Los mayores de 40 recordaremos siempre aquellos veranos eternos en los que las noches se llenaban de conciertos en plazas de toros y campos de fútbol por toda la Costa del Sol. Los grupos del momento, los que sonaban en las radios nacionales paseaban sus giras por los distintos municipios llenando de aquellas letras de los 80 y 90, de puro pop español, a miles de jóvenes llegados desde distintos puntos de todo el país que coreaban al unísono sus canciones.
No triunfaban entonces los ritmos latinoamericanos de ahora con letras altamente sexualizadas y sonidos clonados. Primaba la originalidad, letras de amor y desamor, divertidas, ritmos pegadizos con tintes de rock and roll, letras que sin caer en lo baboso fueron testigos de primeros besos y de amores de verano que quedaban en algunas cartas más tras la vuelta a la realidad que siempre llegaba con septiembre. Cartas que aún olían a sal, a arena de la playa, a bronceador de coco y aquel tufo que impregnaba la ropa tras una sardinada, que no eran más que los primeros botellones encubiertos.
Crecía la primera generación que vivía la tan ansiada libertad democrática. Las hombreras y las tachuelas convivían con los Levis 501, los jersey de rayas y el jersey amarillo, y la chica de ayer seguía siendo una chiquilla a la que vigilaba desde la ventana Seguridad Social mientras cien gaviotas recorrían el cielo.
En aquellos años Fuengirola y los bajos de su Plaza de toros eran el epicentro de la movida juvenil de la Costa del Sol. Irse a ‘La Cama’, ‘La Cuna’ o a ‘Tendido Pink’ suponía pasar la noche de fiesta aunque tuviese hora de llegada a casa. Aquellos veranos tenían sabor de amor.
Pensar en esa etapa, a la mayoría, nos transporta a una época en la que la vida era color de rosa. El mayor problema pasaba por conseguir unos cientos de pesetas para ser el primero en comprar las entradas para un concierto que llegó a tener entidad a nivel nacional: La Noche Rosa.
Los mejores grupos querían estar y querían tocar en el ruedo de una plaza de toros que año tras año llenaba de un público que iba creciendo acompañado de su banda sonora.
Han pasado muchos años, y en una etapa desapareció, hasta que el Ayuntamiento de Fuengirola la volvió a recuperar. Ahora La Noche Rosa se celebra en el Castillo Sohail dentro de Festival MareNostrum, los grupos son los mismos, y el público también, aunque todos, sin excepción, peinan ahora canas y en sus caras se dibujan las arrugas.
Aún así hay algo que no cambia, y es el brillo en los ojos de toda una generación al corear las canciones con las que crecieron y la sonrisa pícara al recordar cada una de los estribillos de aquellas letras que marcaron a todo un país.
Seguridad Social, La Unión, Mikel Erentxun de Duncan Dhu, Javier Urquijo de Los Secretos, Javier Ojeda de Danza Invisible, Nacho Campillo de Tam Tam Go, y un homenaje a Antonio Vega, el inmortal compositor de Nacha Pop, transportaron con su música a los más de 2 mil asistentes a otros veranos, a otra edad, en la que las noches de verano siempre estaban teñidas de rosa.
Los próximos conciertos de este Festival nos traerá a Fuengirola a José Mercé el 13 de julio, Francisco el 14 de julio, Bad Bunny el 15 de julio, y así un largo etcétera de artistas y cantantes entre los que se encuentran Alejandro Fernández y Ricky Martín. Un escenario que tiene como marco incomparable al Castillo Sohail, su ladera, y la orilla del Mediterráneo.
Redacción: Ana Porras Fotografía: Prensa Ayuntamiento de Fuengirola