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Paloma Gómez

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Paloma Gómez

Conozco a Paloma Gómez desde que empecé en la televisión de Fuengirola en el año 2000. Hasta entonces había oído de pasada hablar de la Asociación Española contra el Cáncer, pero sin profundizar en su labor. Fue cruzarme con ellas ( la mayoría son voluntarias) y desde entonces nunca han dejado de sorprenderme por su fuente inagotable de energía y su capacidad de hacer y organizar. 

Paloma Gómez forma parte de ese grupo de personas que muy a menudo deja todo a un lado para ayudar a los demás. Es la vicepresidenta de la Junta comarcal de la AECC de Fuengirola y Mijas y la coordinadora del programa ‘Mucho por Vivir’ centrado en pacientes de cáncer de mama. Forma parte de ese voluntariado testimonial que puede decirle a los pacientes: “Yo tuve cáncer pero lo superé y te voy a acompañar en este camino ”. Esos voluntarios que no necesitan ponerse en la piel del recién diagnósticado, ni del que se enfrenta a una intervención o a un tratamiento, no necesitan ponerse en su piel porque lo han vivido y saben lo que se siente. La mayoría de estos voluntarios se quedan en la asociación tras haberla conocido como paciente. Para Paloma primero llegó la asociación y después el cáncer. 

Siempre dispuesta, siempre alegre, siempre moviéndose de acá para allá en los eventos… Me sorprende durante esta entrevista cuando me cuenta que tiene una enfermedad degenerativa  y que a veces tiene que llevar bastón. Nadie lo diría al verla. De Paloma me dejó marcada algo que me dijo hace muchos años. No sé si fue durante unas declaraciones o en alguna de las entrevistas que le hice en mi etapa en la televisión. Nunca se me olvidará cuando me dijo que ella agradecía haber tenido el cáncer, porque le había enseñado a ver la vida de una forma diferente, a disfrutar más, a vivir más. Evidentemente no es un plato de gusto para nadie, pero Paloma al igual que esas otras muchas personas, cada vez más, que lo sobreviven, coinciden en que les ha cambiado y les hecho evolucionar en la la forma de pensar y de actuar. 

 

Siempre que llega mi cumpleaños me da por hacer balance de mi vida. Qué he hecho, qué me queda por hacer, si voy o no en la dirección correcta…Y así me paso unos días hasta que pasa la señalada fecha y esas preguntas aparecen en mi cabeza sólo de forma ocasional. 

3 de octubre, día entre semana, nada de celebraciones especiales porque toca trabajar. He quedado con Paloma, curiosamente también es el cumpleaños de su hija. Y no, por mi parte no hubo una celebración especial más que mi agradecimiento diario a la vida por amanecer sana y con ganas de seguir un día más. Pero la vida quiso hacerme un regalo, un regalo que espero no olvidar jamás: escuchar de primera mano a Paloma Gómez, y todo lo que tenía que enseñarme y hacerme reflexionar. 

Paloma es nacida en Madrid, criada en Sevilla y fuengiroleña de adopción. La séptima de ocho hermanos de una familia tradicional de la época. De esas que en el teléfono de casa tenían candado para no poder llamar nada más volver del colegio a las amigas sin tener nada nuevo que decir. 

Veraneaba en Los Boliches desde 1970, además esos veraneos de los de antes en los que las madres cogían a los niños nada más acabar el colegio, se los llevaban a la playa y no volvían hasta que de nuevo el colegio iba a comenzar. Aquellos veranos de los que ya quedan muy pocos. En uno de esos fue en el que conoció al que podía haberse quedado en un amor de verano, pero que tiempo después se convertiría en su marido y la causa de que fijase en Fuengirola su residencia desde 1984. Kisco, un hombre que por lo que ella cuenta, ha sabido ser generoso y respetarla en sus decisiones. Quizás porque sabe el verdadero sentido del amor basado en la libertad y el respeto, y no en las cadenas. A alguien que es tan libre y ejerce para tan buen fin su libertad no se le puede frenar.

Ella se mete en el grupo de “las maris”, porque «nunca ha trabajado» y se ha podido permitir disfrutar de la maternidad en la infancia de sus hijos. Y posiblemente nunca haya recibido una retribución económica por su trabajo, ni haya recibido una paga extra, ni haya recibido un premio como empresaria. Pero Paloma en esta vida tenía que estar en el consejo de administración de una empresa con unos fines más elevados que los económicos: la empresa de la solidaridad. Me consta que tiene jornadas interminables, sin horarios, ni fines de semana libre, ni fiestas que guardar. Paloma hace ya muchos años que entregó gran parte de su vida a los que más la necesitaban.

No cree en cielos o infiernos, ni en reencarnaciones ni en la vida más allá de la muerte. Es de los ejemplos más claros que me he encontrado en mi vida por un lado, de persona que ayuda desinteresadamente y por otro, de que se puede vivir únicamente en «el Aquí y el Ahora». ¿Para qué preocuparse por lo que hay más allá si hoy y aquí hay cosas de las que ocuparse?

