«Recibí flores hoy. No es ningún día especial para nosotros, pero así me manifiesta su amor y me pide que le disculpe por mostrar su disgusto por mi manera de vestirme y tener amigos que me mandan mensajes por whatsapp. Lo quiero tanto que deseo complacerlo en sus gustos si a cambio se muestra tan romántico y atento conmigo, porque él me mandó flores hoy.
Recibí flores hoy. No es verano y no ha parado de llover, yo me encontraba desolada y sola por haber dejado la relación con él, a pesar de que lo quiero con todo mi corazón me hacía sentirme anulada e inútil en la relación. Pero yo no puedo vivir sin él y ahora todo ha cambiado, porque él me mandó flores hoy.
Recibí flores hoy. No es mi cumpleaños o ningún otro día especial, tuvimos nuestro primer disgusto anoche, y él dijo muchas cosas crueles que en verdad me ofendieron. Pero sé que está arrepentido y no las dijo en serio, porque él me mandó flores hoy.
Recibí flores hoy. No es nuestro aniversario o ningún otro día especial, anoche me empujó contra la pared y comenzó a ahogarme, parecía una pesadilla, pero de las pesadillas despiertas, me levante esta mañana dolorida y con golpes en todos lados, pero yo sé que está arrepentido y no lo volverá a repetir, porque él me mandó flores hoy.
Recibí flores hoy. Y no es día de San Valentín o ningún otro día especial, anoche me golpeó y amenazó con matarme, ni el maquillaje o las mangas largas podían esconder las cortadas y golpes que me ocasionó esta vez. No pude ir al trabajo hoy, porque no quería que se diesen cuenta. Pero yo sé que está arrepentido, porque él me mandó flores hoy.
Recibí flores hoy. Y no era día de las madres o ningún otro día especial, anoche él me volvió a golpear, pero esta vez mucho peor. Si logro dejarlo, ¿qué voy a hacer? ¿cómo podría sacar yo sola adelante a los niños? ¿qué pasaría si nos falta el dinero? Le tengo tanto miedo, pero dependo tanto de él, que temo dejarlo, pero yo sé que él está arrepentido porque él me mandó flores hoy.
Recibí flores hoy. Hoy es un día muy especial, es el día de mi funeral. Anoche por fin logró matarme. Me golpeó hasta morir. Si por lo menos hubiera tenido el valor y la fortaleza de dejarlo, si hubiera aceptado la ayuda profesional. ¡Hoy no hubiera recibido flores!»
El origen de la violencia contra la pareja
El origen de la violencia contra la pareja (VCP*) se cimienta sobre una conceptualización egoamorosa de las relaciones. Porque es el ego desde su inmadurez, inseguridad y necesidad quien establece el amor en la exclusividad, la posesividad y la dependencia. «Mi existencia no tiene sentido sin él», «vivo por y para él», «lo es todo para mí», «es lo más importante de mi vida», «no sé qué haría sin él», «si me faltara, me mataría», «te idolatro», «te necesito», en fin, la lista de este tipo de expresiones y «declaraciones de amor» es interminable y bastante conocida. En más de una ocasión las hemos recitado, cantado bajo una canción, escrito o, simplemente, han brotado sin pudor alguno de un corazón palpitante y deseoso de comunicar afecto. Pensamos que estas afirmaciones son muestras del más puro e incondicional de los sentimientos. De manera contradictoria, la tradición ha pretendido inculcarnos un paradigma distorsionado y pesimista: el auténtico amor, irremediablemente, debe estar infectado de adicción. Un absoluto disparate. No importa cómo se quiera plantear, la obediencia debida, la adherencia y la subordinación que caracterizan a este estilo de amor, no son lo más recomendable. Someterse a la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida, un acto de automutilación psicológica donde el amor propio, el autorespeto y la esencia de uno mismo son ofrendados y regalados irracionalmente. Cuando el apego está presente, entregarse, más que un acto de cariño desinteresado y generoso, es una forma de capitulación, una rendición guiada por el miedo con el fin de preservar lo bueno que ofrece la relación. Bajo el disfraz del amor romántico, la persona comienza a sufrir una despersonalización lenta e implacable hasta convertirse en un anexo de la persona «amada», un simple apéndice a su antojo, manipulación y violencia.
» Someterse a la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida»
Pero este tipo de relación por sí sola no alcanza para configurar la violencia contra la pareja. El esquema mental por un egoamor así no es lo único que define la situación, sino la incapacidad para dejar y separarse de las relaciones tóxicas. La persona nunca está preparada para la pérdida, porque no concibe la vida sin su fuente de seguridad y/o dependencia. Lo que define estas relaciones no es tanto el sometimiento como la incapacidad de deshacerse de él. De manera más específica, podría decirse que detrás de todo apego patológico hay miedo, y más atrás, algún tipo de incapacidad. Por ejemplo, si soy incapaz de hacerme cargo de mí mismo, tendré temor a quedarme solo, y me apegaré a las fuentes de seguridad disponibles representada en una relación de pareja que me somete. La excusa es la muletilla preferida del miedo, un calmante con peligrosas contraindicaciones.
