Hablar de este encuentro con Andrés Olivares, sentarse a escribir sobre él, es tener la certeza de que se me va a erizar la piel en varias ocasiones. Sólo al ver las fotos de aquella noche en Atelier de Dani García me pasa.
Era el encuentro que más expectación había creado. Las entradas se habían agotado al segundo día de salir a la venta, y eso fue en noviembre del año pasado. Si de todas las cenas ha habido lista de espera, en este caso, podíamos haber hecho tres cenas más con él. Pero por algún motivo, el destino, el universo, o llamadlo como queráis, quiso que aquella noche fuesen esos comensales y no otros los que estuviesen allí.
Andrés Olivares se enfrentó hace 10 años a una de las experiencias más duras que puede vivir cualquier persona, la marcha de un hijo. Un niño que en ese viaje transformó a su padre para siempre y le enseñó su verdadera misión de vida. Desde entonces, Andrés no ha dejado de trabajarse y profundizar en la espiritualidad para ser fuerte, para tener herramientas que le permitan ayudar a otras familias que están pasando por lo que él pasó.
Me he preguntado muchas veces dónde reside el éxito de Andrés, su poder de convocatoria y de captar la atención. Publiqué hace unos meses una entrevista con él y arrasó. Su cena, como ya he dicho, se cerró con una gran lista de espera… Andrés dice lo que piensa, que a su vez es lo que siente. Es un Ser auténtico que le ha perdido el miedo a muchas cosas, y entre ellas a lo que opinen los demás de él. Pero además, cada vez estoy más convencida de que frente a una sociedad que se muestra más desde el postureo y la mentira, también hay una gran parte de esa misma sociedad, de la que formamos parte todos, que busca encontrar respuestas a mil preguntas trascendentales que le permitan dar sentido a muchas cosas que vivimos.
Siempre destaco la energía que se genera en las Cenas con Chispitas. Esa noche en Atelier la energía era diferente, bonita pero extraña. No sabría definirla. Cada uno buscaba sus propias respuestas en el testimonio de Andrés. Y Andrés, como siempre, sólo quería abrazarnos el alma.
Si eres totalmente «terrestre», de los que cree que no hay nada más, quizás debas dejar de leer este artículo en este instante, o quizás no, y haya un mensaje para ti. Tú decides.
Atelier, la última noche
08 de febrero de 2018. Cenas con Chispitas.
Lugar: Atelier
Ponente: Andrés Olivares.
El tema: “Transformando el dolor en Amor”.
Era nuestra última cena en Atelier. Se cerraba un ciclo lleno de magia en la que el equipo de Dani García ha conseguido que nos sintamos mejor que en casa en cada uno de los encuentros. Y digo mejor que en casa porque nos han colmado de atenciones en todo momento. No me pararée en los detalles porque ellos se merecen otro reportaje al completo y así lo publicaré. Pero desde ya, gracias.
La mesa del salón decorada de manera brillante, una vez más, por Roberto Silvosa. La chimenea encendida y todo dispuesto para vivir una noche en la que temblaron nuestros cimientos, en la que en ocasiones la tensión cortaba el aire, y el corazón se encogía, cada uno en su proceso, intentando entender un poco el proceso de Andrés. Complicado sin haberlo vivido, complicado aún habiéndolo experimentado, porque cada uno lo siente y experimenta desde su alma, y en eso no hay fórmulas matemáticas. Aquella noche queríamos descubrir cuál había sido la fórmula por la que Andrés ha conseguido transformar el dolor en amor.
Los Invitados
Partimos de la base de que cuando hay tanta expectación generada es muy difícil colmarla. Todo el mundo esperaba algo y todo el mundo se había creado su propia idea de lo que iba a encontrar esa noche, allí.
Andrés vino acompañado de Lourdes Romero. Lourdes es delegada de Conformas, una empresa constructora, en Marbella y desde hace unos meses se ha implicado en la Fundación Andrés Olivares con el objetivo de dar a conocer su labor y captar fondos en Marbella.
