Esperamos que el gran apagón quede solo como una anécdota en la historia. Pero fue también mucho más que eso: un paréntesis inesperado que nos devolvió, aunque solo fuera por unas horas, al valor de lo esencial. En este artículo compartimos contigo algunas fotografías que retratan cómo transcurrió el apagón en Málaga capital, captadas por el fotógrafo Lorenzo Carnero. Imágenes que, sin duda, quedarán en la memoria de quienes lo vivimos en primera persona.
Calles en penumbra, tiendas cerradas, farolas apagadas y el bullicio habitual convertido en un murmullo de pasos y conversaciones en la terraza de un bar a la luz de las velas.
La fotografia que más nos ha llamado la atención es la de este invidente que pasea por calle Larios como cualquier otra noche. Con ella abrimos este reportaje gráfico.
Los autobuses, pese a las dificultades, siguieron funcionando con admirable coordinación, y el aeropuerto de Málaga operó con cierta normalidad, recordándonos que incluso en la incertidumbre, la vida encuentra la manera de seguir su curso. En María Zambrano la actividad ferroviaria se frenó en seco, causando grandes colas y confusión, al igual que en el Metro.
Las imágenes captadas por Lorenzo Carnero inmortalizan estampas únicas como policías y bomberos cerrando persianas de comercios. Por fortuna, la ciudad, en vez de caer en el caos, eligió el civismo. Porque si algo dejó claro este episodio es que Málaga no solo brilla por su sol, sino también por su gente.
Hubo desconcierto, sí. Pero también hubo manos que se tendieron, miradas que se encontraron sin la intermediación de una pantalla, y una calma serena que parecía surgir de un entendimiento tácito: lo importante seguía estando allí, incluso sin electricidad.
La noche nos recordó, de forma silenciosa, que a veces basta con menos para sentirnos más cerca. Que el contacto humano, la empatía y la colaboración siguen siendo nuestras verdaderas fuentes de energía.
Hoy Málaga ha despertado con la luz recuperada, y quizás también con una nueva chispa en el corazón de sus ciudadanos. Una lección breve, sí, pero poderosa: incluso en la oscuridad, somos capaces de brillar.