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Rosa del Mar Rodríguez

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Rosa del Mar Rodríguez

Es desde hace poco más de un año la coordinadora del Instituto Andaluz de la Mujer en Málaga. Cuando empecé este proyecto un día me solicitó amistad en Facebook. Pensé que debía estar muy implicada cuando al ver en algún sitio un medio que lleva MUJER por encabezado y Málaga como zona de actuación, enseguida había querido seguir mis pasos. 

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Si os soy franca siempre he tenido la sensación de que el Instituto Andaluz de la Mujer desarrolla una labor fundamental en ayudar a mujeres que pasan por ciertas dificultades, por momentos muy duros, pero siempre mirándolo de reojo, desde la distancia, como una institución que personalmente, egoístamente, no me toca de cerca, sí en cambio su aporte a la sociedad. Seguir en las redes a Rosa y ver sus pasos en esta institución hizo que se despertara mi curiosidad hacia ella. Es muy política, muy socialista, muy con la parte técnica de los que ya han trabajado en la trinchera de la administración pública, y es muy poeta. Es algo que no hace falta que le pregunte en la entrevista. Le gusta escribir, le gusta la cultura, la literatura, el arte… Mujer culta, comprometida y muy femenina. Lejos quedó ya el estereotipo de la mujer con bigote que luchaba por la igualdad. 

 

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Me recibe en la tercera planta del Centro de la Mujer de Málaga, sede del IAM, edificio que comparte con la Esperanza. Bonita coincidencia. Porque esperanza en un mundo más justo e igualitario es lo que deseamos la mayoría. Las mujeres occidentales tenemos mucha suerte de haber nacido donde lo hemos hecho y en la etapa de la historia que nos está tocando vivir. Otras no han tenido tan buena fortuna ni por lugar ni por tiempos. Tanto ella como yo, como muchas de vosotras, pertenecemos a esa generación bisagra entre nuestras madres y abuelas y nuestras hijas. Una generación que ha heredado la tradicional forma de ser mujer pero con tintes de independencia y libertad. Hemos tenido más oportunidades que ellas de formación, de empleabilidad, de elegir nuestro destino, pero este sigue marcado por nuestra fisiología, y nuestras maneras aprendidas o aprehendidas-como me explica ella durante nuestro encuentro- de vivir la feminidad. 

Creo, y es mi opinión más que personal, que en este camino por reivindicar nuestro sitio estamos en un momento de recolocación en la sociedad, ellos y nosotras. No somos superwoman y lo mejor es que la mayoría ya no queremos serlo. Creo que en los pasos que hemos dado hemos acertado en muchos y en otros, nos hemos equivocado. Me apetecía hablar mucho de este tema con ella. Hay puntos en los que podemos estar más o menos en desacuerdo, pero por encima de todo me deja la sensación de que tengo en frente a una mujer profundamente coherente y consecuente con lo piensa y por lo que lucha. Y eso, hoy por hoy no es una cualidad tan fácil de encontrar. 

Rosa, ¿cómo le explicarías a alguien que no sepa muy bien de qué va el trabajo del Instituto Andaluz de la Mujer lo que hacéis aquí?

La premisa de todo es el trabajo por la igualdad entre hombres y mujeres. Y eso tiene muchas facetas. Desde el trabajo relacionado con el empleo, ya sea en orientación laboral o en el emprendimiento de la mujer. Se trabaja desde las edades más tempranas colaborando con el sistema educativo, con la Consejería de Educación. Se trabaja fomentando el asociacionismo femenino, que también es fundamental, porque es un foro donde las mujeres se van empoderando y dando viabilidad a la mujer en todas la facetas que podamos encontrar. Eso lo hacemos mediante jornadas o charlas puntuales, y también lógicamente con diferentes certámenes y la colaboración con otras instituciones. Y lógicamente tenemos también el servicio de atención integral para mujeres víctimas de violencia de género, que por la gravedad de la problemática, tiene un aporte de recursos tanto humanos como materiales bastantes considerable.

 

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¿Por qué cuando hablamos de igualdad al final siempre hablamos en términos de mujer?

Porque es la que todavía no ha alcanzado el estatus en el que está el hombre. Si ponemos por ejemplo una metáfora con un edificio, si el hombre está en el piso octavo, las mujeres aún no estamos ni en el segundo. No queremos que nadie baje, lógicamente, no queremos que el hombre del octavo baje al tercero. Lo que queremos es del segundo subir al octavo y estar en las mismas condiciones, en una situación de igualdad.