Lucía Romero dirige las escuelas Renova Thermal para técnicos de Spa en Marbella, Ronda y Málaga. Durante toda la cena permaneció muy callada, sólo hablaba su mirada. Terminó el encuentro ofreciendo sus servicios a la Fundación como una forma de ayudar a los padres y madres que pasan tantas horas en tensión junto a sus hijos en una habitación de hospital.
Silvia Bayolo repetía. Aunque esta fue a la primera cena que se apuntó. Tiene una agencia de viajes especializada en viajes corporativos, Quest Corporate, y si al encuentro con los Ferrer asistió para aprender más de empresa, en esta ocasión, vino buscando lo que Andrés le pudiese aportar a su alma. Silvia perdió a su hermano siendo también un niño, de la misma enfermedad que se llevó al hijo de Andrés. Aquello marcó un antes y un después en su vida y quiso empezar de nuevo en Málaga, quizás por alejarse fisicamente del lugar donde vivió aquella experiencia cargada de dolor. Aunque el dolor y la pena no entienden de espacios materiales, habitan en el corazón y de ahí es complicado huir. Ahí sólo cabe enfrentarse a ello.
Carla Hijma, al igual que Silvia, también repetía. Carla es la directora de Tourbillon Puerto Banús. Su motivación para estar esa noche en esa cena era estar cerca de Andrés, al que conoce desde la infancia y al que hacía tiempo que no veía. Carla dio fe de la transformación total que ha experimentado Andrés.
José Sánchez trabaja en ST Sociedad de Tasación, aquella noche, al presentarse en la mesa, sólo dijo sentirse muy afortunado por ser amigo personal de Andrés. Es algo que haría la mayoría, presentarse sin decir a lo que se dedicaban. Quizás porque el objetivo era buscar quienes somos más allá de a lo que nos dedicamos.
Gonzalo Torquemada además de profesor de Universidad es director de una plataforma para prevenir la violencia en la infancia: el Observatorio Internacional de Valores y Educación en Humanidad. Fue invitado a la cena por Lucía Romero.
Matilde Mancha, Gonzalo Torquemada y José Sánchez
Matilde Mancha trabaja en Hidralia, una empresa del sector del medioambiente que gestiona todos los procesos relacionados con el ciclo integral del agua. Lleva tiempo siguiendo a Andrés y quería escucharlo de cerca, tener la oportunidad de interactuar con él, y esa opción la encontró en Cenas con Chispitas. Vino acompañada de un grupo de amigas, es la ocasión en la que participó un grupo más numeroso de personas que ya se conocían.
Silvia Morales no conocía personalmente Andrés, aunque había oido hablar mucho de él. Tiene la agencia inmobiliaria Garu San Pedro.
Sara Pérez forma parte de ese grupo de amigas que asistió a la cena y sólo dijo que se dedica a la gestión de residuos y que estaba desando escuchar a Andrés.
Ana Ruíz tiene junto a su marido una agencia de viajes en San Pedro de Alcántara, conoció a Andrés por Begoña Rueda Hijano.
Begoña Rueda Hijano fue la promotora de que este grupo de amigas participase en la cena. Conoció a Andrés en un evento solidario y desde entonces le atrapó su forma de pensar y su mensaje. Begoña se ha involucrado de manera personal en la Fundación desde entonces.
Lorena Falciatore vino también con Lucía Romero. Trabaja con ella en Renova Thermal. No esperaba estar aquella noche en la cena ya que fue una invitación sorpresa de Lucía, a la que en un principio iba a acompañar su marido.
Algo parecido le pasó a María Pitarch. Aquel día tenía otros planes, pero su amiga Eva Bartolomé la llamó para que la acompañase. La propietaria de Lauro Golf nunca había oido hablar ni de Andrés, ni de la Fundación, ni por supuesto de su historia y fue una de las personas a las que mas le impactó su testimonio aquella noche. Al final bromeaba diciendo: “Si llego a saber de qué iba la cena, no vengo. Pero ahora que he venido me alegro mucho de haber estado aquí”.
