Nuestra forma de amar está muy influenciada por las experiencias más cercanas que hemos vivido en la familia desde que nacimos. Está demostrado que los primeros seis años de nuestra vida son bastante importantes en la formación del carácter y la personalidad, aunque siempre pueda variar después según las siguientes vivencias y nuestras propias decisiones.
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Es fundamental para cualquier bebé sentirse aceptado, bien acogido y amado incluso desde antes de nacer, ya que los embarazos no deseados y los nacimientos rechazados condicionan las relaciones de sus progenitores afectando negativamente sobre las primarias experiencias vitales de los bebés.
Las influencias emocionales de la madre embarazada antes del nacimiento ya son sentidas por su bebé y continúan tras el parto por los especiales vínculos fisiológicos y psicológicos con la madre durante sus primeros años de crianza.
La distinta influencia del ambiente familiar
Madres y padres felices con buenas relaciones de pareja favorecen la vida emocional del bebé haciendo posible desde el comienzo una buena autoestima y una personalidad estable, que van a hacer más fácil una vida relacional positiva en la infancia y la adolescencia así como muy especialmente en sus primeras experiencias afectivas con otras chicas o chicos.
El estar de manera casi continua en contacto con sus padres formará su primer esquema mental de las relaciones afectivas y de pareja, por lo que es muy importante facilitar y potenciar buenos ambientes de referencia.
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Estar viviendo en una familia donde las discusiones entre los padres sean frecuentes, los malos modos, las faltas de respeto e incluso las agresiones verbales o físicas, serán muy perjudiciales especialmente si suceden y se sufren entre la infancia y la adolescencia.
Por otra parte estar en una familia con buena comunicación y cariño recíprocos, entre la madre y el padre así como con los hijos, facilitará tanto la estabilidad emocional como la interiorización de las buenas relaciones afectivas interpersonales y de pareja.
Amar de forma sana desde el respeto y la libertad
Como explico ampliamente en mi libro «Amando sin dolor, disfrutar amando” es posible conseguir relaciones sanas basadas en la libertad y el respeto mutuos en cualquier tipo de circunstancias, pero para ello es preciso formar la pareja sin prisas, tras un conocimiento mutuo profundo, y sobre todo que ambas personas sean realmente autónomas a nivel emocional, económico y funcional, sin haber recurrido al emparejamiento por no saber estar solos ni vivir sin pareja, para tratar de resolver dependencias emocionales, conseguir seguridades económicas o bien que les realicen todas las tareas domésticas.
En los casos de relaciones habituales insatisfactorias en la pareja que se prolongan años sin mejoría, incluso tras haber acudido a una terapia de pareja, es conveniente terminar la relación lo antes posible, más aún si los hijos son muy pequeños puesto que cuando se produce la separación desde la preadolescencia afecta mucho más negativamente a los hijos. Así que si te encuentras en esa situación no te escudes en que es mejor permanecer juntos y aguantar por los hijos, porque terminarás por hacerles más daño.
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Los hijos ante la separación de los padres
Siempre es deseable tener buenas relaciones con la madre y el padre aunque vivan en domicilios diferentes que seguir tratando de mantener una «supuesta familia» que una en la que frecuentemente haya ausencias de cariño, mala comunicación, discusiones agresivas y faltas de respeto.
El final de la convivencia entre los padres es vivido de manera muy distinta por los adultos que por los menores, pues la madre y el padre han dejado de ser pareja pero en cualquier caso deben seguir tratando de ser buenas madres y buenos padres. Dejando aparte su falta de entendimiento como pareja deben centrarse en mantener la mejor relación posible con sus hijos como madres y padres.
Las hijas y los hijos no eligieron a sus padres y llegaron después de un tiempo de relaciones por lo que los progenitores han que ser capaces de entenderlo y saber enfocar su nueva situación sin utilizar a los hijos para continuar la mala relación o vengarse de la otra parte que es ya ex-pareja.
Igualmente los adultos deben saber entender que desde el final de la infancia las chicas y chicos se volcarán en sus iguales distanciándose de los adultos y dando prioridad al presente y a disfrutar.
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Es posible y deseable por tanto que las hijas e hijos de familias separadas puedan formarse un buen concepto de la pareja cuando sus madres y padres fueron capaces de ofrecerles un clima de respeto aún desde las diferencias personales, pero cuando esto no ha sucedido es posible remediarlo en parte acudiendo pronto a especialistas en Psicología de las Relaciones Interpersonales que ayuden a recuperar su estabilidad y bienestar emocional.
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