 

Le ha visto la cara a la muerte muchas veces, a la ajena, pero también a la propia, cuando hace ya 17 años la sentenciaron a dos meses de vida. 

Paloma me sorprende en esta entrevista, y aunque ya la conocía descubro a una mujer reivindicativa, luchadora por lo que cree justo, coherente y fiel a sí misma. Un legado que ha querido dejarle a sus hijos, el legado más preciado para seguir viviendo en ellos el día que ella ya no esté. 

Gracias Paloma por este regalo de cumpleaños. Gracias Paloma por ser y por existir. Un verdadero placer compartir ese regalo con vosotros. 

¿Cómo conociste a tu marido?

Conocí a Kisco un verano, cuando tenía 18 añitos. Yo he sido siempre súper tranquila, incluso una persona rara en el sentido de que he ido por libre. A mi madre eso le parecía fatal y todo el tiempo me decía que tenía que salir. Entonces me buscó una pandilla de niñas de Los Boliches. Estaban Ana Navarrete, las mellizas, Carmela Vega… Empecé a salir con ellas. Había un bar de copas que se llamaba el Pussycat, y estando allí con ellas él estaba con una pandilla y me lo presentaron.

En aquel momento te vuelves a tu casa pero supongo que seguís juntos…

Me vuelvo a Madrid. Yo estaba estudiando entonces lo que ahora es 2º de bachillerato. Todo ese año estuvimos a distancia, y ya cuando tenía que estudiar la carrera, le dije a mis padres que me iba para Sevilla. Él estaba en Sevilla y yo me fui a vivir con mi abuela.

¿Tu abuela era sevillana?

No, mis abuelos por parte de padre eran cubanos. Mi abuelo era ingeniero de minas en Villanueva del Ríos y Minas, en Sevilla. Allí nació mi padre y mis abuelos nunca se fueron de Sevilla.

Y tú encuentras la excusa perfecta para irte con tu abuela… 

Claro, como mi abuelo ya había fallecido la excusa era que mientras estudiaba la carrera yo cuidaba de mi abuela. (Se ríe)

 

Antes de irte a Sevilla, ¿cómo es esa relación a distancia? Por aquel entonces no había ni móviles ni mails ni nada por el estilo.

A mí me pegaban en las colas de las cabinas. Porque claro, entonces no es como ahora. Éramos 8 hermanos, yo soy la séptima, así que mi padre tenía puesto un candado en el teléfono. En aquella época el teléfono era carísimo, todo lo que ahorraba era para ir a llamar a las cabinas, y allí me pasaba las horas. Se formaban unas colas… Siempre lo llamaba después de las ocho, que era más barato.

¿Y cómo fue la experiencia de irte a Sevilla?

Nosotros, por el trabajo de mi padre, hemos estado toda la vida de traslados. Yo nací en Madrid, me fui a vivir a Sevilla con diez años, con 17 nos volvimos a Madrid, y con 18 es cuando me voy otra vez a Sevilla. En Madrid nunca me sentí de allí. Era como que la mentalidad no iba conmigo, era todo como muy extraño.

De pequeña sí, porque lógicamente eres pequeña y muy bien, pero yo me siento del sur. Además cuando volvimos a Madrid era una época súper convulsa en España. Era el año 77. Que si fachas, que si rojos…Yo he visto de todo en aquella época, hasta tiros.  Era un momento de una inseguridad horrorosa. Yo que era súper aniñada me encuentro allí en un maremágnum de ideologías políticas, habían legalizado la píldora anticonceptiva y todas las niñas pidiendo la píldora… Todo aquello me resultaba muy violento, no me gustó nada, así que cuando me vuelvo a Sevilla me parece una maravilla. Empiezo en la universidad, que hago una carrera también muy extraña, porque no terminé la carrera, pero eso sí, desde el primer año de carrera trabajando.

¿Qué estudiaste?

Psicología, pero mientras estudiaba daba clases a niños con distintos problemas; a niños disléxicos, a una niña por ejemplo con rubéola que no sabía hablar, a niños con inmadurez cerebral, y toda la tarde me pasaba yendo a tres colegios distintos, según el día, a dar clases para niños que no tenían recursos que pudieran pagar a una psicóloga. Había una cosa que se llamaba horario ocupacional. Todo el mundo ha oído hablar de las Tres mil viviendas de Sevilla, pues iba allí para quedarme con los niños dentro del colegio, para que no estuvieran en la calle. Todo eso era de manera voluntaria, siempre me han encantado los niños.

¿Lo hacías porque querías?

Sí, por eso no me pagaban nada.

¿Por qué no acabaste psicología?

