El documental ‘Lado B’ es el primer largometraje del cineasta de Marbella Ricardo Yebra. En él cuenta la historia de Jacquelín, una madre soltera de 40 años que decide marcharse de Santiago de Chile, dejando todo atrás, por miedo a caer en el mundo de las drogas al igual que ha caído todo su entorno. Con 1000 pesos en los bolsillos, un bebé entre los brazos y haciendo pan, decide viajar a la Patogonia para vivir una vida alejada de todo tipo de contaminaciones.
Ese es el comienzo de un viaje en busca de algo; el comienzo de la huida de la protagonista femenina de esta película documental que traspasa la piel.
Jacquelín y su hijo acaban asentándose en Puerto Gala, una isla de 200 habitantes, sin luz eléctrica, agua potable, internet ni señal de teléfono. En la isla, la única comunicación es a través de la señal de walkie talkie que comparten con la marina. Allí Jacquelín y su hijo comparten su vida con ‘chico Aliaga’, un pescador de la Patagonia que a su vez es pareja de Jacqueline. Más allá de convertirse en un entorno puro, la isla se ha convertido en una ciudad de ley de todo tipo de vicios. Poco a poco vamos descubriendo como ninguno de los protagonistas está a salvo de ese lado B.
Y hasta esa isla perdida, de la que la mayoría nunca oirá hablar, llegó también Ricardo para captar con su cámara la historia de esta mujer a la que ha convertido en protagonista de una película.
Aunque vienen de entornos sociales distintos, y aunque poco tienen que ver en muchas cosas, el cineasta comparte con Jacquelín esa huida y esa búsqueda de algo más que aportar a su propio interior.
Ricardo Yebra estudió un grado en Comunicación Audiovisual con especialización en cine en la Universidad Carlos III de Madrid, una formación que completó con guión y operador de cámara. Desde la facultad ya tenía esa inquietud de marcharse a Sudamérica en busca de historias que contar y de escribir la suya propia fuera de lo que se supone debía estar establecido. Pero lo fue postergando, primero por estudiar un master en Filosofía, y después comenzó a trabajar en la Universidad llevado por la inercia. Hasta que un día fue consciente de que estaba en el sitio equivocado, pero además lo fue de que era un lugar donde no podía permanecer por más tiempo. Sintió esa llamada de su interior, de huir, de encontrar, de encontrarse… y la siguió. Se desató de todo y empezó un viaje de crecimiento y aprendizaje despojándose por el camino de un vida más o menos fácil y acomodada.
Allí encontró esta historia, que ahora llevada al cine busca también llegar al gran público y brindarle la posibilidad de profundizar en su propio interior a través de la mirada de Ricardo. En su filmografía como director figuran ‘Cerca del silencio’ (2017) o ‘El túnel’ (2015). Este último premiado en 400 corti Film fest (Italia) y seleccionado en más de 60 festivales. Con ‘Lado B’ comienza un nuevo viaje en el que busca darle sentido al llevar a la reflexión a todo aquel que quiera mirarla con los ojos del alma.
Ricardo, ¿cómo y cuándo nace tu inquietud por hacer cine?
Mi inquietud por el cine nace a los quince años. Recuerdo que en el examen de acceso a la escuela de cine mi primera frase fue: ‘Nunca me gustó el cine’. Y es verdad, el cine fue una luz en medio de la oscuridad. Un refugio que duraba hora y media y me permitía vivir en otras épocas, meterme en la piel de otras personas, explorar mundos distintos al mío…
Tenía un profesor que me prestaba películas todos los fines de semana, luego llegaba los lunes sin entender nada de lo que había visto y su explicación me lo cambiaba todo. Se puede decir que mi afición al cine empieza con mi profesor de literatura, y por la admiración que le tenía.
¿Es un camino profesional complicado hacer cine independiente en nuestro país?
