De alta cuna. Niña bien. Familia de fincas, cacerías y caballos, familia de tradición y arraigo, de viejas costumbres, tierras y recio abolengo. La fortuna le viene de su madre, aunque la gestionó su padre. Asemeja su entorno de niña con ‘Falcon Crest’ y se ríe, aunque vivirlo no tuvo tanta gracia. Lo tenía todo y podía haber tenido más, pero Rocío era una yegua difícil de domar y con ansias de ser libre. El dinero lo compra todo, menos la felicidad. Ella tuvo momentos de dejarse comprar, pero nada de aquello era canjeable por la libertad. Siempre he creído que el dinero era moneda de cambio para conseguir la libertad. Me asegura ella –que lo ha vivido– que no es así, y sin embargo tuvo que pagar un precio muy alto para comprar la suya.
Sevillana de nacimiento y jerezana de adopción. Ha cabalgado muchos años al paso que le han impuesto, pero siempre retorciéndose en su silla, mirando hacia otro lugar, por si allí, en el horizonte, estuviese aquel sitio al que verdaderamente pertenece su alma, quizás un río en el que dejarse llevar y fluir. Niña rebelde, incorregible, un tanto bohemia y con demasiado de soñadora para atenerse a las normas sociales del entorno. Buscadora insaciable de su identidad. Rocío Noguera fue una ‘pobre niña rica’ y ahora, en su madurez, por fin ha conseguido dejar de sentir el peso de las etiquetas para ser simplemente ella. Las etiquetas las deja para las prendas de la marca que está creando. Un proyecto que le apasiona y con el que quiere poner alas a su creatividad: Noguera Lifestyle.
Las decisiones que ha tomado hasta ahora le han llevado a elegir el camino difícil, por el que se alejaba una y otra vez de su zona de confort, aunque a veces las vueltas de ese laberinto la devolvían al punto de partida.
Se casó por primera vez con 23 años por salir de su casa, y su marido, según dice, se casó con ella por entrar. Con el segundo matrimonio le pasó algo similar. Su padre vio en ella el varón que nunca tuvo y la quiso adoctrinar, marcarle cada paso. Lo admira tanto como le reprocha las pocas cuotas de libertad que le dio.
Siempre nos parece que tiene más mérito quien estando abajo consiguió subir, pero Rocío nos habla de que estar abajo no es sólo una cuestión económica. Una jaula de oro puede convertirse en la peor de las prisiones.
Actualmente se encuentra inmersa en la venta de una finca de su propiedad en Arcos de la Frontera- Finca Los Navazos- para la que ha preparado un proyecto de hotel, zona ecuestre y villas; es coach empresarial y comienza a dar los primeros pasos de su firma Noguera Lifestyle.
Hasta el día de la entrevista he coincidido con ella en contadas ocasiones en eventos. Siempre me ha dicho que lo suyo no era para una entrevista sino para escribir un libro. Una vez una periodista quiso escribir su historia y ella decidió que ni era vieja ni estaba acabada para relatar sus memorias. Le quedaban muchas cosas por hacer antes de cerrar el libro de su vida. Una de ella es dar el salto y crear su firma de lujo, un proyecto en el que ya está trabajando y que lleva mucho tiempo cocinando a fuego lento.
Quedamos en Capuccino en el hotel Gran Melía Don Pepe. Un lugar que te hace desconectar del mundo. La brisa del mar llega hasta nosotras refrescando el sofocante calor impropio de las fechas. Luce un moreno envidiable. Cada día necesita su dosis de sol. Esta es a grandes rasgos la historia de una «señorita andaluza” que siempre quiso ser «normal”.
Creo que en la entrevista me cuenta más con la mirada que con palabras. Espero ser capaz de transmitiros su historia y que podáis leerla más allá de las palabras.
¿Por qué motivo os vais de Sevilla a Cádiz?
