Fundadora del método “Relájate y educa”; conferenciante internacional, autora del libro Relájate y educa y madre de tres niños. A través de su plataforma web, Amaya de Miguel realiza cursos online de “transformación integral” en el ámbito familiar con el objetivo de conseguir alcanzar armonía en ese ámbito.
¿Cómo surgió la idea de crear tu conocido método ahora convertido toda una filosofía de vida?
Cuando tuve hijos, mis amigos, conocidos e incluso desconocidos me preguntaban sobre algunas de las cosas que hacía con los niños. Venían a pedirme consejo. Se sorprendían ante algunas de mis actuaciones con ellos. Les gustaba nuestro modelo y ellos también lo querían aplicar en sus vidas. Yo me había formado para que las cosas en mi familia fueran cada vez mejor, había tenido mentoras, había acudido a talleres y leído mucho, y a la vez tenía intuiciones muy fuertes y una actitud muy positiva y respetuosa hacia mis propios hijos. Con los niños aún muy pequeños nos fuimos a vivir al extranjero y dejé mi trabajo como directivo en una institución cultural española. Después de unos años sin trabajar, decidí que esto que había surgido de manera tan orgánica y espontánea se extendiera:
. El alcance que tiene hoy en día me llena de emoción: más de mil alumnos han crecido con nuestras formaciones. Es un privilegio poder ayudar a tantas familias.
¿Cómo erradicar los gritos en casa?
Antes de nada, déjame matizar que no pasa nada si de vez en cuando, de manera excepcional, gritamos; somos humanos y es bueno que nuestros hijos aprendan y comprendan que no somos perfectos, siempre y cuando después haya una reparación del daño que hemos hecho (pedir disculpas y compensar la herida con mucho amor).
Los gritos son un problema cuando se convierten en habituales. Muchas, muchísimas familias funcionan a base de gritos. Los adultos me dicen que sus hijos solo les hacen caso cuando gritan, así que gritan para que apaguen la tele, se metan en la ducha, dejen de pelearse, pongan la mesa… En esa familia se ha instalado un idioma, el de los gritos, y es el que hablan todos.
Para dejar de gritar se necesitan dos cosas: compromiso y herramientas. El compromiso depende de la voluntad de uno mismo, y la voluntad exige esfuerzo y trabajo. Si en tu casa no queréis gritar más, tendréis que esforzaros para dejar de hacerlo.
Herramientas hay unas cuantas, y puedo decirte aquí algunas muy eficaces: la primera, que las estructuras en tu casa estén muy claras, es decir, que todos sepáis a qué ateneros sobre todo en las áreas más conflictivas. Por ejemplo, que esté muy claro cuándo se usan las pantallas, durante cuánto tiempo, en qué dispositivo, etc. O que sepáis cuándo se comen chucherías (¿solo en los cumples? ¿Todos los viernes al salir del cole?). Las pautas tienen que ser muy claras, los adultos tenemos que respetarlas (no deberían convertirse en objeto de castigo), y nada arbitrarias.
La conexión es una de las claves para lograr educar sin gritos: una instrucción que tú gritas desde otra habitación (¡niños, a poner la mesa!) no es efectiva; en cambio, acercarte donde está tu hija, mirarla a los ojos y decirle que en cinco minutos tiene que poner la mesa te va a dar buenos resultados. Eso sí, en cinco minutos tendrás que ir de nuevo a su lado para que te acompañe a poner la mesa. Además, cuando hay conexión entre vosotros, los niños te van a seguir mucho más porque se van a sentir parte de tu equipo, y no tus antagonistas.
Las cosas son mucho más sencillas si los adultos estamos presentes. Por ejemplo, tú sabes que tu hijo puede recoger su habitación él solo, pero a su cerebro le resulta muy difícil hacerlo. En cambio, si tú estás con él, le va a resultar más sencillo hacerlo. Y si además logras que ese rato sea divertido y de conexión, entonces será aún más fácil: puedes poner música o convertir el momento de recoger en un juego. De hecho, el juego es una de mis herramientas favoritas. Lo he llamado “Disciplina juguetona” y consiste en resolver los conflictos con juegos, canciones, o cuentos.
