Marta O’Connor. Me hablan de ella y de su proyecto ‘La Piyama’. Es un hombre el que me anima a entrevistarla. Me pasa su número de teléfono, y cuando lo voy a marcar descubro que lo tengo registrado en mi móvil como “Mamá de Caroline amiga de Ana”. Así es la vida, o al menos una parte de nuestra vida cuando nos convertimos en madres. Dejas de ser tú y de tener nombre propio para ser “la mamá de”… Nuestras hijas fueron compañeras de colegio hace unos años. Pero a ella no la recordaba.
Quedamos en su casa. Un precioso chalet del que llama la atención la sobriedad y la sencillez de la decoración. Nada de mil cosas superfluas por todas partes. Lo esencial, pero bonito y diferenciando los espacios. Quizás eso lo da el haber hecho muchas mudanzas. Aprendes que es mejor no acumular objetos materiales, en la mayoría de los casos innecesarios. Pero no resulta una vivienda fría, está vivida, se percibe que es el hogar de una familia y además numerosa. Tiene 4 hijos, un chico y tres chicas de 18, 17, 10 y 8 años.
Nos recibe con un vestido de la colección cápsula de ropa de calle que ha sacado con Camino Villa. Marta tiene esa elegancia sencilla natural, tanto en su físico como en su forma de actuar. Algo que transmite en sus diseños. Pijamas cómodos, bonitos, elegantes, de toda la vida. Camisones y pijamas divinos con los que los niños podrían salir a la calle, aunque no sea ese el objetivo.
Marta lanzó este proyecto hace 5 años, aunque llevaba más tiempo gestándose en su cabeza. Se casó joven y el amor la llevó a diferentes países, a vivir diferentes culturas y a quedarse con lo mejor de cada una: las personas que ha ido encontrando en su camino. Dejó, hasta cierto punto, su carrera profesional de lado. Y digo hasta cierto punto porque durante años se dedicó a ser esposa y mamá, pero sin abandonar su formación académica. Ampliando conocimientos, cultivando la mente, como quien va decorando la habitación de un bebé mientras espera.
Y ese bebé llegó. Su quinto hijo; La Piyama. En estos momentos se encuentra en pleno proceso de internacionalización. Reconoce que el camino no ha sido fácil, y que aún sigue habiendo días complicados. Nada que no se pueda superar con mucha ilusión y muchas ganas.
Marta apuesta por los talleres locales, y toda la colección se confecciona en talleres de Málaga. Es consciente de que produciendo fuera ganaría más, pero también que eso supondría perder el control personal directo que iría en detrimento de la calidad casi artesanal de cada pieza. Y no, no está dispuesta a que eso pase.
Quedamos un día de fiesta. A las dos nos da igual porque en cualquier caso teníamos que trabajar. Pero no somos las únicas. Al llegar a su casa su hijo mayor se acaba de ir. Y su segunda está a punto de marcharse. Los dos trabajan en un chiringuito en Marbella. Ella de camarera, y él en las hamacas. Van a excelentes colegios privados, pero los caprichos se los tienen que pagar. Lejos de quejarse, su hija me cuenta que aunque es un trabajo duro se lo pasa fenomenal. ¡Touché, Marta!
Marta o´Connor tiene esa visión enriquecedora de la vida de las personas que han viajado, que han conocido, y de las personas que ha superado un cáncer. Parece que pasar por estas dos experiencias, cada una a su manera, da una nueva visión distinta del mundo que nos rodea y sobre todo de como enfrentarse al día a día.
Cuando era pequeña Marta se imaginaba viajando, y eso se ha cumplido. Pero ha sido siempre tan independiente que no pensaba ni en casarse y mucho menos en tener hijos. Sí se imaginaba siendo empresaria, y aunque ha tenido que esperar, también lo ha cumplido. Cada cosa llega cuando tiene que llegar pero, si lo deseas, tarde o temprano llega.
Os invito a conocer a Marta. Merece la pena conocer su historia y acercarse a ella.
Marta, ¿de dónde eres?
Yo soy madrileña, estudié toda la carrera en Madrid, y con 25 años conocí a mi marido que es irlandés, a los dos años nos casamos y me fui a vivir a Dublín.