 

Rosa, ¿tú crees que son ellos los que no nos permiten llegar o somos nosotras mismas las que nos frenamos en esa subida?

Bueno, cuando hablamos de igualdad y de desigualdades hablamos de toda una sociedad con un funcionamiento desde hace miles y miles de años. Tanto hombres como mujeres estamos educados en un sistema machista y patriarcal porque ha sido así siempre. Nosotras estamos educadas desde que nacemos y desde antes de nacer, en ese sistema, tenemos esas pautas de conducta que hemos aprehendido, estamos empapadas e impregnadas de ellas y las vamos reproduciendo. Las mujeres tenemos que ir detectando esos comportamiento e ir cambiándolos y eliminándolos, y los hombres lógicamente también tienen que darnos la mano y acompañarnos en ese camino. El tema de la desigualdad y la igualdad es un tema de hombres y mujeres. Los dos tenemos que ir haciendo un trabajo.

¿La Igualdad desde el reconocimiento de las diferencias?

Por supuesto. La igualdad no implica que seamos idénticos y exactos, pero sí hablamos de una igualdad de oportunidades.

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¿Cuál crees que es el principal caballo de batalla de la mujer andaluza en la sociedad actual? Y digo andaluza porque creo que dependiendo del lugar de España en el que esté la mujer también tiene unas características distintas.

Bueno, no te creas, en temas como la  violencia de género o el desempleo no encontramos diferencias significativas entre la mujer en la comunidad andaluza y las de fuera. El caballo de batalla es la IGUALDAD con mayúsculas, porque  eso se va reflejando en todo, en tus oportunidades laborables, en el salario que luego cobras – tenemos una brecha salarial todavía en 2016 de un 22% por ciento – y en tu promoción profesional. Te pongo un ejemplo, tenemos cincuenta universidades públicas en España y tan solo hay una Rectora, cuando hace ya más de veinticinco años la mayoría del alumnado es femenino y los mejores expedientes académicos son de mujeres. Tenemos que romper ese techo de cristal que hace que de repente no subamos más. Tenemos magníficas mujeres creadoras en el arte, el cine, la literatura, la pintura… Somos las consumidoras de la cultura en más de un sesenta por ciento y sin embargo en los diferentes museos nuestras exposiciones no son ni el 5%. Sigue habiendo desigualdad y busquemos el ámbito en el que busquemos, tiene su expresión. Porque es lo que decíamos, es un sistema social de funcionamiento y nos lo vamos a encontrar en el ámbito sanitario, en el ámbito educativo, en el ámbito cultural, en el ámbito deportivo. Esto lo hemos podido comprobar en las pasadas olimpiadas, en fin, en cualquier ámbito del que hablemos, se expresa esa desigualdad.

Seguimos hablando de conciliación, también como decíamos antes, en foros femeninos.

Se identifica conciliar con que la mujer haga compatible el trabajo y las tareas del hogar. Y no hablamos realmente de lo que significa conciliar. A mí me gusta más el término corresponsabilidad, que significa responsabilidad compartida. La familia, el hogar, es una responsabilidad de todos y todas las personas que integran ese núcleo familiar. Es algo de esa conciliación que además es una asignatura pendiente. No hace alusión a la identidad y al núcleo de lo que se quería, que es compartir las tareas. Por eso, últimamente hablamos más de corresponsabilidad.

Rosa, las mujeres cuando apostamos por nuestra carrera profesional estamos continuamente cargando con la culpa y anteponiendo nuestros deseos de auto-realización profesional a nuestra «biología”. Por ejemplo, cuando una mujer se reincorpora al trabajo tras la baja maternal está deseando llegar a casa para estar con el bebé. El hombre en muchos casos alarga la jornada para volver más tarde a casa. No voy a generalizar, pero es algo que forma parte de mi experiencia.

¿Crees que también estamos luchando contra nuestra propia naturaleza?

Yo creo más en el factor social y educativo que en la carga biológica que podamos tener. Está claro que hasta la fecha, no sabemos dentro de cuánto tiempo –con los avances de la ciencia– cómo podrá ser, pero hasta la fecha, la gestación corresponde a la mujer. Pero la implicación en la crianza, esa sí puede ser igualitaria entre hombres y mujeres. Pero ocurre que desde que nacemos nos van educando de manera diferenciada, y a nosotras, las mujeres, nos van educando para ser por y para los demás. Para ser cuidadoras, para ir decantándonos hacia el cuidado de otras personas, hacia la maternidad, hacia la niñez. Y a ellos los van educando para el espacio público, para ser líderes, para salir fuera, para hacerse valer, para trabajar. Entonces, los niños no aprenden, los niños aprehenden con ‘h’ intercalada. Aprehender significa empaparse, y cuando tú te empapas de algo ya ni lo nota, lo tienes en tu esquema de valores sin darte cuenta.

