Y así, pregunta tras pregunta.
Sara, 58 años, llega a la consulta con un diagnóstico médico de hipotiroidismo, hipertensión y depresión. Su único propósito era perder peso. Odia la palabra dieta. Lleva toda su vida a dieta, bueno, diría yo, creyéndose que está a dieta, porque pasa por alto los desdenes que su vacío le ordena. Pesa 90 Kilos y mide 1,56 cm, piernas fuertes pero más bien delgadas, brazos pasados de volumen, abdomen con unas dimensiones desmedidas.
Ella se define como una persona perezosa. Odia su cuerpo, es más, es incluso incapaz de mirarse al espejo.
Cuenta que desde niña su madre le decía que estaba gorda y que así no la iba a querer nadie. Toda su vida fue un caos y un desorden existencial.
Digo fue, porque hoy en día todo ha cambiado para ella. Después de la segunda sesión de hipnosis pudo desprenderse de la culpa, auto-castigo y destrucción que desde los doce años le perseguía.
A esa edad le fue impuesta, por parte de la madre, la responsabilidad del cuidado de su hermano pequeño de seis años. Ella estaba cansada de las travesuras del pequeño de la casa y a su mente le venían pensamientos de rechazo hacia él, hasta pensar: ¡ojalá se muriera!
Un día desafortunado lo recogió del colegio y ambos cruzaron la carretera. El hermano se quedó atrás y, cuando se dispuso a cruzar, un vehículo le arrebató la vida. Desde entonces, Sara ha vivido con ese gran dolor, haciéndose responsable de la muerte de su hermano. Ella era una niña dulce, alegre y muy delgada. Desde ese acontecimiento empezó a engordar de una manera atroz.
Ella asegura que, desde que vino a consulta, su vida es otra. Mejoró en el ámbito del trabajo, cambió de domicilio y, lo más importante, empezó a aceptar su cuerpo dejando atrás el rechazo. Y, en agradecimiento, su cuerpo, sin hacer dieta, empezó a liberar la protección convertida en grasa que llevaba almacenando desde los doce años de edad.
Era imposible que Sara adelgazara, por muy bien que hiciera la dieta. Las creencias de rechazo grabadas en subconsciente eran tan potentes que le llevaban siempre al mismo punto de partida. Es más, cuando se veía más delgada volvía a comer volviendo al mismo peso. Ella no se veía merecedora de un cuerpo delgado, es más, si adelgazaba aparecía la oportunidad de que la quisieran, y ella no se sentía merecedora de amor.
Ya había respuestas a las preguntas que siempre andaban en mi cabeza.
¿Por qué cuesta tanto poner fin a algo que te está haciendo sentir mal?
Era lógico que Sara no pudiera ponerle fin a esa gordura. Nada tenía que ver con la comida, las órdenes de rechazo y culpa en su mente le habían ganado la batalla.
¿Qué hay detrás de todo esto que me impide llegar a cumplir el objetivo?
Culpa, rechazo y auto-castigo.
¿Qué me impide perder esos kilos de más?
El dolor del pasado, las experiencias mal gestionadas y las creencias inadecuadas.
¿Qué le aportaba estar con esos kilos de más?
Protección: su cuerpo necesitaba salvaguardarse de todos los mensajes mentales de auto aniquilación.
No tendría que enfrentarse al amor. Así nadie la querría, cumpliendo así la “profecía” que había hecho su madre.
¿Quién sería con el peso ideal?
Sara volvería a ser delgada, alegre, bromista, y como dice ella, deseada y amada: el permiso al amor aparecería y con ello la satisfacción en el ámbito sentimental.
Por ello, el Método MenCu no habla propiamente de dietas sino de vacíos, de emociones limitantes, de falsas creencias, de personas concretas, con problemáticas concretas, que precisan de respuestas concretas y la primera de ellas es atender a la propia vida y a lo que cada uno está haciendo con ella, porque en alguna parte, en algún momento, ha surgido una situación que puede haber desequilibrado a la persona y no se ha dado cuenta de ello por no saber, no poder o no querer atender a las situaciones que la vida plantea; ahí es donde hay que mirar para conseguir tu peso ideal o cualquier objetivo que te marques en tu vida.
» El Método MenCu no habla propiamente de dietas sino de vacíos»
MenCu te ofrece cambiar tus hábitos alimenticios a través de unas nuevas pautas de conductas y una toma de consciencia de los vacios que estás llenando con la comida. A través de MenCu, harás un recorrido por once puertas que te ayudaran a trascender los vacios, y como herramienta utiliza la hipnosis, estos son: La puerta del miedo, la del amor, la soledad, la culpa, la intolerancia, la ingratitud, la voluntad, la felicidad, la autoestima, el dolor del pasado y por último la más importante la Habitación Particular. Puerta en la que el protagonista así como escritor, eres tú.
|