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Sandra Rojo

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Sandra Rojo

Le encanta viajar. Por eso cuando se planteó trabajar en serio para recuperar la ilusión fue una de las primeras tareas en poner en la lista. En la mochila una gran experiencia empresarial y tres años en los que la vida ha intentado pararla en seco en dos ocasiones. Pero Sandra no es una mujer que se rinda.

Primero fue su cáncer de mama. Nada más detectárselo se puso en su camino Adrián; Un hombre valiente, que la amaba y que la acompañó muy de cerca en todo el proceso haciéndola vivir, como afirma ella, una enfermedad que lejos de resultar un drama se convirtió en una experiencia maravillosa a su lado. No hizo falta un juramento ante el altar para quererla en la enfermedad y hasta que la muerte los separara. Una maravillosa historia de amor que duró hasta que ésta hizo de las suyas y apareció cuando nadie la esperaba. Hace un año que Adrián emprendió un viaje en solitario, aunque Sandra aún lo sienta a veces muy cerca. Tan cerca como para mantener una conversación con él. Tan cerca como para seguir diciéndole cada día que le quiere.



A Sandra no se le caen los anillos. Ha hecho de todo para llegar donde ha llegado. Actualmente trece tiendas llevan su sello y su marca particular, Baillys. Ha conseguido convertir sus tiendas en lugares de referencia para una mujer romántica y femenina que no renuncia a ser sexy e incluso trasgresora.

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Natural de Palencia se fue a estudiar a Madrid en busca de nuevas aventuras y de una ciudad que pudiese ofrecerle más oportunidades. Estudió Secretariado Internacional y consiguió un puesto de trabajo como secretaria del Consejero Delegado de la Compañía General de Aguas, a la que luego absorbería FCC. En ese tiempo estudió Derecho y al acabarlo pasó al departamento jurídico en la misma empresa. Hasta que la fichan para desarrollar la misma labor en una constructora.

Aun siendo muy joven y ostentando un puesto con el que muchos ni hubiesen soñado, estaba cansada de acatar decisiones que entraban en conflicto con las consultas con la almohada. Así que como todo lo que hace Sandra en la vida, siguiendo su intuición, decidió emprender su propio camino y meterse en un sector que no conocía pero que adoraba: una escuela de maquillaje, peluquería y estilismo junto a Moncho Moreno.  Sin formación específica, pero con un gran talento natural tuvo la oportunidad de trabajar para Cibeles o para firmas como La Perla. Laura Ponte o Nieves Álvarez fueron algunas de las modelos que se pusieron en sus manos. Sephora, Mac o Bourjois confiaron en ella incluso para formar a su personal.

Sandra recuerda con mucho cariño una etapa en la que se dejó la piel. Su padre los había dejado en la «estacada” y su madre y ella se volcaron para que sus dos hermanos menores pudiesen seguir estudiando. Tres años en los que Sandra compaginó su propio negocio, con poner copas los fines de semana y la carrera de Empresariales. Tres años que se cierran cuando ficha como directora de Elizabeth Arden en los centros de El Corte Inglés de toda España. Su objetivo: incrementar las ventas en un 22% el primer año y lidiar con un equipo humano que la veía como una niña. Y es que en cierto modo casi lo era; 26 años.

¿Cómo fue aquella etapa?

Imagínate manejar a un equipo humano de mujeres de cincuenta y tantos. Me agarraba unas lloreras… Pero aprendí. Aprendí muchísimo. Había veces que era muy duro. Viajaba todo el tiempo y además resolviendo problemas. Recuerdo una vez que tuve que echar a una chica a la que se le había muerto el padre la noche anterior. Entonces me dije que esa ética no iba conmigo. Para muchas empresas los empleados son números, así que decidí cogerme unas vacaciones y venirme a Málaga a pensar.

En los últimos años había estado haciendo complementos y customizando ropa para quitarme el estrés, así que probé suerte aquel verano. Un ex novio mío, Javier, me dejó un espacio en su negocio para venderlas. Las exponía de 7 de la tarde a 1 de la mañana, y lo curioso fue que lo vendí todo. Incluso me encargaban más. Fue entonces cuando tuve claro que estaba harta de la vorágine de ser directora. Siempre me ha atraído hacer cosas con las manos. Así que me decidí a abrir una tienda. Pero no me dio tiempo a empezar.

