Llevamos un tiempo postergando la visita a su taller. Jesús Segado colabora con Yo Soy Mujer desde el comienzo escribiendo artículos que realmente nada tienen que ver con tendencias, como se pudiese esperar de un diseñador. En ellos nos muestra distintos aspecto de la moda a través de sus ojos.
Acaba de volver de París, una excusa perfecta para quedar, vernos y que nos cuente cómo ha sido la experiencia.
Es el primer modisto malagueño que lleva su propuesta de alta costura a la capital mundial de la moda en su gran semana. Una experiencia que confiesa debería vivir cualquier diseñador.
Los diseños de Segado han desfilado en el hotel Marriott Champs Elysees bajo el paraguas de la cita internacional Caftanos. Su éxito ha sido tal que él mismo está abrumado. Todavía le brillan los ojos cuando recuerda lo vivido.
Me lo encuentro en la calle, de camino al taller. Los Mártires a un lado, un poco más allá el Thyssen, apenas pasa nadie y el café, él con hielo aunque haga frío y yo cortado, invita a charlar.
Jesús es un ejemplo de sencillez, algo que choca de frente con la concepción que tenemos en mente de un artista.
Se crío a las faldas de su madre. Mientras otros niños corrían y jugaban al balón, Jesús no podía. Una complicada operación lo tuvo apartado durante muchos años de carreras y algarabía callejera. Modista de profesión, su madre, Carmela, le enseño el oficio de la costura. Más por interés de Jesús, para llenar las horas vacías, que porque ella quisiera inculcarle la profesión. Me cuenta cómo eran aquellas tardes pegadito a ella. Y los imagino al calor del brasero, una mesa de camilla, y a un niño que pregunta una y otra vez «mamá, esto cómo se hace”. Mientras, Jesús va dándole forma a un vestido sobre un muñeco, algo con lo que deja volar la imaginación.
No es de extrañar que al abrir la puerta del taller lo primero que ves es una foto donde aparece un jovencísimo Jesús junto a su madre y un vestido de novias. Uno de sus primeros diseños.
La vida hace esas cosas, esos juegos con nosotros. ¿Qué hubiese sido Jesús sin aquella operación? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que es uno de los grandes diseñadores con los que cuenta Málaga.
El taller está en un piso céntrico, antiguo pero remodelado. De sus paredes cuelgan cuadros al más puro estilo de la escuela veleña. Algunos los ha pintado él. Me sorprende su destreza con los pinceles. Entramos en otra habitación y abre las puertas de dos grandes armarios. Vestidos maravillosos de precio incalculable se muestran ante mí. «¿Puedo tocarlos?”, le pregunto. «Te los puedes poner”, me dice. Pues no iba yo preparada para salir en la sesión de fotos, pero me dejo querer por sus trajes, por sus telas, por sus bordados.
Llamadme superficial pero qué bien se siente una al sentir la caricia de un buen vestido, artesanal, hecho a mano. Jesús no diseña, juega. Juega con los colores, juega con los tejidos, con las formas, les va dando vida. Dicen de él que es el «escultor de los tejidos”. Dicen de él que es el diseñador romántico de las novias vestidas con una elegancia serena.
París
¿Cómo surge lo de ir a París?
Pues surge de una forma sorpresiva. Me llegó un correo invitándome a desfilar en París con Caftanos y dentro del marco de la fashion week de París. Habían visto la presentación de ‘Morgana’ en Larios, querían contar conmigo y yo me dejé de querer.
¿Y qué te dicen en ese momento que tienes que llevar, cuántos modelos?
Diez modelos, la última colección, que es la que habían visto. Pero quité tres piezas y puse otras tres que no son de la última colección, pero creía que tenían que estar. Son quizás piezas muy características mías. De hecho uno de estos vestidos que llevé de una colección anterior es ahora portada de la web de los organizadores.
¿Que te encuentras allí?
Allí me encuentro de todo. Como ellos son árabes, la mayoría provenían del Líbano, Catar o Dubai, su concepto de la moda es distinto a como yo puedo visualizar a una mujer. Es el lujo por el lujo, lo recargado, allí lo de «menos es más” no se entiende. Pero creo que a ellos le gusta lo que yo hago, porque brilla, porque tiene mucho trabajo de costura, encajes, lentejuelas o cristal pero luego no está tan recargado, es muy europeo. Quieren europeizarse un poco.
