Yolanda Ferrer es la directora de diseño de Gisela, firma de ropa interior, baño y pijamas con sede en Málaga. La empresa que su padre fundó en 1993, y de la que ella huyó durante toda su vida, ha experimentado una notable transformación desde su incorporación hace 10 años. Las cifras lo avalan, la facturación se ha duplicado en ese periodo. Más de 330 modelos diseñados y más de 3.5000.000 prendas producidas al año. La distribución cuenta con más de 1800 clientes en España y en el exterior, y está presente en más de 25 países. Desde no hace mucho tiempo cuentan con tienda propia en la céntrica calle Granada. Casi nada…
Yolanda no quería trabajar en la empresa familiar por varios motivos, entre ellos porque no le gustaba lo que hacían. Su padre ya venía de otra experiencia en el sector con la empresa especializada en braguitas Bailarina. Es divertido oírle contar como vestía a sus muñecas con diseños que les hacía con las bragas, porque eso sí, desde siempre tuvo claro que quería dedicarse a la moda.
Determinación no le falta, ni confianza en sí misma. Eso le supuso tener el valor suficiente para montarse por su cuenta nada más terminar la carrera, eso y que los sueldos que le ofrecían no le llegaban para pagar un alquiler en Barcelona, que es donde quería vivir. Y aunque quería dedicarse a la moda de calle, unas prácticas en Andrés Sardá la hicieron cambiar de opinión y dedicarse a la ropa interior.
Women´s Secret la fichó y le brindó 9 años de experiencias y posibilidades para crecer profesionalmente, se dejó la piel y la infancia de su hijo. Algo que aún le sigue pesando y que marcó su marcha de la compañía tras ser madre por segunda vez. Por fin decidió que se volvía a Málaga, tras la insistencia de su hermano que ya se había incorporado a la empresa familiar provocando los primeros cambios en Gisela. Entonces tuvo que tomar una de las decisiones más complicadas de su vida. Decirle que no a una atractiva oferta laboral; la que le hizo el grupo Inditex. Le dijo que no a ellos, y sí a su marido y sus hijos, a su vida familiar. Ya lo he dicho, Yolanda es determinación y confianza y añado, Yolanda también es coherencia.
Gisela está situada en un polígono industrial que, como todos, carece del mínimo ápice de glamour. Encuentro varios talleres de chapa y pintura en mi búsqueda de la nave. Un pequeño cartel en la puerta indica que he llegado a mi destino. Difícil imaginarse lo que hay dentro.
No conozco a Yolanda de nada. Pero desde el primer momento me parece una persona muy agradable, alegre y risueña pero con ese aire de mujer que es capaz de enfrentarse a cualquier cosa que se le ponga por delante para conseguir lo que quiere.
Me muestra cada uno de los departamentos, me presenta a las patronistas, al equipo de diseño, a las costureras que confeccionan los prototipos, a los empaquetadores, y por supuesto a su marido y a su hermano. Está muy orgullosa de los dos y resalta continuamente su trabajo, lo que hacen, lo que han hecho, los admira. La admiración es mutua, se respira.
Su padre, José Miguel Ferrer, catalán, empezó de la nada aquí en Málaga, y aunque Bailarina quebró con la crisis del 92, fue capaz de resurgir, y ahora gracias a sus hijos y su yerno puede estar orgulloso de decir que tiene una de las empresas más importantes del sector de la corsetería de nuestro país.
La mayoría de las personas que trabajan en Gisela son mujeres, le hago esa observación. “Es uno de los motivos por los que el horario del personal es de 8 de la mañana a 4 de la tarde. Así tienen toda la tarde para estar con sus familias”, me cuenta.
Si os apetece os presentó a Yolanda Ferrer, y con ella, la historia de Gisela.
¿Por qué te fuiste a estudiar a Cataluña?
Cuando tenía diez años le empecé a repetir a mi padre que iba a estudiar Diseño de Moda en Barcelona. Pero además era muy pesada. Tenía claro que quería estudiar allí, no sé si por el origen de mi padre o porque toda la industria textil estaba en Cataluña en ese entonces, y el nivel de formación era muy bueno.
