Hay un viaje que nos lleva del enamoramiento del corazón al amor de la razón…
El enamoramiento se siente.
La pasión se presiente.
El compromiso se piensa.
El amor se hace.
Del desamor se desaprende.
Y al final, nada como una vida para el amor. Pero, qué nos da el amor, que nos deja sin habla, olvidándose de uno, pendientes del otro, recuperando el compás del corazón, bailando a su son, sin noción de la hora que es y girando hacia su orientación. Enamorados por impresión, descubriendo la admiración, queriendo la ilusión, acariciando la obsesión, tocando la pasión.
“Son los caprichos de nuestro corazón cuando tiene razones que la razón no entiende”
Son los caprichos de nuestro corazón cuando tiene razones que la razón no entiende. Porque nos enamoramos con la simpleza, pero también maravilla, de una contradicción neurológica, de una incongruencia fisiológica y por una neuroquímica exacta.
“En el enamoramiento la dopamina emociona”
Así se inicia el enamoramiento en el cerebro: feromonas atraídas, besos de dopamina, abrazos de oxitocina, obsesión de serotonina, caricias de adrenalina y pasión de endorfina. Y no, no os reveléis aún si seguís creyendo en el romanticismo. No es frialdad biológica. Es el milagro, la calidez y la magia de nuestra bioquímica. Porque en el enamoramiento la dopamina emociona, la serotonina motiva, la adrenalina apasiona y la oxitocina perdona. Y con todas ellas nos vivimos la vida de la mejor manera posible para nuestra salud y nuestro bienestar. No encuentro nada más romántico que ese baile acompasado de cada una de nuestras neuronas al son de los latidos que surgieron en el corazón.
“No existe el enamoramiento inteligente”
Pero cuidado, no existe el enamoramiento inteligente. Con el exceso de dopamina quitamos todo lo inteligente que tenemos para abrazarnos a la emoción. No es necesario insistiros mucho sobre los desenfrenos cuando nos enamoramos. En un cerebro enamorado gana la ilusión y pierde la lógica. El deseo supera a la inteligencia. Por eso se dijo que el amor es ciego, ya que, debido a la dopamina, al cerebro enamorado le sobra estupidez y le falta juicio. Quizás nuestra naturaleza humana no tenga otra forma de superar el miedo que da arriesgarnos con el abrazo del erizo.
“Al cerebro enamorado le sobra estupidez y le falta juicio”
Así, vencido al miedo, si se quiere construir un amor maduro con ese enamoramiento lo primero será pensárselo. El amor se piensa por la corteza prefrontal cuando ya se ha sentido por la amígdala cerebral. Porque finalmente no amamos sólo por el corazón, lo hacemos con la razón del prefrontal, las hormonas del hipotálamo y la emoción de la amígdala. Y ser conscientes de ello nos ayuda a grabar lo útil en la memoria del hipocampo, a saber perdonar con abrazos de oxitocina lo dañado, a elegir descartar los reproches de la amígdala cerebral y a agregar el respeto de la empatía en la corteza cerebral para así poder acceder a un amor verdadero haciendo que la relación nos sume y no nos reste.
Por eso, que la corteza prefrontal lo decida, el hipocampo lo recuerde y la amígdala cerebral discrimine aquello que construye un amor maduro. Para no estrangularnos el corazón con un amor obsesivo, posesivo y necesitado. Porque cuando se necesita a otro para vivir, ya no estamos en el amor. Estaríamos en la dependencia, la dopamina sin retroalimentación, la endorfina adictiva, la oxitocina de apegos patológicos y la vasopresina de celos sin razón.
“Amar NO es perderse en la otra persona”
Amar NO es perderse en la otra persona, eso es el exceso de dopamina de subjetividad del enamoramiento que nos lleva a la despersonalización. Amar NO es la ofuscación de dejarlo todo por el otro, eso es serotonina de obsesión idealizada. Amar NO es querer pensar igual siempre, eso es llegar a ser oxitocina de apegos. Amar NO es adaptarse a encajar donde no se encaja, eso es agotar el deseo de las endorfinas por complacer. Amar NO es no cambiar, eso es limitar nuestra plasticidad cerebral. Amar NO es sólo enseñar, sino también desaprender las maneras que nos estancan en la rigidez mental.