La educación diferenciada la seguimos haciendo en el 2016. Cada vez que decimos o que se oye que los niños y las niñas están educados en la igualdad, no es así. Todavía, cuando estás embarazada y el personal médico te dice que es una niña pintamos la habitación de rosa. Ya estamos empezando a educar a esa criatura antes de que haya nacido.

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Pero ellas también eligen el rosa y los vestidos de princesa cuando empiezan a decidir por sí mismas.

Desde pequeñitas, pero porque en los escaparates de las jugueterías, en las cadenas de televisión, en las películas de Disney, le dan el mismo modelo de niña, una niña muy coqueta, muy de rosita, con muchos brillantitos. Ese es el único modelo que se les ofrece a nuestras niñas. Entonces, como solo ven eso, eso es por lo que se decantan.

¿Y eso es malo? Te pregunto.

Es malo porque no estamos ofreciendo las mismas oportunidades y porque eso va hacer que luego el resto de nuestras vidas se encamine por ahí. Por eso la mayoría de profesiones relacionadas con el cuidado de otras personas y la atención a otras personas las eligen mujeres, porque desde pequeñitas a ti te están dando una muñequita para que juegues a dormirla, a cuidarla, a darle de comer, a cambiarle los pañales, a tenerla en brazos. Y al niño le están dando una pelota para que corra, para que explore. Muchas veces escuchamos que una niña es muy buena cuando la niña es un mueblecito y se está quedando quietecita y no te dice nunca que no. A todo te dice que sí, no es conflictiva, no se opone, hace todo lo que tú quieres, es muy servicial y está ahí haciendo sus tareas. Y de un niño decimos que es muy inquieto, que los niños son así. Claro, los niños son así porque les regalamos un balón para que corran. Tú te vas a las guarderías, a las escuelas infantiles, a los primeros años de infantil, y los profesores te lo dicen, que juegan a lo mismo y que las niñas ven una pelota y se vuelven locas.

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¿ Crees que todo eso es lo que causa la culpabilidad que tiene la mujer?

Tenemos ahí esa dualidad. Por un lado a mí me han dicho «estudia». Yo he estudiado, yo tengo mi trabajo, quiero trabajar, quiero salir fuera, pero lo otro también lo tenemos. Se convierte en esa especie de lucha continua. Además también están lo que se llaman los mandatos de género, que son todas esas instrucciones que te dan pero que no están escritas en ningún lado pero que las hemos ido teniendo desde que hemos nacido. Y uno de ellos es la culpa. La culpa es la mayor herramienta de control sobre la mujeres que ha tenido la sociedad. Porque continuamente nos sentimos culpables. Si nos quedamos solo en casa, nos sentimos culpables de no estar fuera. Si estamos fuera, nos sentimos culpables de no estar en casa. Y la culpabilidad es como si fuésemos andando con una bola de plomo de veinte kilos y nos hace avanzar mucho más lentas.



 

Retomando lo de la conciliación a mí hay una cosa que me llama muchísimo la atención, y es que continuamente se esté lanzando el mensaje desde las instituciones de que la mujer tiene que salir al mundo del trabajo, que la mujer tiene que tener las mismas posibilidades que un hombre, sin embargo, la educación pública española no está pensada para que la mujer trabaje. O al menos para que los dos trabajen. A las dos de la tarde te dan a los niños si no te conceden el comedor- la mayoría de colegios en Andalucía tienen las plazas de comedor muy limitadas- y luego sí, por la tarde los puedes llevar a actividades extra escolares, pero hasta las 5, y alguien los tiene que llevar y traer. Me resulta contradictorio.

Los horarios del mercado laboral español son los peores horarios de toda Europa. Hay una cultura empresarial y sobre todo a la hora de la ejecución del trabajo, muy presencial, que parece que cuanto más horas estés en el puesto de trabajo más trabajas. Cuando ya en el resto de países se ha avanzado y se sabe que el número de horas no está directamente relacionado con el rendimiento. Es verdad que en España se sale muy tarde de trabajar. El tema de la conciliación o la corresponsabilidad en educación está aumentando. Por ejemplo, aquí en la Comunidad Autónoma Andaluza, ya recientemente para todos los padres y madres que justifiquen que los dos trabajan, el comedor tiene que estar sí o sí, y por lo menos ya hay una hora más tardía de recogida. Es verdad que para los horarios de trabajo que se sale a las ocho de la tarde no hay cobertura porque ahí yo entiendo que es el mercado laboral el que tiene que tener unos horarios más razonables.

