Málaga está efervescente la mañana que entrevisto a Juanibel Vera. Hay varios cruceros en el puerto y los turistas se mueven en grupos de acá para allá. Al entrar en calle Císter, desde la Alcazabilla, en una esquina detrás de un grupo de colegiales que visita un museo cercano, llama la atención el escaparate de ‘Ópalo Chic’. Se me clavan los ojos en el conjunto de pantalón y chaqueta que viste la maniquí. No soy una ‘fashion victim’, no me obsesiona ni la moda ni las tendencias, pero después de tantos años conviviendo conmigo misma reconozco qué me sienta bien y qué me hace sentir bien al vestirlo más allá de lo que se lleva. Y ese conjunto es de los que se rescata dentro de tres años y es igualmente actual. En esos pensamientos estoy cuando llego hasta la puerta.
Dentro, Juanibel y su hermana Silvia atienden a las clientas. Aprovecho para mirar tranquilamente las prendas que cuelgan de las perchas perfectamente ordenadas según la ocasión: para diario, algo más de cóctel, vestidos de fiesta…En las estanterías bolsos, collares, pulseras y pendientes llaman mi atención.
Una vez se queda libre nos escapamos a tomar un café al bar de al lado. La mañana está fresquita, pero en la terraza se está bien. Sobre todo porque nos permite fumar (algún día lo dejaré). Pedimos y encendemos el primer cigarro. Después vendrán otros muchos que van acompañándonos en una conversación en la que descubro a una mujer que me resulta fascinante. Es cierto que hemos coincidido en numerosas ocasiones pero nunca había surgido la posibilidad de mantener una charla tranquila, de descubrir a la mujer que hay detrás de una elegancia soberbia y como diría el gran Jesús Segado, a la vez serena.
Descubro a una mujer que tuvo que enfrentase a sus convicciones más fuertes por amor, una mujer que es ejemplo de que nunca es tarde para emprender. Me vuelve a demostrar que la vida está compuesta por etapas, y que lo importante es no tener prisa y disfrutar de cada una de ellas. Una mujer que sigue enamorada de su marido como el primer día. Que me demuestra que todo llega cuando tiene que llegar.
Podía haber seguido siendo un ama de casa acomodada, como se dice, con su vida resuelta. Pero por las venas empezó a recorrerle una pasión desconocida hasta el momento, descubrió una emoción y una motivación que jamás había sentido, y se lanzó a emprender poniendo en juego todo lo que había guardado para su «vejez” y renunciando en cierto modo a lo que había sido una vida apacible hasta el momento. La cambió por la incertidumbre y las preocupaciones que da tener una empresa, pero también por las personas que llegaron a su vida para quedarse y aportarle, por la pasión, y por la ilusión de un proyecto que la viste de energía cada día.
Juanibel es de Málaga de toda la vida desde que nació hace 59 años. Miembro de una familia numerosa-6 hermanos-, católica, de fuertes convicciones y valores, su padre de Misa diaria. Lo mejor que le ha pasado en su vida, su marido, llegó siendo separado y con hijos, cuando aún no existía la ley del divorcio. Una vez aprobada fueron de los primeros en casarse por lo civil, algo que en aquella época y en un entorno determinado era toda una transgresión de las normas, de lo correcto, de lo moral. El tiempo alimentado con el amor y el respeto que se procesan les dio la razón. Y si lo mejor que le ha pasado es conocer a su marido, lo más importante que «ha hecho» es su hija María, que actualmente tiene 30 años y vive en Londres. Si te apetece siéntate con nosotras. Te invitamos. ¿Qué quieres tomar?
Juanibel, ¿qué te llevó a abrir la tienda hace 7 años?
Yo no soy una joven emprendedora, a la vista está, yo soy de las emprendedoras viejas.