Eva Bartolomé trabaja en la empresa familiar, Bartolome Consultores. Ella misma estaba allí un poco de manera circunstancial. Es la mujer de Juande Serrano, que fue ponente en una de las cenas anteriores. Juande tenía muchas ganas de asistir a esta cena ya que él es psicólogo experto en duelos y ha acompañado a muchas personas en la recta final de la vida tal y como la entendemos. Finalmente un compromiso profesional le impidió estar esa noche allí. Aún así Eva quiso ir y le regaló a Andrés el libro que recientemente ha publicado Juande Serrano: ‘Compasión por la pérdida’.
Rocío Gaspar es la gerente de Apymespa, asociación de empresarios de San Pedro, y voluntaria de la Fundación Andrés Olivares.
Mariola Ustarán es propietaria de la escuela de cocina de Food Room. Había participado en la cena con Pilar Rangel sobre terrorismo Yihadista. Mariola está organizando un curso para la Fundación, es su forma de aportar su granito de arena. Y aunque no terminó de entender, como le pasó a muchos de los presentes, el planteamiento y el proceso que ha vivido Andrés, lo respeta y valora el trabajo que se lleva a cabo a través de la Fundación.
Milagros Iglesias es amiga de Mariola y de Rocío, es fotógrafa. Asistió deseando escuchar lo que Andrés tuviese que contar en una cena tan íntima, en un foro que se presta a confidencias.
Leonardo Sande y Yolanda Gutierrez-Novis saben lo que es perder a alguien muy cercano, los dos han vivido esa experiencia con sus parejas. Su empresa es ‘Con K de Katering’, un catering que sirve comida a domicilio en Málaga.
Lourdes Muñoz, como ya sabéis los que seguís Cenas con Chispitas, es la directora comercial de Grupo Dani García, al igual que yo sentía que aquella noche se acababa un ciclo que ha significado mucho para las dos. Para empezar el tener el placer de trabajar juntas en Cenas con Chispitas, cada una desde su parcela, para conseguir que para comensales y ponentes haya sido una experiencia extraordinaria. Aquella noche en la que hablábamos de muerte, cerrábamos una etapa, pero siempre con la esperanza del reencuentro. Lourdes confesó tras concluir la ponencia que las palabras de Andrés la dejaron bloqueada.
Y cuando digo bloqueada voy más allá de lo que en un primer momento pueda significar la palabra. No sé si alguna vez os ha pasado escuchar algo que no os deja indiferente, y donde buscabas respuestas solo encuentras más preguntas. Preguntas que sólo tú te puedes contestar. Preguntas que te llevan a nuevos planteamientos, a nuevos caminos que antes no existían. A negaciones y afirmaciones, a desmontarte. Fue algo generalizado durante la cena.
Aquella noche desde un punto de vista espiritual, mental, vital, y que cada uno lo llame como quiera, hubo quien conectó y quien no conectó, pero a todos nos removió. Al igual que Andrés habló desde el corazón, los comensales también expresaron sus opiniones y observaciones durante el encuentro.
La cena
Me detengo en este momento en algo más objetivo y material: los platos que formaron parte de esa última cena del primer ciclo de Cenas con Chispitas en un lugar maravilloso como es Atelier. Y me viene bien este respiro, escribiendo este reportaje, porque la intensidad al volver al escuchar la grabación del encuentro con Andrés vuelve a apoderarse de una parte de mí.
Magistral, como siempre, estuvo siempre el equipo de Dani García en cocina.
Aperitivo: Canutillo de bacalao y eneldo y Sandía-Sangría.
Ensalada de langostinos en tempura.
Solomillo con puré cremoso de patata negra y acedera roja.
La ponencia
Los que ya han participado en alguna de las Cenas con Chispitas saben que al principio siempre hago una introducción del tema y del ponente. Nunca la publico en los artículos que comparto después. Yo no soy la protagonista de esos encuentros. En esta ocasión Andrés Olivares me ha pedido esa introducción para publicarla en su blog. Sólo os comparto aquí la parte que escribí estrictamente sobre Andrés:
“Andrés Olivares, hombre de abrazo eterno, sonrisa limpia, palabras bellas y al que le presupongo mil batallas internas. Porque sin batallas no se crece, no se avanza, porque sin batallas estamos muertos en vida.