Cuando tenía 17 años me fui a estudiar a Estados Unidos, porque era también como una obsesión que tenía de que quería hacer COU allí. Estuve un año en Carolina del Norte y cuando regresé, desgraciadamente, no me fui a Barcelona como quería, sino a Sabadell. Mi padre fue bastante hábil e inteligente y no me inscribió en una escuela de moda sino en una Escuela de Diseño Textil. Que era mucho más técnica y con una formación a nivel universitario. No era exactamente lo que quería hacer, pero gracias a eso he tenido una base técnica que ha marcado la diferencia totalmente en mi trayectoria laboral.
Yolanda, ¿recuerdas a tu padre desde siempre con la empresa?
Desde siempre. Él empezó con Bailarina, la empresa anterior a Gisela, haciendo básicamente braguitas. Empezó a finales de los 70 con mi tío, y también era una empresa familiar. Estuvieron 24 o 25 años con Bailarina, y se convirtieron en líderes del sector. Fue una empresa bastante sonada en los años 80, invertían mucho en publicidad y estaban bastante presentes en el mercado. En aquella época estaban Princesa y Bailarina en el ámbito de la ropa interior.
¿Cómo recuerdas a tu padre de pequeña? Trabajando mucho, supongo.
Sí, era una época diferente en la que los hombres estaban súper centrados en el negocio y mi madre estaba en casa más centrada en la educación de los niños. Pero yo tengo que reconocer que me parezco bastante a mi padre, entonces siempre he entendido ese espíritu emprendedor y empresarial que tiene. De hecho mi hermano y yo hemos heredado esa vena comercial que nosotros decimos que es de los Ferrer.
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¿Tu padre enfocó el negocio para que entraseis los dos en él o salió de vosotros?
No, para nada. De hecho, todo lo contrario, en mi caso yo juré y perjuré, hasta que me mudé a Málaga hace diez años, que no iba a trabajar en la empresa familiar. Era algo que tenía clarísimo porque no quería hacer ropa interior. Durante toda mi infancia le había hecho los vestidos a mis muñecas con retales de bragas baratas, porque Bailarina se movía en un rango de precios bajo y eran tejidos que a mí no me entusiasmaban. Aunque hicieron una labor brillante, pero lo de hacer bragas no me parecía nada interesante. Pensaba que no se podía hacer nada nuevo, que lo último que haría sería dedicarme a hacer ropa interior. Pero sucedió una cosa en mi último año de carrera que me hizo cambiar de opinión. En mi escuela, aunque yo me especialicé en diseño de género de punto y confección, me mandaron a hacer prácticas a una empresa de ropa interior. Fui a poner una reclamación porque lo último que quería era eso. Me dijeron que como mi familia tenía una empresa de ropa interior habían pensado que me encantaría estar en el mejor sitio de España haciendo prácticas. Las practicas eran en Andrés Sardá, y aquello era otra cosa, aquello era alta costura.
Vendían en ese entonces los sujetadores a 20 mil pesetas, 120 euros, eran como de súper lujo. Entonces me decidí a probar. Ahí entendí que había otra manera de ver el mundo de la ropa interior, y sobre todo me di cuenta de que no había diseñadores especializados en ropa interior.
Cuando terminé la carrera intenté irme a Londres a hacer un master en Saint Martins, pero apliqué tarde y no pude entrar. Eso es una espinita que se me quedó clavada.
Barcelona era la meca y allí había cientos, miles de diseñadores de ropa exterior. Entonces pensé que no iba a encontrar trabajo fácilmente. Sin embargo si me especializaba en ropa interior, o mejor dicho, si inventaba que era especialista, porque yo no lo estudié, podría trabajar en eso. Es cierto que no lo había estudiado, pero la carrera me dio mucha base. Así que me monté mi propia historia, que fue dedicarme a diseñar ropa interior como freelance los primeros años de mi trayectoria laboral.