Cuando nos casamos estuvimos 17 años viviendo en un chalet en Cerrado de Calderón. Cuando la niña se hizo adolescente nos vinimos más para el centro. Vivimos en la Plaza del Obispo y después nos fuimos a La Farola. En aquella zona hay de todo, yo era ama de casa, pero me gusta más ir al mercado. Una vez a la semana me venía andando por el Parque y entraba por calle Cister. Esta tienda ya existía y para mí era la tienda más bonita que había visto en toda mi vida, tenían unos complementos preciosos. Total, que yo todas la semana iba al mercado y de camino compraba aquí. Hasta que al año y medio de estar abierta vi un cartel que ponía: «Se traspasa». Y me iba a dar un ataque de nervios porque no concebía que se cerrara esa tienda tan bonita. Hablé con las dos chicas que la llevaban, que eran dos chicas encantadoras, las dos dueñas. Y llegué a mi casa con un sofocón… Se lo expliqué a mi marido y me dijo: «Pero bueno, ¿No pensarás en abrir una tienda?» Él es nueve años mayor que yo, teníamos una vida cómoda, ya tranquila, la niña ya vivía fuera. Era una vida que nos gustaba mucho. Y aunque al principio me dijo que no al día siguiente me dijo que fuésemos a ver la tienda, y que me apoyaba.
¿Pero habías tenido alguna vez espíritu emprendedor o alguna vez habías tenido la necesidad de montar algo?
No. A mí me ha gustado siempre muchísimo la moda. Y no, yo he trabajado siempre por cuenta ajena, en oficina. Y después llevaba muchísimo tiempo sin trabajar, porque desde que nació mi hija me dediqué a su cuidado y a mi casa. La verdad que me he sentido bien haciéndolo, no he tenido frustraciones ni ningún mal rollo de esos. Pero la niña ya era grande, me encantaba la tienda, sobre todo me pareció una oportunidad. Pensé: «Bueno, aunque sea vieja, me voy a meter en esto». Y nada, aquí estamos luchando, tratando de traer cosas diferentes, de calidad.
¿Cómo es ese momento en el que ya coges el traspaso de la tienda? Porque ya no era la tienda de esas chicas, sino que tenías que darle tu estilo personal.
Lo que he intentado desde el principio es elegir buenas firmas, poca cantidad para que no se repita. Al principio fue un poco más fácil porque El Corte Inglés no tenía todas las firmas, ahora lo tiene casi todo, es muy difícil tener algo en exclusiva. Pero sí, siempre intento seguir la misma línea, tengo cuatro o cinco firmas que son siempre punteras. Las clientas se acostumbran a un tipo de pantalón, a un tipo de blusa. Siempre insisto en mucha calidad y después dependiendo de la temporada, porque hay temporadas en lo que no me gusta lo que hace uno u otro, voy alternando un poco.
Juanibel cuando abres la tienda, evidentemente, te sometes de pronto a unos horarios, tienes que empezar a hacer relaciones comerciales, porque supongo que al principio vendrían tus amigas, pero luego ya tienes que ampliar el círculo. ¿Cómo lo hiciste?
El sitio es bueno, insisto en que la tienda era muy mona desde siempre. Tuvimos la suerte de coger buenas cosas y poco a poco pues me fui dando a conocer, hice desfiles y he participado en muchísimas cosas solidarias, en eventos solidarios, siempre me ha gustado ayudar. El boca a boca también funcionó. Por otra parte, le debo mucho a Rocío Gaspar, de Pasedeprensa que siempre me ha llevado las redes sociales y funcionamos bien. Tengo clientas muy fieles. Ayer vino un matrimonio de Madrid, ha estado aquí esta mañana otra vez, se hospedan en el Hotel Miramar y dicen que siempre que vienen a Málaga tienen que venir a Ópalo. Pues que me digan eso es como si me hubieran comprado media tienda, aunque se lleven un pantalón nada más. Viene mucha gente de Antequera, mucha gente de Córdoba, vienen el domingo a pasar el día y me compran. Porque a mí me compensa abrir los domingos.
¿Cómo cambia tu vida a partir de abrir la tienda?