Es detractora de los castigos…¿por qué cree que no funcionan?
Sabemos que los castigos sí funcionan en el corto plazo. Si yo le digo a mi hijo que si no se come la verdura, no comerá postre, es probable que coma la verdura. Si le digo que si no recoge su cuarto, no verá la tele, es probable que recoja su habitación. Pero, ¿qué ocurrirá el día que no haya postre, o haya un postre que no le guste? ¿O el día que coma en otra casa? ¿Qué ocurrirá si yo no estoy para amenazarle con no dejarle ver la tele, recogerá su cuarto o no? Nuestro objetivo como educadores es conseguir que nuestros hijos interioricen conductas buenas, que les permitan a ellos y a su entorno tener vidas satisfactorias. Cuando interiorizan la conducta positiva, no necesitan el castigo (o el premio). Si queremos resultados a largo plazo, y este debería ser el objetivo de la educación, tenemos que acompañar a los niños para que tomen buenas decisiones incluso cuando no hay un premio o una amenaza en el horizonte.
Es más sencillo interiorizar una conducta positiva si se asocia a emociones positivas que si la situación se asocia a hostilidad, amenazas y agresividad. Deja que te ponga un ejemplo real.
Una de mis alumnas, con una hija de tres años, me contaba que el momento de recoger los juguetes era siempre una gran batalla. La niña se negaba a hacerlo y la madre acababa amenazándola con algún castigo. Recomendé a la madre que recogieran juntas, con música. Ponían música y de pronto una de ellas la apagaba; quien tuviera un juguete en la mano en ese momento, tenía que hacer algo: dar un beso a la otra, saltar a la pata coja, imitar a un animal. Al cabo de tres días jugando a la hora de recoger, la niña empezó a recoger sola, sin ninguna dificultad.
¿Qué había ocurrido, qué transformación se había producido? Esta niña tenía una serie de emociones negativas asociadas al momento de recoger: probablemente no le gustaba recoger, y además se le juntaba el conflicto con la madre. Mi alumna logró cambiar esas emociones negativas y transformarlas en positivas: desde que jugaron juntas, recoger se asociaba a una emoción positiva. ¡Y entonces era fácil hacerlo!
Una de nuestras misiones como madres y padres es reducir la resistencia que nuestros hijos tienen al hacer algunas cosas. Cuando logramos esto, la convivencia es mucho más fluida y los niños cooperan mucho más. Los castigos, los gritos, las amenazas y los premios aumentan esta resistencia, no la reducen.
¿Cuál es la edad “adecuada” para que un niño tenga móvil?
En mi opinión, cuanto más tarde, mejor. La edad concreta dependerá del niño, de su entorno, y de la cultura tecnológica en casa.
Me sorprende que no dejemos a nuestros hijos ir a comprar el pan solos, y en cambio les dejemos con un móvil en la mano. ¡En el móvil está el mundo entero! Pornografía, publicidad engañosa, contenido violento, lenguaje soez, materiales dirigidos a adultos, personas sexualizadas… También hay cosas estupendas que pueden ayudar a tus hijos.
No se trata de demonizar el móvil, pero es importante saber que no es inocuo y que tal vez nuestros hijos no estén preparados para navegar el mundo ellos solos. A mi hijo mayor le hemos regalado su primer móvil con trece años y medio. Desde los trece usaba el mío para chatear con sus amigos, para jugar a videojuegos dentro de unos horarios establecidos y para escuchar música. Mis hijas de once y diez años nos piden los nuestros para cosas puntuales, pero ellas no tienen móvil propio.
Ahora bien, en otras familias tal vez les resulte muy tarde y sientan que es conveniente que sus hijos tengan el móvil antes. En ese caso, que lo hagan pero nunca con barra libre. Tiene que haber horarios definidos y contenidos a los que no podrán tener acceso. Es importante que los adultos les enseñemos a manejarse en las redes sociales, que les hablemos de la pornografía que se van a encontrar (todos los niños de ahora van a ver porno en el móvil), que discutamos el sexting con ellos (el sexting es una práctica común entre los adolescentes y jóvenes, y consiste en enviarse fotos desnudos, semi-desnudos o de sus órganos sexuales). Si los adultos somos sus guías en casi todos los aspectos de su vida, es importante que lo seamos también en el uso de las pantallas.