Pero estás pensando en abrir algo en aquellos países o ha sido más por darte el gustazo de desfilar en París…
Yo creo que todo diseñador en un momento determinado piensa que su meta, por lo menos una vez en la vida, es desfilar en París. Esto ha sido un caramelo que me ha llegado sin buscarlo ni pensarlo y lo he aprovechado. Han surgido compradores, pero no sabemos si se podrán materializar los pedidos o no, porque no tenemos mucha industria en Málaga y en España hay poca. Pero bueno, por lo menos ha sido un gustazo desfilar allí. No pido más.
Si apareciese un inversor que te apoyase para lanzar colecciones en aquellos países, ¿lo harías?
Por supuestísimo. Estaría encantado. Yo lo que quiero es que la ropa se vea, se la pongan y sobre todo he comprobado que allí les encanta lo que hago, la gente estaba como enloquecida. Todo el mundo me decía que era elegante y muy bonito, estaba alucinado porque era piropo tras piropo. Si hubiese una industria que pudiese reproducir lo que yo diseño no tendría ningún problema.
Me hablabas de que han surgido compradores. ¿Qué te han ofrecido?
Una señora que vio la colección vino a verme después al backstage, y le gustaba todo, quería todo lo que vio en diferentes tallas. Era compradora de Dior y Channel, así que el hecho de que me metiese a mí en ese saco fue un subidón. Le gustó mucho la terminación de la ropa, el concepto de tejido que teníamos, el buen hacer. Eso sirve para darte cuenta de que vas por el buen camino. Que una persona que está acostumbrada a ver ropa de Dior y Chanel y ese tipo de confección, quiera comprarte a ti pues la verdad es que te hace mucha ilusión porque sabe de qué está hablando, y que ponga mi trabajo a la altura de los grandes supone mucho para mí.
Dando vida a los tejidos
Te llaman ‘el escultor de los tejidos’, ¿de dónde te viene eso, de construir y jugar con las texturas?
Me gusta pintar, y es lo que hago con los tejidos, mezclo colores, texturas, formas, cristales… Cojo un encaje de aquí, un tul de allá, trozos de telas, los recorto, los uno sobre otro tejido y así voy dando forma a mis creaciones.
Cada vez se investiga más con las texturas, con los colores, con la unión de formas, colores, ya no es solamente el diseño. Puede ser un buen corte pero tiene que tener algo más. La falda del vestido que a ti te gusta tanto (foto superior) está formada por telas distintas, distintas formas, distintos colores y hemos hecho, digamos, un patchwork con el que hemos creado un tejido, y ahí está lo maravilloso de esa falda, porque el corte es el de una falda básica.
Lo del ‘escultor de los tejidos’ viene de que me hicieron una entrevista hace muchísimo tiempo, y me preguntó la periodista cuál era el piropo más bonito que me habían dicho, le conté que una vez una clienta me dijo: «Tú no coses, esculpes la tela». Aquello me pareció precioso.
Antes de hacer algo así, como esa falda, ¿lo dibujas tal y como va a quedar?
Algunas veces sí y otras veces no, porque ten en cuenta que lo que te funciona en papel luego puede no funcionar visualmente en un maniquí. Lo voy poniendo en el maniquí y voy viendo si funciona, quito un color, pongo otro, de pronto a lo mejor me llevo dos colores, si veo que es excesivo quito y si veo que es poco, pues pongo más. Parto de un dibujo, de una idea en la cabeza, la plasmo y ya que lo veo en el patrón, voy jugando a la vez; juego con el dibujo en el papel, con los tejidos…
¿Cuántas horas se te van en la producción de una colección?
Normalmente tardamos como un año, porque ten en cuenta que no nos dedicamos en exclusiva a eso, alternamos con los clientes, y sobre todo voy investigando, porque hay cosas que no se cómo hacer y voy probando. Si te limitas a hacer un abrigo con un costadillo, un bolsillo y una solapa determinada no es tan complicado, pero ten en cuenta que cada colección son combinaciones de encaje y combinaciones de tejidos. Muchas veces si no está quedando como yo quiero lo desmonto y lo vuelvo a hacer hasta que funcione y sea como lo he visualizado. Otras veces en el proceso me sorprende y no le añado más cosas que tenía pensadas. Es un juego, va surgiendo la magia.
Por ejemplo, hay un tipo de mangas que quiero sacar el año que viene, que no cuadraba con ningún vestido, entonces, este año posiblemente haga algún vestido al que le pueda incorporar esa manga.
Novias
Como las mujeres cuando nos compramos la ropa para unos zapatos en concreto, ¿no?