Cambia radicalmente porque yo soy maniática del orden, de la puntualidad, de que todo tiene que estar en su sitio perfecto. En mi casa tengo una chica hace más de veinte años que es la que organiza todo, pero yo siempre he estado con ella. He trabajado como ella o más, porque ella se iba a su casa pero yo me quedaba haciendo cosas. Desde que tengo la tienda ya no soy tan maniática. No como con mi marido nunca. Se supone que por las mañanas está Silvia y yo por las tardes en la tienda, pero yo estoy por la mañana cada vez que hace falta, que es casi siempre. Además me ocupo de los bancos que nunca lo había hecho porque he sido siempre la típica ama de casa que mi marido me solucionaba todo este tipo de temas. Pero se aprende rápidamente porque la necesidad hace que aprendas.
Mi hija, que es la única que tengo, ya es mayor, me necesita bastante menos y encima está en el extranjero. Mi vida es la tienda, la tienda y la tienda, idear e inventar. Tengo que decirte que apoyo muchísimo a todas las diseñadoras malagueñas. Hay muchísimas mujeres con mucho talento en Málaga. Lo que pasa es que no tienen el dinero o las posibilidades. No tienen la proyección suficiente. Entonces yo siempre les hago un huequecito en la tienda, para que se vean su productos y en realidad funcione. A lo mejor una chica que ha hecho derecho y diseña joyas, como en el caso de Pilar Aparicio con Nanef. Diseña unas joyas que te mueres, porque son preciosas. O una señora que se ha separado, otra que está viuda y tiene niños a su cargo y hace pulseritas… Siempre que hagan cosas monas me gusta apoyarlas. Bueno, no solo tienen que ser mujeres, pero casi siempre lo son.
¿Cómo cambia tu visión de Málaga, de la mujer, de la empresa cuando pasas de ser una ama de casa con la vida acomodada, a cuando eres empresaria?
Bueno, pues ves la vida totalmente distinta. Desde que tienes un comercio te das cuenta de que tienes que hacer campaña para que la gente venga al pequeño comercio. Soy la vicepresidenta de la Asociación Centro Histórico. La gente se ha acostumbrado a las grandes superficies. Tenemos un gran problema en Málaga y es que no hay buen comercio, hay tres tiendas o cuatro como mucho en una ciudad como Málaga que es referente a nivel mundial de gastronomía, de museos, de cultura, por supuesto de turismo, pero en comercio desde luego ha bajado muchísimo la calidad. A Málaga lo que le hace falta, ya que estamos de moda, es un buen comercio. Cada vez hay más tienda con productos de chinos, muy de polígono, cosas bien planchadas y bien puestas pero sin calidad. Por mi calle, como has podido comprobar, pasan muchos cruceristas, turistas. Pero los cruceros que están llegando últimamente tampoco son «muy buenos”. Los cruceristas como estén aquí seis o siete horas directamente no gastan nada, y el turismo de compras se va a Marbella, no se queda en Málaga porque Málaga tampoco tiene mucho que ofrecerle.
Pero supongo que será un poco la pescadilla que se muerde la cola. Si la gente no compra, los comercios no abren o los que hay buenos, cierran. ¿De quién es la culpa? Lorena Codes me decía en su entrevista que igual que en otras ciudades de interior vestir bien es más prioritario aquí preferimos gastárnoslo en la vida social.
Bueno, Lorena Codes es mucho más joven que yo. Pero cuando yo era joven la gente se vestía estupendamente, aquí había un comercio estupendo de buena boutique, buena firma. La gente joven iba arreglada perfectamente, te digo en mi época, que yo ya he cumplido cincuenta y nueve. Después hemos pasado al «camiseterio”, a la cosas más baratas; e irte a una terraza a comer o irte de viaje. Ha cambiado el concepto, que en eso tiene razón Lorena. Aquí no hay buen comercio, por ejemplo Loewe que estaba en El Corte Inglés ha cerrado.
Pero eso es porque no hay un público que lo compre.
Evidentemente. En calle Larios, que es el salón de Málaga, lo único que tenemos son franquicias. La culpa es de los alquileres, yo no me puedo ni plantear abrir en calle Larios, es que ni a una bocacalle de calle Larios. Pero yo creo que hay un sector pequeño dentro de Málaga que sí se compraría buenas cosas. Que no le importa gastarse el dinero, porque yo lo tengo en la tienda.
