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Esther Ruiz: «El cáncer de mi hijo cambió mi vida; ya no le tengo miedo a nada»

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Esther Ruiz: «El cáncer de mi hijo cambió mi vida; ya no le tengo miedo a nada»

Esther Ruiz

Hace cinco años que Esther Ruiz y su familia afrontan la vida de otra manera. Ya no le tienen miedo a nada. Han conocido el pánico, el pavor, el terror más profundo; y ahora lo único que les puede quitar el sueño es la enfermedad de un ser querido. Saben bien lo que es eso. Han visto sufrir a su hijo pequeño por culpa de esa palabra maldita contra la que tanto han luchado. Gabriel tiene ahora doce años, pero estaba a punto de cumplir los siete cuando le tocó ser valiente y enfrentarse al cáncer. 

Esther Ruiz es responsable de Marketing de la Joyería Marcos. Era un lunes cualquiera, o mejor que lo hubiese sido, cuando recibió la llamada más dura de toda su vida. Su hijo no había ido al colegio aquella mañana porque tenía dolor de estómago y se quedó con su abuela para descansar. El fin de semana anterior había sido Halloween y pensaban que Gabriel estaba empachado, pero la madre de Esther decidió llevarlo a urgencias porque estaba preocupada. Recuerda esa llamada como si hubiera sido ayer: “Yo acababa de incorporarme a trabajar cuando mi madre me llamó y me dijo que me fuera para el hospital corriendo que en la ecografía habían visto un tumor bastante grande”. Llegó al Materno y vio a su hijo con el pijama para ingresar. A los dos días lo operaron de urgencia y le diagnosticaron un linfoma de Burkitt en estado tres. Impresiona ver los ojos de Esther cuando lo cuenta, aunque en la sesión de fotos derrocha alegría. 

Esther Ruiz

 

¿Qué es lo primero que piensas cuando te dicen el diagnóstico?

Que cómo es posible, que por qué a mí y por qué a mi hijo y, sobre todo, que por qué. Le pregunté al oncólogo y me dijo que no había explicación, que un cáncer infantil, en la mayoría de los casos, no hay que buscarle explicación, sino que simplemente le había tocado. Cuando lo ingresaron se me vino el mundo encima; es algo algo que no te puedes imaginar ni en tu peor pesadilla. Lo ves en las películas y crees que a ti no te va a pasar nunca, pero de repente te ves en la planta oncológica de un hospital infantil. Recuerdo que cuando me lo dijeron me dieron varios ataques de ansiedad y querían darme calmantes, pero yo no quise tomar nada porque quería estar despierta y bien para aportar todo lo que pudiera. Tenía muy claro que iba a coger el toro por los cuernos y que eso lo sacaba yo adelante.

¿En algún momento culpaste a algo, llámese destino o llámese credo?

Nunca culpé a nada, ni a Dios ni al destino. Creo que la Fe mueve montañas, sea la que sea.

¿Pudiste coger una baja para cuidar de tu hijo?

Hay una baja de hasta dos años para madres con hijos menores con cáncer. En mi empresa me dieron todo tipo de facilidades. De hecho, yo me fui al hospital de urgencia y no volví hasta que a mi hijo le dieron el alta definitiva a los seis meses. Es mucho lo que tengo que agradecer a los propietarios de mi empresa, a la familia Marcos, que desde el primer momento me dijeron que el tiempo que necesitase. Yo me centré en mi hijo y me daba igual todo. Y creo que esto nos ocurre a todas las madres que nos enfrentamos a una realidad así, porque cuando ves el día a día del hospital, lo que te encuentras allí mayoritariamente son madres incondicionales. 

Esther Ruiz

La única solución para que Gabriel se curara era la quimioterapia, aunque tenía que ser muy agresiva. En una de las sesiones, el pequeño quedó inmunodeprimido y tuvo que ingresar en la UCI. El cuadro era muy malo y los médicos advirtieron a la familia de que se prepararan para lo peor, pero en su ansia por llegar a ser futbolista, Gabriel le dio una patada a la enfermedad y llegó a marcar gol. Han pasado cinco años de aquello, pero Esther ha querido hablar ahora para trasladar esperanza a todas las familias que pasen por lo mismo. 

Cuando te dicen que hay poca esperanza, ¿de dónde salen las fuerzas?

Es supervivencia. Cuando me dicen que me prepare para lo peor, yo veía que el sentido de mi vida se acababa ahí, que si mi hijo no salía adelante, yo tampoco salía. Ahí supe lo que era el miedo de verdad, el terror más profundo. Cuando él estaba en la UCI, sedado, con morfina y las expectativas de vida eran pocas, yo no me sentía con fuerza para nada, pero tenía claro que había que luchar hasta el final. Las fuerzas salen solas porque sabes que hay que luchar, pero es muy duro cuando ves que es posible que todo termine ahí. Yo estaba viendo cómo mi hijo se moría… Cuando fue evolucionando y lo subieron a planta, las fuerzas se multiplicaron porque veía que salía para adelante. 

¿Hay algo que te ayude en esos momentos?

