Tras tanto tiempo confinados, por fin se nos permite salir a pasear y a hacer deporte. Sin embargo, lo que parecía imposible hace dos meses se ha convertido en una realidad para muchos: no les apetece salir. Para algunas personas, desconfinarse y salir a las calles a pasear y encontrarse con otras personas les supone una mezcla de miedo, inseguridad y ansiedad que tiene nombre: el síndrome de la cabaña.
Es indudable que tanto tiempo de encierro obligatorio en casa ha afectado, entre otras muchas cosas, a nuestro comportamiento y a nuestro estado anímico. Por eso, no es de extrañar que haya muchas personas que no han acogido esta desescalada con los brazos tan abiertos como cabría esperar.
Los profesionales de la psicología describen el síndrome de la cabaña como el miedo a salir a la calle y a tener relaciones sociales en el exterior del hogar después de un confinamiento prolongado. Las personas que padecen este síndrome pueden llegar a sentir auténtica fobia estando en lugares con muchas personas y consideran su casa como el único sitio donde estar a salvo.
Síntomas
Pero, ¿qué síntomas son los del síndrome de la cabaña? La realidad es que son muy variados y a cada persona le afecta de una manera diferente. Según los expertos, los síntomas más frecuentes son la ansiedad, la inquietud al pensar en salir o estando ya en la calle y un continuo estado de nervios.
Sin embargo, más allá de afectar solo en el momento en el que se plantea pisar el exterior del hogar, en ocasiones también afecta a la vida diaria, con síntomas como el letargo, la tristeza, problemas de concentración, falta de paciencia, disminución de la motivación e, incluso, cambios de peso.
No son todos los síntomas que se pueden dar y padecer alguno de ellos no implica que se tenga este síndrome de la cabaña, pero si se manifiestan varios y se siente esa inquietud a la hora de salir de casa, es el momento idóneo para plantearse conseguir un diagnóstico.
Causas
Durante estos meses de confinamiento se ha dado la tormenta perfecta para que se padezca este síndrome. En primer lugar, la sobreexposición que se sufre ante las noticias negativas genera una incertidumbre que desemboca en miedo y, por tanto, en sufrimiento.
Manejar toda esta información, en ocasiones no fundamentadas en datos reales, unido al tiempo libre y la falta de actividad, hace que el cerebro no pare de darle vueltas al asunto lo que, sin darnos cuenta, alimenta la ansiedad.
Además, estar tanto tiempo en casa se ha convertido en la nueva rutina para la mayoría. Si de por sí cambiar de rutinas es algo que el cuerpo no asimila con facilidad, es mucho más complicado cuando, en esta nueva situación, los estímulos que recibe el cerebro hacen pensar que el hogar es lo seguro y que el peligro está fuera.
Por último, tener que mantener un distanciamiento social con medidas como no dar abrazos, no dar besos y tener cuidado con tocarnos entre nosotros, la cara o el espacio que nos rodea supone un gran estrés para muchas personas, que no son capaces de separar sus pensamientos de la precaución y se acaba convirtiendo en una auténtica obsesión que no permite que disfrute del tiempo al aire libre.
Soluciones
Los expertos aseguran que sentir este miedo es de lo más normal dadas las circunstancias. De hecho, animan a que cada persona se tome el tiempo que necesite para salir a la calle. Sin embargo, desaconsejan dejarse llevar por la resignación y animan a que, poco a poco, se vaya ganando terreno al miedo. Al fin y al cabo, el miedo es tan solo un mecanismo de supervivencia. Si el cerebro entiende que lo que cree que es una amenaza no lo es, irá relajando esta sensación de inquietud.
Por otro lado, es importante reconocer que se sufre este síndrome. Si ponemos nombre a las cosas, podemos combatirlo. Al tomar consciencia de este problema, podemos poner en marcha los mecanismos para encontrar una solución.
En definitiva, los profesionales aconsejan que la vuelta a esta nueva normalidad se haga de manera progresiva. Se puede empezar saliendo un rato a la terraza o asomándonos por la ventana y, a partir ahí, ir desarrollando las salidas.
Para empezar a combatir esta inquietud, es muy útil las medidas que han dictado desde el Ministerio de Sanidad: realizar salidas en un horario determinado e ir provistos de equipos de protección y guantes son aspectos que puede hacer sentir al afectado algo más seguro. En cualquier caso, lo importante es que cada uno marque su ritmo, de manera responsable, para que más allá de acabar con el bicho, se acabe con los problemas que ha traído a nivel emocional.