No tenemos que olvidarnos que nosotros vivimos del turismo, y hoy pasan por aquí once mil personas de los cruceros y la once mil personas desde luego que no te van a comprar, pero si de las once mil personas, quince o diez quieren comprar algo de una buena firma o de una buena calidad o un buen pantalón o un zapato hecho en España de firma pues desgraciadamente hay muy poco donde elegir.
¿Cómo son las mujeres empresarias que te encuentras en Málaga? Porque tú eres muy activa dentro de lo que organiza, por ejemplo, Amupema.
Pues las mujeres empresarias son súper heroínas; porque no solamente tienes que estar en tu tienda, tenemos pendiente el tema de la conciliación, aunque tengas marido o no tengas marido, tienes que atender tu casa, y muchísimas cosas más, no solamente es la tienda. La empresaria malagueña es muy emprendedora, luchadora, con muchas ganas de salir adelante. La mujer cada vez más se visualiza dentro del contexto empresarial en Málaga.
¿Consideras que eres una privilegiada al haber emprendido desde la comodidad, desde el tener un poco resuelta tu vida?
No, para nada, al final la lucha es la misma. Mi marido trabajaba entonces, ahora ya está jubilado, y yo rescaté mi plan de pensiones y unos ahorros que tenía, y lo invertí todo en la tienda. Después abrí otra tienda que me dio muchísimas pérdidas y la tuve que cerrar al año y medio. O sea, que no todo es tan fácil. Aquí al final trabajas para pagar, no para ganar. Y para pagar, digo la verdad, tienes que trabajar todas las horas que le puedas echar porque las temporadas también influyen mucho, el cambio climático también. Llega el mes de noviembre y sigue haciendo bueno y a la gente no le apetece comprar abrigos. Yo este año he comprado solo ocho o diez abrigos. La temporada de invierno ha sido horrible porque se ha juntado el calor con las rebajas, y en las rebajas ya no ganas. Te hablo de los negocios de ropa y de moda. Y tú tienes que pagar igual porque siempre tienes una póliza de crédito en el banco, con lo cual es que no recuperas nunca.
¿Alguna vez te has planteado tirar la toalla y volver a tu vida de antes?
Sí, pero me ha durado muy poco. Hay veces que me agobio y me digo: «Madre mía, ¿cómo he podido comprar tanto de esto?” Me pongo mala siempre que voy a comprar. Pero mala fisicamente, que me paso el día en el baño, te lo digo así como suena.
¿Por el miedo a que no se vaya a vender lo que has comprado?
Claro, miedo a no acertar. Porque lo seleccionas todo con mucho cuidado, con mucho tiento. Pero muchas veces acierta y otras veces no. O sea, es más fácil vender que comprar. Eso está claro. Irme a comprar a mi me supone un mal rato. Los días que estoy fuera comprando no duermo. Me pongo mala. Vengo, hago las cuentas y rezo por no haberme equivocado. Después a lo mejor, de lo que compras menos, es lo que a la gente le gusta. Siempre hay un riesgo que tienes que correr. Y al margen del riesgo es el sector de la moda que es una cosa tan efímera que no dura nada. Por eso yo liquido todo, absolutamente todo todas las temporadas. No tengo nada del año pasado. Aunque lo ponga a 20 euros.
Juanibel, tienes a tu hermana trabajando contigo. Muchas veces dicen que lo de mezclar familia y trabajo no funciona bien. ¿Cómo tomas la decisión de que trabaje contigo?
Bueno, porque mi hermana es una buenísima profesional. Ella estaba encargada en Centro Moda, que eso es como hacer un máster. Estuvo mucho tiempo y aprendió mucho, después cuando yo decidí abrir la tienda ella trabajaba en otra tienda. Nunca pensé en ella, creía que no se quería venir conmigo, no sé. Estaba seleccionando personal y surgió. Llegamos a un acuerdo y se vino conmigo. Y yo estoy encantada, no tengo ningún tipo de problema con ella. Nada, absolutamente. También ella es mi hermana pequeña y tenemos buena conexión. Me da también un punto de vista distinto y me asesora con las prendas para mujeres más jóvenes.