¿Cómo llegaste a dar ese paso?
Una vez que acabé las prácticas en Andrés Sardá hice como cuatro entrevistas para trabajos en los que me pagaban dos duros y con ese sueldo no me iba a dar para ganarme la vida y vivir en Barcelona. Estaba loca por vivir en Barcelona y más después de haber vivido en Sabadell, que había estado allí como una monja enclaustrada, no me gustaba nada.
Como a mí me se me da bien lo comercial decidí probar como freelance. Y echándole mucha, mucha cara y vendiéndome como especialista en diseño de ropa interior empecé a conseguir clientes.
¿Conseguiste a tu padre de cliente?
No, que va. Ellos hacían otro tipo de producto. Él en ese entonces ya estaba con Gisela. Había acabado Bailarina en el 92, porque se habían metido en negocios inmobiliarios y con la crisis terminaron en una suspensión de pago. Tuvieron que cerrar la empresa y además aquello creó problemas familiares.
Pero tu padre siguió en el empeño y continuó en el sector…
Vuelve a retomar con Gisela pero con una socia que trabajaba en Bailarina. Cuando mi hermano llegó a la dirección de la empresa sobre el año 2000, mi padre le compró a sus socia el 20% que tenía. Mientras yo estuve tres años de freelance y me fue fenomenal.
¿Que clientes tenías?
Pues trabajé para las primeras marcas españolas de ese entonces, como Bora Bora de baño, Miss Eliet en corsetería, colaboré con Selmark y luego mi cliente más grande, pero que era el que menos me gustaba, era uno de venta por catálogo. Era de marujas total y yo no quería enfocar por ahí mi carrera. Sin embargo, fue con el que más aprendí porque terminó delegando en mí. Yo no solo le vendía diseño, sino que le vendía el diseño, el patrón y el prototipo con su ficha técnica y con tu escandallo.
Vaya, un llave en mano…
Eso es. Listo para fabricar. Conseguí que uno de los mejores patronistas de España me hiciera los patrones. Era Pera Prat, el patronista referente al cual todas las empresas de corsetería y de baño iban a que les dieran clase. Era un señor súper mayor que estaba en un cuchitril en la entrada de un portal de un edificio, pero era el mejor. Congenié muy bien tanto con él y como con su ayudante. Eso fue para maravilloso, yo iba como diseñadora pero podía además decir que el diseño iba a tener el mejor patrón del mercado español, porque los hacía él. Eso ya te abría las puertas, pero también fue un trabajo largo el conseguirlo.
¿Y Barcelona era lo que te esperabas?
Sí, yo tenía clarísimo que me iba a quedar en Barcelona.
Evidentemente trabajando muchísimo, era súper disciplinada y eso que trabajaba en casa, que es muy complicado. Me fue bastante bien, la verdad. Me levantaba súper pronto, me ponía a trabajar y paraba 45 minutos para comer. Me volvía a sentar y trabajaba hasta la noche. Siempre sin parar y buscando nuevos clientes.
¿Y la vida social de Barcelona?
No me puedo quejar. Tengo unas amigas fantásticas allí y las eché muchísimo de menos cuando me vine a vivir a Málaga. En Málaga tengo mis amigas del colegio de toda la vida. Pero las amigas que haces durante tu trayectoria de estudiante y los primeros años laborales, son quizás más afines a tus gustos y a tu vida.
¿Cuándo conoces a tu marido?
Mí marido era profesor en mi Escuela de diseño industrial y lo conocí el mes antes de acabar la carrera, después de cuatro años en la misma escuela.
No era profesor mío, era profesor de mis amigas de gráfico y de industrial. Tenía su propio estudio, pero como le gusta el mundo de la docencia daba clases de diseño industrial y de historia del diseño en la escuela. Tuvo que hacer un archivo fotográfico de los proyectos finales de carrera, y ahí nos conocimos. Fue flechazo total.