Andrés despierta pasiones y suspicacias allá por donde pasa. Nos enseña algo de lo que no nos hablan en el colegio y de lo que todos queremos saber más, quizás por despojarnos del miedo que nos produce. En las aulas nos dan lecciones de reproducción y de cómo es un parto, nos dan lecciones de cómo llegamos a esta vida, pero no nos hablan ni nos enseñan a enfrentarnos a la muerte. Si lo hiciesen quizás tendrían que completar la lección con algo muy complejo, que es hacernos pensar para qué nacemos cada uno de nosotros y hablarnos de nuestra misión de vida.
Andrés ha transformado el dolor y el sufrimiento en amor y entrega. Andrés ha encontrado su para qué en la mirada de su hijo.
Quizás la lección en el colegio nos la dan camuflada, cuando nos explican eso de que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Porque todos somos energía, y si lo somos, efectivamente, como diría Andrés, la muerte no existe.
Pero eso debemos interiorizarlo cada uno en nuestro momento, en nuestra percepción particular del tiempo y través de nuestras experiencias, y quizás, para entonces, cuando lo hayamos aprendido, ya no estemos aquí. Quizás para entonces le hayamos perdido el miedo a la muerte y nos hayamos transformado solo en amor, sin tiempos ni sufrimiento”.
Su respuesta fue un abrazo, de esos que a él le gusta dar y que te rozan más allá de la piel.
Recordé ante todos que estuve en aquella primera cena que celebró Andrés, puede hacer 8 años ya, cuando la idea de la Fundación solo era un proyecto. Andrés había empezado a caminar en la dirección que sentía que quería seguir su vida y necesitaba recaudar fondos para hacer sus proyectos realidad. En aquella época solo conocía a Andrés de oídas, y como le pasó esa noche a María Pitarch, yo estaba allí por casualidad. Recordé aquella cena haciendo referencia temporal a que había sido poco después de la muerte de su hijo. Y Andrés enseguida me corrigió: “Él no ha muerto”.
Nunca más durante toda la cena volví a referirme a su partida relacionándolo con esa palabra y es la primera vez que lo hago en este reportaje.
A partir de este momento sólo voy a reproducir de manera fidedigna fragmentos del testimonio de Andrés que es lo que la mayoría está esperando. Mientras hablaba se sentía el silencio, que sólo se rompería más tarde por las reflexiones de los comensales, en su mayoría mujeres y madres, que no podían entender determinadas afirmaciones sobre el proceso vivido por Andrés. Habrá a quien le choque al leerlo hasta como está escrito, pero voy a intentar respetar al máximo lo que dijo Andrés y como lo dijo, de la forma más literal.
“Cuando voy a los colegios a dar charlas a los peques, les cuento la historia de que allí, en ese mundo, que no es más que este- el cielo está mucho más cerca de nosotros de lo que podemos pensar- Dios, tiene una serie de amigos. Entre ellos estaba mi hijo, y decidieron entre los dos cambiarme la vida. Empresario, papeles, teléfono, proveedores, facturas… Esa era mi vida hasta entonces. Sin embargo cuando tenía 16 años yo había pertenecido a las comunidades cristianas. Hace poco me decía una amiga de entonces: «Tío, yo flipaba, contigo que con dieciséis años nos hablabas del amor de una manera que no comprendíamos», después fui catequista, después me quise ir de misionero… Con esto quiero decir que todos nacemos con ese corazón tan limpio y tan puro, con esa bondad y esa generosidad que vamos perdiendo conforme vamos creciendo. Como yo perdí aquello, porque se me me olvidó al meterme en el mundo empresarial, en el sistema en el que te metes cada día y te lleva a un sitio equivocado, pues Dios llamó al que sería mi hijo y le dijo: «Tienes que hacer allí un trabajito, porque hay un tipo que creo que merece la pena, que nos puede echar una mano a cambiar un poquito el mundo, a que el mundo sea un poquito mejor. Te vas a ir a un sitio llamado Tierra, a un lugar llamado Málaga, vas a entrar por su ventanita y te vas a convertir en su hijo, y durante un tiempo vas a ser su Maestro, le vas a enseñar, sobre todo a amar incondicionalmente, eso sí, lo vas a hacer a través de una enfermedad, que ya sabes que aquí no existe la enfermedad, pero allí sí, y además le tienen un miedo tremendo porque es una enfermedad que habitualmente, o casi siempre, termina en lo que ellos llaman muerte. Pero no te preocupes que voy a estar contigo, te voy a acompañar, te voy a dar la mano.