¿Qué pasó?

En ese momento me llamaron unos antiguos compañeros de FCC para decirme que, junto a un fondo de inversión, iban a montar los Centro Wellness O2. Era un proyecto súper apetecible que suponía empezar de cero con la primera obra y expandirse por toda España. Como me gusta saber de todo, estudié estética y me hice entrenadora personal para poder dirigirlos.  Pero ya no se me quitaba de la cabeza lo de las tiendas. Así que seguí haciendo collares con piedras naturales. Cosas muy diferentes. En las vacaciones viajaba a la India y me traía material sobre el que luego trabajaba. Los vendía en un corner en uno de los centros. Sabía que aquello era la mío. Así que abrí las primeras tiendas aquí en Málaga compaginándolo con mi trabajo en O2. Durante tres años lo compaginé todo. La dirección de los 14 centros y los primeros Baillys. En ese tiempo hubo un cambio de accionariado, comenzó la crisis, y cambiaron algunas cosas. Estaba cansada de subir y bajar todos los fines de semana de Madrid a Málaga y de Málaga a Madrid; entonces no había AVE, así que decidí dar el paso y dedicarme en exclusiva a mis tiendas.



¿Cuál fue la primera que abriste?

En la Carihuela. Cogí un traspaso por 3 millones de pesetas y contraté a dos chicas de dependientas.  Invertí todo el dinero que había ahorrado. Y cuando empecé a ganar dinero con esa abrí la segunda, y la tercera….

No me gusta meterme en préstamos. Con lo que gano de una abro otra, y así todas las que tengo ahora.

Tienen un estilo muy particular tus tiendas ¿no? O sea, ves una y ya sabes que es Baillys.

Sí, eso es verdad. Ahora ya hay muchas tiendas de todo, con la globalización todo está al alcance de todos. Pero cuando yo empecé hace diez años no veías un tutú en la calle. Me inspiré mucho en «Sexo en Nueva York». Mis colecciones tenían muchos tutús, la ropa era muy vintage, que para aquel entonces nadie entendía el concepto vintage. Me preguntaban que si era ropa usada, de segunda mano. La idea es que todo sea romántico pero diferente, muy femenino.  Es cierto que las tiendas tienen un estilo propio. Además, se vende todo, hasta el mobiliario.

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Siempre me ha llamado la atención que en tus tiendas hay desde ropa muy asequible a vestidos carísimos. Todo en un mismo espacio.

Es verdad. Supongo que porque no quiero ni posicionarme en ser una tienda súper cara donde no tiene acceso el ochenta por ciento de la población, ni excluir a esas mujeres que puede permitirse un vestido algo más caro. El objetivo del posicionamiento de mis tiendas fue hacer algo intermedio entre un Versace -como digo yo- y un Inditex, pero que tampoco fuera ni un Tintoretto ni un Caramelo, que son demasiado serios. En ese momento si querías comprarte un vestido de ochenta, noventa, cien euros a lo máximo, no había. Tenías un Inditex o ya pasabas a las caras. Ahora el abanico se ha abierto, hay mucho más… Más oferta. Pero cuando yo empecé hace diez años esa parte del mercado femenino estaba sin cubrir.

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Cuando haces las compras de tus colecciones, ¿tienes un modelo concreto de mujer en el que piensas?

En una mujer con mucha energía y relativamente atrevida, porque no tengo ni una prenda con la que pases desapercibida. Tengo básicos, camisetas, pero de «tía moderna con rollo” o vestidos de fiesta pero que no son ñoños; o son muy muy románticos, o son muy sexys. Pienso en algo que me pondría yo para cada ocasión y siempre acierto. Y de hecho, cuando compro pensando sólo en la clienta me equivoco, meto la pata. Cuando compro cosas que no me gustan, que no me las pondría, no las vendo. Es matemático. Lo tengo súper claro.

 Has aprovechado las redes sociales al máximo, y no has dudado en posar con cada una de las novedades que llegan a las tiendas.