Cuando tenía seis años mi padre empezó un negocio en Cádiz y se trasladó allí. Hasta que llegó un momento en el que cada vez venía menos a Sevilla. Llegaba a quedarse hasta los fines de semana. Así que decidieron que nos trasladásemos toda la familia a Jerez.
¿A qué se dedicaba tu padre?
Podríamos decir que era agricultor y ganadero. Tenía tierras y se dedicaba a explotarlas. Era un trabajo muy poco femenino pero siempre nos inculcó tanto a mi hermana como a mí que nos teníamos que dedicar al negocio familiar. Desde muy pequeñas nos involucró en la empresa.
¿Y a ti te gusta el campo?
Me encanta. Me gusta la naturaleza, del campo me gusta todo. La parte que quizás menos me gusta y que era el fuerte de mi padre es la parte más técnica de la agricultura. A mí me gustan los caballos, montar a caballo, los perros, todo lo que conlleva la vida en el campo.
¿Y cómo es tratar, por ejemplo, con los agricultores? La mayoría serán hombres ¿no?
La mayoría hombres. Desde pequeña siempre he estado metida en un mundo de hombres. No es sólo que sea un ambiente de hombres si no que es machista y misógino. Es muy duro.
¿Cómo acepta ese tipo de hombre que una mujer le diga lo que tiene que hacer?
No lo acepta. Aquí porque estamos en la costa y las cosas son distintas, pero te metes unos kilómetros hacía dentro y te encuentras en muchos casos con la España profunda, con la España rural. Para mí era normal porque yo había nacido ahí, me había criado en ese entorno. Pero desde muy pequeña empezó a descuadrarme algo. En la etapa escolar estuve dos años en Inglaterra en un colegio, y en ese momento, al tratar con personas de fuera, al salir de la familia, empecé a ver las diferencias y a ver que había algo que no era normal. Entonces me empezó a chocar ese machismo, algo no me encajaba.
¿Tu padre era machista?
Sí, mucho. A él le hubiese gustado tener un hijo varón. Yo fui la que sustituí a ese hijo varón. Desde el primer momento, desde muy pequeñita intentó masculinizarme.
Pero Rocío, me da la sensación de que tú eres una persona con mucho carácter, ¿te dejaste?
Aunque es cierto que tengo mucho carácter sí me deje durante muchos años, porque yo adoraba a mi padre, y lo que él dijera para mí era maravilloso, y si no lo era, había dictadura y autoritarismo, aparte de machismo, con lo cual ahí no tenía escapatoria.
¿Eres de esas mujeres que tuvo que esperar el momento de casarse para verse liberada?
Sí. Me casé por liberarme e irme de mi casa. Yo no era feliz viviendo con mi familia. Como te decía, algo no me encajaba. No me aceptaban tal como era, yo no era una mujer, era una niña. Me pusieron la etiqueta de rebelde y de mala hija. Mi padre no nos inculcó estudiar. Tenernos cerca era su forma de controlarnos y de protegernos. Aunque en realidad nos crió una ‘tata’, a mis padres los veíamos un poco de visita. No hacíamos cosas en común con mis padres. A mí me ha gustado desde siempre estudiar así que hacía cursos y leía mucho para formarme. A los dieciséis años ya tenía mi primer negocio.
Dices que veíais poco a tus padres y te noto cierto recelo hacia tu madre. ¿Se lo has recriminado o perdonado?
Se lo he recriminado a mi madre, aunque ahora mismo, hoy por hoy, no; porque tengo la libertad. Pero en aquel momento me hizo mucho daño. Una niña no entiende ciertas cosas, sobre todo, cuando empieza a ver otras cosas fuera del círculo de la familia, en el colegio, en las fiestas con las demás amigas y empieza a comparar. Yo quería ser normal. Una niña más, del colegio, del grupo de amigas, normal.
¿Y qué veías que tu madre no era como las demás madres?