Entendamos ‘cine independiente’ como cine que se mueve por fuera del círculo comercial, aquel que vemos en las salas de arte y ensayo e incluso todo aquel que no llega a las salas (que es más del que creemos). Hacer cine en España no es nada fácil. Hoy en día las productoras producen casi exclusivamente a gente con varias películas a sus espaldas, con actores conocidos… Son pocos los que se la juegan. Lo único a lo que podemos aspirar es a financiar nuestros propios proyectos como podamos y tener la suerte de que un buen festival nos de visibilidad.
Tienes tan sólo 27 años y ‘Lado B’ es tu tercera producción. ¿Va creciendo la profundidad de las historias a la medida que vas creciendo tú?
He hecho varios cortos, pero esta es mi primera película documental. Sí es cierto que con cada proyecto que hago siento que doy un paso más. Esto no quiere decir necesariamente que haga mejor cine, sino simplemente que estoy más cerca de mis intereses más profundos. El cine en cierta medida, es para mí la consumación de una búsqueda hacia adentro. Cuanto más nos conocemos, mejor somos capaz de expresarnos, y con mayor honestidad.
En ‘Lado B’ profundizas en la historia de sombras psicológicas de tres personajes con muchos matices, ¿Cómo llega esta historia a tu vida?
‘Lado B’ es una historia que llega a mi vida en 2015. En un período muy corto de tiempo, decidí dejar mi trabajo, mis estudios, mi piso… Y comprar un billete sin retorno a Latinoamérica. Trabajando en hostales, durmiendo en mi tienda de campaña y haciendo dedo tuve la oportunidad de conocer muchas historias y de convivir con muchas familias que me acogieron por el camino. Una de ellas fue la familia de Jacquelín, ellos vivían en una isla de doscientos habitantes sin luz, agua, señal de teléfono… Mi intención era quedarme con ellos un par de días para conocer la isla, pero me atrapó y finalmente me quedé un mes. La isla se llama Puerto Gala, y es el escenario de la película.
¿De dónde parte la inquietud de llevar al cine su historia?
Yo había conocido a Jacquelín anteriormente en una ciudad portuaria, Puerto Cisnes. Allí fue donde conocí su historia y donde me invitó a pasar unos días con ella. Yo únicamente quería hacerle una entrevista para incluirla en la película que estaba grabando de mi viaje (película para la que ahora estoy buscando financiación a la postproducción). Al llegar me di cuenta de que había mucho más, que tenía otros dos grandes personajes y que la propia isla era el set perfecto. La verdad es que estando allí, más que una inquietud fue una necesidad. El cine me nace de las entrañas, la película se hizo sola. Parece mentira, pero grabar la película fue lo más fácil. Lo complicado vino después.
Te adentras en un mundo muy distinto del que vienes y sin embargo afirmas que en ‘Lado B’ hablas de lo que conoces, ¿por qué?
Al final da igual con quien te relaciones, a dónde te vayas… Los grandes conflictos de la humanidad se repiten en todas las esquinas del planeta. Y el cine, como la música y cualquier forma artística, puede (y debe) convertirse en un espejo de lo que somos. Debe devolvernos la mirada arrojando luz a nuestras propias vidas. Yo no digo que mi película lo consiga, pero lo que tengo claro es que para que el arte sea arte, tiene que tener un vínculo muy fuerte con nosotros mismos.
La protagonista huye de su entorno para no caer en un mundo de drogas y perdición, y me da la sensación de que en realidad quieres reflejar que no podemos huir de nosotros mismos…
Así es, cualquiera diría que ya has visto la película [se ríe]. Creo que muchas veces huimos hacia adelante pensando que aquellas cosas que nos pesan las dejamos atrás. Pero no es así. ‘Lado B’ quizás tenga algo de eso. Y probablemente esa idea también tenga que ver con la película que estoy preparando ahora, pero eso ya es otra cosa.