Empecé a hacerlo por un tema puro y duro de patrones. Me probaba la ropa para ver que fallaba, y efectivamente, o la cremallera estaba cosida muy abajo o realmente la habían dejado muy corta, o la habían dejado muy larga. Empecé probándome las cosas por necesidad.  Siempre he prestado la ropa a misses o presentadoras, incluso he contratado a modelos para hacer las fotos, pero creo que la mujer de hoy en día, la mujer normal, no se sentía identificada. En el momento en que me ponía yo las prendas, era cuando más vendía y cuando más preguntaban por la prenda. Entonces, aunque me da mucha vergüenza, decidí ser yo la que aparecía en las fotos, para que la gente se pudiera identificar. Mi ropa es para una mujer muy accesible y muy real.

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Hay un momento en el que no sólo muestras tus colecciones en las redes sociales, sino que usas la cuenta de Instagram o Facebook de Bailly Bijoux para algo muy personal como es compartir tu dolor. Para contar cosas muy duras que te han pasado últimamente.

Parece mentira, pero con mi vida personal soy muy reservada. Siempre he usado las redes sociales para temas profesionales o para expresar lo que pienso sobre determinados temas. No me suelo exponer.  Pero cuando se fue Adrián necesitaba gritarle al mundo que se había ido alguien muy importante para mí, para el proyecto de Bailly.

Él me decía que yo era demasiado discreta y que ocultaba nuestra relación en las redes. Entonces, en el momento que desaparece quise demostrarle a todos lo que sentía por él y lo maravilloso que era. Lo necesitaba. Necesitaba que la gente lo supiese. Que todo el mundo sintiera lo alucinante que había sido Adrián.

 

Cuando hago esta entrevista quedan muy pocos días para que se cumpla el aniversario de su muerte. Me sorprende que Sandra, lejos de venirse abajo, hablando de él toma más fuerza. Sus ojos se llenan de brillo y sus palabras de entusiasmo. Se le dibuja una sonrisa en los labios…

Lo conociste en un momento complicado de tu vida.

Lo conocí la misma semana que me dijeron que tenía cáncer de pecho. Estaba en Madrid. Me habían dicho que no me podía mover de allí porque tenían que repetirme todas las pruebas. Estaba tomando unas copas en un bar de moda cuando nos conocimos. Él insistió en volver a quedar, pero yo no quería. Al final cedí, pero le fui muy sincera: «mira, estoy en un momento que no sé lo que va pasar conmigo. Puedes salir corriendo porque igual me muero, o te quedas conmigo pero asumes las consecuencias de algo que puede ser muy duro porque yo no sé si esto va ser un camino de rosas o un camino de cristales». Su reacción fue decirme que estaba loca y que por supuesto que se quedaba, que lo íbamos a superar juntos.

Entonces mi mayor problema- ¡qué fuerte! – durante las primeras semanas  se convirtió en qué pasaba si perdía el pelo. Sólo pensaba que acababa de conocer al amor de mi vida y que me iba a quedar sin pelo. ¿Cómo iba a hacer el amor con él sin pelo? No me preocupaba ni mi salud. Nunca ningún hombre me había hecho sentir lo que él me hacía sentir. Sabía que era el amor de mi vida. Y yo obsesionada por si me quedaba calva. Cuando se lo dije le quitó importancia y me dijo que si eso pasaba se rapaba él conmigo. Era muy lindo… El oncólogo me decía que un 70% de mi recuperación dependía de mi cabeza, y ahí el papel que jugó Adrián fue espectacular.

Por ejemplo, me daba la quimio y él llegaba por la tarde y me decía «vístete que nos vamos de copas”. Y eso hizo mucho. Porque cuando estás metida en el proceso hay días que ni te apetece ducharte, y mucho menos ponerte mona. Vas un poco zombi por la vida, pero él me hizo no perder la coquetería, arreglarme y pensar «ostras, tengo a este tío aquí a pesar…». Puedo decir, y es un poco increíble, que he pasado el mejor cáncer que se puede pasar. Y todo gracias a su ayuda, a que me hacía sentir única en el planeta, la más guapa, la más bella y sin embargo yo sabía que había veces que incluso olía mal. No dejó que me rindiera ni un momento. Todo el día preocupado y pendiente de mí. Era alucinante.