Durante un año entero que duró la enfermedad no le oí una queja, no le oí un gesto de sufrimiento, le vi gestos de dolor físico por aquello de que la quimio es una putada y duele tela… Pero se le cayó el pelo, y era feliz, se quedó en veinte kilos y era feliz… Y siguió siendo un niño”.
Andrés nos habló de la grandeza de su hijo desde muy pequeño, de su preocupación por ayudar a los demás.
“Después enfermó y durante ese año, sólo lloré cuando se marchó, al último suspiro, cuándo ya se te desploma tu hijo, y en ese momento sí es cierto que lloré mucho, pero a partir de ahí no he vuelto a llorar de esa forma. Tú me preguntabas que si lo echo de menos, no lo echo de menos porque trabajé mucho el apego durante la enfermedad. Él me enseñó que no era mío, simplemente era un regalo de Dios. Son regalos que nos hace la vida. Venimos desnudos y nos marchamos desnudos y todo lo que hay en medio, es para disfrutarlo. Oportunidades que nos brinda la vida para seguir creciendo. Lo que ocurre es que el ser humano quiere crecer en tener y no en ser, porque creen que lo que son, es lo que tienen… ¿Cómo me llamo? ¿Dónde vivo? ¿Qué coche tengo? ¿Cuál es mi cuenta bancaria? ¿En qué trabajo? Desarrollamos la vida profesional y nos vamos quedando con esa ansia de la felicidad, que yo la defino como la ausencia del deseo, porque el ser humano siempre está deseando algo, cuando lo ha conseguido, quiere y quiere y quiere y eso jamás te permite ser feliz. En el momento que no deseas absolutamente nada en esta vida, sino que aceptas y abrazas cada una de las circunstancias que la vida te pone por delante, entras en un proceso de calma y paz infinita, donde desaparecen lo que yo siempre he llamado los sentimientos que producen los cinco sentidos físicos del ser humano, y dónde te quedas con los sentires del alma”, continúo.
Andrés nos recordó la cantidad de veces que en el día a día nos dejamos llevar por las normas sociales, por nuestra rutina, por nuestra vida, por el qué dirán o qué pensarán y la de veces que ello nos lleva a quedarnos en lo superfluo y lo material dejando a quienes realmente somos a un lado.
Nos contó cómo reaccionó al saber que su hijo tenía cáncer, en aquel momento él aún no había experimentado ese proceso de aceptación que lo llevaría después a ser y vivir como lo hace hoy.
“Cuando te dicen que tu hijo tiene cáncer….- Andrés reproduce en ese momento a gritos la rabia y la indignación que sintió- ¡”Dios, ¿por qué a mí? ¿por qué?””¿Por qué mierda me tiene que tocar a mí?”!… Esa es la reacción de cuando te dicen que tu hijo tiene cáncer. Te das contra la paredes….Después de gritar de esa manera, no sabes dónde estás, no sabes quién eres, no sabes qué va a pasar con tu vida, no sabes nada, pero no sabes nada porque no te lo crees.
Mi hijo tuvo fiebre durante varios días pero pensamos que era cualquier cosa normal. Entramos en el Materno al quinto día y nunca más volvió a salir.
Cuando te dicen que tu hijo tiene cáncer inmediatamente lo relacionas con la muerte. ¿Qué es lo peor que te puede pasar en la vida? Mi hijo tuvo una leucemia refractaria, que significa que no tenía curación y que lo que iba a pasar con él antes o después estaba claro antes, es la mayor putada de tu vida”.