Así que cuando te vas a Barcelona ya estabas con él…
Sí, hasta que no acabé la escuela no me hizo ni caso, porque él es súper correcto y eso de una alumna y el profesor como que no…
¿Te ayudó luego cuando empezaste de freelance?
Claro, él me asesoró mucho en todo, sobre todo en lo que es la gestión.
¿Cómo fichas por Woman’s Secret?
Llevaba tres años ya trabajando de “freelance”. Iba a todas las ferias que había del sector, a la de París, Lyon, Montecarlo… Sabía que no me podía perder ninguna, porque además en las ferias es donde se hacen los contactos y donde se presentan los nuevos tejidos. Un representante me presentó a la directora de diseño de Woman´s Secret, Wai Lin Tse. Estuve un rato hablando con ella y a los cuatro días me llamó para hacerme una entrevista en Barcelona.
Fue muy curioso porque Woman’s Secret pertenece al grupo Cortefiel y el diseño de todo estaba centralizado en Madrid, pero la habían contratado a ella, que es una súper profesional, diseñadora de ropa interior y baño, para montar el departamento de diseño de Women’s Secret de cero. En el 97 empezaron con ese nuevo modelo de negocio de Women’s Secret de la mano de Wai Lln Tse. Ella eligió su propio equipo, pero con la condición de hacerlo en Barcelona y lanzó algo que fue bastante innovador como concepto de ropa interior, de la mano del director general que habían contratado, Albert Puyol. Él fue el que conceptualizó la nueva marca Women´s Secret.
¿Tenías ganas de trabajar por cuenta ajena después de tres años por tu cuenta?
Nunca había trabajado en una empresa. No me lo había planteado porque me iba fenomenal. Ganaba mucho más de lo que me había propuesto, así que me parecía interesante pero sabía que iba a ganar menos. Entonces llamé a los que yo llamo «mis asesores laborales», que eran personas que me habían ayudado en mis orígenes como agentes comerciales o algún cliente importante con el que tenía confianza. Les conté que tenía esa oferta encima de la mesa y les pregunté qué harían ellos en mi caso. Fue una decisión complicada pero tomé la determinación de probar. Si no me gustaba la experiencia siempre podía volver a ser freelance.
¿Y tu padre cómo vivía todo este proceso? Porque supongo que él tendría contratada una diseñadora aquí.
Mientras estuvo aquí, la que diseñaba para Gisela, era su socia. Yo me lo cruzaba en las ferias. Él estaba súper orgulloso de lo que yo hacía, pero había escuchado tantas veces que yo no quería trabajar en la empresa familiar, que se lo había creído.
En Women’s Secret aprendí muchísimo porque viví el período de deslocalización de la fabricación de España a Asia, justo ese período. Cuando yo entré en Women’s Secret se hacía un 5% de la fabricación en Asia y un 95% en España. Cuando me fui nueve años después, hacíamos un 90% de la fabricación en Asia y un 10% en España. La inversa totalmente. Viví todo ese proceso, iba a Asia dos veces al año, estaba en todas las negociaciones con todos los fabricantes, veía a todos los proveedores. En China visitaba las fábricas de ropa interior y de baño, además tuve la oportunidad de trabajar con diferentes rangos de precios de fábricas muy diferentes, desde las que trabajaban low cost hasta las que trabajaban una súper calidad. Tenía muy buena relación con los dueños de las fábricas de China, que incluso después de dejar Women’s Secret han venido a visitarme a Málaga.
¿Cómo fue adaptarte de tener esa libertad de trabajar por tu cuenta a tener unos horarios, a tener que responder ante alguien?
En mí caso fue muy fácil, porque mi jefa me daba libertad total, y ella es una creativa espectacular, de lo mejor que he conocido. Fue diseñadora en sus orígenes de Andrés Sardá durante muchos años. Aunque no coincidimos cuando yo hice las prácticas. Hacían unas cosas espectaculares, luego pasó a ser directora de diseño de Vives Vidal. Es una creativa de 10. Presentarle una colección a ella y escuchar sus consejos era un regalazo. Por algún motivo te dejaba hacer lo que quisieras. Yo era la directora de diseño del área de corsetería. Al principio llevaba también baño pero cuando aquello fue creciendo lo dividieron y me dieron elegir. Corseteria era el alma de Women’s Secret, así que me decidí por ello.