«Sólo pensaba que acababa de conocer al amor de mi vida y que me iba a quedar sin pelo. ¿Cómo iba a hacer el amor con él sin pelo?”

Hasta que el 11 de junio de 2015 se fue sin avisar…

(Adrián falleció por causas naturales en Formentera. Sandra estaba hablando con él por Facetime y se dio cuenta de que algo pasaba.)

Y se va y te quedas como coja. Sobre todo una tía tan independiente como yo que siempre he buscado que mis parejas respetaran mi espacio, porque siempre han intentado atarme, coartarme mi libertad. Yo nunca he querido casarme, no he querido tener hijos, ellos querían, pero siempre he antepuesto mis viajes y mis tiendas. Y entonces llega Adrián. Nunca me lo pidió y sin embargo por primera vez quería tener hijos, ser madre, crear una familia. Pero todo eso porque era mi alma gemela, éramos tal para cual. Era un compañero de vida, de viaje, de juergas… En ese momento se te va alguien que te ha cambiado los pilares de tu vida. Él había conseguido darle la vuelta a todo. Además de que había conseguido crearme una «dependencia”-entre comillas- hacia él muy chula.

Un «no te necesito, pero te quiero en mi vida”.

Eso es. Y cuando ha conseguido todo eso, se va. Es la primera vez que yo sentía realmente miedo. Nunca he temido ni a los fracasos. Hasta eso lo he visto positivo. Siempre he pensado que tras un fracaso viene algo bueno. Además, me considero muy afortunada. Siempre he hecho lo que he querido. Y justo cuando había conseguido que todo en mi día a día girase en torno a él… Hasta abrimos juntos la tienda de Valencia. Pensábamos montar una línea para hombres…

Pero todo eso lo he abandonado. Era nuestro proyecto. No tengo ninguna razón para hacerlo yo sola.

Cuando te pasa algo así te empiezas a plantear muchas cosas. Estos últimos años me han demostrado que la vida es efímera y sin embargo nos la pasamos posponiendo cosas para mañana. Yo era de las de «ya viajaré, ya haré, ya tendré tiempo, ya cuando sea mayor, ya no sé qué, ya disfrutaré». Y no, te das cuenta que mañana es un regalo de Dios, porque puede no existir. Ahora vivo al día, viajo muchísimo, pero tengo una puñaladita en el alma y en el corazón. Sé que no voy a volver a ser la misma. Esas emociones, esas risas, ese amor que sentía con él no creo que lo vuelva a sentir. Tampoco me cierro, pero ahora mismo tengo paz interior y no quiero sentir nada, quiero guardar esa idea de que él es el amor de mi vida. Y claro que me apetece vivir nuevas experiencias, pero no me apetece compartirlas con ninguna pareja; me apetece descubrir el mundo yo y compartirlo con él. Cuando viajo es cuando más lo siento a mi lado. Él tenía tanta energía, tanta fuerza, que está presente en todas partes.



 

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11951213_10207719997706007_2750104383906461063_nCuando hablas me da la sensación de que aunque él no tuviese la culpa no les has perdonado que se fuese.

Al principio estaba enfadada y le preguntaba que «por qué». Pero ya sí. Completamente. Incluso, te digo, me ha hecho ver que la vida es el hoy, no existe el mañana; me ha hecho perder el miedo a morir o a envejecer, porque sé que él va a estar allí esperándome.  Lo único que me da mucha pena es que se esté perdiendo esto. Espero que «allá” esté viviendo algo muchísimo mejor porque él se lo merece. No siento tanta tristeza por mí, por no poder seguir compartiendo con él el día a día… Sino porque era un hombre que amaba la vida, que estaba todo el día bailando, gritando, haciendo planes… Se comía el mundo, entonces me da mucha pena que no pueda seguir viviendo esto, es lo único.

¿En quién o en qué te has apoyado para vivir el duelo?

Realmente el trabajo ha sido mi válvula de escape, con mucha diferencia. De hecho, cuando murió Adri a nivel empresarial fue una catástrofe. Ahí reaccioné. No puedo también perder mi negocio, mi proyecto, mi vida… Yo no vengo de una familia rica ni nada de eso.

