Para ayudar solo hace falta querer hacerlo, no se necesitan conocimientos extraordinarios sobre sanidad o virología. Este es el caso de Eulalia Figueres; su buen hacer en la confección de disfraces y el tiempo libre con el que cuenta, después de sufrir un ERTE, la han llevado a crear una red de confección de mascarillas reutilizables con más de cien implicados. Actualmente surte a sanitarios, cuerpos de seguridad y residencias de ancianos de varios municipios como Benalmádena, Torremolinos, Mijas, El Rincón, Almuñécar y Churriana, entre otros.
Eulalia trabajaba en el aeropuerto de Málaga como dependienta en una tienda de una marca de lujo, pero siempre ha sido muy mañosa con las manualidades y la confección de disfraces. Hace seis semanas una amiga suya que trabaja en el Hospital Carlos de Haya de Málaga le pidió que le hiciera mascarillas, ya que había escasez entre los sanitarios de ese centro. Eulalia contaba con el material necesario en casa. El polipropileno se utiliza normalmente para la confección de disfraces. No lo dudó ni un segundo y se puso manos a la obra.
“Fui mandándole a mi amiga muestras al hospital, hasta que entre las dos dimos con el tamaño y la forma perfecta”, comenta Eulalia. Y, al parecer, dieron en el centro de la diana ya que pocos días después, Eulalia se quedó sin material tras hacer más de cien mascarillas. Sin embargo, viendo la situación no mejoraba en los centros hospitalarios, decidió seguir confeccionando todas las mascarillas que pudiera, para lo que le pidió a una amiga más material. “En total, llegué a hacer yo sola unas trescientas”, dice.
“Vi que seguía habiendo mucha demanda, que la gente la seguía pidiendo mascarillas”
Sin embargo, la situación seguía empeorando. “Vi que seguía habiendo mucha demanda, que la gente la seguía pidiendo, el peligro era cada vez mayor y cada vez había más muertos”, dice Eulalia preocupada. Por ello, decidió volcarse de lleno en la confección de mascarillas, para lo que pidió ayuda a su Ayuntamiento de Benalmádena. Lejos de cualquier previsión, el ayuntamiento desestimó colaborar, así que Eulalia buscó apoyo en donaciones privadas y de particulares. “El Párroco de Bonanza, en Benalmádena, me llamó para hacer una donación, que me permitió comprar más material. Con todos los almacenes cerrados, conseguí que me abrieran uno como un favor para comprar tela, de la que tuve que comprar los rollos enteros, como si fuera al por mayor”.
Eulalia tachó así de su lista la compra de material. Su objetivo pasó a ser entonces la confección de mascarillas para la Policía y la Guardia Civil, que estaban “muy a falta de material y en peligro de contagio constante”. Para cubrir toda esta demanda necesitaba muchas manos cosiendo a la vez para que la ayuda llegase a tiempo. “Yo podía hacer cien mascarillas diarias, pero las autoridades necesitaban muchas más. Entonces, publiqué en Facebook que necesitaba costureras. En menos de 24 horas, se formó un grupo de más de veinte”, comenta.
A partir de ese momento, el proyecto despegó y los malagueños comenzaron a ofrecer más dinero para la compra de material, aunque también aumentaron las peticiones para otros hospitales, centros de salud y residencias. Rápidamente, la solidaridad de todos convirtió la iniciativa de dos amigas, en un grupo de algo más de veinte costureras, y finalmente en uno de más de cien.
En esto, estas costureras han conseguido implicar a sus familias y les está suponiendo a muchas de ellas ponerse las pilas con las nuevas tecnologías: “Nos comunicamos por WhatsApp –explica Eulalia–; incluso hay hijos y nietos que sirven de enlace para las costureras mayores que no tienen móvil con internet ni entienden de tecnología”. Aunque hay algunas jóvenes, la media de edad de las costureras es de 60 años, para las que sumarse en esta iniciativa les ha supuesto una inyección de alegría en su vida: “Me llaman algunas costureras emocionadas, que son viudas o viven solas, y me comentan lo agradecidas que están de poder participar”.