Una mujer que es empresaria o que tiene o trabaja en un comercio entonces ¿cómo lo hace?¿No crees que habría que darle opciones a esa mujer? (Soy consciente de que me he dejado fuera a los hombres de esta pregunta.)

Claro, hay que dar opciones y de alguna manera pues tú tienes un cierto número de horas de acción, pero es verdad que tampoco la sociedad tiene que cubrir prácticamente las veinticuatro horas del día. Ahí sí que está claro que sería bueno que la familia entera se organizara a la hora de estar más o menos cubiertos. Porque sí que es verdad que los horarios donde la madre y el padre, o las dos madres o los dos padres trabajen y hay hijos pequeños es un problema. Pero de alguna manera tenemos que articularlo porque tampoco es sano que un niño o una niña estén desde las siete de la mañana en un colegio hasta las nueve de la noche.

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En la mayoría de los casos recae en los abuelos ese cuidado.

Claro. Una vez que pasan las cinco, la seis de la tarde, que suelen ser las horas escolares tope, si los horarios de las dos personas –o de los miembros de la familia– se alargan, es verdad que ahí, bueno, pues si se dispone de la proximidad de los abuelos, son ellos  los que cubren esos períodos, o hay otras personas que optan por cuidadores que normalmente son cuidadoras. Porque no olvidemos que la mayoría de las veces cuando las mujeres nos incorporamos al mercado de trabajo, el cuidado de nuestros hijos acaba recayendo sobre otras mujeres. Ya sea normalmente otras mujeres que se contratan para ello o las abuelas, que además, si no se asiste al comedor, son las que siguen haciendo la comida. Al final va recayendo en mujeres.

Rosa, yo no sé si te ha pasado como madre y trabajadora lo de tener que salir del trabajo porque las tutorías y las reuniones de la clase son en horario de trabajo. Y además, si no vas a la reunión te sientes la peor madre del mundo.

Es verdad que hoy en día compatibilizar trabajo y vida familiar, es vivir haciendo malabarismos. Al menos yo. Sin ir mas lejos, próximamente es la reunión de inicio del curso de una de las niñas y yo en ese caso tengo que estar en otra localidad, en una reunión con una asociación de mujeres de la provincia. En este caso, pues mi pareja sí puede ir. Entonces va a ir él. Se trata de ir componiendo el puzzle con uno o con otro. Igual que cuando tenemos una cita médica y te la ponen a las diez de la mañana, bueno, pues ese día de alguna manera hay que pedir permiso o hacer lo que sea para ir. Para cuestiones puntuales, también hay que organizarse. Es un esfuerzo que tenemos continuamente porque la familia ocupa mucho espacio, el ámbito laboral también, y es a base de mucho equilibrio, de mucha coordinación entre todos los miembros de la familia y de un sobre esfuerzo, claro que sí.

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Rosa, es indudable e indiscutible que la maternidad en una empresa tiene un coste para el empleador y para el equipo. Y también es indiscutible que como población estamos envejeciendo y que cada vez nacen menos niños. Sira Antequera en su entrevista en este espacio apuntaba a que la solución podría pasar porque el Estado asumiese ese coste totalmente, que a veces va más allá de las 16 semanas del estatuto de los trabajadores. ¿Qué te parece?

La maternidad dejará de ser un problema, sobre todo en lo referente al embarazo y parto, cuando sea obligatoria e igualitaria la baja de maternidad para madre y padre. Es decir, el mismo período y no transferible. No que lo pueda coger o bien el hombre o la mujer, porque si no lo va a coger siempre la mujer. Porque además, está mal visto que lo coja él. Cuando sea obligatorio, intransferible y del mismo tiempo las bajas maternales, ahí se acabará el problema. Porque tanto el hombre como la mujer van a faltar exactamente el mismo tiempo.

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Pero no respondes a la pregunta que te he hecho. ¿Crees que debería asumirlo el Estado?

