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La salud mental no es un juego: El peligro de los influencers jugando a ser terapeutas. Por Juande Serrano

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La salud mental no es un juego: El peligro de los influencers jugando a ser terapeutas. Por Juande Serrano

Vivimos en la era de la inmediatez y la sobreinformación. La salud mental, un tema que durante décadas fue tabú, ahora está en boca de todos. En apariencia, esto es positivo: hablar de bienestar emocional y psicoterapia puede contribuir a normalizar el hecho de buscar ayuda. Sin embargo, esta visibilización ha traído consigo un fenómeno preocupante: la trivialización de los trastornos mentales y la proliferación de influencers que juegan a ser terapeutas sin la formación ni la responsabilidad que esto implica.

La salud mental se ha convertido en tendencia. Las redes sociales están inundadas de frases motivacionales, consejos de autoayuda y relatos de superación que, aunque bien intencionados, a menudo carecen de rigor y pueden generar más daño que beneficio. Pero el problema no es solo la falta de profundidad; el verdadero peligro surge cuando se presentan soluciones superficiales como si fueran respuestas definitivas para problemas complejos.

Las redes sociales funcionan con una lógica de viralidad: el contenido breve, emotivo y fácil de consumir es el que más se comparte. Esto ha hecho que conceptos psicológicos profundos se conviertan en pequeños eslóganes simplificados. Se habla de “depresión” como si fuera un malestar pasajero, de “ansiedad” como si fuera solo estrés del día a día, o de “relaciones tóxicas” sin un análisis real del contexto.

Esto ha hecho que conceptos psicológicos profundos se conviertan en pequeños eslóganes simplificados.

En este escenario, los influencers que se presentan como guías emocionales proliferan. Muchos de ellos han pasado por experiencias difíciles y han encontrado herramientas que les han servido. Su testimonio es válido como relato personal, pero el problema es cuando lo convierten en doctrina universal y empiezan a dar consejos terapéuticos sin tener formación en psicología o salud mental.

Decirle a una persona con depresión que “piense en positivo” o que “todo pasa por algo” no solo es insuficiente, sino que puede hacer que se sienta aún más incomprendida y culpable por no poder mejorar con frases motivacionales.

El auge de estos discursos ha llevado a que problemas serios como la depresión, la ansiedad o incluso el trastorno límite de la personalidad se conviertan en etiquetas que se usan de manera indiscriminada. Esto tiene dos efectos perjudiciales:

  1. La banalización de los diagnósticos. Se ha vuelto común que alguien que tiene días de tristeza diga “tengo depresión” o que alguien que experimenta estrés afirme “soy ansioso”. Esto desvirtúa la realidad de quienes realmente padecen estos trastornos y necesitan un tratamiento serio.

  2. La falsa sensación de autodiagnóstico y autocuración. Muchas personas recurren a redes sociales para intentar comprender lo que les ocurre. Sin embargo, el contenido superficial puede llevarlas a creer que un diagnóstico es solo una cuestión de ver un par de vídeos en TikTok y que la solución es seguir los consejos de alguien carismático en Instagram.

 

El problema es que la salud mental no es una moda ni un meme.

 

El problema es que la salud mental no es una moda ni un meme. No se trata de repetir afirmaciones positivas o de seguir pasos genéricos para el bienestar. Cada persona es un mundo y, cuando hay un problema psicológico serio, es fundamental abordarlo con un tratamiento adecuado.

Este fenómeno también nos invita a hacer autocrítica. Si los influencers han ocupado este espacio, en parte es porque los profesionales de la salud mental no hemos sabido comunicar de manera efectiva la importancia de acudir a terapia.

Durante mucho tiempo, la psicología ha estado envuelta en un halo de exclusividad académica, con un lenguaje técnico que aleja a quienes más lo necesitan. En contraste, los influencers han sabido transmitir mensajes simples, emocionales y accesibles. Esto nos obliga a repensar cómo divulgamos el conocimiento psicológico, sin perder rigor pero haciéndolo comprensible y útil para la población.

Es posible que muchas personas sigan a estos creadores de contenido porque sienten que les entienden, que hablan en su idioma y que les ofrecen un espacio de validación emocional. No podemos ignorar esa necesidad.

Pero tampoco podemos permitir que la solución a problemas psicológicos se reduzca a frases motivacionales sin sustancia.

Buscar ayuda psicológica es un acto de responsabilidad y valentía. No se trata de recibir consejos genéricos, sino de un proceso individualizado, guiado por un profesional con formación, que entienda las particularidades de cada persona, su contexto sistémico y le ayude a encontrar herramientas reales para su bienestar.

Buscar ayuda psicológica es un acto de responsabilidad y valentía

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Un terapeuta no te dirá que repitas frases motivacionales hasta que te sientas bien. Un terapeuta trabajará contigo para entender el origen de tu malestar, para desmontar creencias limitantes, para proporcionarte herramientas de afrontamiento y para acompañarte en un proceso de cambio profundo.

Porque la salud mental no se mide en likes ni en seguidores. Se mide en vidas. Y cuando alguien en situación de vulnerabilidad recibe un mensaje erróneo, el daño puede ser irreparable.

Es momento de poner límites a la trivialización de la salud mental en redes sociales. Si bien es positivo que se hable más del tema, es fundamental diferenciar entre divulgación rigurosa y entretenimiento vacío.

La salud mental no se mide en likes ni en seguidores

 

Como usuarios, debemos ser críticos con el contenido que consumimos y preguntarnos quién está detrás de los mensajes que nos llegan. ¿Es un profesional con formación o alguien que solo busca viralizar su historia personal?

Como profesionales, tenemos la responsabilidad de ocupar este espacio con información accesible, pero con rigor. La salud mental no es un juego, ni un meme, ni una estrategia de marketing. Es la base del bienestar de millones de personas.

Y cuando está en riesgo, no necesitamos influencers. Necesitamos ayuda real.

Un artículo del psicólogo transpersonal Juande Serrano 

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