A los seis meses de estar allí a mi marido le trasladaron a Nueva Zelanda, y yo decidí quedarme en Dublín porque acababa de llegar y había encontrado un trabajo. Mi marido iba y venía, era un proyecto complicado en el que iba a estar viajando mucho. Nuestra base estaba en Dublín.
Nueva Zelanda está lejísimos. ¿Cómo llevabas la distancia estando recién casada?
Muy bien, porque he sido una mujer siempre muy independiente. Entonces en ese sentido, lo he llevado bien.
¿Cómo os conocisteis?
A través de amigos comunes. Al principio no nos hicimos mucho caso, como pasa en muchas parejas. Pero empezamos a conocernos un poco más. Desmond se iba justamente a Irlanda a vivir definitivamente. Llevábamos tres meses de novios y me pidió que me casase con él. Y yo muy inconsciente le dije que sí. (Se ríe) Llevamos veinte años casados. O sea que el matrimonio es una tómbola.
¿Cómo se lo tomó tu familia? Porque además tu familia es muy tradicional según tengo entendido.
Mi familia es tradicional, mi madre es de Sevilla, de una familia muy tradicional. Y mi padre también, muy familiares todos. Pero se lo tomaron muy bien. Mi padre vivió con nosotros en Irlanda y adoraba a los irlandeses, con lo cual, fue muy fácil.
O sea, que se tomaron bien que a los tres meses dijeseis que os casabais…
Siempre es un susto para cualquier padre. Pero bueno, ya tenía una edad, era una mujer viajada, tenía mi carrera, podía tomar mis propias decisiones y ellos me apoyaron.
¿Te quedaste embarazada pronto?
Me quedé embarazada al año de casarnos y cuando Michael, que es el mayor, tenía unos seis meses, nos trasladaron a Estados Unidos, con un nuevo proyecto de mi marido. Allí es donde nació mí segundo hija, Katy.
Desmond se dedica actualmente al mundo inmobiliario pero él viene del mundo del cartón y del papel en multinacionales. Lo iban mandando a diferentes sitios y nos íbamos moviendo. De hecho, después de tres años en Estados Unidos volvimos a España, a Valencia.
¿Cómo es estar en Estados Unidos sola con dos niños pequeños?
Soy una persona positiva, y además abrazo el país en el que estoy, por lo cuál me suelo integrar bastante bien, cojo todo lo bueno. A veces no es fácil porque estás sola, no tienes familia y tu marido viaja continuamente… Pero todavía tengo grandes amigos de Estados Unidos después de tantísimos años. Además yo creo que los españoles debemos salir más fuera, empaparnos mucho de olores, paisajes, gente… Abrir un poco la mente.
¿Cómo fue la vuelta a España?
Nos trajeron a Valencia en el momento en el que empezaba a emerger. Valencia para mí fue una experiencia maravillosa; pasé unos años muy felices allí, y ahí es donde se empieza a cuajar un poco la idea de ‘La Piyama’. Allí vivimos cinco años en pleno centro de la ciudad. Cogimos un piso antiguo y lo reformamos. Es una ciudad maravillosa a la que además yo quiero muchísimo, tengo muy buenos amigos allí.
Una inmobiliaria irlandesa fue quien trajo a Desmond a Marbella, pero la empresa entró en concurso de acreedores como otras muchas compañías en aquel momento, pero nosotros decidimos quedarnos aquí y seguir con el mundo inmobiliario, y ya llevamos diez años.
Marta, en todo este ir y venir, ¿te dedicas a cuidar a los niños?
Soy licenciada en Derecho. Y después tengo una segunda carrera, que es Protocolo y Relaciones Institucionales. He sido muy inquieta, y siempre me ha gustado hacer cosas diferentes. En Estados Unidos hice Hospitality Management, y soy Paralegal en los Estados Unidos, o sea que podría trabajar como una Paralegal allí. Cuando llegué aquí saqué el Proficiency, y todos los cursos necesarios para poder dar clases como profesora de Cambridge, y eso es lo que hice durante cinco años en el Colegio Las Chapas cuando llegué a Marbella.
Por lo que cuentas nunca has dejado de formarte…
Sí, siempre en todos los sitios en lo que he estado. Por ejemplo en Estados Unidos, como te he comentado, me saqué lo de Paralegal cuando estaba embarazada de Katy. Después en Valencia es cuando hice la carrera de Protocolo y Relaciones Institucionales que me llamaba mucho la atención.