Del entorno donde yo vivía sí, eran todas muy parecidas. Mujeres de clase alta, muy vinculadas al campo, con tradiciones muy arraigadas y muy sumisas. Vivían para sus maridos y se supone que para sus hijos. Eran vidas de escaparate, de cara a la galería. Creo que no eran felices. En mi casa, por ejemplo, no se hablaba de afectos, la palabra amor yo nunca la oí en mi casa, jamás. A mí siempre me habían llamado mucho la atención los libros de autoayuda. Por esa vía recibía una información que para mí era muy valiosa. Aunque en mi casa leer libros de autoayuda era directamente que estabas metida en una secta. Y para mí al revés, aquellos libros me hacían ser más libre, necesitaba ser muy libre, mi felicidad era siempre en el campo o en la playa, en la expansión.
Nos hemos ido de tu primera boda. Volvemos. Te casas con 23 años por irte de tu casa.
No estaba enamorada ni nunca lo estuve. Yo lo quería como a un hermano, le tenía mucho cariño, era distinto al tipo de hombres con el que me relacionaba todos los días. Me casé con él y tuve a mi primer hijo con veinticuatro años y a mí segundo hijo un año y medio después. Fueron dos cesáreas en muy poco tiempo así que tuve una recuperación muy complicada. Yo tenía un show room de moda y decoración en Jerez y en casa tenía a una señora que me ayudaba con el primer niño. Entonces empezaron a venirme recuerdos de mi infancia y decidí cerrar el negocio y dedicarme personalmente al cuidado de mis hijos hasta que tuviera otra vez la oportunidad de incorporarme al mundo laboral. No quería repetir con ellos la falta de afecto que había tenido yo, pero también tenía claro que yo no iba a ser ni una ama de casa de toda la vida, ni una cuidadora de niños de toda la vida.
¿Y cómo viviste aquella maternidad no habiendo tenido la referencia de tu madre ?¿Haciendo todo lo contrario a lo que hizo ella?
Sí. Eso hice. Yo a mis niños les daba besos, los achuchaba, los cuidaba, no quería tener nadie que los cuidara, yo estaba muy encima, aunque también tenía ayuda porque como te digo me había quedado muy mal de salud con las dos cesáreas. Pero disfrutaba mucho de mis hijos, les hacía fotos, jugaba con ellos, y montaba a caballo con ellos. Les enseñé a cazar, equitación, a amar la naturaleza, a que desde chicos jugaran con los perros, que amaran todo lo que es el mundo del campo.
¿Y cómo fueron tus padres como abuelos?
Maravillosos, como abuelos maravillosos. Ahí hubo un acercamiento gracias a los niños, pero no a mí, si no a ellos. De hecho, cuando nació mi primer hijo, mi padre me propuso que se lo dejara a él. Me dijo: ”Dame el niño, me lo llevo a vivir conmigo. Nunca le va a faltar de nada. Yo lo educo”. Evidentemente le dije que no. En el campo nos juntábamos los fines de semana y él siempre tenía a los pies de su cama una camita para el niño. Como abuelo fue fantástico.
¿Y en qué momento decides que ese matrimonio ya no puede seguir, que no hay más, que está agotado?
Pues el mayor tenía cinco años y el pequeño tres. Yo pensé que al casarme me iba a desvincular más de mi familia e iba a tener mi propia vida. Me gustaba de mi marido que era abogado con una carrera profesional independiente. Pero a él lo que le gustaba era el mundo que se vivía en torno a mi casa, a mi padre, y me metió todavía más hasta el punto de que terminó trabajando para la empresa familiar nada más casarnos. Aquel mundo era muy atractivo para cualquiera que viniera de fuera. Yo le había avisado de que nunca trabajase para mi padre porque en ese momento perderíamos toda la independencia. El día que me dijo que había firmado un contrato con mi padre supe que había firmado también mi divorcio. Mi matrimonio duró 6 años.
¿Cuál fue el detonante?