Tras esa primera reacción de rabia, Andrés empezó a entender que su hijo había venido a este mundo a enseñarle algo, y comenzó a cambiar su manera de vivir la situación a la que se estaba enfrentando: “Llevo 10 años en la planta de oncología y los padres tienen mucha esperanza y rezan mucho y piden mucho y eso no se debe de perder, esa esperanza, esa ilusión. Pero yo transmuté muy pronto esa esperanza en aceptación y sabía que era un proceso que él tenía que pasar y entendí que él se tenía que marchar, porque además, todos sabemos cuando nos vamos, lo que ocurre es que como no conectamos con el alma pues, rezamos todos los días para que no nos toque. Pero todos tenemos claro cuando nos vamos a ir y estos niños lo saben, lo tienen clarísimo”.
En aquel proceso y gracias a su hijo, Andrés se reencontró con Dios. Su hijo le contaba los sueños que tenía en los que según decía soñaba con Jesucristo y la Virgen María y le daban mensajes. Sueños en los que a veces Andrés interpretaba un mensaje de esperanza de que su hijo se iba a salvar. Sueños que compartió con nosotros: “Me lo contaba a mí en privado porque el resto del núcleo familiar no lo entendía muy bien, todavía siguen sin entenderme… Tampoco pretendo que me entendáis, también me da igual si pensáis que soy un pirado, que estoy ‘chalao’, lo que queráis… Soy feliz como soy.” “Empecé a darme cuenta que cuando Jesús le dijo que se iba a salvar, entre comillas, claro que se iba a salvar. Pero era otro tipo de salvación, era la Salvación; se salvó él, me salvó a mí. Y a través de mí, con todo el respeto y cariño del mundo, estamos intentando salvar muchas almas, conectar a muchas mentes con sus corazones. Que se den cuenta de que no nos podemos permitir que la sociedad nos haga olvidar lo maravillosos que somos y lo que tenemos para dar a los demás.
Ya está bien de darme a mí mismo. Todo el santo día dándome a mí mismo, vamos a dar un poquito a los demás. Así fue como muy pronto transmuté esa esperanza en aceptación, lo integré en mí. A partir de ese momento parte del núcleo familiar estaba muy enfadado conmigo, porque yo viví la enfermedad de mi hijo en los hospitales como si fuese el bufón de la corte, estaba todo el día haciendo el payaso. Como si mi hijo no tuviese cáncer. Cuando se fue la gente no entendía que yo hablase de él con una sonrisa y no envuelto en lágrimas. Yo llevaba y llevo a mi hijo en el corazón”.
Andrés relató como transformó esa pregunta que nos hacemos todos en momentos complicados “el por qué me pasa en esto” en “para qué me pasa esto”. Al cambiar la pregunta sí encontró respuestas. Y el “para qué” de lo que estaba viviendo Andrés era para encontrar su misión de vida.
Se detuvo en hablarnos del perdón como vía para alcanzar la paz:
“Yo no creo que exista un Dios que te juzgue, porque para juzgar primero tienes que perdonar. Si entras en el juicio tienes que llegar al perdón. La Paz interior está en ese momento en que eres capaz de llegar a ese sitio donde habita el perdón. El perdón es una de las emociones que más escondidas tiene el ser humano, porque es también una de las que más miedo nos da sacar. Lo tenemos ahí escondido desde el momento en que estamos todo el día juzgando a la gente, que es muy habitual. Realmente nos estamos juzgando a nosotros mismos. Pero no somos capaces de reconocerlo por esto que os acabo de decir: «Porque tenemos que meternos en ese perdón», y claro perdonarnos a nosotros mismos, eso es muy jodido, porque es reconocer que no estamos haciendo las cosas como las debemos de hacer, que no estamos viviendo aquí en el corazón, sino que vivimos en la azotea. Y nuestra mente es la mayor enemiga del ser humano. Esa es la que nos invita a meternos en todas las películas habidas y por haber.