Mi primera función, siempre lo he tenido claro, ha sido ser madre. Sobre todo porque tenía un marido que me movía de sitio en sitio. Cuando quería hacer algo a nivel laboral no podía porque nos destinaban a otro sitio, con lo cual uno de los dos tenía que tomar la decisión de dejar a un lado su carrera profesional y yo lo he hecho muy a gusto.
Como le pasa a otras muchas mujeres los niños van creciendo y ves que tú tienes una formación, pero evidentemente no tienes una experiencia profesional. Por ese motivo empieza la idea de ‘La Piyama’ en Valencia. Siempre he tenido el gusanillo de ser empresaria. Mi abuelo tenía una lencería en Madrid, Lencería Sanzs, en la plaza España, donde se vendían los mejores mantones de Manila, los mejores manteles hechos a manos… Y eso lo tenía ahí.
¿Qué pasa en Valencia para que se active tu vena empresarial?
En Valencia empiezo a pensar que me encantaría hacer pijamas para niños porque realmente hay pocos en el mercado que sean bonitos, de calidad y siempre se acaban enseguida. Estaba convencida de que podía haber un nicho de mercado. Pero esa idea no se cuaja hasta que llegué a Marbella, en plena crisis, en 2012. Resurge otra vez la idea pero no sabía muy bien cómo hacerlo. Hablé con una amiga y decidimos iniciarlo juntas.
¿Ella sigue contigo?
No. Ella a los dos años decide no seguir adelante por circunstancias personales. Yo también dudé, eran los comienzos que fueron muy complicados. Me lo planteé muy seriamente, pero me pudo ese gusanillo que debo de tener dentro porque decidí tirarme de cabeza y seguir. Le di una vuelta a todo. Ahora voy a empezar a ofrecer el producto en ferias internacionales y vamos a ver qué reacción hay del mercado.Imagen extraída de ‘La Piyama’
Empezaste en internet y con multimarcas, ¿verdad?
Exactamente. Empezamos con una web, que además se quedó obsoleta a los dos años, porque era esa época en la que se quedaba obsoleto todo. Hace como un año y medio, lanzamos una nueva mucho más ambiciosa. Además desde hace cuatro años vamos a FIMI, que es la feria internacional de moda infantil más importante de España. Repetimos porque cada año vamos fidelizando a los clientes que tenemos desde el principio, y vamos abriendo nuevos mercados.
¿Y decides producir aquí en Málaga? ¿ Por qué no te llevas la confección fuera?
Sí, lo decimos desde el principio, siempre en España. Los costes de producción son muchísimo más altos, y no es fácil producir en España, pero nosotros queremos apoyar la mano de obra española, queremos tener un control directo de las producciones, y estar el día a día supervisando, viendo que el producto llega bien al cliente final.
¿Quién diseña, Marta?
Yo diseño. Trabajo también con una patronista, y vamos sacando cada año nuevas colecciones, pero siempre trabajamos con unos básicos que vamos retocando un poquito.
Cambiais también los tejidos…
Trabajamos mucho con tejidos diferentes, para sorprender al cliente cada año con el tejido que llevamos. El pijama no tiene que ser aburrido, es algo más en nuestras vidas diarias, desde que el niño se levanta hasta que se acuesta. La idea es que sea un pijama cómodo pero que tenga colorido, que sea divertido. Mucha gente dice que parecen vestidos. Puede ser, ¿por qué un pijama no puede ser un vestido si es cómodo, si el tejido es de algodón 100%? Tenemos unos básicos siempre que son los pijamas que tú reconoces como pijama, y otros pijamas que son divertidos, diferentes. Pues ahí está ‘La Piyama’ un poco para sorprender.
Imagen extraída de ‘La Piyama’
Marta, supongo que ha variado mucho la producción de cuando empezareis hace 5 años a la de ahora…
Sí. Empezamos con unas producciones muy pequeñitas, con 50, 100 pijamas, un poco también para ver qué pijamas gustaban más, ir retocando cada año e ir mejorando. Ahora ya además de la web tenemos las ferias donde nos va muy bien, hemos conseguido entrar en el mercado internacional que para nosotros era algo muy importante, y además pensamos que ‘La Piyama’ es un producto muy internacional, que debe estar en las mejores boutiques de Europa y de Estados Unidos.