No hubo un detonante. Hubo una ‘hartura’. Era como la gota que colmó el vaso. No pasó nada distinto a lo que no había pasado antes. Porque por ejemplo, cuando nacieron mis niños, él no conoció a los niños hasta los dos días después porque prefería estar con mi padre en el campo, mi padre era una obsesión, fue su maestro y él quería aprender de él; era su mentor.
Cuando tomas la decisión de separarte, ¿eras independiente económicamente?
Yo siempre he sido independiente económicamente. Tenía mi sueldo, porque desde muy pequeña mi hermana y yo formábamos parte del Consejo de Administración de la empresa familiar, y ahí teníamos nuestro sueldo. Yo además había tenido mi academia de inglés y mi ‘show room’.
¿Tu padre te amenazó alguna vez con cortarte los ingresos si no seguías las normas?
Sí, continuamente. Había que hacer lo que ellos dijeran si no te cortaban el chorro económico. Aunque como te digo, yo tenía mi sueldo porque estaba vinculada a la empresa familiar. Además nada más separarme y entrar los niños en el colegio volví a trabajar activamente.
¿Qué pasa cuando os divorciáis con su vinculación con la empresa?
El siguió trabajando un año y medio más, hasta que tuvo una discusión con mi padre. Él a través de la empresa me utilizaba a mí, utilizaba a los niños, era muy manipulador. Y milagrosamente mi padre un día se dio cuenta y por fin me dio la razón. A él le buscó un buen trabajo y le regaló un buen piso para que se fuera.
Si dices que vivían tan de cara a la galería, ¿cómo se tomaron tus padres en general lo del divorcio?
Horroroso, fui de las primeras que me divorcié en esa sociedad tan cerrada de Jerez. Fue un escándalo. Yo era muy joven, pero tenía mis ideas muy claras, sabía muy bien lo que quería.
¿Por parte de quién recibiste más ataques, por parte de las mujeres o de los hombres?
Criticada fui por mujeres y por hombres, para los hombres era puta y para las mujeres era más puta todavía. Había hecho lo que a muchas les hubiese gustado hacer, pero preferían seguir fingiendo que sus vidas eran perfectas.
¿Cómo fueron aquellos años en el momento en que ya por fin estás tú sola con tus hijos?
Cuando yo me veía en mi casa, con mis hijos y pensaba que esa llave no iba a entrar en la cerradura me daba mucha tranquilidad. Tenía muy buen servicio en casa. He de reconocer que tenía una vida muy cómoda. No de afectos, no de felicidad, pero sí cómoda. Y por fin era un poquito más libre.
¿Cómo enfocaste tu vida a partir de ese momento? ¿Cómo llenabas los vacíos?
No, es que yo no tenía vacíos en ese sentido porque nunca hacía planes con mi marido. No lo eché de menos porque nunca lo había tenido. Él se iba con mi padre, yo había estado sola desde el día que me casé. Su obsesión era mi padre, y todo lo que conllevaba la vida de mi padre, que era muy apetecible. Así que me dediqué dos años a «lamerme las heridas”, a organizar mi casa de nuevo, a organizar mi vida y mi cabeza. Cuando mi marido se fue, volvió mi creatividad y me puse a pintar que era algo que me encantaba. Organicé varias exposiciones de pintura, con una de ellas tuve muchísimo éxito y lo vendí todo. Tuve muy buenas críticas de la prensa. Entonces, mi padre me llamó para que volviese activamente a la empresa. Vio que otra vez me iba, ya no con un marido, pero sí que me estaba metiendo en ese ambiente de los artistas y que estaba teniendo éxito. Mi ambición desde muy pequeña era ser empresaria y ya había hecho mis pinitos, pero aquella vez volví con la idea fija de aprender en la empresa familiar para después tener mi propia empresa. Así que entré en el puesto que hasta entonces había tenido mi marido y estuve allí diez años.
¿Cómo fue esa etapa?
