Máscaras. Metamorfosis de la identidad moderna, abrirá finalmente sus puertas al público el próximo 28 de julio, prorrogándose hasta el 10 de enero de 2021, contando para ello con el patrocinio de la Fundación Unicaja. Esta nueva exposición temporal del Museo Carmen Thyssen Málaga tuvo que interrumpir su montaje y presentación al público, que estaban previstos para el pasado mes de marzo, por la declaración del estado de alarma.
La colaboración con sus más de cuarenta prestadores, entre colecciones y museos nacionales e internacionales, ha permitido al Museo retomar esta amplia y sugerente reflexión en torno al retrato y la representación del rostro y la figura humana en el arte moderno, entre las décadas finales del siglo XIX y mediados del XX, que se plantea, a través de máscaras que trascienden en las artes visuales, su carácter tradicional vinculado al carnaval y el teatro.
Está comisariada por Luis Puelles, profesor titular de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Málaga, y Lourdes Moreno, directora artística del Museo, y cuenta con una cuidada selección de más de 100 obras, entre pinturas, esculturas, dibujos, grabados, fotografías y piezas etnográficas, de más de cuarenta artistas españoles e internacionales, evidencia cómo, transformados, alterados y superados esos significados y usos principales asignados a la máscara en la cultura occidental, los artistas de vanguardia se sirven de estos artefactos, dotándolos de nuevos sentidos, para expresar la identidad y subjetividad individual y colectiva.
Mediante lenguajes y estilos dispares, desde Goya hasta Picasso, pasando por Ensor, Gutiérrez Solana, Gargallo, Julio González, Modigliani, Derain, Lam, Togores, Oteiza, Goncharova, De Chirico, Ernst, Barradas, Lekuona, Maruja Mallo y muchos otros creadores, la máscara sirve al artista para indagar sobre las identidades surgidas de un contexto histórico de profundos cambios y crisis, en el que tomó forma la llamada modernidad. Un período centrado en el individuo, cuya infalibilidad y cuyas certezas vitales fueron puestas, sin embargo, en cuestión por dos guerras mundiales y que en lo artístico vivió la ruptura de los cánones representativos tradicionales de mano de las vanguardias.
De forma que, el discurso de esta muestra, que no se plantea como un recorrido cronológico y lineal, sino como una red de relaciones y afinidades conceptuales y estéticas entre artistas y obras, se articula en tres secciones que exploran, respectivamente, la máscara como objeto físico que se superpone al rostro, heredera de su función y uso lúdico y festivo; la asimilación de los rasgos de las máscaras por los rostros en las obras de vanguardia; y la fusión entre rostro y máscara que testimonia la pérdida absoluta de la individualidad y la especificidad personal.
En ella podremos encontrar máscaras grotescas, teatros en los que los actores se confunden con espectadores enmascarados, disparatados carnavales de desenfreno amparado por el anonimato del disfraz, naturalezas muertas con cabezas-máscara inquietantemente vivas, rostros vanguardistas que evocan máscaras rituales y totémicas, ojos de cuencas vacías, maquillajes que recubren exageradamente la piel, caretas que se caen y adquieren vida propia, maniquíes, rostros desdoblados e incluso esqueletizados, todas ellas integran este variopinto panorama.
Y es que, en ese escenario de contradicciones y experimentaciones, la máscara tuvo un destacado papel, tanto en lo formal, como objeto que estimuló una transformación de los recursos de representación del rostro, superando la búsqueda del parecido y el realismo, como en lo psicológico, permitiendo, con su juego de ocultaciones y desenmascaramientos, destacar la complejidad y lo enigmático de la identidad y la subjetividad.