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¿Hacer terapia con ChatGPT? Beneficios, riesgos y límites de una práctica que se generaliza

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¿Hacer terapia con ChatGPT? Beneficios, riesgos y límites de una práctica que se generaliza

En los últimos meses se ha extendido una práctica que, hasta hace poco, parecía propia de la ciencia ficción: mantener conversaciones de apoyo emocional o incluso de tipo terapéutico con una inteligencia artificial como ChatGPT. Lo que empezó como una curiosidad o una forma de desahogo, se está convirtiendo en un hábito cotidiano para muchas personas. Pero, ¿es esto realmente hacer terapia? ¿Qué beneficios puede aportar y qué peligros implica? Si eres de los que se ha acostumbrado a hacer terapia con ChatGPT este artículo te interesa.

Imagen generada con IA

Hacer terapia con ChatGPT: Un recurso accesible y sin juicios

Uno de los principales motivos por los que muchas personas recurren a ChatGPT en momentos de ansiedad, tristeza o confusión es su disponibilidad inmediata. La posibilidad de conversar en cualquier momento del día, sin esperas ni citas, y sin sentir que alguien nos juzga, ofrece una sensación de alivio y contención.

Para quienes tienen dificultades para acceder a la terapia por motivos económicos o geográficos, la IA se presenta como una opción asequible. Además, en un contexto donde todavía persisten ciertos estigmas sobre acudir al psicólogo, hablar con una inteligencia artificial puede percibirse como más cómodo.

 

¿Puede una IA ofrecer orientación emocional real?

ChatGPT está diseñado para mantener conversaciones coherentes y empáticas. Su entrenamiento incluye grandes volúmenes de textos que contienen interacciones humanas, consejos y respuestas empáticas. Esto le permite ofrecer reflexiones que pueden sonar útiles o reconfortantes. En algunos casos, sugiere herramientas de gestión emocional o invita a practicar la autoobservación, la escritura terapéutica o la respiración consciente. Pero hacer terapia con ChatGPT no es la solución.

Sin embargo, conviene matizar: la IA no “entiende” las emociones humanas en el sentido profundo, ni tiene conciencia ni formación profesional. Su habilidad se basa en patrones lingüísticos, no en experiencia clínica. Cualquier consejo que proporcione debe ser tomado como una ayuda puntual, no como un reemplazo de la atención psicológica.

Los límites: salud mental no es solo conversación

Los psicólogos advierten que reducir la terapia a una conversación amable o a consejos bien redactados es un error frecuente. La terapia profesional incluye diagnóstico, seguimiento, herramientas específicas y, sobre todo, una relación humana que tiene un valor terapéutico en sí mismo. La IA puede simular la escucha, pero no puede construir una alianza terapéutica ni responder con intuición clínica a señales preocupantes como ideación suicida, trauma o trastornos complejos.

También hay riesgos de dependencia. Algunos usuarios han desarrollado la necesidad de consultar constantemente a la IA para validar sus decisiones, lo que puede sustituir el desarrollo de la autonomía emocional. Y, aunque los sistemas como ChatGPT incluyen límites de seguridad, no están exentos de errores o respuestas mal interpretadas que puedan causar malestar.

Imagen generada con IA

Un uso responsable: herramienta, no terapeuta

Frente a los riesgos, muchos expertos proponen una mirada equilibrada: entender a la IA como un complemento, no como un sustituto. Puede servir como apoyo entre sesiones, como espacio de reflexión o incluso como diario conversacional. Algunos psicólogos la integran en sus procesos, recomendando a sus pacientes que escriban sus pensamientos en la IA para clarificar emociones o repasar aprendizajes.

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También puede tener aplicaciones en el acompañamiento de personas con necesidades leves o puntuales, en momentos donde no se requiere intervención clínica pero sí un espacio de expresión.

 

Reflexión final: ¿estamos solos o mal acompañados?

El auge de las terapias con IA refleja, en parte, un vacío. Vivimos tiempos de aceleración, hiperconectividad e individualismo. Muchas personas se sienten solas, sobrecargadas y con poco acceso a escucha empática. Que una máquina supla esa necesidad nos interpela como sociedad. Pero también abre una puerta: si usamos esta tecnología con conciencia, como aliada y no como sustituta, puede convertirse en una herramienta útil en nuestro camino hacia el bienestar.

 

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