Fueron unos años maravillosos, aprendí mucho. Mi padre y yo hacíamos un tandem perfecto, nos respetábamos el espacio, él se ocupaba sobre todo de la parte agrícola, de la parte ganadera, de esa parte técnica, que a mí me gustaba menos. Yo llevaba más la gestión de oficina y la parte de las fincas del recreo.
O sea, había conseguido lo que quería, ya tenía a «su hijo” con él. Y aunque nuestra relación personal nunca llegó a ser tan buena, la relación profesional que tuvimos aquellos años fue fantástica. Él me protegió mucho para que pudiese moverme en aquel mundo mayoritariamente de hombres.
¿Tenemos que demostrar más las mujeres por el hecho de serlo?
Bueno, muchísimo más. La desigualdad existe y en los altos niveles de los empresarios mucho. Y sobre todo hay más poder, hay más dinero, y las putadas son más gordas.
¿Aprendiste mucho?
Muchísimo. Mi padre falleció en 2004. Y desde entonces todo el trabajo que he estado haciendo tiene mucho de lo que él me traspasó. De él aprendí el esfuerzo, la honestidad, la integridad, la profesionalidad, la constancia, todo lo que tenía que ver con la empresa.
Y, ¿cuándo conoces a tu segundo marido?
Llevaba tres años y medio o cuatro separada y lo conocí en el campo, en un evento. Y otra vez lo mismo, vi que era un profesional independiente y que no se iba a meter en la empresa. Era un médico de éxito y su carrera no tenía nada que ver con el campo. Aparte de que era muy guapo. Esta vez sí me enamoré, pero en contra del criterio de mi familia.
¿Por qué no les gustaba?
No les gustaba porque ya lo conocían de antes. Él era divorciado y estaba relacionado con la esfera social donde mis padres se movían en Sevilla. Era mucho mayor que yo, casi 20 años. Pero con mis hijos se llevaba muy bien, fue muy bueno y muy cariñoso con ellos. Tenían una relación muy divertida. Estuvimos varios años de novios. Él vivía en su casa y yo en la mía. Era ginecólogo y trabajaba en la Seguridad y en su consulta privada. Así que el poco tiempo que pasábamos juntos estaba muy bien.
Bueno, al menos siendo ginecólogo no podía trabajar para tu padre.
Pues quería, no te creas.
¿Alguna vez pensante que los hombres se acercaban a ti por tu familia?
Sí, claro, evidentemente que se acercaban por eso, yo no les importaba absolutamente nada. Estuve casada muy poco tiempo, creo que dos años.
Cuando mi padre murió, yo me separé. Le había dicho que disfrutase de montar a caballo, de las cacerías, del campo, de todo lo que tenía aquel mundo pero que la empresa no la tocase. Y la tocó. Me puso a los empleados en contra, daba órdenes distintas a las que yo daba. Es que mi casa era como ‘Falcon Crest ‘y eso que yo te lo estoy contado suavecito. Pero había celos, había envidias, había traiciones, había todo lo que hay en ese tipo de familia cuando hay tanto.
¿Tú hermana también lo ha vivido así?
No. Ella se casó y asumió un poco el rol de mujer tradicional. Cuando mi padre murió mi madre me quitó mi papel en la empresa y prefirió que asumiese el mando mi cuñado. Y eso por ser mujer. Desde que mi padre murió estuve dos años negociando mi herencia y mi patrimonio para salir de allí. Pero no fue fácil, hasta ahí estaba todo junto, y había tres ramas familiares. Por un lado estaba lo de mi padre, por otro lado lo de mi madre, y por otro lado lo de mi padre, mi madre y nosotras. No era tan fácil dividirlo todo. Mi padre trabajó en el reparto durante cinco años con un despacho de abogados de Sevilla y consiguió hacer dos lotes, pero mi madre a su muerte no lo respetó. Y dividir el campo es difícil. Y en ese momento fue cuando ella rompió todo el sistema que llevaba cuarenta años creado. Cuando murió mi padre para mí fue un volcán de emociones, por un lado el alivio de dejar de sentir la presión que había ejercido sobre mí, por otra la pena y la culpabilidad por sentir eso y además perder a una persona que había admirado y de la que había aprendido mucho. Fue muy contradictorio. El día después de su entierro me fui de viaje al norte de España y me dije que todo aquello se había acabado. Enterré a mi padre y me despedí de mi madre. Aquellos dos años de negociaciones lo fueron también el vivir el duelo de la pérdida de los dos. Hace diez años que no me hablo con mi madre.