La mente te ofrece una película, en un momento determinado, y tú te quieres hacer protagonista de esa película. ”¡Salta de esa película y quédate como observador”!. El ser humano casi nunca observa a distancia lo que está ocurriendo. Y además si observáis en vuestra vida, la mente os presenta algo e inmediatamente nos metemos. Y ahí es donde encontramos el sufrimiento, el dolor, la pena, la tristeza, la rabia, la ira, el enfado, todo ese tipo de emociones. Pero no son reales. El dolor como tal no existe. Ni lógicamente el sufrimiento, ni la pena, que todo esos son paranoias mentales, que nos han ido metiendo por patrones estructurales de muchas generaciones atrás. Todo es como tiene que ser y lo vivimos porque tenemos un aprendizaje que hacer”.
Entre bromas, pero en serie Andrés confesó que el está preparando cómo quiere que sea su funeral, algo que muchas personas no pueden entender. Y que además tal y como lo tiene pensado será una celebración de la vida: “De verdad, es tan bonito vivir, desde el amor y no desde el temor. Es tan bonito levantarse por las mañanas, dar las gracias y tener la posibilidad de abrazar a todo aquel que te encuentres por la calle, de decirle a la gente que la amas… Tenemos un regalazo de vida y no la estamos viviendo, estamos todos muertos en vida. La muerte es la vida, la vida es la muerte, en sí es lo mismo. La muerte no existe, es lo que tú decías de la energía, transmutamos y ya está, cambiamos. Pero nos estamos perdiendo tantas cosas bonitas”.
“En la vida hay que ser un poco loco, sobre todo hay que que vivir al ritmo del latido de tu corazón. Y si tu corazón te dice súbete a un árbol, súbete, y si te dice abraza, abraza. Y además no esperes nada. Yo abrazo a mucha gente al cabo del día, y hay a quién le gusta, a quién no le gusta, y quién me mete un codazo y quién me rechaza, hay quién me mancha la chaqueta y me da igual ¿De mi corazón qué nace? Abrazar… La persona que tengo en frente lo toma según su decisión, yo no puedo influir, no puedo esperar, no puedo tener expectativas. Vivimos esta vida llenos de expectativas, queriendo siempre”.
Tras la marcha de su hijo Andrés tuvo claro que quería ayudar a otras personas a pasar por esa experiencia por la que él ya había pasado, y al día siguiente se fue al Materno con la intención de ayudar. Pocos entendieron que tomase aquella decisión cuando debía estar inmerso en el mayor de los duelos: “El mensaje que me queda de lo que viví junto a mi hijo es que ayude a todo aquel que lo necesite, que de amor incondicional. ¿Quién ama sin condiciones? Sí, es que todo en esta vida lo condicionamos absolutamente todo; a nivel laboral, a nivel de pareja, a nivel de familia, me da igual, poneros en la situación que queráis, que inmediatamente os aparece una condición. Siempre”.
La marcha de su hijo se llevó otras muchas cosas de su vida anterior, incluido su matrimonio. Es algo que suele pasar en muchas parejas que pasan por una situación parecida porque cada uno se enfrenta de una manera distinta. Muchas de las personas que estaban en la mesa, mayoritariamente las mujeres-madres expresaron en el transcurso del tiempo que tratamos esa parte del tema no entender el proceso de aceptación de Andrés. Fueron momentos de confrontar puntos de vista distintos, y la confrontación desde el respeto creo que siempre suma a las partes.
Andrés nos habló de su visión de la vida terrenal como parte de algo más grande, de una oportunidad de evolución espiritual. Nos habló de regresiones a vidas pasadas, y de cómo lo que llamamos muerte es sólo un transito más de una vida que nos trasciende.
Andrés no quiso sentarse a la mesa en un principio para seguir contestando de frente a nuestras preguntas. Y siguió hablando y descubriéndonos su mundo interior, un mundo que refleja en sus acciones y en su vida. Nos habló del agradecimiento, de una idea de Dios que está por encima de la propiedad de las religiones, nos habló del aprendizaje como proceso eterno, nos habló de pactos de almas en estados intermedios, nos habló del desapego y de muchas cosas más que se quedan allí y que a buen seguro cada uno de los que estábamos presentes habrá interiorizado de manera distinta, porque el mensaje aunque fuese el mismo, cada uno lo interpreta como lo siente.
