En un mundo que parece estar perdido, en el que los seres humanos buscamos la felicidad en la obtención de cosas materiales y la satisfacción inmediata, Miguel Ángel Tobías nos invita a reflexionar sobre lo que realmente merece la pena. El director, productor, actor y conferenciante se encuentra inmerso en varios proyectos audiovisuales que invitan a realizar un viaje interior mostrando como ejemplo a personas que tienen mucho que aportar.
Hace un alto en su ajetreada agenda para compartir con nosotros su visión de la sociedad actual, la pandemia y la guerra de Ucrania, entre otros temas que nos preocupan.
“El camino interior” es tu última creación… ¿qué has pretendido con este trabajo?
Cuando comenzó la pandemia me di cuenta de que se iba a producir un gran cambio en la humanidad. La crisis existencial la arrastramos desde que somos seres inteligentes, pero esta pandemia nos ha hecho revivirla. “El camino interior” parte de las secuelas que vaticiné traería esta situación de angustia, incertidumbre y miedo que ha generado el coronavirus. Es una serie audiovisual que conlleva herramientas de ayuda para aliviar esa situación: recorre el Camino de Santiago que, además, permaneció un año cerrado, con una serie de personas maravillosas, gente de primer nivel, intelectual y humano. Es un proyecto pionero, un proyecto social y solidario que pone sobre la mesa medicina para el alma, medicina sin fármacos. De las conversaciones mantenidas en dieciséis etapas se extraen enseñanzas muy importantes que ayudan a generar conciencia social.
¿Qué otros proyectos tienes en cartera hoy en día?
Siempre tengo varios proyectos a la vez. El 10 de marzo se estrenará “El camino interior” y estoy rodando otra serie documental sobre el poder de los seres humanos para cambiar las cosas malas que hacemos al planeta, “Generación S-Living”. Además, vamos a arrancar la producción de una película y, en paralelo, estoy escribiendo el guion de lo que va a ser la película de un libro autobiográfico en el que hablo de cómo viví la tragedia de los Andes. Espero también poner en marcha un proyecto maravilloso para Canal Sur, que pondrá en valor el poder de transformación de las personas, a través de sus acciones y de la palabra, a partir de andaluces de pro que dedican y consagran su vida a mejorar el mundo en el que vivimos.
¿Qué nos ha enseñado, en positivo y en negativo, la pandemia?
En negativo: muerte, crisis y enfermedad. Ha puesto de manifiesto una sociedad dormida, aletargada, acomodada… Pensábamos que éramos invulnerables, pero se ha demostrado que no. En el plano positivo, hemos de darnos cuenta de lo vulnerables que somos, y que tenemos en Occidente, y más en concreto en España, seguridad, sanidad universal, acceso a la educación, a agua corriente y potable, que parece una obviedad pero no lo hay en muchas partes del mundo. Hemos comprendido la levedad del ser, y que nadie es más que nadie, porque el virus no entiende de clases. La pandemia nos ha traído un mensaje claro: estamos todos juntos en el mismo barco, y tenemos que apoyarnos. La vida va de amarse.
Acoso escolar, bullying, violencia en las aulas… ¿qué se puede hacer para frenar las terribles estadísticas que acarrean?
Tengo un documental inédito que habla de estos temas, “Gritos de silencio”. Porque las víctimas suelen sufrir ese acoso en silencio. Estuve durante un año investigando al respecto, y comprendí que los padres tienen una gran responsabilidad sobre ese tema. No podemos abandonar a nuestros hijos a las máquinas, las televisiones, los móviles. Hoy en día tienen un acceso permanente e incontrolado a todo tipo de dispositivos, y no podemos delegar la formación y educación de los niños en el colegio. Los padres tienen una gran responsabilidad y han de tomar las riendas; tenemos la obligación como sociedad generar una educación en valores. Los niños y adolescentes tienen también una gran responsabilidad como espectadores pasivos: desde ese conocimiento, han de aislar a los agresores, darles la espalda. Estamos hablando de un problema gravísimo, cuando además ese acoso se prolonga durante al menos seis meses, las consecuencias perdurarán el noventa por ciento de vida restante de las víctimas.
En 2015 recibiste del presidente de la República Italiana, la condecoración de Caballero de la Orden de la Estrella por tu compromiso con las causas sociales y los derechos humanos… ¿es el reconocimiento que más te ha satisfecho?
Fue una sorpresa maravillosa, y voy a decir algo desde el dolor, sin ego, porque tengo a mi ego domesticado: resulta sorprendente que países como Italia, o Méjico cuya publicación más importante me nombró también como uno de los personajes más relevantes del país, me reconozcan de esa manera, y en España debas tener una enfermedad terminal o te mueras para que se te reconozca.
¿Vivimos en una sociedad deshumanizada? ¿Qué podemos hacer para incrementar la sensibilización social?