Rompes con tópicos en esta película. Te criaste en Marbella donde se supone que al ser destino de determinadas personas de recursos podría ser un lugar donde se dan ciertos vicios, sin embargo la película se desarrolla en una pequeña isla donde sin discotecas, ni un alto nivel económico, el vicio aparece de igual manera… ¿Por qué haces esto? ¿Intentas explicar que eso va asociado al ser humano por encima de sus circunstancias?
El vicio siempre va a estar allá donde vayamos. No entiende de clases sociales, es totalmente democrático. De hecho te diría que en los lugares más inhóspitos es donde más ‘vicio’ hay. En la estepa siberiana beben vodka como si fuera té. Pero vamos, tampoco hay que irse tan lejos, si te vas a una fiesta de pueblo… En realidad no creo que vaya asociado al ser humano, yo creo que es más asociable a la soledad y al hastío.
¿Cuánto tiene de real la historia y cuánto de ficción?
Mi película está basada en la realidad, aunque también es cierto que esa realidad es más perceptiva que otra cosa. Me pertenece más a mí que a cualquier otra persona que haya estado allí o conozca a estos personajes. Sí que hay elementos de ficción, unos son de carácter puramente funcional y otros no. En realidad hay una delgada línea entre lo que es ficción y lo que es realidad, y es una línea que siempre va a existir. En el momento en que plantas tu cámara en un lugar concreto y grabas una determinada acción, la realidad se deforma. Hay una mirada por parte del que graba y una conciencia del saberse grabado. El límite entre realidad y ficción es algo que para mí carece de importancia, al fin y al cabo ese es el juego ¿no?
¿Cómo fue el tiempo de rodaje, cómo lo viviste?
Yo vivía en la casa de Jacquelín. Su hijo dormía con ella y su pareja, sin conocerme de nada, dormía en un colchón en el suelo del salón para cederme la cama del niño. Yo nunca quise, pero ellos son así. Estuve un mes viviendo con ellos en una casa de chapa, íbamos con la lancha a por madera a las islas vírgenes de los alrededores, yo a veces cocinaba, hacía la compra... Era uno más de la familia. La realidad es que sin esa intimidad que tuve con ellos nunca podría haber hecho esta película.
¿Cuánto tiempo estuvisteis grabando?
Con Jacquelín y su familia estuve veinte días, después seguí mi viaje. Cuando llegué a Buenos Aires empecé a montar la película del viaje, y nos dimos cuenta de que únicamente la escena de la isla duraba cincuenta minutos. No solo eso, sino que podría llegar a ser más larga. Así que volví otros diez días para terminar de grabar.
¿Qué ha sido lo más difícil de todo el proceso de creación de esta película?
Lo más difícil, sin lugar a dudas, ha sido toda la postproducción. Hacer una película con poco presupuesto no es fácil. Acabas recurriendo a personas que trabajan por mucho menos de lo que deberían. Muchos de ellos lo hacen teniendo el tiempo justo e inevitablemente acaban trabajando en sus ratos libres. Esto es algo que te limita y que hace que el proyecto se eternice. Dicho esto, tengo que agradecerles el que hayan confiado en el proyecto, sin ellos no lo habría podido sacar adelante.
¿Qué te ha aportado hacer esta película?
Si te digo la verdad aun estoy metido en la vorágine de ‘Lado B’ y es complicado entender lo que me ha aportado, creo que me hace falta algo de perspectiva. Quizás te diría que la próxima vez que decida hacer una película me lo pensaré dos veces antes de hacerla, jamás pensé que iba a ser tan difícil sacarla adelante. En cualquier caso estoy feliz de haberla terminado, el esfuerzo ha merecido la pena.
¿Cuál es ahora el recorrido de la película?
La idea es presentarla a distintos festivales. Los festivales son un escaparate de nuestro trabajo, y lo principal es que lo vea la gente. Todo lo que venga después ya se irá viendo.
Redacción: Ana Porras