¿En qué momento nacen tus hijos?
Llevo con Aldo ya 22 años. Los dos nacieron en la época de Women´s Secret. Tienen 14 y 11 años, Maxi y Mia.
¿Y cómo llevaste el trabajo al tener a los niños?
No bajé el ritmo para nada. Afortunadamente, Aldo se portó espectacular porque me dijo: «Yo ya he tenido mi momento y creo que tú estás en tu momento. Voy a trabajar sólo hasta las 4 y me ocupo de ellos”.
Yo lo llevé fatal. Aunque que él estuviese ahí era una suerte, mi frustración por no llevarlo todo para adelante, esa sensación de no estar en casa, de todo lo que me perdía y de tener que viajar tanto, lo lleve muy mal. Me sentía muy culpable, súper culpable. Ni siquiera me pude coger mi baja maternal, tuve dos meses sólo en cada embarazo por la responsabilidad que sentía.
¿Te arrepientes de haberlo hecho así?
Sí, creo que lo podía haberlo hecho de otra manera, porque son momentos que al final no vas a recuperar nunca. Incluso me fui embarazada de cinco meses a China. Saliendo de la oficina de allí un sábado a las once de la noche y estando embarazada, me caí. Tuve un montón de contracciones, lo pase fatal. Entonces me dije que aquello no merecía la pena. Eso lo hubiera hecho de otra manera, sin tanta ansiedad por la responsabilidad que tenía.
Éramos veinte mujeres en el departamento de diseño, en corsetería éramos diez, pues durante mi primer embarazo coincidimos cuatro embarazadas en mi equipo que teníamos a los niños en meses seguidos: junio, julio, agosto y septiembre. Lo viví con mucho estrés. De hecho, se me adelantó tres semanas el parto. Y con Mia me tuvieron que dar hasta valiums de lo nerviosa que estaba.
Yolanda, cuando una vive situaciones como esa, supongo que es cuando empiezas a pensar que trabajar en la empresa familiar no es tan malo…
De hecho cuando nació Mia, en el 2005, me vine los dos meses de la baja de maternidad a Málaga. Y ahí ya empezaron mi padre y mi hermano a decirme que nos viniésemos a Málaga y montásemos una empresa paralela de bañadores y pijamas. Veían que me estaba dejando el pellejo y la vida en Women´s Secret. En ese período fue cuando mi padre le compró a su socia su parte.
¿Fue más insistente tu hermano que tu padre con la idea de que te vinieras?
Sí, porque mi padre como le había dicho toda la vida que yo no quería trabajar aquí, lo tenía asumido. Además lo que ellos hacían a mí sinceramente no me gustaba nada. Veía como un imposible trabajar en una empresa en la cual no me sentía nada identificada.
Tu hermano, sin embargo, si entró en la empresa nada más terminar la carrera…
Él tenía claro que quería estar aquí. Estudió marketing aquí en Málaga y luego se ha ido formando, haciendo masters en San Telmo, en el IESE, ha hecho todos los cursos que te puedas imaginar. Conforme esto se fue haciendo grande toda la formación era necesaria, no es lo mismo las necesidades que tiene la empresa pequeña, que las necesidades de una empresa grande.
En aquel momento Gisela hacía cosas que a ti no te gustaban, pero supongo que si estás aquí es porque la idea de volverte te empieza a rondar por la cabeza.…
Sí, estuve aquí hasta que pasaron las Navidades. A finales de enero lo hablamos Aldo y yo, nos decidimos a probar. Pensamos en montar una empresa independiente de pijamas y bañadores pero asociándonos con mi hermano y mi padre. Por no tener la sensación de trabajar en la empresa de mi padre, que eso me repateaba. «¿En qué trabajas? ¿En la empresa de tu padre? Claro, como trabaja en la empresa de su padre…”, con eso no podía. (Se ríe)
Queríamos demostrar que podíamos tener una empresa independiente. Y cuando ya tenemos decidido que nos mudamos a Málaga me hacen una oferta de Inditex.