Para ser un producto de tanta calidad sin embargo no es un producto muy caro…
Nosotros no creemos que sea un producto caro, es un producto que está muy bien terminado, lo mimamos muchísimo. Trabajamos con un patronaje estándar europeo, con una patronista que lleva más de treinta años en la profesión, controlamos muy bien el escalado. Trabajamos con cortadores profesionales. Es muy importante que la prenda esté bien cortada para que después te siente bien. Hay que cuidar mucho la prenda para que el producto final sea un producto de alta calidad que es lo que queremos, y no vamos a producir nada que no esté en esos estándares.
Si los cálculos no me fallan empiezas con ‘La Piyama’ cuando tu hija pequeña tenía 3 años. Supongo que esperaste a que entrase en el colegio. ¿Cómo llevaste ese paso de estar sin trabajar a convertirte en empresaria?
Pues intentando colocar todas las piezas en el puzzle de alguna manera. Procurando no perder mi calidad como madre y estar con ellos en todas sus necesidades porque cuatro hijos, como muchas madres sabrán, son muchos hijos, y más de edades tan diferentes y con todas las actividades extra-escolares que tienen todos hoy en día.
Unos días lo llevas todo mejor, y otros días peor, esa es la realidad, pero intentando que las dos vías, tanto la familia como la empresa, vayan creciendo unidas e intentando no descuidar ninguna de las dos.
Has vivido las dos cosas, el ser madre y dedicarte a la maternidad sin trabajar y el trabajar y ser madre. ¿Qué crees que aporta a la mujer-madre el trabajar?
Yo creo que la fórmula perfecta para cualquier mujer es poder tener un poco de los dos mundos. Para mí el ser madre ha sido sinceramente lo más importante y vengo de una generación donde mis padres me han inculcado tener carrera, idiomas y ser independiente. Yo tomé la decisión libremente. Mi marido me apoya mucho en el sentido de hacer lo que yo quiera; en ese momento yo tomé la decisión de que tenía que estar en casa, tenía que estar con los niños y tenía que apoyar a mi marido en su carrera profesional; son los tiempos de cada uno y son decisiones que tienes que tomar.
He sorprendido a muchísima gente porque siempre he sido muy independiente, he viajado mucho sola, siempre pensaba que nunca me iba a casar, que no iba a tener hijos, que iba a ser empresaria, o sea, ha sido muy gracioso como mi vida ha dado un vuelco para el otro lado.
Después de hablar con muchas amigas que tienen una gran carrera profesional te das cuenta de que también tienen ese miedo a estar descuidando a su familia porque viajan mucho y porque se están volcando en su trabajo, y después tienes la otra parte de las madres que están siempre en casa donde les falta la parcela laboral.
Creo que lo perfecto para la mujer de hoy en día, y tal y como nos han enseñado a nosotras que la mayoría tenemos formación académica y carreras universitarias, es el equilibrio. A lo mejor no vas a conseguir ser la top de tu carrera profesional, pero tienes lo bonito de tus hijos, de haber creado una familia, y después la recompensa de poder tener también esa parte laboral.
Al final la vida es corta, por el camino ocurren muchas cosas y en un momento dado se nos puede desmoronar todas las ciertas apariencias que podamos tener. Creo que tenemos que vivir consecuente con nosotros mismos, no con los demás, o con lo que los demás quieren de nosotros. Al final a quien tienes que rendir cuentas es a ti misma.
Marta ese planteamiento supongo que también tiene que ver con la experiencia de pasar por un cáncer. Me gustaría que nos hablases de eso.
Me detectaron un cáncer hace dos años, un cáncer linfático. De hecho llevaba tiempo que no me encontraba físicamente bien, estaba excesivamente cansada, y me habían salido unos granitos un poco extraños en la espalda. Decidí ir a la dermatóloga, y me hizo una biopsia. Enseguida me dijeron que tenía que ir a ver a un hematólogo. Me ingresaron y me diagnosticaron una anemia de caballo, que no podía salir a la calle, era un zombie andante. No podían entender cómo había llegado hasta el hospital. Me hicieron muchas pruebas y me dijeron que tenía un cáncer linfático, pero no sabían en qué grado. Tardaron unos diez, quince días, en saber qué tipo de cáncer era. Era un cáncer linfático, pero era de un grado bajo, con lo cual he tenido bastante suerte. He estado en tratamiento con quimio un año, pero he seguido trabajando al mismo tiempo.