Por eso mi consejo es esperar todo lo que se pueda, permitir que los niños se frustren un poco y esperen. A la vez, no es bueno aislarlos de su grupo de amigos. A veces usar el móvil de los padres, como hacen mis hijos, es la manera de equilibrar la necesidad de tener el móvil con la protección que necesita tu hijo.
Piensa en su madurez, en el uso que tú haces del teléfono, y muéstrale las vías más creativas para usarlo. No es lo mismo ver vídeos de gente bailando en tik-tok, que usarlo para aprender a dibujar o a hablar un nuevo idioma. El móvil es una gran herramienta si se usa bien, cuando los niños son maduros y siempre con la guía y el ejemplo de los adultos…
¿Cómo regular el uso de los dispositivos móviles y demás tecnologías?
En mi experiencia, lo que genera más conflicto es la barra libre: el niño puede ver la tele cuando quiera, la niña puede usar el móvil cuando quiera… Y cuando los adultos sentimos que llevan demasiado tiempo conectados, nos ponemos nerviosos y les regañamos.
Mis alumnos aprenden a crear una estructura muy clara con respecto a las pantallas: qué se ve, en qué horario, en qué dispositivo, en qué zona de la casa y durante cuánto tiempo.
Cuando somos inconsistentes (hoy ves una hora, mañana cero, a día siguiente dos…) se generan muchos conflictos porque no hay pautas claras. Es importante que tú establezcas esta estructura y se la transmitas a tus hijos. Si, como en mi casa, decidís que a videojuegos se juega el domingo por la mañana, cuando tu hija un martes por la tarde te pide jugar, tanto ella como tú sabéis la respuesta: “hoy no es domingo, hoy no se juega”.
Yo recomiendo que se elimine la arbitrariedad y que no se usen las pantallas como elemento de chantaje o amenaza. Si los domingos se juega, pues se juega independientemente de otras conductas de tus hijos. No lo uses como castigo. Sé consistente y no arbitrario, y reduciréis mucho el conflicto.
Por último, no dejes a tus hijos solos ante el contenido de las pantallas. Ved cosas juntos, hablad de cómo usar las redes sociales, jugad juntos a videojuegos. Del mismo modo que guías y acompañas a tus hijos en otras facetas de su vida, hazlo con su exposición a las pantallas. Yo juego a videojuegos con mi hijo mayor. Soy malísima y soy una carga más que una ayuda para el equipo. Pero lo pasamos bien, nos reímos mucho y es nuestro rato de conexión.
¿Cómo actuar cuando tu hijo trae un suspenso?
Me encuentro con que para muchos de nosotros, nuestros hijos son sus notas. Cuando las familias me describen a sus hijos me dicen cosas como: “es una niña estupenda, en el cole saca muy buenas notas”. Cuando igualamos a nuestros hijos a sus notas, estamos usando una visión muy reducida de su persona. ¿Se puede ser estupendo y sacar malas notas? Sí, se puede. ¿Se puede tener una buena vida, satisfactoria, tras haber sacado malas notas en el cole? Sí, se puede. Yo conozco a unas cuantas personas así. ¿Se pueden sacar muy buenas notas y ser infeliz? Sí, se puede.
Los niños pueden fallar en el colegio por varias razones, y es importante averiguar de dónde viene la dificultad: puede tener una dificultad de aprendizaje; puede tener altas capacidades; puede tener dificultades sociales, etc. Esto hay que averiguarlo y contar con evaluaciones de especialistas si fuera necesario. La mayoría de las veces es consecuencia de una gran desmotivación. No les interesa nada lo que les enseñan, ni el modo en que les enseñan. Hay una desconexión fuerte entre lo que ocurre en el aula y los intereses de tu hija. ¡Así, es muy difícil aprender!