Como Oysho estaba funcionando muy bien me propusieron hacer la corsetería de Zara, y yo como directora del proyecto. Obviamente me tenía que ir a Arteixo, pero me ofrecían lo que yo quisiese, poder contratar a nivel mundial lo que yo quisiera y a quien yo quisiera…Eso fue horrible. ¡¿Qué proyecto a nivel mundial me podían ofrecer mejor que ese? Es que ni Victoria’s Secret! Me habían puesto la miel en los labios justo en el momento que habíamos decidido venirnos.
Fui varias veces a Arteixo a diferentes entrevistas. Aldo me dijo que si yo quería nos íbamos allí, que era una oportunidad única. Pero al final no me parecía justo. Aceptar aquella oferta era como la antítesis del paso que estaba a punto de dar que era tener mas tiempo para mi familia, no perderme la infancia de Mía, como me había pasado con Maxi. Aceptar era tropezar otra vez en la misma piedra, y me dije que no, que no merecía la pena.
¿Te ha pesado en algún momento haber tomado aquella decisión?
No he tenido ninguna duda, en ningún momento, de que la decisión que tomé fue la correcta. Ni me lo planteo. O sea, al principio fue tener la miel en los labios, pero es que en seguida tuve claro que era la antítesis de lo que quería hacer. En Inditex me habían dejado muy claro que me iban a dar todas las herramientas para poner en marcha el proyecto, pero también me dijeron: “Tú sabes a la hora que entras, pero no sabes a la hora que sales”. Eso te lo dicen así.
¿Cuándo os vinisteis?
Nos vinimos en 2006. Mi hija tenía nueve meses, en julio. Mientras que lo dije en el trabajo y nos organizamos para venirnos…
Aldo ya llevaba muchos años que quería moverse de Barcelona, porque la cuestión lingüística se puso muy pesada y cuando empezamos a buscar colegio para Max eso nos pesó mucho. Cuando nos vinimos Maxi tenía tres años, empezaba el colegio. Los meses previos habíamos estado viendo diferentes colegios, y o pagabas 600 euros por un colegio privado, o no tenías opción, nosotros no queríamos que estudiara en catalán, lo teníamos claro. Aldo daba clases en varias escuelas y también le presionaban para que diera las clases en catalán.
¿Cómo fue vuestra llegada a Málaga?
Montamos la empresa antes de dejar Woman´s Secret. Yo llegaba del trabajo a las ocho, y con Aldo, nos poníamos por las noches a diseñar la colección de baños y de pijamas. Era la colección del año siguiente que teníamos que entregar nada más llegar a Málaga. Eso fue horroroso, trabajando por las noches, él ayudándome a hacer todas las fichas técnicas, los dibujos planos, y todo desde casa con los dos niños pequeños y con el embolado en la cabeza de todo lo que se me venía encima. Pero lo hicimos.
Llegamos aquí, nos montamos el despacho en casa, pero de nuevo trabajar en casa con los niños era complicado. Así que cogimos una nave en el polígono. Yo trabajaba desde Gisela y Aldo en la nave que la montamos como almacén, gestión y logística de PinkDreams, que es como se llamaba la empresa que habíamos fundado.
Nos dimos cuenta que aquello no tenía sentido. Por un lado era la misma red comercial, los mismos fabricantes y dos marcas diferentes. Así que decidimos que todo fuese Gisela, y que Gisela tuviese también una línea de pijamas y bañadores, además de corsetería.
¿Es cuando realmente empiezan los cambios en la empresa?
Mi hermano Iván ya hizo cambios al entrar. Él hizo una gran labor, que fue la de la deslocalización de la producción, si no la empresa hubiera cerrado, seguro. Cuando entramos Aldo y yo le dimos una vuelta total a la imagen y al producto. Pero de manera muy progresiva. Te puedo decir que hemos tardado diez años en depurar la imagen de la marca.