Es muy trabajadora, tiene mucho estilo y sabe hacer todo, que es lo que a mi me interesa; que sepa poner un escaparate, que sepa atender, que sepa hacer un arreglo, todas esas cosas que son importantes.
Me decías antes que tu marido ya está jubilado. ¿Cómo ha asumido que ahora tú estés más ocupada que cuando él trabajaba?
Yo abrí la tienda y él seguía trabajando porque se jubiló hace un par de años. Pero él no es un jubilado al uso porque hace muchísimas cosas y siempre tiene mucho en qué pensar. Llevamos 37 años juntos y estamos muy bien.
En algún momento a lo mejor me dice: «Pero ¿tú crees que estos gastos pueden ser?”. Pero después me sigue apoyando en todo. Es que no somos una pareja al uso, él es una persona muy detallista. Siempre tiene alguna cosa para hacer, él se sigue moviendo mucho. Ya te digo, ningún problema en ese sentido.
¿Qué te ha dado la tienda y qué te ha quitado?
A mí la tienda me da muchísima satisfacción. Porque hacer lo que tú quieres, lo que te ha gustado siempre es una satisfacción enorme. Disfruto mucho en la tienda, aunque hay veces que estoy súper cansada, me duelen los pies, me duele la cabeza y solo quiero tumbarme. Pero bueno, 90% de los días estoy feliz en mi tienda porque hago lo que me gusta.
Me ha quitado muchísimo dinero, me ha quitado la tranquilidad de tener una vejez o seguramente una jubilación más desahogada. Pero bueno, también hemos tenido la mala fortuna, que cuando yo cogí la tienda era en plena crisis. Después también la metedura de pata de la tienda que abrí en Sancha de Lara, que era una preciosidad de tienda pero no sé por qué en esa calle no funcionó. Eran muchísimos más gastos, alquileres, porque esto no es mío. Eso fue una pérdida también importante pero te caes y te vuelves a levantar y dices: «Venga, sigo en mi tienda de siempre y a seguir luchando».
Decías antes que en todos esos años en los que fuiste ama de casa y te dedicaste a ser madre no tenías ningún trauma ni ninguna frustración.
Para nada. He tenido una hija que era súper deseada desde el principio. Una vida en la que he sido muy feliz con mi marido; siempre nos hemos respetado nuestros espacios, somos buenos amigos, siempre nos hemos llevado muy bien, somos buenos compañeros. He tenido una vida acomodada, porque no se puede decir de otra manera, porque es que la verdad. Mi vida era levantarme, ducharme, ir a comprar, irme al club, volver, ir a padel, salir, comer, viajar… Los viajes que me encantan, me apasionan. Ahora ya con la tienda los viajes que hacíamos 40 días a la India o 45 a Argentina se han acabado. Ahora me voy un fin de semana a La Antilla a casa de una amiga y ya me parece una maravilla pero no me quejo. Tampoco me puedo quejar porque no es para quejarse, ¿no?.
Ahora que sabes todo lo que sabes, que has vivido todo lo que has vivido, ¿qué decisiones tomarías si pudieses volver atrás, si pudieses hablarle a la Juanibel de hace 20, 15 años?
Es que hace 15 o 20 años no tenía yo esa perspectiva, aunque me encanta desde siempre la moda, ya te he dicho.
El flechazo fue con la tienda porque era una preciosidad, tenía muy poquitas cosas pero muy selectas. Concurrieron varias cosas; la edad mía, mi hija que ya estaba fuera y que esto se me puso a tiro. A lo mejor si en vez de hacerlo con 52 años lo hubiera hecho con 40 pues estaríamos hablando de otra cosa, pero creo que nunca es tarde. Antes no era el momento. A todas las reuniones que voy todas son niñas jóvenes, que acaban de terminar de estudiar, que tienen un máster y yo soy la abuela de todas, pero estoy feliz, estoy contenta. La edad no importa siempre que tengas ilusión.
¿Sentiste lo que llaman ‘el síndrome del nido vacío’?