Es un divertimento al fin y al cabo, y es un proceso de elaboración y de investigación también. Muchas veces en pasarela no se aprecia tanto el trabajo que hay detrás como cuando os invito a que vengáis al taller y los veáis de cerca. (Me enseña un vestido de novia que es una autentica joya)
Por ejemplo estos pájaros son de seda, estaban en un tejido, los he recortado, lo he puesto en un tul, luego le hemos puesto lentejuelas, de lentejuela a un cristal, y hemos añadido encaje de tres tipos. Al verlo así se valora más ese trabajo. Ahí es cuando aparece la magia, porque todo es romántico.
Además, yo no intento disfrazar a la mujer, intento que esté guapa, que sea femenina, que sea romántica, sacarle el partido a la mujer por ella misma, no por enseñar un escotazo, ni una raja grande y sobre todo que sea serena, es una elegancia, pero muy serena.
Hablas de una mujer sosegada, de elegancia serena; sin embargo, cuando me enseñabas los vestidos de novia hace un momento afirmabas que las novias no son atrevidas en Málaga.
No tiene nada que ver. Pueden ser muy serenas y atreverse con texturas y color, pero sin embargo no se atreven. Recientemente han publicado un reportaje en el que aparece una de mis clientas como una de las mejores novias del año pasado. Precisamente me encantó trabajar con ella porque fue una novia que se tiró a la piscina. No es que llevara color, pero se atrevió con texturas, formas y nos permitió jugar mucho. Una novia sobre todo debe sentirse romántica, sentirse bella, y sin embargo no hay tantas chicas que quieran arriesgar, van a lo seguro. Puedes ser una novia serena, elegante y llevar un bordado en rosa.
Jesús, se llevan muchísimo ahora los trajes con aplicaciones florales, con un toque muy campestre. Es algo que llevas haciendo desde hace años…
Sí, de hecho Marie Claire nos seleccionó hace varios años como «el diseñador que aún no conoces y tienes que conocer”. Y precisamente la foto que ponía era un vestido de novia con corte túnica y bordado en colores. Me pareció muy importante que aquello se valorase. Me gusta también que después de cuatro o cinco años, la gente empieza a utilizar color. Ahora hay otro tipo de bodas que te permiten esas licencias en los vestidos. Si te casas por lo civil y en el campo puedes llevar un traje maravilloso que esté bordado en miles de colores.
¿Crees que llegará un momento en el que se acabe el prototipo de novia clásica y sobria?
No, siempre va a haber novias que se decanten por eso y tendencias hay muchas, lo mismo que gustos. Yo voy a asesorar pero no a imponer. Tengo mi línea, pero dentro mi línea puedo usar más color, menos color o no usar color. Lo importante sobre todo es que la mujer se sienta bien, se sienta guapa, y si tú te sientes bien y te sientes bella con lo que llevas puesto, aunque sea muy básico, la gente te verá guapa. Ahora, si tú llevas un traje precioso, pero vas incómoda, no sabes defenderlo y estás insegura, entonces la gente va a notar todo eso. No arriesgues.
¿Hay un vestido para cada novia?
Sí. Y para cada tipo de ceremonia. No todo vale para todo. Yo por ejemplo cuando veo a niñas que se casan en un campo, en una ermita en la que caben cuatro personas y llevan siete metros de cola, me parece una locura. Hay que tener en cuenta el entorno en el que te casas. No es lo mismo casarse en esa ermita que en una catedral. No es lo mismo tampoco una boda civil que una boda religiosa. Lo primero que le pregunto a las novias es: ¿cómo es tu boda y dónde te vas a casar? A partir de ahí empezamos a jugar.
Jesús, ¿qué peso tiene a la hora de definir el diseño la madre de la novia?
Hay niñas con mucha personalidad, pero también madres que tienen mucho peso a la hora de influir sobre el vestido de novia de su hija. Normalmente les suelen regalar los trajes la suegra o la madre, y se ven con derecho de elegir el vestido, pero yo creo que es un error. Dentro del presupuesto que tengan creo que es la novia la que tiene que decidir dejándose asesorar por el diseñador o la tienda en la que lo compra. A ti o a tu madre os puede encantar algo pero a lo mejor no va con tu cuerpo. Yo creo que eso la gente todavía no lo concibe. Se pueden hacer muchas cosas para desviar la atención de partes de tu cuerpo que no te gustan y atraer las miradas hacia partes bonitas, hacia lo que hay que resaltar. Las amigas y las cuñadas tampoco son buenas consejeras. (Se ríe) Todas mienten.