Físicamente el no perder el pelo también te ayuda a no verte enferma. Tengo amigas que están sufriendo esos cánceres tan terribles de pecho… Te aseguro que para una mujer perder el pelo no es ninguna tontería, aunque te puedes poner una peluca o un pañuelo. (Sandra Rojo y Rosa Villena también hacen referencia a ello en sus entrevistas en este espacio)
Físicamente yo no estaba mal, de hecho me encontraba bastante bien, así que seguí trabajando al mismo tiempo que seguía con mis tratamientos de quimio. Me iba por la mañana a quimio, me tenían seis horas enchufada a la máquina, salía, los dos días siguientes me encontraba un poco más cansada, pero al tercer día ya estaba otra vez para ponerme a trabajar.
¿A qué se agarra una cuando está viviendo esa situación?
Ayuda mucho la fe, a mí me ha ayudado siempre muchísimo. La fe, ser muy positivo en la vida, y el día a día del cáncer llevarlo lo más positivamente posible, ir de la mano con la enfermedad. Eso lo digo mucho, “acompaña a tu enfermedad”; ni te pongas en contra, ni seas una víctima de tu enfermedad, ni tampoco seas una loca y pienses que es una tontería. Acompaña a la enfermedad, llévala de la mano y escucha tu cuerpo. Gracias a Dios hay muchísimos avances ahora mismo.
¿Cómo te ha cambiado el vivir esa experiencia?
Te enseña a priorizar y a plantearte “¿hoy qué es importante?”. Pues, eso es lo primero que vamos a hacer. Y de la lista de ‘cosas que hacer’ que tenemos todos, si hoy me ha dado tiempo a hacer cinco, mañana haré más. Es todo lo que hay. A veces no podemos abarcar más. Eso es lo que me ha enseñado un poco la enfermedad, a priorizar y tomar decisiones desde la tranquilidad.
¿Cómo se lo explicaste a tus hijos?
Cogí a Michael y a Katie, que son mis hijos mayores, y los senté en el sofá, porque no quería que mis hijos se enteraran por terceras personas. Les dije: «Mamá tiene cáncer y no tenemos que hacer un drama de ello. Creo que es cáncer que lo voy a poder superar». Y además se lo dije tal cual, a las cosas hay que llamarlas por su nombre. Les expliqué en que consistía el tratamiento.
Mis hijos mayores estaban totalmente en shock. Al mayor le dio un ataque de risa, pero después le vino también una cierta agresividad, no entendía muy bien cómo le podía ocurrir esto a su madre. Y mi hija, muy graciosa, decía: «Pero, mamá ¿y vas a ir con peluca al colegio a recogerme?» Al final hay que tomar la enfermedad con esos tonos de humor.
Esto sucedió en verano, con lo cual mandamos a mis hijos mayores a casas de amigos a pasar el verano. Me acuerdo que mis amigos me comentaban: «Con que naturalidad hablan tus hijos de la enfermedad”. Creo que darle naturalidad a las cosas es importante.
A las pequeñas sí las has dejado al margen, ¿no?
A las pequeñas no les he contado nunca nada. Saben que yo voy al hospital a hacerme revisiones y alguna vez me han preguntado, pero consideraba que eran muy pequeñas, no creo que lo llegaran a poder entender del todo y como no me han visto mal realmente pues hemos evitado contárselo. Si alguna vez me lo preguntan, se lo contaré, pero en ese momento no creía que fuera necesario, los mayores sí que necesitaban saberlo. Necesitaban saberlo tal y como era.
Me decías antes que tu marido siempre ha respetado tus decisiones y te ha apoyado en todo, pero ¿cómo vivieron tus hijos la llegada de ‘La Piyama’ a vuestras vidas?
Lo han visto natural. Siempre he sido una persona que ha estado muy ocupada porque me ha gustado hacer cosas; estudiaba, me movía, o sea no era una persona que he estado siempre estática, tengo muchas inquietudes.
Ahora pues de vez en cuando mi hija pequeña me dice: «Mamá, siempre estás con ‘La Piyama’. Mamá, otra vez en el ordenador. Otra vez…». Ven que estoy con ellos, pero también dedicando mucho tiempo a ‘La Piyama’.
¿Cuántas personas forman actualmente el equipo?