Muchísimo. Y lo sigo sintiendo. Para mí es horrible no tenerla porque es una niña estupenda, es una maravilla, es una niña muy centrada, muy responsable. Es lo que se dice muy buena persona, muy educada, nada ambiciosa, nunca te pide nada, siempre tiene bastante con lo que tiene. Todas las madres queremos a nuestros hijos, pero bueno, esta niña es un poquito especial. No lo digo yo, lo dice todo el mundo.
¿Educar a un hijo es una empresa; la empresa más importante para una madre?
Sí, desde luego. Y muchas veces piensas, cuando echas la vista atrás, «¿me habré equivocado en el sentido de haberla llevado con tanta rectitud? He sido una madre exigente. Si había que sentarse a comer y le decía que de ahí no se movía, no se movía. Estos niños que se levantan, corren y juegan; mi hija no, porque yo la fulminaba. Con buenas palabras pero firme: «María, siéntate en la mesa, cuando empecemos todos a comer ya puede empezar y cuando termines, ya te puedes levantar». Tiene que ver lo que yo le enseñé pero también el carácter de ella, que ha sido más dócil. Siempre ha acatado las normas de la casa con una normalidad absoluta.
¿Nunca os planteasteis tener más hijos?
No, porque la tuve yo con 29 años. Me casé con 28. Mi marido era divorciado y tiene tres hijos. Tiene tres hijos y cuatro nietos. Y me llevo estupendamente con ellos, nos adoramos. Se casó muy jovencito, con 19 años. Alguna vez si hemos dicho que deberíamos haber tenido otro.
Pero tu hija tampoco se habrá sentido sola teniendo los hermanos por parte de padre…
No. Aunque ellos viven en Murcia vienen mucho a vernos. Tienen muy buena convivencia con la hermana y conmigo por supuesto, alguno ha vivido con nosotros durante la carrera y siempre muy bien.
Hace 37 años casarse con un divorciado y con hijos tuvo que ser la bomba…
Nosotros ya llevábamos dos años juntos cuando se aprobó la ley del divorcio. Nos casamos un 17 de diciembre. La resolución del juzgado de que ya teníamos todo listo vino una semana antes. Nos daban la fecha de boda para pasadas las Navidades. Así que ese mismo día, cuando tuvimos la resolución, necesitábamos dos testigos que no fueran familia y dos testigos que fueran de la familia para tramitar el expediente de matrimonio. Fue muy gracioso porque salimos de los juzgados que estaban en calle Córdoba, y a un matrimonio que pasaba por allí les dijimos: «¿Quieren usted firmarnos ahora mismo?», íbamos los dos de la mano. Después llamamos a mi hermana y a otro familiar y también firmaron. Por la tarde fui con él a comprarse el traje para casarnos. Y al día siguiente por la mañana fui yo a Rodier y me compré un traje de chaqueta porque entonces no se llevaba lo del vestido de novia si era por lo civil, o yo no lo veía apropiado. Casarme de novia es lo que más me hubiera gustado del mundo. No lo descarto, a lo mejor cualquier día doy la sorpresa y me pongo de novia ya vieja. Entonces nos casamos rápidamente.
Al principio la gente te miraba un poquito así, pero después todo pasa. Fuimos de los primeros en casarnos estando él divorciado.
Cuéntame alguna anécdota de cosas que vivisteis por eso.
El secretario del juzgado era íntimo amigo de mi padre, que ayudaba en Misa todos los días en San Felipe. Recuerdo que estaba detrás de un mostrador, el hombre estaba ahí debajo con un crucifijo delante y levantó la cabeza con las gafillas puestas en la nariz y me dijo: «Hola Juanibel, ¿qué tal?”. «Pues nada, aquí estoy, que necesito unos documentos para casarme». Y me dice él: «Por supuesto por la Iglesia, Juanibel». Le dije: «No». Ese hombre se puso malo. Yo creo que le di el día.