«Detrás de todo apego patológico hay miedo»
El arte de amar sin apegos
Por eso para amar hay que madurar, hay que crecer, hay que saber. El arte de amar sin apegos, sin sometimientos, ni dependencia resulta de una extraña mezcla de capacidades difíciles de alcanzar. No solamente por la complejidad que implica la experiencia afectiva, sino por la resistencia que nuestra cultura ha desarrollado al respecto. La mayoría de los requisitos que se necesitan para amar sin adicciones, no suelen ser bien vistos por los valores sociales tradicionales. Para muchos, la libertad afectiva es una forma de libertinaje que necesita mantener controlado. Como si la ausencia de dependencia fuera en sí misma peligrosa. Un amor independiente siempre incomoda. Un amor sin apegos es irreverente, fantástico, insólito, locuaz, trascendente, atrevido y envidiable.
Amar sin apegos es amar sin miedos. Es asumir el derecho a explotar intensamente el mundo, a hacerse cargo de uno mismo y a buscar un sentido de vida. También significa tener una actitud realista frente al amor, afianzar el autorrespeto y fortalecer el autocontrol. Es disfrutar de la dupla placer/seguridad, sin volverla imprescindible. Querer algo con todas las fuerzas no es malo, convertirlo en imprescindible, sí. Amar sin apegos no implica insensibilizar el amor. La pasión, la fuerza y el impacto emocional del enamoramiento nunca se merman. El desapego no amortigua el sentimiento; por el contrario, lo exalta, lo libera de sus lastres, lo suelta, lo amplifica y lo deja fluir sin restricciones. Amor y apego no siempre deben ir de la mano. Los hemos entremezclado hasta tal punto, que ya confundimos el uno con el otro. Y nos enrollamos en un amor, que por ser esclavo, aguanta la posesividad romántica que deviene en la atadura violenta. El amor debe ser liberador, se debe amar desde la libertad y no desde la necesidad.
Equivocadamente, entendemos el desapego como dureza de corazón, indiferencia o insensibilidad, y eso no es así. El desapego no es desamor, sino una manera sana de relacionarse, cuyas premisas son: independencia, no posesividad y no adicción. La persona no apegada (emancipada) es capaz de controlar sus temores al abandono, no considera que deba destruir la propia identidad en nombre del amor, pero tampoco promociona el egoísmo, el sometimiento y el maltrato.
El amor es ausencia de miedo
Declararse afectivamente libre es promover afecto sin opresión, es distanciarse en lo perjudicial y hacer contacto en la ternura. El individuo que decide romper con la adicción a su pareja entiende que desligarse psicológicamente no es fomentar la frialdad afectiva, porque la relación interpersonal nos hace humanos. No podemos vivir sin afecto, nadie puede hacerlo pero sí podemos amar sin esclavizarnos. Una cosa es defender el lazo afectivo y otra muy distinta ahorcarse con él. El desapego no es más que una elección que dice a gritos: el amor es ausencia de miedo.
«El amor es ausencia de miedo»
No hay que contraponer, ni hay incompatibilidad entre amar y amarse a uno mismo. Por el contrario, cuando ambas formas de afecto se disocian y desequilibran, aparece la enfermedad social de la violencia contra la pareja. Si la unión afectiva es saludable, la conciencia personal se expande y se multiplica en el acto de amar. Sólo desde esta óptica el YO se descubre en el TU, desvelándose interminable. Es la operación por la cual nos adaptamos al otro, sin dejar de ser uno. Podemos encajar sin violentarnos, sujetarnos despacio y tiernamente, como quien no quiere lastimar ni lastimarse. Y esa unión maravillosa de ser dos que parecen uno, sólo es posible hacerla con pasión y sin esclavitud, sometimiento ni apego dependiente.
No te merece quien te lastima. Cuando amamos a alguien que además de no correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar equivocado. Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigamos. La cosa es clara: si no me siento bien recibido en algún lugar, recojo y me voy. Nadie se quedaría tratando de agradar, disculpándose por no ser como les gustaría que fuera o depositando la esperanza en un cambio imposible.
«Cuando amamos a alguien que además de no correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar equivocado»
No hay vuelta de hoja. En cualquier relación de pareja que tengas, no te merece quien no te ame, y menos aún, quien te lastime. Y si alguien te hiere reiteradamente sin «mala intención», puede que te merezca pero no te conviene.
* La VCP es un conjunto complejo de distintos tipos de comportamientos violentos, actitudes, sentimientos, prácticas, vivencias y estilos de relación entre miembros de una pareja (o ex pareja) íntima que produce daños, malestar y pérdidas personales graves a la víctima. La VCP no es sólo un sinónimo de agresión física sobre la pareja; es un patrón de conductas violentas y coercitivas que incluye los actos de violencia física contra la pareja, pero también el maltrato y abuso psicológico, las agresiones sexuales, el aislamiento y control social, el acoso sistemático y amenazante, la intimidación, la coacción, la humillación, la extorsión económica y las amenazas más diversas. Todas estas actividades, que se pueden combinar y extender en el tiempo de forma crónica, tienen como finalidad someter a la víctima al poder y control del agresor.
Teléfono contra el maltrato: 016
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