Es importante que no transmitamos a los niños que son un problema, sino que tienen una dificultad. Y mostrarles modelos de personas que fracasaron en el colegio y tuvieron vidas estupendas como adultos. Hay que proyectar un futuro esperanzador para estos niños, y hacerles ver que su valía no depende de sus resultados académicos.
Los niños que no se dejan ayudar por sus padres para hacer deberes o repasar, pueden responder bien con alguien externo a la familia que les ayude (una profesora particular).
Me parece fundamental alimentar la motivación de estos niños. Recuerdo una mujer que recurrió a mí porque su hija no estudiaba nada. Lo único que hacía era tocar la trompeta, su gran pasión. Sus padres, para que estudiara, le retiraron la trompeta y dejaron de pagarle las clases. Entonces, ¿qué motivación podía tener esta niña? Se había quedado sin lo único que e impulsaba a crecer y formarse. Si tu hijo no va bien en el cole pero tiene otras motivaciones, ¡aliméntalas todo lo que puedas! Es la manera de mantener vivo el placer del aprendizaje, el estímulo para crecer.
Celos, peleas…¿de qué manera evitar los conflictos entre hermanos?
En esto soy una experta porque tengo tres hijos muy seguidos y hemos pasado por fases complicadas. Cuando mis hijos eran muy pequeños, los dos mayores tenían una relación tan fea que yo lloraba en el cuarto de baño. ¡Era horrible! Decidí formarme para ayudarlos, y desde entonces he acompañado a muchas familias para que ayuden a sus hijos a tener buenas relaciones entre ellos. Y puedo decir que, en mi casa, las relaciones entre mis hijos son buenas.
Con esto quiero decir que es posible guiar a los niños para que tengan una relación cordial. Somos los adultos quienes les tenemos que guiar en este camino.
Hablar con los niños de cómo se sienten es importante. Si una niña dice “odio a mi hermana, ojalá estuviera muerta”, los padres tenemos que escuchar sin juzgar y sin corregir ese pensamiento. Podemos decir: “¿te gustaría más ser hija única?”. Ayudemos a la niña a procesar lo que siente, a ponerle nombre. Démosle un espacio seguro donde poder comunicar lo que le pasa sin sentirse rechazada por ello. Expliquémosle qué son los celos, con palabras acordes a su edad.
Si das amor incondicional a cada uno de los niños, es más difícil que sientan tanta rivalidad. Acéptales como son y quiere a cada uno por ser como es, de manera única. Intentar pasar tiempo a solas con cada hijo les ayuda a sentirse valorados. Es importante que para lograr esto, nunca les compares y no fomentes la competitividad entre ellos.
Finalmente, es bueno guiarles para que, durante el conflicto, sean ellos quienes encuentren las soluciones. Yo muestro a mis alumnos cómo no ser jueces o policías, sino mediadores que favorecen el diálogo y la búsqueda de soluciones entre ellos. Queremos que nuestros hijos tengan una relación propia entre ellos, no siempre a través de nosotros, y que sean capaces de resolver sus dificultades.
¿Qué trucos son infalibles para ganarse a los hijos?
¡Ja ja ja! Infalible, no hay nada. Lo más importante es quererlos y que lo noten. Para eso hay que poner el foco en el vínculo que tenemos con ellos, en la conexión, mucho más que en la conducta. Yo animo a los adultos con quienes trabajo a que, cuando se levanten por la mañana, en lugar de desear que sus hijos hoy se porten bien, se digan: “me comprometo a duplicar la conexión hoy con cada uno de mis hijos”. La conexión es el primer ingrediente para crear un equipo fuerte con los niños.
¿Cuáles son, en definitiva, las claves para mantener la armonía familiar?
Tener alegría me parece fundamental. Crear un clima de buen rollo en casa fortalece la autoestima de los niños, diluye las tensiones y hace que los adultos estemos mucho mejor.
La familia, incluso con los conflictos que conlleva la convivencia, debería ser un espacio de disfrute y bienestar para todos: niños y adultos. No todo el rato, pero sí como ambiente general. La actitud de los adultos, amable, alegre, respetuosa y buscando la conexión, es clave para lograrlo.