Además, el Párroco de la Parroquia Virgen del Carmen, Don Gonzalo, ha cedido las instalaciones del templo religioso para que Eulalia pueda manejar los envíos y trabajar con las grandes piezas de tela.
Pero más allá de la excelencia personal de cada uno de los integrantes de la red, Eulalia busca en sus mascarillas la excelencia sanitaria. Por eso, se encarga de que todos los equipos de protección lleguen desinfectados a sus destinatarios. “Casi todo el mundo que está haciendo algo parecido entrega las mascarillas para que los que las reciben las esterilicen, nosotros queríamos ir un paso más allá”, cuenta Eulalia. “Las desinfectábamos en el parque de bomberos de Benalmádena con una máquina de ozono. Los bomberos del parque estaban felices de ayudar, pero tuvimos que dejar de hacerlo allí porque el Ayuntamiento no lo permitía”.
Eulalia se encarga personalmente de esterilizar las mascarillas en su casa antes de enviarlas
Ahora, aunque complica un poco la producción, Eulalia se encarga personalmente de esterilizar las mascarillas en su casa antes de enviarlas: “Hablé con la técnica de una lavandería industrial de la ONCE que trabaja con el Hospital Costa del Sol de Marbella y me comentó que con meterla en la secadora durante una hora a más de ochenta grados es suficiente”.
Toda la cadena se nutre de la ayuda de bomberos, policías locales, nacionales y protección civil, que se encargan, incluso en las horas que no están de servicio, de distribuir los materiales y las mascarillas a todos los puntos en los que se necesitan.
Eulalia también pretende que la ayuda llegue a los más vulnerables. “Vamos a dejar de repartir donde lo estábamos haciendo porque ha empezado a llegar la ayuda del Gobierno”, dice, “las que tenemos aún sin repartir, unas 5.000, las vamos a entregar a comedores sociales, Cáritas y Asuntos Sociales para que se las hagan llegar a las familias, incluidos niños, que no tienen la posibilidad de costearse mascarillas, porque esto va para largo”.
Además, esta red de costureras, en las que también hay hombres, pretende paliar una situación complicada que están sufriendo los enfermos de cáncer y sus familiares. “Vamos a repartir 1.500 mascarillas a oncología. El cáncer provoca que bajen las defensas y los familiares de los enfermos temen contagiarles. También, la semana pasada le dimos al Materno 500 unidades, las que nos pidieron, para cada padre y madre de un niño con cáncer. Las están repartiendo en la unidad cuarta de Hospital Materno-Infantil”.
“Mañana, también, vienen a recoger mil mascarillas los sanitarios del Hospital Clínico, que es donde se tratan la mayoría de los cánceres de adultos. Una sanitaria de allí se va a encargar de que cada vez que llegue el paciente para su tratamiento diario poder darle varias mascarillas para sus familiares”, explica Eulalia.
«Cuando podamos salir y reunirnos, prepararemos una buena paella»
La solidaridad une. El confinamiento está creando vínculos de amistad forjados por vía telefónica y mediante píxeles en la pantalla del móvil, pero cuando todo acabe, Eulalia planea que todos los involucrados se reúnan para celebrar que todo ha acabado: “Conozco personalmente a siete personas de los más de cien que somos. Sin duda, cuando podamos salir y reunirnos, prepararemos una buena paella. Los bomberos del aeropuerto ya se han ofrecido a prepararla. Así podremos conocernos todos y disfrutar, reír y, si hace falta, llorar”, comenta Eulalia.
Este es un testimonio más que demuestra que cuando las personas se unen por un bien común, se gana mucho más que el material que se produce. El valor de las relaciones y las amistades creadas es algo, que como este confinamiento, marcará para siempre la vida de muchas personas.
Fotografías cedida por Eulalia | Redacción: Pablo Navarrete