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Así está siendo el camino hacia la nueva normalidad para el comercio de toda la vida. Visitamos Calle Lagunillas

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Así está siendo el camino hacia la nueva normalidad para el comercio de toda la vida. Visitamos Calle Lagunillas

Poco a poco, Málaga y sus barrios van volviendo a la normalidad. Los bares empiezan a abrir sus terrazas y los comercios a recibir a clientes. Se habla mucho en estos días de apoyar a las tiendas de barrio, a los comercios de proximidad, para que entre todos podamos remontar la economía, y eso hemos hecho, irnos a la Calle Lagunillas, en la zona centro de Málaga capital,  y hablar con un grupo de autónomos que cada mañana levanta la persiana de sus negocios en ese camino hacia la nueva normalidad. Algunos han seguido abiertos durante el confinamiento, otros tuvieron que cerrar y marcharse a casa.

Unos y otros nos cuenta cómo está siendo la experiencia en la que todos, junto a los vecinos de la zona, forman una gran familia.

Lagunillas es una calle muy especial, con un sabor a antes, a tiendas de toda la vida con clientela de toda la vida, que lucen con orgullo los que allí viven y trabajan y que, en alrededor de 50 metros, reúne una gran cantidad de comercios que convierten la zona en, prácticamente, un pequeño centro comercial abierto que cuenta con un ultramarinos, servicios de estanco y loterías, una floristería, una pescadería, una frutería, una droguería, una carnicería e, incluso, un estudio de fotografía.

 

Este grupo de luchadores se siente como una pequeña familia. De hecho, según cuenta Fran Pérez, el presidente de la Asociación de Comerciantes de Lagunillas, se hacen la compra entre ellos. Por lo que cada uno cuenta con una clientela fija de alrededor de 10 personas, los responsables de los mismos negocios de la zona.

Además, Fran explica que “ninguno de nosotros vende algo que venda otro. Si se coincide, como en el caso de las bebidas del estanco y del ultramarino, se intenta que sean bebidas complementarias y que no se pisen entre ellas. Aquí solemos ir todos a una”.

Fran Pérez, en la floristería de la que es propietario

Según Fran, a excepción de un par de comercios de la calle, la mayoría han seguido abiertos y trabajando durante el confinamiento, ya que están considerados de primera necesidad. Explica que el índice de ventas bajó, aunque el intento de la ciudadanía por apoyar el comercio local ha sido clave para que los negocios de la zona sigan en activo.

Encarni Medina, pescadera: «“A mí no me han bajado las ventas, pero sí he vendido con más presión»

Encarni Medina, de la pescadería de Lagunillas, nos cuenta que no ha sufrido una bajada en ventas pero que la situación sí le ha resultado dura por la alta demanda al principio de la pandemia: “A mí no me han bajado las ventas, pero sí he vendido con más presión. Había muchísima gente y colas desde primera hora de la mañana”. “Mis clientes han respetado mucho la seguridad”, reconoce; “han entrado de uno a uno… en ese aspecto no he tenido problema”.

Encarni Medina

Encarni, por otro lado, confiesa haber tenido miedo cuando todo esto empezó: “Yo he tenido que abrir porque no he recibido ayudas de ningún tipo. Me hubiera gustado cerrar. De hecho, el primer día que me enteré de lo que pasaba con el virus, cerré el portón y me fui; pero hay que pagar muchas cosas, así que me he visto obligada a abrir durante el confinamiento”.

 

La carnicería, por su parte, también ha mantenido su clientela habitual. Sin embargo, el modelo de negocio ha sufrido un cambio durante este confinamiento ya que, además de las ventas en el local, han desarrollado un servicio a domicilio para los mayores.

“Nuestra clientela está formada por personas mayores y, a veces, nos llamaban por teléfono para hacernos pedidos. Decidimos llevarles a estas personas que conocíamos de toda la vida los productos a su casa porque no podían salir. Lo hacíamos cada dos semanas para ir rotando a todos los clientes. Además, eran muy comprensivos y no hacían un pedido para unos días, sino para una o dos semanas”, cuenta Lola Moreno, una de las responsables de este negocio.

Lola Moreno

Lola, además, es consciente de que el coronavirus ha afectado a la economía de las familias de la zona y ha decidido tomar medidas: “Hay muchos que no han cobrado los ERTES aún, estamos al tanto y lo que estamos haciendo es dejarles que se lleven lo que les hace falta y que nos lo paguen cuando puedan. Son clientes de toda la vida y no podemos dejarles sin comer. Ellos nos han ayudado a nosotros comprando durante mucho tiempo, ahora toca ayudarlos a ellos”, concluye.

 

Otro comercio al que se acude habitualmente durante la compra es el de la frutería. Keko Moreno, frutero, nos relata su experiencia en estos últimos meses: “No hemos parado, gracias a Dios. No nos ha afectado mucho el coronavirus, al contrario, mucha gente ha venido a comprar. Ha sido estresante porque había mucho volumen de clientela pero ahora la cosa se está normalizando”.