Tengo mucho que agradecer a Andrés Olivares. Él fue la primera persona que me encontré cuando llegué al hospital y ha sido la persona que mejores consejos me ha dado allí. Tengo sus consejos grabados en el alma. Cuando me lo encontraba por los pasillos, yo iba sin ganas de vivir prácticamente, y él me decía que tenía que sacar fuerzas de donde pudiera para que mi hijo me viera bien. Me animaba diariamente para que fuera a hablar con la psicóloga o a hacer terapia Reiki. Al principio me cerré mucho, pero poco a poco le hice caso. Me vino muy bien el apoyo psicológico de la Fundación. También quiero agradecer la labor de AVOI, que hacen un trabajo increíble con los niños para hacer su estancia más amena en la frialdad del hospital. 

«Tengo mucho que agradecer a Andrés Olivares. Él fue la primera persona que me encontré cuando llegué al hospital»

Un consejo de los que nunca olvidarás…

Como cualquier madre, yo decía que por qué a mi hijo, que me cambiaría por él millones de veces. Entonces, Andrés Olivares me decía que a lo mejor lo que tenía que aprender, si me hubiera pasado a mí, no lo aprendería, que para que sea una lección de verdad le había tenido que pasar a mi hijo. 

 

¿Cómo cambian tus prioridades cuando esto ocurre?

Cambió todo en ese momento. Yo me centré en la enfermedad de mi hijo y en salir de ahí. Me olvidé del mundo y me daba igual todo, me centré totalmente en las pruebas para sacar adelante a mi hijo. Tenía muy claro que iba a coger el toro por los cuernos y que iba a luchar aunque fuera sin fuerzas. Fue muy duro, pero cuando salimos de ahí empezamos de cero con una visión diferente de la vida y con otras prioridades. Ya sé lo que es el terror más profundo; ahora lo único que me puede quitar el sueño es otra enfermedad o una recaída. Esto nos ha hecho fuertes a todos y ha sido una lección. 

¿Qué le dirías a una madre que esté pasando por tu situación?

Está claro que cada diagnóstico hay que dejarlo en manos de los profesionales, que son los que al final curan a nuestros hijos, pero quiero transmitir esperanza y que hay que enfocarse en sacarlo adelante. Cada vez son más los niños que sobreviven al cáncer y, aunque no es suficiente porque no es el 100%, tenemos los mejores médicos, el mejor hospital y la mejor sanidad. Me gustaría que este testimonio sirviera para que quién esté pasando por la misma situación, vea que hay cura y que se puede luchar y salir adelante. El diagnóstico de mi hijo en un principio era muy malo y en la UCI no había esperanza, pero al final salió. 

¿Qué es lo que más anhelas cuando estás en el hospital?

Lo que más anhelas es la rutina. Quieres volver a esa normalidad de la que todos los días nos quejamos. Quieres ver a tu hijo en el colegio, volver a tu trabajo y a la rutina del día a día. Y eso es lo que hicimos nada más salir del hospital. Él fue al colegio a los quince días prácticamente de terminar la quimioterapia y yo me incorporé enseguida a trabajar. Empezamos la vida de cero en aquel momento.

¿Gabriel es consciente hoy día de todo esto?

Él sabe perfectamente la gravedad de su enfermedad. Tiene los pies en la tierra y sabe lo que hemos pasado. Él recuerda lo duro que fue el hospital y el dolor. También ha sido una lección para él. Yo creo que esto hace que los niños crezcan con una visión del mundo muy realista. 

«Lo que más anhelas es la rutina»

¿En qué ha cambiado vuestra vida?

En todo. La manera en que nos enfrentamos a la vida es muy diferente. Ahora en mi familia no le damos importancia a nada que no sea realmente importante. Queremos dedicarnos a vivir juntos y a disfrutar de las pequeñas cosas. No le damos ninguna importancia al dinero ni a nada materialista. Mi mayor felicidad es estar los cuatro juntos; no anhelo nada más. También he empezado a estudiar otra carrera porque ha salido una parte de mí que quiere ayudar y eso hay que hacerlo desde el conocimiento. Estoy estudiando Ciencias Políticas, que es algo que me apasiona, y si algún día puedo poner mi granito de arena en algún sitio, tengo claro que ayudaré. No quiero perder el tiempo. Quiero hacer muchas cosas y no desaprovechar ni un instante. No pienso en el futuro y vivo el día a día.

Esther y Gabriel acaban de hacer el Camino de Santiago con AVOI. Son conscientes de que sus vidas empezaron de cero hace cinco años y quieren exprimir cada segundo. La sonrisa de Esther al hablar de su hijo confiesa la admiración que siente por su fuerza y valentía. El brillo de sus ojos al contarnos esta historia delata la dureza de un tiempo pasado que hoy recuerda con valentía. La vida le dio un duro golpe, pero Esther demostró, como les toca hacer a muchas otras, que es una madre coraje que no va a rendirse ante nada.

Redacción: Elena Cabeza | Fotografías: Lorenzo Carnero

 

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  • Esther, enhorabuena, siempre se a dicho qué una familia unida, jamás será vencida, sois un ejemplo, sobretodo para que nadie, tire la toalla, y qué sepan que se puede, yo pasé por algo similar, y aquí estoy, no pido, exijo, que no pierdan la fe nunca, y que se mire a esta enfermedad a los ojos y decir, tú no vas a poder conmigo, somos muchos los que la hemos derrotado y acabaremos con ella, seguro.

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