Es que eso lo tiene que asumir el Estado. Porque, si tú tienes que pagar la baja maternal y tú implementas como ley que sea obligatoria e intransferible la paternal, eso es el Estado el que lo tiene que incluir, lógicamente en el marco legislativo, y luego eso conlleva una asignación económica a los presupuestos, que es donde probablemente esté el problema. Entonces, será cuando un empresario no pueda decir «Es que te vas a ir cuatro meses». Porque es que él también se va a ir. Pues ahí se acabará el problema. Eso sí está haciendo falta ya, porque somos, creo, el segundo país del mundo con el índice de natalidad más bajo, nuestra población envejece. Ha habido unos años que medio se ha mantenido por el aporte de personas que venían de otros países que sí siguen conservando la costumbre de tener muchos hijos, pero en cuanto eso se ha estancado, muchos están volviendo a su país de origen con el tema de la crisis, ahí tenemos un repunte de bajada porque cada vez somos madres más tardías y además con menos número de hijos.

¿En qué momento empieza tu lucha por la igualdad? Porque no viene de ahora que tienes este cargo, si no que con anterioridad habías estudiado un máster sobre género.

Tomo contacto con el tema de la igualdad de la mujer, del género, en 2009.  Había desarrollado casi toda mi trayectoria laboral en temas de empleo y formación, pero en ese momento entro en un programa de empleo y de formación dirigido a mujeres víctimas de violencia de género. Ahí es cuando empiezo a ver cosas, era un programa donde estábamos dos tutoras. Ella venía específicamente del mundo de la igualdad del género, del tema de la violencia, y yo venía del empleo puro y duro. Al entrar en contacto con estas mujeres y al tener una compañera que estaba muy formada en esos temas es cuando empiezo a preguntar, empiezo a preguntarme a mí misma por qué yo hacía o por qué yo sentía diferentes cosas. Empiezas a leer, empiezas a aprender y el tema de la igualdad es un tema que cuando te sumerges ya no sales. Sales, respiras, pero te vuelves a meter, porque es un tema que además nos toca. Va haciendo que te conozcas y descubras por qué decidiste hacer esto o por qué no hiciste otra cosa. La igualdad y el feminismo, que ahora esa palabra de repente está muy mal vista, es un viaje a nuestro interior, es una manera de conocernos, de encontrarnos y de mejorar.

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¿Por qué siempre se da el mensaje de «No estás sola. Denuncia»? Una mujer no puede denunciar sin haber tenido antes un tratamiento psicológico profundo antes de dar el paso, ¿por qué no se hace hincapié en eso desde las instituciones?

Cada mujer es un mundo y cada proceso es un mundo. Hay mujeres que denuncian a lo mejor muy al principio, hay mujeres que tardan muchos años en denunciar y hay mujeres que nunca han denunciado y nunca van a denunciar. Cada caso de violencia es una historia diferente y hay que tratarla de una manera diferente. En el Instituto Andaluz de la Mujer siempre les decimos que estamos aquí para todas. Luego, algunas darán el paso de denunciar y otras no, porque nunca se puede forzar a nadie a hacer algo para lo que no esté preparada o que ella todavía no quiera hacer. En esto pasa como con los temas de adicción. Hasta que una persona no decide iniciar el proceso de desintoxicación porque siente que ese es el momento, no sale. Si tú la fuerzas y la metes en un sitio a los dos días se va a ir. Tiene que llegar su momento, lógicamente con mucho apoyo de todos los programas de atención psicológica que tenemos, asesoramiento jurídico, socio laboral, etcétera. Las mujeres que viene son ayudadas, asesoradas y apoyadas, pero ellas son las dueñas de su vida. No podemos obligarlas a nada. Cada caso es un mundo, pero no es fácil denunciar. No lo es porque muchas veces, por ejemplo, tenemos el tema de la dependencia económica. Si tú le dices que denuncie, ella te dice: «Y ahora lo denuncio, ahora viene la policía, ahora lo mete en el calabozo, va a perder el trabajo… Si pierde el trabajo, ¿cómo pagamos el alquiler o la hipoteca y mis tres niños? No denuncio».

Rosa, ¿incluirías la inteligencia emocional como asignatura en los colegios?

