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Cáncer de mama; Cuando la vida se tiñe de rosa

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Cáncer de mama; Cuando la vida se tiñe de rosa

Cuando me pidieron que escribiera un artículo sobre el cáncer de mama, rápidamente me acordé de ella y marqué su número casi sin pensar si estaría dispuesta a contar su historia una vez más. Una historia que comparte con muchas mujeres que, un buen día, sienten que su mundo se tambalea sin previo aviso; que ven cómo sus proyectos e ilusiones se paralizan dejándolas sin respiración; que sienten que nadie las había preparado para hacer frente a algo que las mira de frente, a los ojos, desafiando su fortaleza, a su cuerpo y a su mente; a algo que las terminará convirtiendo en auténticas supervivientes.

“Me lo detectaron en octubre. Paradojas de la vida, ¿verdad?”. Así comienza mi conversación con María. La conocí hace unos años cuando la entrevisté para un especial sobre el cáncer de mama. Tenía solo 36 años cuando le detectaron la enfermedad. Era una profesional de éxito. Después de muchos años dando tumbos de empresa en empresa había logrado afianzarse en una compañía finaciera como Responsable de RRHH. Estaba felizmente casada desde hacía un lustro y tenía una hija, Marta, de 2 años.

 

“En mi trabajo tenía a mi cargo a más de 250 personas y estaba acostumbrada a vivir con presión; pero nada como lo que sentí el día que me senté frente a mi médico y me dijo muy seria: María, tienes cáncer de mama. Hay que operar”. Aún se emociona cuando lo recuerda. “Era muy joven y tenía toda la vida por delante. No entendía por qué me estaba pasando a mí. No sabía qué había hecho mal para que todo se volviera en mi contra”. “Fue un auténtico mazazo”, recuerda. “Sentí miedo; quería gritarle a la vida lo injusta que estaba siendo conmigo. Yo quería vivir”.

“Me había encontrado un pequeño vuelto en la mama derecha un día mientras me duchaba. Rápidamente fui a mi médico y decidió hacerme una biopsia. El diagnóstico fue claro. Debía operarme lo antes posible y empezar con el tratamiento. No había tiempo que perder”, continúa. “La noche que tuve que dejar a María con mis padres fue la peor de mi vida. Ella era muy pequeña y no entendía nada”, explica. “Luego me marché a mi casa con Ángel, mi marido. Me pasé toda la noche llorando agarrada de su mano”, nos cuenta.

La historia de María podría ser la de cualquiera de las más de 25.000 mujeres que cada año son diagnosticadas de cáncer de mama en España. Una enfermedad que, según la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), aumentará su incidencia en más de un 10% para 2020 y casi en un 17% para 2025. Sin embargo, a pesar de que cada vez hay más casos, la tasa de supervivencia ha aumentado de manera importante en los últimos años y, hoy por hoy, más del 80% de las mujeres que lo padecen consigue superarlo.

 

“Las primeras semanas después de la operación fueron muy duras”, recuerda María. “Y un buen día, me levanté, me planté frente al espejo y me dije a mi misma que iba a salir adelante, que estaba en manos de los mejores médicos y que iba a ganar la batalla”, cuenta.

 La detección temprana, fundamental

“Mi médico me dijo que el cáncer estaba en una fase muy temprana y que eso era algo muy positivo”. La detección temprana del cáncer de mama es la única manera de lograr le mayor número de supervivencia usando los tratamientos menos agresivos. En este sentido, Ángela Escobar, ginecóloga especialista en cáncer de mama en el Hospital Internacional HC Marbella, insiste en que “todas las mujeres deben estar familiarizadas con sus propios pechos y los cambios que ocurren durante el ciclo mensual, para que puedan pedir una cita con un ginecólogo si detectan algo inusual”. Además, “un examen clínico del seno debe ser parte del chequeo anual ginecológico, junto con la citología”, explica.

La mamografía es, por su parte, el método más eficaz a la hora de detectar el cáncer; de hecho, es la manera en la que la enfermedad se detecta en sus fases más tempranas. Esta prueba es capaz de hallar entre el 35% y el 45% de los tumores de menos de 1 cm, cuando aún es imposible sentirlos. Sin embargo, esta prueba es menos certera en las mujeres con menos de 40 años, debido a la mayor densidad del tejido mamario a una edad más joven. En estos casos, “se recomienda una ecografía complementaria para diagnosticar pequeñas anormalidades ocultas que la mamografía es incapaz de detectar”, explica la Dra. Escobar.

 

Y ahora, ¿qué?

Para los expertos, a nivel psicológico, el diagnóstico de la enfermedad se convierte en uno de los momentos de más angustia para la mujer porque a la gravedad de la enfermedad hay que sumarle el componente físico. En la estética de la mujer, el pecho cuenta con unos tintes emocionales muy fuertes y juega un papel sumamente importante. El hecho de que, además, vaya a tener que hacer frente al sinfín de cambios físicos que van unidos a los tratamientos para combatir el cáncer, hace que la vulnerabilidad aumente y el pánico a los desconocido haga su aparición llegando, incluso, a bloquearla.