Se dan las dos posturas en los seres humanos. Me ha tocado ver en distintas partes del planeta y en situaciones críticas como guerras o campos de refugiados, o simplemente en zonas de pobreza, lo mejor y lo peor del ser humano a la vez. Me doy cuenta de que el ser humano en diferentes circunstancias somos capaces tanto de hacer cosas buenas como malas. Hay un dicho de los indios Cheyenne que dice que nunca deberíamos juzgar a nadie antes de llevar durante tres lunas sus mocasines. Tendemos a juzgar al prójimo sin saber cómo es su vida. El caso de Putin es un claro ejemplo: tiene cero empatía y da cero valor a la vida humana salvo a la suya. Ha pasado por un proceso de lavado de cerebro cuando ingresó en la KGB donde fue entrenado para ser un asesino y, por lo tanto, es de lo que ejerce y lo estamos viendo ahora con Ucrania. Por eso, es muy importante generar conciencia social, y a través de lo audiovisual es más importante que nunca cambiar el mundo mostrando ejemplos positivos: los seres humanos somos monos de repetición y cuando vemos muchos ejemplos negativos se genera una catarsis ante la que buenas personas son capaces de cometer atrocidades, pero si le damos la vuelta con buenas obras y acciones, de manera repetida, tenderemos a imitarla. Cuando yo coloco una cámara y muestro cómo una monja de 70 años es capaz de ir cargada de medicamentos y recorrer caminos durante cuatro horas hasta llegar a una aldea, esto ha de llamarnos a los espectadores a ser mejores personas. Si focalizo la cámara en torno a ahorcamientos, fomento la barbarie. Creo que hay más seres humanos buenos que malos, pero necesitamos enviarnos ejemplos durante todo el día y homenajear a quien hace bien las cosas, colocándoles en un pedestal público para que todos queramos imitar esas acciones. Fomentar la adhesión al club de las buenas personas y no de los malos.
¿Estamos concienciados y comprometidos con las exigencias que impone el cambio climático? ¿Qué papel juegan los medios de comunicación en ese ámbito?
Tengo clarísimo que no. Si le preguntas a la gente si está a favor de luchar todo el mundo dice que sí, y que hay que ir hacia un mundo más sostenible, pero la realidad es que como sociedad no sabemos de qué se está hablando. La gente no es consciente de la dimensión del problema que hemos generado; el desarrollo económico y social del ser humano se ha hecho a base de explotar y sobre explotar determinados recursos y ecosistemas, y hemos llegado a un punto de no retorno en el que si no somos conscientes de que no tenemos planeta B.
Los medios de comunicación se parapetan en que se emite lo que reclama la audiencia y lo que sucede, y esto no sólo una mitad a medias sino una mentira perversa. Los medios tienen la obligación de emitir proyectos programas, series, documentales, que muestren de manera veraz y honesta sobre cual es la situación y cuáles son las soluciones. Pero todos hemos de remar en la misma dirección y, sin la participación de las instituciones públicas, diferentes gobiernos, instituciones académicas, empresas, y los ciudadanos en su conjunto, no vamos a poder caminar hacia un mundo más sostenible y acabar con el cambio climático. Además, aunque lo hiciéramos todo perfecto desde hoy, no vamos a ver cambios antes de treinta años, por tanto, hay que comprender la urgencia de hacer las cosas bien ya. Esto va de que aceptemos y decidamos si queremos vivir con dignidad, y la lucha contra el cambio climático nos va a generar muchos sacrificios, pero es un camino sin retorno.
¿Qué opina del conflicto entre Rusia y Ucrania, y las consecuencias que pueda acarrear para resto del mundo?
Siento un profundo dolor porque yo que he estado en zonas de conflicto soy muy consciente del miedo que está viviendo la sociedad ucraniana y millones de personas anónimas a las que no conocemos, pero deberíamos darnos cuenta de que son padres, madres, abuelos, hijos, seres humanos con historias personales.
Cuando volví de Haití, habiendo vivido el terremoto, me preguntaban los periodistas qué sentía y les respondí que me imaginaba que toda esa gente a la que vi era mi familia. Cuando humanizamos a esas cifras y esas víctimas nos damos cuenta de que es intolerable, como lo es ahora cuando un loco y asesino como es Putin provoque tanto sufrimiento. No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Lo que está pasando genera mucha vergüenza, y que nosotros como ciudadanos europeos miremos para otro lado por no enfadar a China o Rusia, es inadmisible. Es una indignidad que me provoca vómito. Se va a producir un cambio de orden mundial, ante el que no podemos enviar un mensaje de que esos países son inmunes mientras que el mundo occidental se cruza de brazos. Espero que Estados Unidos y la Unión Europea reaccionen.
A nivel doméstico, ¿cómo ves a la clase política española y cómo valoras la desafección que existe en torno a quienes han de regir nuestros designios?