¿Tu padre cómo aceptó esos cambios por vuestra parte?
Nos dio vía libre porque veía que todo lo que hacíamos daba buenos resultados, hemos sido muy cautos. He tardado como cuatro años en poder hacer una flor liberty para la colección de la línea joven.
Al principio lloraba, se me caían las lágrimas cuando me tocaba hacer cosas que a mí me parecían horribles. De venir de Woman’s Secret, de hacer cosas de imagen, de trabajar con bandas de encaje de seis euros, de nueve euros cuando llegue aquí y tenía que trabajar con bandas de 0,90 dólares… no tenía nada que ver. Me tuve que adaptar a un rango de precio inferior y hacer cosas bonitas. Pero trabajando mucho en los materiales. Afortunadamente, me ayudó mi especialización en diseño textil, porque tengo bastante mano en la selección de los tejidos. Entonces siempre dentro de una gama de rango de precio bajo se elegir bastante bien los tejidos.
¿Cuáles crees que son los mayores logros que habéis conseguido en estos años?
Estamos creando una identidad de marca, hemos creado varias líneas de producto: Línea básica, línea básica con detalle, línea joven, línea sofisticada, pijamas, bañadores, complementos de baño…El cambio ha sido radical, o sea, absolutamente nada que ver la mujer Gisela de hace diez años a la de ahora. La empresa ha doblado la facturación en los últimos diez años.
Esto nos ha dado la razón, es una fórmula que funciona, pero como somos muy cautos, pues la hemos hecho de manera muy progresiva. La verdad es que nos dejamos el pellejo, somos todos un equipo muy entusiasta, y que damos el 100% de nuestras capacidades en todo lo que hacemos. La situación del mercado que nos ha tocado vivir los últimos años ha sido muy complicada, por la cuestión económica a nivel global, así que también hemos sufrido mucho por el camino.
También nos hemos formado. Actualmente la empresa se dirige desde el Consejo de Administración, que está formado por mi padre, por mi hermano, por mi marido y por mí. Y todas las cuestiones estratégicas se deciden desde el consejo de administración. Entonces, eso ayuda a consensuar todas las iniciativas y todos los proyectos de futuro.
Hay un sector de la población que demoniza que las empresas fabriquen en China…
Es que es imposible. Era renovarse o morir, es que no había opción. En nuestro canal es absolutamente imposible fabricar en España. Si lo haces no eres competitivo en precio. Las empresas como los Inditex, H&M o Mango, han cambiado las conductas de consumo, la gente se ha acostumbrado a comprar productos baratos. Y si no eres barato o tienes una súper marca muy bien posicionada, que no era nuestro caso en nivel de precios, o intentas hacerte un hueco en un rango de precio medio. Nosotros en la corsetería estamos entre Oysho y Women’s Secret, no es tan barato como Oysho, no llega a los precios de Women’s Secret, pero con unas calidades y un patronaje muy superior.
Estamos muy orgullosos de lo que hemos conseguido. Ha sido muy duro, pero es que cuando ves cómo ha ido evolucionando eso te da una gran satisfacción.
¿Tu madre que papel ha jugado en esta historia?
Nunca ha querido entrar a la empresa, ni opinar, ella tiene su papel de consultora.
Y ahora que estas aquí y has dado tantos pasos, ¿te vas a animar a diseñar ropa exterior?
No creo. Al final soy una apasionada de la ropa interior. Me encanta lo que hago.
Yolanda, ¿qué ropa interior llevas tú normalmente? Eres de las que cuida lo que llevas o llevas la braguita y el sujetador de diferentes colores.
No, siempre voy bastante coordinada, pero suelo llevar prendas que no son mías para probarlas. Además, después de trabajar y de haber batallado con todos los problemas que te encuentras por el camino con las prendas hasta me aburre un poco ponérmelas después. (Se ríe). Ahora me siento muy cómoda por ejemplo con la línea Moments, que está en línea de básicos con detalles. Son prendas mucho más técnicas y funcionales, la lanzamos el año pasado. Gisela ha evolucionado tanto que ahora ya tiene el nivel que a mí me gusta para la ropa interior que yo uso.