Ahora mismo, entre patronistas, cortadores y equipo de taller podemos estar a lo mejor como en unas diez personas . Después están las colaboraciones puntuales que tenemos como con los fotógrafos locales y una persona que es la que lleva todo lo que es la imagen y la proyección de imagen de ‘La Piyama’. Y siempre hay otro tipo de colaboraciones temporales, como por ejemplo en esta época, que hemos terminado la producción y ya estamos empaquetando y embolsando para los envíos.
Cuando miras ahora hacia atrás, ¿te alegras de haber tomado la decisión de seguir adelante con la empresa?
Me alegro de haber tomado la decisión de seguir. Hay muchas veces que quieres tirar la toalla, porque es un negocio muy complicado, hay problemas continuamente, pero me imagino como que en cualquier empresa. Hay muchos días que son duros, pero al día siguiente de pronto es un buen día, con lo cual la proyección aunque lenta es muy buena. El producto es un pijama, es un complemento, no es moda infantil para el día a día. Pero hay tanta ilusión puesta detrás y el crecimiento es in crescendo, que me llena mucho.
Para mí es muy importante también que estamos apoyando a los talleres locales. Además esto nos permite comprobar muy de primera mano cómo está cortado, cómo se hace el patrón, cómo se va confeccionando, cualquier problema lo tenemos a mano, lo podemos arreglar de inmediato, y todo eso es muy bonito, como el trato con los clientes. Que vayas a ferias y te digan que te estás superando cada año o que cada vez las colecciones son más bonitas te dan impulso. Es un negocio que a mí me llena muchísimo y que además está dando un buen resultado. Fidelizamos clientes, que para nosotros eso era lo más importante, que el cliente que en el día uno te compró, te vuelva a comprar después de cinco años. Y eso está ocurriendo.
Marta, ¿cómo surgió lo de las colecciones cápsulas?
Yo conocí a Camino Villa porque vino una vez a comprarnos pijamas. Empatizamos mucho y me comentó que le apetecería hacer algo con ‘La Piyama’. Empezamos a hablar y me propuso hacer una colección cápsula de prendas para madres e hijas con nuestros tejidos, que son maravillosos; algodón 100%, popelines y batistas. Prendas con las que puedas estar cómoda en casa, pero con las que puedas salir también a la calle. Evidentemente no son pijamas, pero hay algunas de las prendas que ha diseñado Camino Villa que sí que puedes dormir con ellas. Es una colección cápsula que hemos presentado en Madrid y en Marbella. Ha tenido mucha aceptación.
¿Y ya vais a hacerlo siempre, ir sacando siempre colecciones cápsula?
Estamos preparando ahora otra para octubre. Creo que la colección cápsula es interesante tenerla dentro de ‘La Piyama’, y una al año seguramente vamos a seguir haciendo.
Internet, ¿qué volumen de ventas supone sobre el total?
Sobre el total puede estar en un 30% de las ventas. Está bien, pero todavía nuestro canal multimarca es el que está funcionando ahora mismo mejor. Además, tenemos dos puntos de ventas, dos corners pequeñitos, uno en Madrid y otro en Sevilla, que están funcionando muy bien, estamos muy contentos.
¿Qué es más difícil, ser empresaria o ser madre de familia numerosa?
Difícil pregunta. A un proyecto como este lo terminas queriendo tanto como un hijo, porque es un bebé más al que le tienes que cambiar pañales, dar de comer, regañar, querer, abrazar, educar… Y es difícil.
A ver, la maternidad tampoco es fácil en sus momentos, pero yo creo que como dicen, el amor todo lo puede. Con mucho amor al final consigues que las cosas salgan bien, intentando un poco entenderlos a todos con las distintas formas de ser y personalidades que tienen. Es lo mismo con ‘La Piyama’; intentar entender un poco, si hay cosas que no funcionan darle la vuelta, o si hay cosas que funcionan no tocarlas, dejarlas como están.
En todo este tiempo, ¿no te has planteado hacer moda infantil?