Por supuesto. La gran asignatura pendiente del sistema educativo, o al menos de nuestro sistema educativo, es la gestión de las emociones. Enseñamos a hacer ecuaciones, el último río del último continente -que lógicamente está muy bien. La cultura siempre enriquece, pero no enseñamos a nuestras niñas y a nuestros niños a gestionar sus propias emociones. Y a estas altura sabemos además que más o menos de los cero a los seis años, es cuando nosotros aprendemos cómo se gestiona nuestro caudal de emociones y a partir de ahí todo lo que hagamos en gran medida viene de ese aprendizaje que hemos tenido. En la familia y en el sistema educativo eso lo olvidamos. Apuntamos a nuestros niños, a nuestras niñas a inglés, a informática, a tenis, Karate, a todo y les enseñamos de todo y tienen ya un tercer idioma. Ahora también el francés. Y eso es estupendo porque además, la cultura abre la mente que es algo fundamental, pero no enseñamos cómo se gestiona un conflicto, no enseñamos cómo se media, no enseñamos cómo expresar si estoy triste, no enseñamos a pedir ayuda, no enseñamos a dar las gracias, a cómo yo tengo que gestionar cuando me siento muy mal o cuando tengo mucha rabia o cuando estoy enfadada o cuando estoy muy contenta, la relación con los demás, la empatía, todo eso no lo enseñamos. Y ahí está la felicidad de la persona y está también su éxito empresarial y laboral. A estas alturas tenemos muchísimos estudios que nos dicen que personas con notas brillantísimas luego obtienen trabajos mediocres o malos, y personas con notas muy mediocres -e incluso malas- acaban siendo muy brillantes laboralmente. Y eso es porque tienen otra serie de habilidades sociales, de relaciones humanas, de liderazgo, que al final es lo que te pide la sociedad. Una vez que hemos acabado de estudiar en la mayoría de los casos no piden ni el expediente académico, tienen en cuenta otras aptitudes y actitudes.

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Rosa ejerces mucho de socialista, estás muy comprometida con el partido, pero dime la verdad; ¿Te has sentido alguna vez excluida por ejemplo, cuando han dicho de manera general «padres” y no «padres y madres”? Yo he de decirte que nunca le he dado importancia ni me he sentido excluida por eso.

Porque es lo que hemos aprendido. Yo ya te digo, hasta 2009 que empiezo a leer de todo esto, ni reparaba en esas cosas. Pero el lenguaje es súper importante. Por un lado visibiliza. Lo que no se ve, no existe. Si yo no veo un telediario de Siria tirando bombas sobre niños, yo no sé que eso existe. Si yo en el lenguaje no veo el femenino es otro velo más que nos echan encima; y luego, a nivel psicológico el lenguaje conforma el pensamiento. Como la ciencia ha avanzado tanto, ya tenemos todo tipo de estudios que nos dicen que el lenguaje conforma el pensamiento y conforma hasta nuestra manera de actuar. En el lenguaje tenemos que estar reflejadas las mujeres, y hemos adoptado como una premisa que el masculino engloba a lo femenino, y no es así, lo fue durante una época, igual que hubo una época que había Inquisición, igual que hubo una época en que si eras madre soltera se hundía el mundo. Y eso lo venimos arrastrando. El masculino es el masculino y el femenino es el femenino. Lo mejor es una apuesta por un lenguaje inclusivo, que es verdad que como no estamos habituadas a usarlo, nos cuesta mucho y nos parece artificial. Pero a lo mejor,  en vez de decir alumnos y alumnas puedo decir el alumnado. Y ahí estoy incluyendo a nuestras niñas y a nuestros niños. Porque si no, siempre hablamos en masculino, siempre nos referimos al masculino y el modelo que seguimos dando para todo es el masculino. Te pongo a modo de ejemplo; una escritora que vende millones y millones de libros, la autora de Harry Potter. Estamos hablando de literatura contemporánea, no de la Edad Media,  ella cuando fue con su primer Harry Potter a la editorial, el editor le dijo «Me encanta la novela, pero tienes que firmar de otra manera porque ningún adolescente compraría una novela escrita por una mujer». Por eso ella firma como J. K. Rowling. Ya la conocemos todos, ya es un éxito de masas y sabemos que es una mujer, pero mira lo que le dijo el editor. Y estamos hablando de hace nada.



 

Rosa, cuando entras por la puerta de tu casa ¿te es difícil aplicar esa  teoría sobre la  igualdad? 

Claro, tengo que estar negociando para empezar conmigo misma, porque yo tengo el mismo aprendizaje que tenemos todas. Ese aprendizaje me dice que las tareas del hogar, pues son más mías. Tenemos que  interiorizarlo, tú entras en casa y si ves algo desordenado o tirado en el suelo lo coges, lo ordenas, lo pones y lo organizas. En casa lo que tenemos es una especie de acuerdo tácito de reparto de tareas que ya más o menos va sobre ruedas. Pero que es a mí a la primera a la que me cuesta decir «No, pues yo hasta aquí”. Yo me encargo más de las tareas relacionadas con la ropa y mi pareja se encarga más de llevar a las niñas, tráelas, de hacer la cena. Pero es verdad que esa carga la tenemos encima y con la primera que tengo que negociar es conmigo misma.