Me siento una privilegiada por estar escribiendo este artículo, por escuchar de nuevo la ponencia de Andrés gracias a la grabación, saco por segunda vez mis conclusiones y me enfrento de nuevo a los mensajes que aquella noche sentí que estaban destinados para mí.
Y aunque Andrés acompañaba sus palabras, casi siempre con una sonrisa, hubo pocas risas durante la cena pero sí una gran revolución interior.
Tanta intensidad pesa, tanta profundidad, tanta reflexión, tanto hablar de esa muerte que generalmente nos aterra y con la que Andrés habla de tú a tú. Cierre distinto para una última cena. La última que cerraba el ciclo en Atelier. Pero las cenas siguen, como la vida tras la muerte, aunque en otros espacios en los que no las hemos vivido nunca. Y está ese miedo de si se mantendrá la magia, si seguirán conservando su esencia fuera ya del lugar en el que nacieron. Todo muy metafórico y revelador, al menos para mí. He intentado ser lo más objetiva posible en todo el relato que hago en el artículo.
La cena no acabó ahí, nos trasladamos al patio a tomar el postre y el café. Ahí continuaron las preguntas, las reflexiones, y temas más mundanos y menos espirituales entraron a formar parte de las conversaciones, de la charla. Porque al final cuando tomas consciencia de la muerte es cuando te sientes más vivo. Y esa noche sabíamos que lo estábamos y que estábamos viviendo un momento especial. Andrés no paró de hacernos sonreír y de repartir abrazos.
Andrés tuvo su ‘Chispita’ de agradeciendo por haber sido ponente de “Cenas con Chispitas” pero también fue el momento de entregársela a todo el equipo de Atelier. Pero eso os lo contaré en otro reportaje, porque después de 7 cenas allí se merecen eso y mucho más. Era momento de despedidas, de un hasta pronto, porque nunca se puede decir adiós.
Gracias a Andrés por agitarnos, y por compartir con nosotros tu visión de la vida y de esa muerte que no existe. Nos hacen falta más locos que nos desaten las cuerdas…
Testimonios
Begoña Ruiz Hijano: “ La cena me ha encantado y el ponente también me ha encantado. Conozco a Andrés personalmente porque colaboro en la Fundación. Me ha parecido super original el formato. Os sigo en Facebook y todas las cenas me han parecido muy interesantes”.
Eva Bartolomé: “Me ha parecido impresionante. Con estas cosas siempre se aprende. Andrés es una persona muy positiva y a pesar del tema sales con una sonrisa. Además hemos hecho nuevos amigos. Es muy gratificante”.
Lorena Falciatore: “Me ha parecido sensacional. Ha sido un tema muy profundo pero muy interesante, trascendental y enriquecedor. Además la cena ha sido exquisita. Todo estaba excelente. Lo recomiendo”.
José Sánchez: “Me ha encantado, sobre todo escuchar a Andrés que te hace pensar. Normalmente pensamos muy poco. La experiencia me ha encantado; Atelier es precioso, y cenar con un grupo tan majo además de escuchar algo que te sirve para ser mejor persona me ha parecido genial”.
Silvia Bayolo: “Me ha encantado. Me emociona, Me ha removido dentro muchas cosas, y aunque no conocía a casi nadie me ha hecho sentirme en una cena entre amigos. Repetiría un millón de veces más”.
Andrés Olivares: “ Una experiencia entrañable porque tener a las personas tan cerca te permite abrazarlas a todas de una manera muy especial. Me gustan las charlas en las que ellos interactúan mucho. Me ha parecido una cena espectacular, el sitio es precioso, la organización ha sido de 10 y me he encontrado súper a gusto. Repetiría una y mil veces. De hecho, me han obligado a sentarme a cenar, porque quería seguir hablando. Me ha encantado”.
Agradecimientos:
A todo el equipo de Atelier de Dani García
Fotografía: Manuel Martos
Diseño imagen, web y filmación video: The Branders and Co
Audio ponencia transcripto por Atexto
‘Cenas con Chispitas’ continúa. Aquí-> puedes leer la nueva programación.