Me he llevado también una muy grata sorpresa con mis amigas que se han desvivido. Y por supuesto mi familia; en la distancia han respetado mis espacios, pero siempre estaban ahí. Por supuesto tengo que agradecerle muchísimo a Javier Portero. Un amigo que para mí es como si fuese mi hermano o mi padre.  Y realmente, lo que me ha ayudado mucho son los libros, la lectura. Aunque suene un poco fuerte me he centrado mucho en mi gata. Es inválida y está operada siete veces. Sentía que me necesitaba. Ante la tragedia creo que te aferras a las cosas más nimias.

Mis amigas me llevaron a un psiquiatra. Evidentemente me diagnosticó una depresión. Pero me dije que no quería pastillas, que de esto tenía que salir sola; y eso que me pilló en un momento muy convaleciente de mi enfermedad. Todavía tengo que seguir con medicación para el cáncer hasta octubre.

Pero he recuperado la ilusión. También gracias a los viajes para buscar telas o encontrar talleres, ver cosas nuevas… Te buscas proyectos ilusionantes como sea porque al no tener hijos, y al estar lejos de la familia, puedes caer en la tentación de pensar que la vida no tiene sentido. Que sin el amor de tu vida nada tiene sentido…. Y es brutal. Pero eres tú, en el fondo eres tú la que tiene que salir.

 

_MG_3174A ti, que me hablas de que el mañana no existe, te pregunto; ¿Cómo enfocas el próximo año?

Pues mira, viajar mucho. No voy a dejar de viajar. Quiero conocer toda Sudamérica, quiero volver a Australia, que me encantaba, y quiero volver a fabricar en India y en Bangladesh, que es lo que hacía hace tiempo. De hecho, es un proyecto que he dejado un poco aparcado por falta de energía, pero que voy a retomar.

«Estos últimos años me han demostrado que la vida es efímera y sin embargo nos la pasamos posponiendo cosas para mañana.”

¿Qué mensaje le darías a las personas que a lo mejor ahora mismo realmente no tienen ningún problema importante pero se ahogan en un vaso de agua y están todo el día quejándose?

Cada día hay más gente así. Yo creo que el problema está en que no tienen ninguna ilusión, ningún proyecto, ninguna meta. Pero hay que buscarlas. No se te cruzan las metas o los proyectos. Les diría que se busquen, en la medida que puedan, algún tipo de trabajo que les motive. Que vayan consiguiendo cositas poco a poco, y luego que lo hagan por su cuenta, porque no hay nada más reconfortante que ver lo que has sido capaz de conseguir. Ahora mismo España es un país muy difícil para los emprendedores pero el mundo está lleno de oportunidades, fuera de España y fuera de Europa, todo es muchísimo más simple. Todo es muchísimo más fácil, están deseando tener gente con talento. Aunque sé que es complicado porque todos tenemos una historia o una familia detrás. Como no tengas la mente activa en algo que te gusta y te ilusiona… Da igual, aunque seas camarero, pero sé el mejor camarero, sirve las mejores cañas, aprende en internet a hacer los mejores cócteles…

En resumen, enamórate de tu trabajo.

Eso es. Trata de ir avanzando pasito a pasito, y si no te gusta, a por otra cosa, y seguro que encontrarás lo que te gusta. Pero hay que probar, si no el problema es que la desidia llama a la desidia. Y somos animales de costumbres, como te acostumbres a no hacer nada, se atrofia el cerebro y se atrofia el cuerpo.

Sandra es una gran enamorada de su trabajo, de su proyecto, de sus tiendas, de vestir a las mujeres con sueños. Si la seguís en las redes sociales veréis como ella, con sus manos, pinta las tiendas o coloca el suelo tras una reforma. Es una mujer imparable.

 Son casi las 11 de la noche. En la Carihuela se respira verano. ¿Dónde vas ahora?, le pregunto. – A Málaga, a la tienda de Muelle uno que tengo que mirar unas cosas.

Han pasado unos días de nuestro encuentro, pero sé que hoy, seguro, al despertar, ha vuelto a imaginar como Adrián le decía «¿Te he dicho hoy que te quiero?”  

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 Fotografía: Carlos Reolid

Sandra Rojo

Gerente en Bailly

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