¿Por qué?
Porque yo creo que la mujer en sí a la hora de aconsejar ve lo que ella se pondría, no lo que le va a quedar mejor a la otra. Sin embargo, tu padre o tus hermanos siempre te van aconsejar bien, porque en cierto modo te van a dejar que hagas lo que tú quieras pero diciéndote con qué te ven mejor.
Jesús pero eso las mujeres lo hacemos sin mala intención…
Claro, sin daros cuenta. Proyectáis lo que a vosotras os gustaría por encima de lo que la novia quiere. Yo no me puedo poner esos vestidos de novia, porque yo no los uso, evidentemente. Entonces siempre procuro aconsejar lo mejor posible a cada clienta. La amiga a lo mejor dice: «Es que Paloma Cuevas iba monísima”. Ya, pero es que tú amiga no tiene el tipo de Paloma Cuevas. Los referentes son las modelos, las famosas, el «Hola” en general. Idealizamos a esa gente y luego tú quieres una boda de «Hola”, pero ni te casas donde se han casado ellas, ni tienes sus invitados, ni tienes ese protocolo. Es más, muchas veces la gente usa el protocolo de una forma a rajatabla cuando la primera que se lo salta es la Reina.
Jesús yo miro esos armarios que tienes ahí, con esos vestidos… ¿hay alguno que tenga un significado especial para ti?
No, pero por ejemplo al abrigo amarillo le tengo muchísimo cariño, y por eso sabía que lo tenía que llevar a París, aunque es una prenda que tiene 5 o 6 años. Es de seda natural, está pintado a mano y luego se bordó encima. Es una pieza muy sencilla, una pieza muy básica, muy ponible, pero es vistoso por el colorido, por el brillo de la lentejuela, el brillo del cristal, las flores hechas de lazos… Lo presenté en una colección y la verdad que empezó a llamarme muchísima gente, se publicó en muchísimos sitios y creo que ese fue el momento donde la gente empieza a visualizarme con el romanticismo y con la serenidad. Y mira que es un color no apto para supersticiosos. Es una pieza que tiene mucho trabajo detrás.
¿Tus vestidos deberían considerarse joyas, más que un vestido en sí?
Yo lo hago con mucho cariño, con mucho amor, y considerarlo joya o no depende de cada persona. Sí, es cierto que mucha gente me dice que guarda mis vestidos con cariño, que se los ponen a los años, y siguen estando vigentes. Eso de sí son obras de arte o joyas lo tenéis que valorar vosotros. Yo lo hago con todo el amor del mundo para que perduren, no para que te lo pongas un día y lo tires o lo guardes en el armario.
¿Siempre tuviste tan claro que querías dedicarte a la alta costura?
La verdad es que no. Cuando empecé a trabajar en esto, jamas pensé en hacer novias, siempre pensé en trabajar en moda, y mi ilusión era que te levantarás por la mañana, te pusieras un vestido mío, te fueses a la calle y que lo lucieses durante todo el día. Que luego te cambiases de zapatos, te arreglases un poco el pelo y te permitiera irte de fiesta estando igual de mona. Pero la gente habitualmente hoy en día no gasta dinero en la ropa de diario, se va a Zara o Bershka. Por eso mi línea derivó en cosas más especiales, más de ceremonia, en novias.
Pero joyas o no joyas, como decíamos antes, son trajes que te puedes poner y disfrutarlos. Siempre cuando diseño algo, ya sea una gafa o un vestido tiene que ser ponible y la mujer que lo lleva tiene que sentirse cómoda. Cuando veo un vestido que se le ve el culo, que se le sale un pecho, que la raja es muy subida o se te ve el ombligo, lo veo como un espectáculo, pero yo un vestido no lo concibo así. A lo mejor por eso hay mucha gente que me tacha de clásico, pero me encanta, no me importa que lo digan. Pero no concibo una cosa que no te puedes poner o una silla donde no te puedes sentar, o una gafa que tiene un pincho para dentro, pues sí, es muy original, porque hacer cosas originales es muy fácil pero no tiene sentido. Cuando una mujer entra en un sitio la tienen que ver primero a ella, y luego al vestido. Sobre todo creo que no hay disfrazarse de novia, ni disfrazarse de madrina, ni disfrazarse para una boda. Hay que vestirte y no perder tu personalidad. El vestido se tiene que fundir contigo, sólo así se crea la magia.
Fotografía: Lorenzo Carnero
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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.