Lo fácil es decir que todo es un desastre, que no hay políticos con sentido de Estado, pero, aunque algo de eso hay, todos hemos pensado siempre que alguien vendrá que bueno te hará. Sería injusto decir que todos son iguales y que no hay políticos dignos, inteligentes, con compromiso ético y moral porque efectivamente los hay. Claro que hay muchos cargos públicos en toda España. Yo de hecho fui concejal en un pueblo de Madrid, sin cobrar y con una auténtica vocación de servicio público.
Muy personal
¿Qué queda del joven que irrumpió en el mundo de la televisión allá por 1994 de la mano de Isabel Preysler?
Queda todo. Sigo siendo la misma persona con unas tremendas ganas de vivir, de aprender y de crear. No siento haber cambiado en esencia, con independencia de que haya vivido muchas cosas y atesore muchas experiencias. De hecho, tengo una madre, mi querida Conchi, que con 88 años tiene enormes ganas de vivir y aprender como yo…¡Ahora va a publicar un libro de poesía! La vida hay que vivirla hasta el final, y hay que tratar a las personas de la misma manera, independientemente de su edad.
¿Cómo cuidas tu físico y tu psique?
La salud es un factor determinante. Nunca he fumado ni bebido alcohol, procuro tener una alimentación sana -sin fanatismos-, porque somos lo que comemos; trato de meditar, parar la cabeza ante el ruido, y respirar de manera consciente. La actividad física es fundamental; intento pasar el menos tiempo posible sentado, no hay excusa para no moverse. Yo, por ejemplo, jamás cojo ascensores. Me tiro al agua en cualquier época del año a cualquier temperatura; de hecho, me ducho siempre con agua helada, desde que con dieciséis años leí un libro sobre las propiedades del agua fría. No hay nada peor que el agua caliente, con grandes consecuencias para la piel. Por otra parte, envejecemos en la medida en que dejamos de hacer las cosas que hacíamos cuando éramos niños. Y eso es un gran aprendizaje y terapia que nunca he dejado de hacer: me sigo subiendo a los árboles, y tirándome al suelo. El tiempo que no dediques a cuidar tu salud, lo vas a perder en forma de enfermedades.
¿Qué sueño te queda por cumplir?
Infinitos. Soy una persona que va renovando sus sueños; tengo un proyecto en forma de expedición para el año próximo y hacer una travesía en kayak en South Georgia. Tenemos múltiples obligaciones externas: con el trabajo, o con Hacienda, pero sólo una para con nosotros mismos, perseguir nuestros sueños. No hacerlo te garantizará la infelicidad.
¿Cuál es el último libro que has leído?
He releído “La insoportable levedad del ser”, me apasiona el autor. El simple título ya dice mucho; nos hace reflexionar sobre quiénes somos y qué hacemos en el mundo. Lo leí hace veinte años y lo he vuelto a leer ahora; intento leer un libro a la semana, porque hace años me comprometí a al menos leer un libro nuevo al mes. Y en la medida de que el tiempo lo permite, intento aumentarlo. Hay una gran diferencia entre quien lee y quien no lee; es una forma de pertenecer a un “club especial” que aprovecha la vida de otra manera, con otra forma de comprenderlo y entenderlo. Me hizo mucha gracia una frase de un amigo que me dijo que hay dos tipos de personas, los que han visitado la India y los que no. En ese momento yo no lo había hecho, y pude comprobar al hacerlo cómo nos transforma y hace que uno vuelva de manera diferente a cuando se fue. En cualquier caso, he recorrido tres cuartas partes del planeta, pero el viaje más importante de nuestra vida es el viaje interior. El problema es que no todo el mundo se atreve a hacerlo, porque encontramos zonas oscuras y erróneas que no nos gustan.
¿Cuáles son tus gustos musicales?
Me encanta la música. Igual que practico un sincretismo religioso, practico un sincretismo musical. Pavarotti me introdujo en el mundo de la ópera; me gusta el rock suave, amo a Bruce Springsteen, me encanta el pop español de los ochenta y el actual; soy fan hasta la médula de Amaral, sus canciones me tocan el alma. Me encantan igualmente los cantautores: Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Paco Ibáñez…esa combinación del sentido de las letras con la carencia de voz me resulta maravilloso. Si me pidieran elegir un solo artista para el resto de mi vida me quedaría, sin duda alguna, con Franco Battiato. Ha sido determinante en mi vida desde que lo escuché por primera vez con catorce años y me atravesó por dentro. Cada vez que me he encontrado a alguien en el planeta a quien le gusta Battiato nos hemos dado un abrazo y nos hemos reconocido como anantes de alguien cuyas letras están llenas de mensajes y enseñanzas. Era un iniciado en el desarrollo espiritual y tuve la bendición de que su música me llegara; canto encima de su voz cada vez que voy en el coche, porque también es una gran terapia de salud.