Ahora que somos más viejos y sinceros. Y que sabemos distinguir entre besos y raíces… Descubrimos el peligro de aceptar la idea de amor romántico tal y como se ha hecho hasta ahora.
El porcentaje de corazones estrangulados no hace más que confirmar que las bases en las que se asientan las relaciones de pareja no son las adecuadas o como mucho genera una legión de parejas zombies desencantadas tras los 1000 días y 500 noches de pasión enamorada.
Y a penas reparamos en que es imposible que nos rompan el corazón, pues somos nosotros mismos mientras tratamos de meterlo donde bien sabemos que no cabe. Pero claro, la fórmula romántica nos hace cegarnos con expectativas que depositamos pasivamente con la ilusión de que sea Cupido quien se haga cargo de nuestra historia de amor. Historia patrocinada por las canciones de desamor.
Es ese ideal de amor incondicional, maravilloso y de final feliz que desde siempre hemos visto en el cine y que hemos interiorizado como el amor perfecto.
Un amor romántico que se caracteriza por:
•La exclusividad en donde no hay espacio para dudas o cariño hacia terceras personas. El amor romántico es exclusivo entre dos y sólo dos miembros de la pareja. Aquí no se incluye, se excluye; cuando el amor debe sumar, multiplicar, ser exponencial y no restar, dividir o cuadricular.
•Los celos se entienden como una muestra de amor verdadero. La creencia radica en pensar que si una persona nos ama tiene que, forzosamente, sentir preocupación, o al menos malestar, ante otros posibles pretendientes, incluyendo aquellos que formaron parte del pasado. No se permite que nuestro arte de amar esté formado por otras necesarias narraciones de amor.
•Se establece una actitud posesiva de la pareja, al entender al otro como una propiedad privada que se puede poseer. Se esclaviza y no se libera. No solo se privatizan los cuerpos sino que también se pretende atesorar las almas. Nos enamoramos de sus alas para luego queremos cortárselas.
«Nos enamoramos de sus alas para luego queremos cortárselas»
•La idea de que los enamorados viven uno para el otro termina por llevar al aislamiento, ignorando otros afectos que también nos vinculan al mundo. Encerrarse en la pequeñez de dos vidas que al final termina por asfixiar el amor que no se nutre de otros aires.
•Se tergiversa el concepto de incondicionalidad cuando no importa lo que pase, no importa lo que la otra persona haga, todo es aceptable y perdonable porque el amor está por encima de todo. Lo incondicional es el respeto a lo ajeno y la lealtad de la palabra dada.
•El amor romántico se recrea en el estereotipo de que los hombres han de comportarse como caballeros, abrir la puerta del coche y pagar la cena. Las mujeres han de mostrarse dóciles, frágiles y delicadas, puramente femeninas. Cuando uno de los dos no cumple con el estereotipo, el amor romántico se tambalea, ya que se basa en la permanencia de roles desiguales para cada uno de sus miembros.
•Se profesa un sacrificio desmesurado donde una persona que ame realmente estará dispuesta a cambiar por la otra persona, a renunciar a su esencia, a su personalidad, a todo, por satisfacer los deseos del otro. Siempre que, claro está, el otro haga lo mismo. La complacencia que hace perder la propia identidad en aras de conservar caricias implantadas.
•Se espera y se desespera en el final feliz. Ese final de película, sobre todo de película animada, que termina en boda, como si la boda fuese el punto clave que asegurase la felicidad de la pareja para siempre.
•Y, además de todo esto, un amor de flechazo, esa atracción que sienten dos personas nada más verse o poco después de conocerse. Ese enamoramiento que, erróneamente, se cataloga como amor por una persona de la que apenas sabemos nada.
Este ideal de amor romántico no contempla la necesidad de conocer al otro antes de embarcarse en una relación, porque no considera la importancia de enamorarse de una persona tal y como es, aceptándola con sus virtudes y defectos, sin pretensión de cambiarla. Establecer la relación con el único fin de sacar su mejor versión, de hacer que el otro se desarrolle con todo su potencial.
«Establecer la relación con el único fin de sacar su mejor versión, de hacer que el otro se desarrolle con todo su potencial»
Pensar que este tipo de amor es el ideal nos lleva a fingir, en muchas ocasiones, que somos de otra manera para complacer. Tratamos de ajustarnos a lo que la otra persona espera y esto, si bien puede resultar relativamente fácil al principio, con el paso del tiempo se vuelve en nuestra contra. No queremos o no podemos fingir más, no se sostiene durante mucho tiempo esa pérdida de identidad. Al final terminamos mostrándonos tal y como somos y descubrimos que nuestra pareja tampoco era como pensábamos.
Así es como el amor romántico resulta muy dañino, ocasiona un gran sufrimiento innecesario y nos hace pensar que el amor hace sufrir, cuando el amor es el único motivo de alegría permanente.
Para que el amor auténtico, sano, se instale y crezca adecuadamente, debemos tener tres aspectos muy presentes: mostrarnos tal y como somos; aceptar al otro tal y como es; y saber que el amor debe ser producto de la elección más que de la erección…
«El amor debe ser producto de la elección más que de la erección…»
Porque el amor no encuentra su sentido en el ansía de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso a participar en la de-construcción de esas cosas para construir la propia narración en el encuentro amoroso…
Soltar, del verbo amar.
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