“Tenemos que desaprender a amar”
Más temprano que tarde tenemos que darnos cuenta de que, en muchas ocasiones, nuestras expectativas amorosas no son reales. Nuestro inconsciente no tiene sentido del humor, no distingue la realidad del sueño. Pero, nuestro cerebro nunca quiere equivocarse. De manera inconsciente, selecciona y procesa información que corresponde con nuestra expectativa, con lo que nos construyeron y nos dejamos construir. Por eso tenemos que desaprender a amar con la enseñanza que nos dan las experiencias de desamor. Al volver la vista atrás podemos corregir en el recuerdo el relato de nuestras malas predicciones, de las creencias, de las ideas equivocadas. Y siempre que vayamos a ese pasado hay que volver sanos y salvos de él para que se puede dar un desaprendizaje que nos haga crecer en el amor. Permitiendo que el desamor sea la mejor enseñanza sobre el amor al deconstruir todas aquellas barreras edificadas en contra de nuestra misma capacidad de amar. Además de conseguir integrar con agradecimiento reconciliador las relaciones pasadas de nuestro historial amoroso.
“Si piensas que “ya no te quiere como antes”, es cierto”
Si piensas que “ya no te quiere como antes”, es cierto, la dopamina no es la misma del primer beso y ni si quiera las emotivas palabras de amor del inicio están motivadas ya por la serotonina, como mucho duraron tres años explosionadas en el cerebro. Aunque perder a quien se amó es una lección inevitable y dolorosa, enseñanza inmediata que se debe registrar en el sistema límbico y la corteza prefrontal de manera conciliadora. Es esa base de la memoria la fuerza psicológica para seguir, la gran diferencia de desaprender de la experiencia vivida y no quedarse atrapada en el tiempo reprochado. Para ello hay que hacer que la corteza prefrontal lo decida, el hipocampo lo recuerde y la amígdala cerebral lo identifique como objetivo conductual: saber soltar, atreverse a irse a tiempo de allí donde no se te valora tu presencia. O bien, resignarse lo más cordialmente posible; conformándose por la oxitocina consumida, oxidada y apegada a la mediocridad.
“Estarás siempre en la noria del sufrir por amor”
Después de leer todo esto, que de seguro ya sabías algo, quizás ahora estés pensando que tu historia de amor es el resultado de la obsesión compulsiva del sistema límbico, la hiperactividad de la corteza cerebral errada en la decisión, la angustia permanente y reactividad orbitofrontal, las emociones sobresaturando tu ansiedad y un hipocampo sin capacidad para olvidar. Pues bien, lo importante es saber que si te dejas arrastrar por la posesividad, la obsesión y la neurosis tienes una disposición a otorgar al enamoramiento un mayor peso en las decisiones de tus amores y, de esa manera, estarás siempre en la noria del “sufrir por amor”. Cuando dijimos ya muchas veces que por amor no se sufre, se sufre por no saber amar.
“Ni venimos a sufrir y ni podemos vivir sin amor”
Ni venimos a sufrir y ni podemos vivir sin amor. Al fin y al cabo, la vida es tratar de amar con dopamina sin límites, motivados por la equilibrada serotonina, arriesgando nuestro prefrontal en la decisión acertada, procurando vivir una gran historia en el hipocampo, deseando sin límite con el hipotálamo, defendiendo las sensaciones inevitables con la amígdala cerebral y aprendiendo a perdonar con la oxitocina que nos libera con un vínculo que nunca llegue a amargar. Porque el amor verdadero no sólo se construye con la dopamina, también se mantiene por el arte en el cuidado de la cotidianidad prefrontal, se fortalece con la oxitocina del abrazo cotidiano y se seduce con la endorfina sin descuidarse en la intimidad.
Ahora ya lo sabes, el amor muerde los labios al besar, la dopamina afortunadamente impide razonar la obsesión de la serotonina por lo nunca vivido, y la oxitocina con su deseo querrá instalarse en el lóbulo frontal para que la amígdala esté en un continuo baño emocional.
Entonces es cuando hay que hacer que el enamoramiento sostenga la sinceridad de los impulsos y el amor mantenga la verdad del enamoramiento. Para que así, mantenerse enamorado en el amor nos dé tanta o más felicidad que la sensación de sentirse enamorado.
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