Ha habido gente que me ha propuesto dedicarme a la moda infantil, pero no tengo ningún interés. Creo en la especialización. He vivido tres años en Chicago y creo que hay una cosa que hacen muy bien los americanos y es la especialización, hacen una cosa pero lo que hacen lo hacen muy bien. O sea, ser especialistas en lo que hacemos, para ello trabajamos el tallaje, el corte, la confección y con eso tenemos más que suficiente. No hay que abarcar mucho, pequeños proyectos como las colecciones cápsula que nos las proponen, ¿por qué no? La hacemos, la hemos hecho y ha gustado mucho, pero tenemos que dedicarnos a lo que es lo nuestro que son los pijamas.
Habéis vivido en muchos sitios pero ya lleváis 10 años en Marbella ¿Te irías a otro lugar?
De momento no, nos quedamos aquí en Marbella a no ser que salga algún otro proyecto para mi marido, pero en principio ‘La Piyama’ también está ahora mismo muy afincada aquí y de momento nos quedamos.
¿Es el sitio el que te has sentido más en tu casa?
Me he sentido identificada en todos los sitios que he vivido, es que no puedo decir en ninguno que no me haya sentido en mi casa. Siempre hemos hecho del sitio en el que estábamos nuestro hogar. El hogar es la familia. Daba igual donde estuviésemos porque lo importante es que estábamos todos. Estados Unidos fue maravilloso, el tiempo que estuvimos en Nueva Zelanda o Irlanda, maravillosos también; Valencia, Marbella, para mí todos los sitios han sido mi hogar y la gente que nos ha rodeado han sido nuestra familia.
¿Cuántas mudanzas has hecho? Siempre digo que una mudanza es lo peor que le puedes desear a un enemigo… (Nos reímos)
Muchas, no te podría decir el número pero han sido muchas. Una mudanza es algo durísimo pero también te sirve para limpiar. Nos aferramos a cosas que tampoco tienen que estar ahí tanto tiempo con lo cual es bueno para darle una limpieza material, emocional y del alma.
Cuando uno se mueve tanto, ¿se vive con cierta provisionalidad?
Seguramente a mucha gente sí le pasará, pero no he tenido nunca esa sensación. El tiempo que he estado lo he disfrutado igual. Aquí, por circunstancias, llevo diez años, es el destino donde hemos estado más tiempo. Estés donde estés vives el día a día, llevando a los niños al colegio, médicos, mis estudios… Estaremos aquí el tiempo que tengamos que estar y mientras que estemos, vamos a disfrutarlo lo máximo posible, pero tampoco como una carrera o pensando que se va a acabar.
Normalmente esos niños que han vivido tanto fuera o reaccionan queriendo seguir su vida moviéndose o todo lo contrario, queriendo echar raíces.
Los mayores son los que han viajado, porque realmente las pequeñas han nacido aquí. Los mayores sí que han salido viajeros y les gusta mucho el movimiento, son niños más inquietos también.
A mí me ha gustado viajar muchísimo además de vivir en otros países, creo que es enriquecedor. No hubiese visto mi vida de otra manera. Me encanta viajar, asentarme en países diferentes, conocer a gente nueva, no siempre es fácil, volver a empezar es duro, y sales de tu zona de confort. Pero eso es bueno, porque es un reto más en la vida. Y un poco ‘La Piyama’ es un reto también. Es complejo como cualquier otro negocio pero es un reto más y es un reto maravilloso.
¡Olé los retos y olé el salir fuera de las zonas de confort!, porque sacan a veces lo mejor de nosotros mismos, y unas cualidades y una fuerza que no sabemos ni que las tenemos dentro, con lo cual hay que apostar por salir de la zona de confort.
Por eso quiero animar a las mujeres que pueden tener dudas a la hora de ser empresarias. Las animo a que lo hagan, lo pueden hacer. Aunque hayan dedicado muchos años a su familia. Si son mujeres formadas, que la mayoría de nosotros somos mujeres universitarias, las animo a que lo hagan y a que sean valientes. ¡Hay que ser valiente!
Estoy de acuerdo con Marta. Hay que ser valiente, arriesgar, luchar por nuestros sueños, aunque a veces parece que la vida no está dispuesta a ponérnoslo fácil. De nuevo, Marta O’ Connor nos recuerda que la vida está formada por etapas y la importancia de la formación y de la ilusión.
Ha sido un verdadero placer que la vida nos haya vuelto a poner en el camino a la madre de Caroline y a la de Ana. Aunque esta vez hayamos sido Marta O´Connor de ‘La Piyama’ y Ana Porras de YoSoyMujer.es.
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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.