Hacía tiempo que no la veía. Durante la pandemia, solíamos coincidir en el mismo lugar donde realizamos esta entrevista: el chiringuito Los Marinos Paco. Ella siempre estaba acompañada de sus perros, Gala y Pelayo. También los trae en esta ocasión.
No sé por qué, pero sabía que esta entrevista encerraba un bonito regalo. Quizá un sexto sentido me hacía intuir que Esperanza Oña había experimentado una gran transformación, y quería descubrir si era cierto.
Trabajé con ella durante muchos años cuando era alcaldesa de Fuengirola: 16 en la televisión local y, en un paréntesis, casi tres en el departamento de eventos del Ayuntamiento, un área que dependía directamente de la alcaldía. Bromeo con que creo que es la persona a la que más veces he entrevistado en mi carrera profesional.
Pero este encuentro es muy diferente a los anteriores. Ni esta Esperanza Oña es la misma, ni yo, Ana Porras, lo soy. Compartimos de base que nadie nos llama solo por nuestro nombre. Y ahora, además, sé que compartimos una inquietud por la espiritualidad y por una forma distinta de ver y entender nuestra existencia.
En mis años trabajando para ella, comprobé muchas veces cómo a su alrededor pululaba un grupo de “cortesanos” que le aplaudían. A veces me preguntaba cómo una mujer tan inteligente no se daba cuenta de que muchos de esos aplausos eran solo por interés. Con esto voy a ganarme “enemigos”, pero no me importa. Quien se dé por aludido, suyo es.
Y se apagaron las luces del escenario, se cerró el telón, y la alcaldesa dio paso a la mujer sin artificios. Primero, fueron dos años de absoluta oscuridad en los que se desprendió de muchas máscaras, de las corazas, y se descorrieron los velos haciendo invisible a muchas personas que hasta entonces estaban a su lado y que se esfumaron cuando dejó de ostentar el cargo. Pero esto también iluminó un nuevo camino que recorrer en su interior.
A sus 67 años —lo menciono porque está en Wikipedia—, la energía que percibo en Esperanza es muy diferente a la de la mujer que fue durante más de dos décadas alcaldesa de Fuengirola. Sigue teniendo esa presencia imponente, o quizá solo sea otra percepción mía, porque siempre la he admirado, con sus más y sus menos, como todos tenemos.
En este encuentro no es mi superior; es una entrevista de tú a tú. De mujer a mujer, de alma a alma. Ambas hemos atravesado en los últimos años una «noche oscura del alma». Hablamos de miedos, de lo que cambiaría si pudiera volver atrás, de su campaña por la dignidad animal, de la Creación, de la muerte, de su relación con sus parejas y del ahora. De la persona que es ahora.
Es fascinante cómo el tiempo y las experiencias pueden transformarnos, y lo complicado que nos resulta entender y respetar que todos cambiamos. Desidentificarnos de nuestros antiguos personajes y reconocer los nuevos en los demás. La esencia de quienes somos es la misma, pero la manifestación de quienes somos no lo es.
Te invito a sentarte con nosotras.