La frutería de Keko no ha cerrado durante todo el confinamiento y, aunque con un poco de miedo al principio, han sabido adaptar las medidas sanitarias y el balance a día de hoy es positivo: “No hemos tenido que cerrar, hemos estado en primera línea. Los clientes no pueden entrar al negocio y vamos despachando en la calle. Al principio trabajábamos con un poco de miedo, pero con las mascarillas, ahora todo va bien”.

Francis Moreno, responsable de la droguería: «He tenido tres o cuatro veces más clientes que en días normales»

Este periodo de confinamiento ha hecho que los supermercados se llenen de personas. Lo que, a priori, puede parecer negativo para los negocios pequeños, ha resultado ventajoso para Francis Moreno, el responsable de la droguería de Lagunillas: “A mí me ha venido bien porque durante los últimos meses he tenido tres o cuatro veces más clientes que en días normales. En el supermercado se agotaba los productos y la capacidad de abastecer de estos en cuanto a variedad de productos de droguería es limitada. Aquí han venido clientes porque no había lejía en el supermercado, por ejemplo”.

En Lagunillas se sitúa, también, una de las tiendas más antiguas de la zona, fundada en 1895. Se trata de la tienda de ultramarinos Casa Ceferina. Pepe Martos es uno de los dos responsables de la tienda, que ha permanecido cerrada durante el confinamiento porque ambos estaban de baja laboral.

Pepe Martos, del ultramarinos: «Si se han ido dos clientes, han entrado cuatro nuevos»

La vuelta, sin embargo, ha sido positiva: “Llevamos un mes abiertos. Nos faltarán un par de clientes habituales, quizás por estar tanto tiempo cerrados, pero si se han ido dos, han entrado cuatro nuevos. Así es el negocio”, cuenta Pepe.

Pepe Martos, de azul, junto a su compañero Paco

 

Pero además de los comercios de primera necesidad, en Lagunillas también hay otros negocios para los que estos últimos meses no han sido tan sencillos y para los que la recuperación está aún por llegar.

Es el caso del estanco, que ofrece servicio de loterías, y la floristería. Ambos negocios son propiedad de Fran Pérez, que ya nombramos al principio del artículo. Según nos cuenta, “económicamente, el confinamiento ha sido duro. En la lotería hemos tenido una larga inactividad total porque se cerraron a nivel nacional desde el 13 de marzo estos servicios y los ingresos han sido cero. Como somos un estanco, no hemos recibido ayuda”.

Fran Pérez

Su otro negocio, la floristería, ha tenido que reinventarse para atender y captar nuevos clientes por vías diferentes a las habituales: “En la floristería hemos tenido que reconvertir nuestro negocio y trabajar online y en redes sociales. La gente esta respondiendo bien, pero las ventas han bajado mucho. Además, los eventos como bodas o la Semana Santa se han suspendido y suponen casi el 90% de nuestro trabajo”, relata Fran.

 

Fran también es dueño del estudio fotográfico, aunque la responsable es Estefanía González. Ella nos cuenta que, como en el caso de la floristería, la suspensión de eventos ha supuesto grandes pérdidas para el negocio.

Estefanía González, fotógrafa: «Con las medidas de seguridad es todo más difícil»

Estefanía ha tenido que cambiar su manera de trabajar para adaptarse a las medidas de distanciamiento y prevención: “Tenemos un estudio dedicado, sobre todo, a fotografía infantil. Se hace todo con cita previa y damos más tiempo entre sesión y sesión para desinfectar. Con las medidas de seguridad es todo más difícil. Yo trabajo con niños y a mí me gusta acercarme a ellos y jugar para que todo quede más natural, pero no queda otra”.

Estefanía González

El encanto de Lagunillas también ha atraído otro tipo de actividades, como la artística. El escultor e imaginero Juan Vega tiene su taller en esta calle, en la que vivió los tres primeros años de su vida. Su mayor volumen de trabajo viene por los encargos de las cofradías, la cancelación de la Semana Santa ha sido un golpe duro, pero afortunadamente ha podido seguir trabajando.

«El 90% de mi trabajo es imaginería para hermandades y las iglesias. Me pilló el inicio de la pandemia en plena cuaresma, cuando más trabajo tengo normalmente, y hubo varios encargos que no se pudieron entregar. Hoy en día sigo trabajando porque tenía encargos hechos. No sé cómo irá el futuro, es un gran interrogante”, dice.

Juan Vega

Esta es la radiografía de una calle especial y única que sigue viva gracias al esfuerzo e interés de los comerciantes de la zona y de los vecinos que, a pesar de la situación, decidieron seguir acudiendo a los negocios de proximidad para realizar sus compras. Ahora, solo queda esperar a que, poco a poco, todo vuelva a la normalidad y que, con precaución, todos los negocios puedan reanudar su actividad completamente en una “nueva normalidad” que cada vez está más cerca.

Fotografías: Lorenzo Carnero | Redacción: Pablo Navarrete

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