“Eso no puede ser. Recuerdo que ésa fue la primera frase que dije cuando escuché a mi médico decirme que tenía cáncer”, cuenta María. Se trata de una de las reacciones emocionales más frecuentes cuando el médico termina confirmando la enfermedad. Tras esta primera fase de negación, lo más frecuente es buscar segundas opiniones que llevan escondidas el claro deseo de que haya alguien que acabe apuntando que ha habido un error y que el diagnóstico no tiene nada que ver con lo que realmente ocurre.

Tanto en los momentos inmediatamente posteriores al diagnóstico de la enfermedad, como a lo largo de los meses de tratamiento que lo suceden, los psicólogos y otros profesionales de la salud mental con experiencia en el tratamiento del cáncer de mama son fundamentales. Desde la Unidad de Oncología del Hospital Internacional HC Marbella apuntan que su objetivo principal es, en estos delicados momentos, ser capaz de dar a las mujeres las herramientas suficientes como para sobrellevar todos los cambios físicos, emocionales y de estilo de vida a los que tendrán que hacer frente, sin olvidar los duros tratamientos médicos que pueden acabar resultando realmente traumáticos para quien los recibe. “Los psicólogos pueden ayudar a las mujeres a lidiar con su dolor, miedo y otras emociones”, apuntan.

“La primera vez que acudí a ponerme el tratamiento de quimioterapia me sentí morir. Recuerdo que me senté en el sillón y solo podía mirar a mi alrededor. Había gente de todas las edades; no podía creerme que fuese a tener que pasar por todo eso. El primer día me impacto el optimismo de muchas de las personas que, a partir de ese momento, se convertirían en mis compañeros de batalla”, explica María.

“El día que me levanté y descubrí que tenía pelo en la almohada sentí que no podía respirar”, cuenta María. “Siempre había sido muy presumida y mi melena era muy importante para mí”, explica mientras se le quiebra la voz. “Es solo pelo, volverá a crecer. Fue lo que me dijo una ‘compañera’ de quimioterapia”, recuerda sonriendo. “Y tenía razón, ¡mirame ahora!”.

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En los últimos años se ha avanzado significativamente en los tratamientos para el cáncer de mama, algo que brinda nuevas esperanzas y estímulos a quienes padecen la enfermedad. En la actualidad, hay una diversidad importante de opciones de tratamiento que van desde la cirugía, radiación, hormonoterapia y quimioterapia, entre otras, que puede generar una sensación abrumadora y que debe ser analizada en detalle por el médico para escoger la que mejor se adecue a las características y necesidades de la persona.

“Cada vez que recibía una sesión de quimioterapia, recuerdo que siempre me paraba a pensar qué me ocurriría a partir de ese momento”, explica Maria. “Es lo que más miedo me daba”. “Es cierto que hay unos efectos secundarios que se repiten en prácticamente todos los enfermos, pero su manifestación depende de la persona. Terminan pasando y la vida sigue”, cuenta.

 

Y eso es lo que pasó con María. Tras varios ciclos de tratamiento, numerosas pruebas para comprobar que todo marchaba bien y años de incertidumbre y miedo, María ha superado la enfermedad. “Siempre tienes miedo porque pueda volver, pero uno no puede vivir con temor”. “Simplemente hay que vivir al máximo. Si he aprendido algo durante esto años es que debemos exprimir cada momomento, querer, reír, llorar, viajar… sentir.  Hay esperanza para quienes un día ven cómo el cáncer llega a desbaratarles la vida”, cuenta.

“La sociedad nos llama supervivientes y nos anima a seguir luchando en la que dicen es la batalla más importante de nuestras vidas”, puntualiza. “Y no es que no sea cierto, sino que creo que, a veces, en esa lucha en la que se nos anima a salir victoriosas, parece no haber sitio para el llanto y la desesperación. Los enfermos de cáncer no son ni héroes ni heroínas; sino hombres y mujeres de carne y hueso que sufren, que lloran y, que muchas veces, sienten unos deseos horribles de tirar la toalla y dejarse morir. A veces es bueno recordar todo eso. Es normal que nos sintamos tristes durante todo el proceso. Nuestras familias y amigos nos repiten una y otra vez que tenemos que seguir adelante; y nosotros ya sabemos eso. Y es lo que hacemos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos durante toda la enfermedad; pero también tenemos derecho a caernos. Y esto es algo que creo que se olvida en demasiadas ocasiones”.

En un mes en el que los lazos rosas visten nuestras solapas convirtiéndose en un auténtico canto a la esperanza, María es la voz de todas esas mujeres que tras un diagnóstico de cáncer de mama se levantan cada mañana con el único deseo de beberse a sorbos la vida.

Redacción: Rocío Alcántara

 Unidad de Oncología del Hospital Internacional HC Marbella

HC Marbella International Hospital

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