¿Qué relación tienes con tu hermana?
Profesional y empresarial, sólo por tema de los negocios.
¿Qué pasó después?
Pues me separé definitivamente de mi segundo marido y al poco tiempo me fui a vivir a Arcos de la Frontera cerca de la Finca y de allí a Sotogrande hasta que en 2010 me vine a Marbella. Poco a poco me fui alejando de Jerez y de mi entorno familiar.
Rocio, y en el momento que tienes tu parte de la herencia, ¿por qué no vendes la Finca ‘Los Navazos’ como está y te metes en desarrollar el proyecto tal y como está en venta ahora?
Decido que no la quiero vender tal cual está porque en ese momento estábamos ya en crisis, y las fincas agrícolas pegaron un bajón grandísimo. En cierto modo quise hacer un homenaje a mi padre, hacer algo importante en esa finca. Habían expropiado parte de los terrenos y habían hecho un pantano. El entorno había quedado precioso. Así que me puse a trabajar en el proyecto que contempla una parcela hotelera, una zona deportiva enfocada al caballo y noventa hectáreas para seis villas de lujo. Ha sido un proceso largo, difícil y muy duro. Por otra parte comencé a trabajar en la firma Noguera, que por un lado tiene la parte de inmobiliaria y por otra el Lifestyle, que se va a dedicar a comercializar y producir productos de lujo.
Rocío, ¿qué valores va a tener esa marca que vas a lanzar?
La marca en sí, lujo, exclusividad, excelencia y buen servicio al cliente.
¿En qué momento de tu vida estás?
Yo ahora estoy en la fase de transición entre la venta de la Finca y el arranque de la firma. Creo que es el proyecto que llevo esperando desde niña, pero por eso tiene muy buenos cimientos, porque ha ido muy lento, muy poco a poco, nunca se fue de mi mente. Tú sabes que una marca no se consolida en una generación. Seguramente yo no veré esta firma consolidada, la verán mis hijos. Pero estoy disfrutando mucho con su puesta en marcha.
Deberían decirlo tus hijos, ¿pero tú cómo crees que has sido como madre?
Dura. Hay veces que me da pena de mis niños. Aunque mi ex marido ha sido un buen padre y mis hijos tienen una relación extraordinaria con mi segundo marido, yo he ejercido de padre y de madre. Los he educado muy a lo militar, muy estricto.
¿Y los besos que tú tanto echabas de menos de tus padres?
No, los besos son todo el tiempo, vamos, que me dicen «qué pesada eres». Pero entre nosotros hay mucho cariño, mucha diversión, mucha unión. Tenemos una relación muy bonita. Los dos me han apoyado mucho en estos años en los negocios. Han sido dos niños muy buenos y no me han dado nada de lata, ha sido facilísimo. Mi casa, gracias a Dios, ha sido una balsa. Ahora los tres vivimos independientes pero seguimos teniendo mucha relación.
Y tu faceta de coach empresarial, ¿la has dejado?
Yo el coaching lo llevo haciendo desde que era muy joven. Lo que pasa es que en mi época hablar de coaching, de mentoring, de terapias alternativas, de sanación holística, de mindfulness, de eso que ahora se habla tan alegremente y tan abiertamente, en mi época era algo desconocido. Desde muy jovencita me llamaba, era algo innato en mí, era una necesidad, pero yo no podía hablar del tema. Yo no podía ponerle esa etiqueta, no podía ponerle nombre. Pero eso lo he hecho siempre y lo seguiré haciendo. Es una vocación.