¿Hubiera sido todo esto posible sin tu paso por Women´s Secret y el know-how que te trajiste?
Pues, no sé si hubiera sido posible, hubiera sido diferente, pero lo que aprendí allí fue fantástico porque siempre tuve mucha libertad de acción y de decisión. He estado muy a gusto trabajando en esa empresa.
¿Recomendarías a la gente que tiene empresas familiares que intentaran mandar a su hijo a trabajar a otras empresas del sector antes de incorporarse?
Es imprescindible, primordial. De hecho en nuestro protocolo familiar tenemos establecido que hay un mínimo de cinco años de trabajo en empresas externas. Tuvimos que hacer una cátedra de empresa familiar en San Telmo a la cual incluso vino mi madre y luego estuvimos dos años con un consultor de empresa familiar, profesor en San Telmo, que hizo una labor brillante, quedaron todos los roles muy claros y se redactó el protocolo familiar, que es muy importante de caras a nuevas generaciones.
Ahora está trabajando con nosotros como consultor el que era mi jefe de Women’s Secret, Albert Puyol. Me hace mucha ilusión, la verdad. Viene una vez al mes, un par de días, y nos está acompañando desde hace cuatro meses para impulsar más la marca.
Ya tenéis una tienda en Málaga, ¿os habéis marcado como objetivo abrir más?
Tiendas propias y franquicias e internalización. Somos súper cautos, entonces nos gusta controlar mucho el negocio, no somos de lanzarnos a abrir diez tiendas de golpe, no, preferimos hacerlo cuando tengamos experiencia.
Es típico, que le pasa a muchísimas empresas, que se ponen abrir tiendas, abren 20, 30 tiendas y eso es muy difícil de gestionar, es muy difícil de soportar económicamente. Tenemos muchos frentes abiertos y queremos ir poco a poco y cuándo lo tengamos súper controlado, entonces expandimos.
¿Por qué se llama Gisela? ¿Quién es Gisela?
Pues no es nadie en concreto, simplemente es qué es mucho mas difícil registrar una marca de lo que parece, no hay tantas opciones. No tiene ninguna historia detrás.
¿Cómo es la mujer Gisela?
Ahora estamos apuntando a una mujer en concreto, porque en el pasado hemos apuntado a muchas mujeres. Es una mujer entre 35 y 45 años, que ya tiene necesidades de sujeción, de un producto de calidad. Estamos intentando que nuestras prendas sean funcionales y que cada tipo de mujer dependiendo de su morfología pueda encontrar en Gisela un producto que le vaya bien.
¿Ha ganado tu vida familiar en Málaga con respecto a Barcelona?
Por supuesto que sí. El estar al lado de mis padres, mi madre me ha ayudado muchísimo con mis hijos, y el tener siempre alguien que esté ahí, es que te da la vida, la tranquilidad y la libertad. Nosotros trabajamos muchas horas, pero la libertad de saber que están ahí si lo necesitas, eso es de agradecer.
De Yolanda me quedo con muchas cosas. Su valentía y lealtad hacia sí misma para decirle que no a una oferta de trabajo como le hizo Inditex. Le podemos llamar techo de cemento o como queramos, pero al final es una realidad que nos incumbe a las mujeres. Agradezco su franqueza al contarlo. Su capacidad de transformar, junto a su marido y su hermano, la empresa que fundó su padre y situarla en una de las referentes en el país en el mundo de la moda interior siendo fiel a lo que ella creía que tenía que ser. Su creer en sí misma, que es de las grandes cuentas pendientes que tenemos la mayoría. Y por supuesto, esa apuesta que ha hecho en la empresa por jornadas que permiten al personal tener una vida más allá del trabajo. Es una importante muestra de empatía.
Fotografía: Lorenzo Carnero
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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.