Después también me acuerdo, cuando fuimos a bautizar a la niña, teníamos que hacer un cursillo. Entramos en la Iglesia y el cura nos dijo que apuntaremos en un papel algunos datos, entre ellos la Iglesia en la que nos casamos. No veas que rollo, yo no sabía que teníamos que estar casados por la Iglesia para bautizar a la niña. Total, nos inventamos una de Valencia. Llegamos a mi casa después del cursillo y se lo contamos a mi padre que no entendía cómo habíamos podido mentir en eso. Vaya, al día siguiente fue a la iglesia y le dijo al párroco: «Mira fulano, que mi hija no está casada, te ha apuesto que se ha casado en la iglesia de la Encarnación pero que es mentira, que no están casados por la Iglesia». Y no tuvo más consecuencias.
Yo he sido siempre muy religiosa. Un día -mi padre murió de cáncer hace ya veinte años- se vino a mi casa en la convalecencia de una de las crisis. Entonces venía un sacerdote a darle la comunión. Estaba yo en la cocina haciendo una tortilla de patatas y vino Don Antonio: «Don Antonio, ¿quiere una cervecita, un poquito de vino, no sé tomarse algo?” Y me senté con él a tomarnos algo y charlar. Y me dijo: ¿Y yo a ti por que no te veo por la iglesia?”. Y le expliqué que porque la Iglesia no quería que fuésemos porque él estaba divorciado y yo casada con él. Entonces ese hombre se puso a llorar como un loco y dijo: «Olvídate de eso, la iglesia está abierta para todo el mundo, tú puedes ir perfectamente, tú puedes comulgar, tú puedes… La iglesia está abierta para todo el mundo». Mientras que el resto, que los otros sacerdotes ya me habían dicho que ni se me ocurriese, él como que me dio ese permiso. Mi hija estaba en un colegio religioso, desde los 3 hasta los 17 años estuvo en La Asunción. Quiero decirte con eso que nosotros somos religiosos. Aquel día que fue aquel sacerdote a mi casa y me dijo aquello la verdad que me hizo mucho bien porque me dio esa paz que me faltaba.
Después de que me dijera que podía ir, había sacerdotes que me decían que no, o que me decían: «Bueno, tú comulga, pero comulga de las últimas, o no hagas mucha ostentación de que estás casada porque no estás casada por la Iglesia». Ahora ya, afortunadamente, con el Papa que tenemos todo es distinto. Pero vamos, yo fui de las primeras que pasó todo ese calvario.
¿Y cómo fue siendo tan joven ser «madre”, entre comillas, de tres hijos? ¿Cómo era esa relación con los hijos de tu marido?
Ah, muy buena, desde el principio. Ellos quieren muchísimo a su padre y a su madre también. A su padre lo adoran y su madre es lo más. Pero ellos llegaron a mi casa, yo ya los conocía de antes por supuesto, pero inmediatamente se vinieron a mi casa. Pasaban los tres meses de verano aquí. Ya te he dicho que uno de ellos estudió aquí en la universidad, en Málaga, se vino a vivir con nosotros. Era una relación súper buena y sin ningún tipo de problema. Yo no me metía en nada. Nunca hablábamos de su madre, ni él me contaba ni yo le iba a preguntar nunca. Siempre ha existido mucho respeto por todas las partes.
De hecho, ellos vienen aquí con los niños, con los nietos y no se quieren ir. Me llaman más a mí que a mi marido, los niños me dicen: «Abuela bis”.
Juanibel, ¿te planteas la jubilación o es algo que no está en tu mente?
¡Ay, no! ( Literalmente me dice 5 veces que no) Si Dios quiere y estoy bien, trabajaré hasta que pueda. A mi hija no le gusta la tienda. Ella es licenciada en Medio Ambiente y trabaja en una empresa de calidad de aire que no tiene nada que ver con la moda. Así que no tengo continuidad. Yo estaré hasta que aguante y mis clientes quieran. Todavía falta mucho para que yo me jubile.
Nunca es tarde como dice Juanibel, nunca es tarde si lo que haces lo haces con pasión. Y de vieja, que lo repite varias veces, nada de nada. Ya quisiera mucha gente más joven tener esa vitalidad y energía.
Fotografía: Lorenzo Carnero
Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.
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Preciosa y entrañable entrevista. Te acabo de conocer un poco más Juanibel y me ha encantado ver que tenemos muchas cosas en comun.
Enhorabuena a la Dirección de YO SOY MUJER y al equipo.
un abrazo¡
mely