¿Alguna vez te has sorprendido diciendo que él te ‘ayuda’ mucho?

Continuamente, porque es lo que decimos, estamos impregnadas de lo anterior. El feminismo también lo que te ayuda es primero a conocerte, a saber quién eres y a reconocer por qué haces muchas cosas y no otras. Vivo con una especie de  alarma puesta que me alerta de que ya estoy diciendo «me ayuda”. No, me ayuda no, es que aquí vivimos los cuatro y no yo sola. Entonces las cosas son de los cuatro, cada uno a su nivel, acorde a su edad, a sus horarios, a sus posibilidades. Y continuamente tienes que estar diciendo «Uy, esto que le he dicho a la pequeña no se lo tenía que haber dicho».

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¿Cómo lo aplicas en la educación de tus hijas? Porque tú la teoría sobre género te la sabes fenomenal. ¿Cómo perciben ellas la igualdad?

Hombre, (Ha dicho ‘hombre’ alarma, realmente es complicado) yo intento que tengamos conversaciones, pero sobre todo enseñarles con mi ejemplo, que los niños también como decíamos no aprenden sino que nos aprehenden. Intento que mi modelo, lo que ellas me ven hacer sea un poco de lo que ellas sin darse cuenta se vayan empapando. Que vean que salgo, entro, que quiero tener mi trabajo, y tengo mi trabajo fuera, que me produce satisfacción  cierta actividad laboral o política. Y quiero que ellas lo vean, no que yo se lo cuente. Porque si no muchas veces lo que nos pasa es que nos quedamos, si me permites la comparación, en que yo le estoy diciendo a mi hija «La alimentación mediterránea es lo mejor. Hay que tomar  cinco raciones de frutas y verduras…”, y a continuación te estás comiendo el donuts de chocolate. Entonces, a la niña lo de las cinco verduras se le va a ir, pero que tú te comes el donuts de chocolate eso no se le va.

Cuando lloran tus hijas por la noche, o cuando están malitas, ¿a quién llaman, a ti o a tu marido?

A mi marido, desde pequeñitas, él es mucho más paciente que yo.

¿Y nunca te ha sentado mal que lo llamen a él en vez de a ti?

No, a mí no me sienta mal. Ellas están más acostumbradas a pasar más tiempo con su padre. Sobre todo en horario de tarde. Yo llevo una actividad más intensa desde hace dos o tres años, que tampoco no siempre ha sido así. Es verdad que desde muy pequeñas es él el que se ha encargado de ellas si se despertaban por la noche, pero es que me desvelo con mucha facilidad, mi marido, escucha a la niña llorar, le mete el chupete y en dos segundos está roncando otra vez.

¿Nunca has notado que tus hijas hayan querido llamar tu atención cuando has tenido épocas de más trabajo, de estar más desaparecida? Que nos ha pasado a todas, que tienes un momento que casi no las ves, casi no compartes tiempo, y que te lo recriminan.

A veces sí, cuando se pillan estas rachas de muchos días mañana y tarde, y sábados y domingos que en este tipo de profesión tú no trabajas de ocho a tres, ni tienes marcados los fines de semana como días de descanso. Pues es verdad que cuando encadenas muchos días, pues a lo mejor ellas te dicen «¡ay! ¿Otra vez te vas?», o «no te vayas», o «quédate» y te lo demandan. Pero bueno, yo les explico que tengo un compromiso y un trabajo, que tiene esa exigencia y que me tengo que ir y no lo aceptan mal.

¿Son también un altavoz para que encontremos el equilibrio? ¿Para que no nos dejemos llevar solamente por un trabajo que nos apasiona?

Claro, lógicamente  intentas gestionar en la medida de lo posible que de alguna manera, alguna parcela de tiempo quede para tu casa, para tu familia y para tu núcleo más próximo. Es que es necesario también guardar el tiempo y compartirlo con la familia.

Tú, como yo,  eres madre de una niña pre-adolescente, ¿qué estamos haciendo mal? Porque hay cada vez más casos de violencia de género en la adolescencia.

Pues porque el trabajo de la igualdad es un trabajo de toda la sociedad, de absolutamente todos los agentes sociales. Hablamos siempre, a lo mejor, de un tema político, de una medida o de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Y no es así. El trabajo por la igualdad tiene que estar en los medios de comunicación, en el sistema educativo, en todos los programadores informáticos, en las políticas urbanísticas, en el deporte, en todo.