Rocío yo siempre he pensado que cuanto más dinero se tiene más libre se es. Pero tras hablar contigo me hago una pregunta y te la hago a ti, cuando ese dinero viene de familia, ¿eres esclava de ese dinero, esclava de esa familia, esclava de la circunstancia?
Totalmente, al menos en mi caso. Eso sí que era una secta. Mi hermana ha cogido el modelo de mi madre y le ha podido el bienestar. Yo fui la que me salí del círculo, la que me fui a otra ciudad a vivir, la que salí del círculo familiar, del círculo social, del círculo de amistades, del sector de negocio. Yo hice un cambio radical. Todavía estoy pagando las consecuencias. He pagado un precio muy alto por eso.
¿Por tu libertad?
Sí, pero me alegro. Por mi libertad he pagado un precio muy alto. Pero no lo cambio por nada del mundo.
Rocío, ¿alguna vez te ha faltado el dinero?
Sí. Cuando he hecho este cambio y me he separado de mi familia. Porque llevo muchos años invirtiendo en el proyecto de la finca. Entonces, sí llegó un momento en el que me quedé sin liquidez y me las he visto canutas en ese periodo. Al principio me reía. Me hacía mucha gracia y me divertía muchísimo.
¿El no tener?
Sí, porque por fin era normal, era como los demás, que era un sueño que yo tenía. Estaba de tú a tú con las personas normales. Pero después dejé de verle la gracia. Yo quería experimentar eso, a ver si yo era capaz. Ahí me di cuenta que yo no sabía generar por mí misma. Por eso ahora estoy en ese momento en el que estoy centrada en la venta de la finca y en lanzar Noguera Lifestyle. Es una ruptura total. Yo que vengo del campo me estoy enfocando en un negocio que principalmente va a tener su mayor exposición en internet. Pero creo que va a ser una etapa fácil, sencilla y alegre.
¿Con un hombre al lado?
No es mi prioridad. Ahora mismo, hoy por hoy, no.
¿Has tirado la toalla en el amor?
Sí, he tenido muchos desengaños, muchas frustraciones y muchas decepciones. Por ahora y hoy por hoy te digo que sí, mañana no sé qué pensaré. Ese espacio lo lleno con la empresa, que es mi vida, con mis negocios, con mis proyectos, con mi equipo de trabajo, con mis amigas.
¿Qué te queda de aquella sociedad?
Un aprendizaje impresionante.
¿Sigues teniendo amigas de esa etapa o has preferido romper con todo?
He roto con todo. Sí, porque para mí era muy difícil ese cambio. Había una parte de mí sabía que iba camino a la libertad y a la felicidad, pero había otra parte donde he pasado unos miedos de película de miedo, de terror. Mucho miedo, mucha inseguridad, muchas dudas. Era el salir de una vida de princesa, de súper protección en una burbuja de cristal a salir a la jungla. Y los miedos han sido y siguen siendo muy grandes.
¿Estás, aún así, más feliz en la jungla?
Eso sí. Más realizada, más independiente.
¿Qué le dirías a esa niña de veintitrés años que se iba a casar, a esa Rocío del pasado?
No te cases. ¡Huye, huye! Novia a la fuga. Pero por otro lado están mis niños, es lo bonito con lo que me quedo. O sea, que tampoco le diría eso. Lo he pensado muchas veces. Supongo que todo lo que he vivido ha pasado por algo.
Pronto se irá a Nueva York donde tiene varias citas profesionales para seguir avanzando con su firma. Un sueño que poco a poco se convierte en una realidad. Rocío, una niña bien, de familia rica, que mira al futuro y da su siguiente paso en la ciudad que dedicó un monumento, ni más ni menos, que a la libertad.
Fotografías: Javier Nuñez– Agencia Punto Press y Milagros Iglesias
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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.