A mí a veces me da la sensación de que en este reajuste social de encontrar nuestro sitio tanto hombres y mujeres los adolescentes están más perdidos que nosotros. 

Puede ser. Las mujeres hemos evolucionado mucho y muy de prisa. Muchas veces cuando hablamos de igualdad al final te quedas -como se habla mucho de violencia-con la sensación de que parece que estamos en el kilómetro cero. Y no es así, hemos avanzado mucho. No nos olvidemos que en el año 77 una mujer no se podía abrir una cuenta en el banco si no iba con su padre o su marido. Eso es antes de ayer. En muy poco tiempo hemos evolucionado mucho. Y la parte masculina ha evolucionado pero de una manera muy asimétrica. Mucha parte de lo que un hombre entiende por ser hombre, es lo opuesto a lo femenino. Como lo femenino ha cambiado tanto, ya no es lo opuesto, porque ya hay mucha parte de lo femenino que tradicionalmente era masculino. Entonces están muy desubicados porque no acaban de saber en base a qué articular su masculinidad. Y estamos haciendo mal, pues lo que decíamos; si nuestras niñas están en un entorno social que sigue reproduciendo los mismos patrones, masculino y femenino; el masculino como una persona líder, que organiza, que sale de casa; ella como la sumisa, etcétera, estamos reproduciendo lo mismo. Si la literatura que nuestras niñas leen son los libros de Federico Moccia …Es un bombardeo continuo que sigue ahondando en el mito del amor romántico, donde ellas siempre tienen un papel sumiso y a disposición de él.

Él es el que decide, él es el que hace y deshace, ellas por amor lo aguantan todo. Yo con amor lo voy a cambiar a él…Pongo siempre una metáfora sobre el tema de la igualdad y la violencia de género. Si yo ahora te echo un cubo de agua por lo alto, lo notas, y tanto que lo notas. Y lo normal es que tu reacción sea que te levantes y te vayas. Ahora, sal un día a las siete de la tarde con humedad a la calle, cuando te tocas el pelo dices «Dios mío, estoy empapada» y no te has dado cuenta. Pues esto es lo que les pasa a nuestras niñas. Ya no tenemos la figura de señor tipo Macario de «Ala, a fregar tu casa», pero tenemos la humedad que te ha calado y no te has dado cuenta y estás empapada, y estás mojada de arriba a abajo, y no te has dado cuenta. Si no te das cuenta de algo y lo normalizas no sientes la necesidad de cambiarlo.

De manera muy subjetiva, ¿Qué porcentaje de avance hemos conseguido hasta ahora y qué porcentaje crees que nos queda por recorrer?

Pues a lo mejor vamos como por un quince por ciento. Nos queda muchísimo camino por hacer en todos los ámbitos sociales. Por ejemplo, lo hemos visto en las Olimpiadas. Hemos tenido continuamente esos titulares infames, de que hay una deportista que gana una medalla de oro y el titular no es que haya ganado la medalla, sino, «el entrenador que cambió las rabietas por medallas». O que si no sé qué nadadora se pinta las uñas, no, ¡es que ha ganado un oro!. Es que nos queda muchísimo, pero bueno, ya hemos dado el paso y además es que no nos vamos a parar, porque primero vinieron nuestras madres, que pusieron su granito de arena, ahora estamos nosotros y le tenemos que dar el testigo a nuestras niñas, y no queremos que nuestras niñas sigan sufriendo violencia de género, agresiones sexuales ni que ganen un veintidós por ciento menos que los varones por tareas similares. Queremos que lleguen a lo más alto en el mundo empresarial, queremos que sean Rectoras y queremos que estén presentes en todos los ámbitos porque somos el cincuenta y dos por ciento de la población y es lo único que queremos. Y el compartir con los hombres que tienen que ser nuestros cómplices.

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Recapitulo: Culta, comprometida social y políticamente con la mujer, feminista, femenina, coqueta- puede que le quede algo del rosa de su infancia- coherente y madre de dos niñas. Una de ellas pre-adolescente. Casada con un hombre que le «ayuda” mucho. Reivindicativa. Una mujer que tiene argumentos y los defiende bien. Ahora, entre los objetivos que se ha marcado para el IAM está el de dar visibilidad a la mujer profesional y directiva, desde su empoderamiento y desde la idea que juntas somos más fuertes, que juntas podemos hacer más. 

 

Fotografías: Lorenzo Carnero

img_3750-001-1 Rosa del Mar Rodríguez

Coordinadora del Instituto Andaluz de la Mujer en Málaga

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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.

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