(Se ríe) Por amor. A día de hoy siempre digo que lo que más me gusta de mi vida es que no me arrepiento de nada, y es verdad que no me arrepiento de nada, no es la típica frase hecha. Cuando haces las cosas y las asumes con todas las consecuencias, tú eres la responsable de dónde la vida te lleve. No hay que tirar balones fuera, todo es una madeja que vas tejiendo tú.

Hice una carrera totalmente extraña. Por la mañana iba a la facultad, y por las tardes iba a los colegios, a las clases particulares a niños con dislexia y con invalidez cerebral, terminaba de dar clase a las 8:30 de la tarde. A las 8:30 de la tarde veía a Kisco, nos tomábamos una cervecita y a las 9 de la noche tenía que estar en casa de mi abuela, porque mi abuela era tremenda.

Entonces estudiaba de 9 en adelante. Lo recuerdo como una etapa de mi vida súper intensa de estudio y de trabajo. Me quedé muy satisfecha de aquella etapa de mi vida, como muy llena. Todavía recuerdo cien mil anécdotas de entonces. Una vez el director de un colegio de las Tres mil viviendas me tuvo que esconder porque las madres querían matarme porque había puesto las niñas a jugar al fútbol y las niñas según las madres no podían jugar al fútbol. (Se ríe)

Kisco terminó su carrera y se vino a Fuengirola a vivir.  Entonces me pidió que me casara con él.

¿Qué edad tenías?

23 años. Pero me lié la manta a la cabeza y dije que para adelante. Figúrate mis padres, estaban horrorizados. Sólo me decían que antes acabase la carrera. Estaba en 4º y en Málaga no había psicología.

Y te casaste y lo dejaste, claro…

Sí. Era el año 84 cuando me casé y me vine. Mi padre se había jubilado y se habían venido a Fuengirola a vivir. En seguida me quedé embarazada y tuve a mi niña, y al año mi madre se puso mala, así que el tema de la carrera se quedó aparcado. Pero es que en ningún momento la he echado de menos.

 

¿A tu madre qué le pasó Paloma?

Que tuvo un cáncer de colon. Duró tres meses. En octubre se casaba mi hermano Pepe y aquello fue súper emocionante; no pude entrar a la iglesia de lo que lloraba, porque mi madre estaba tan mala que nadie pensó que podía ir a la boda de mi hermano.

Mi madre se fue a Madrid a la pedida de mano de mi cuñada en septiembre y volvió diciendo que al ir al baño tenía sangre. Empezó con las pruebas, mi hermano se casó en octubre y ella murió un 4 de diciembre.

¿Es tu primer contacto con el cáncer?

No. Mi abuela tenía dos mujeres de servicio de toda la vida en su casa. Para mí eran mis abuelas, yo tenía tres abuelas. Una de ellas era Gregoria, tenía pasión por Gregoria. Le detectaron un  cáncer de colon, y yo la acompañaba al médico. Iba todos los días a ver a Gregoria a su casa, tenía que coger el autobús y me plantaba en su barrio a la hora que fuera. Me llamaba su secretaria, y  hasta que la pobre murió…

Pero fíjate qué curioso. Gregoria tenía a sus hermanos y sus sobrinos en Sevilla, pero cuando la operaron estábamos en el hospital también mi hermana Mariluz y yo. Se fueron todos a tomar un café mientras la intervenían, y cuando salió el médico para decir que no había nada que hacer la única que estaba en la sala de espera era yo y es a mí a quien le da la noticia. Ese fue mi primer contacto con el cáncer. Vaya, que venía predestinada. 

Al principio creía que mi misión eran los niños y los mayores, porque yo iba a ver también a la residencia a unos tíos-abuelos míos. Los viejitos estaban encantados conmigo, y todos me llamaban «la nieta». Pensaba que yo había venido a este mundo para estar con niños y con viejecitos. (Se ríe)

¿Haces todas esa cosas porque te planteas tu misión de vida o simplemente lo haces porque es lo que te hace feliz? Porque antes no se hablaba tanto de la misión de vida como ahora.

Eso es, lo hacía porque era lo que me gustaba. Yo no me programaba tanto como mis hijos ahora.

Por ejemplo, tú te casabas y no tenías nada. Siempre le cuento a la gente que yo no caí ni en que tenía que comprar una espumadera. Me gasté todo el dinero en el viaje de novios. (Se ríe a carcajadas) Un viaje de novios extraordinario, eso sí, pero cuando llegué a mi casa no tenía tele, no tenía espumadera; el primer huevo frito que hice lo saqué con una cuchara y un tenedor.

No me planteaba nada, jamás en mi vida. A día de hoy no sé lo que va a ser de mí mañana. Lo único que tengo claro es que cuando yo no me siento bien con algo tengo que cambiar.

Lo que deja de llenarme ya ha cumplido una etapa en mi vida. Por eso te decía antes que no me pesaba, ni me pesa, haber dejado la carrera. Me llenaba más lo que hacía por las tardes en los colegios con los niños.

¿Cómo es tu vida de casada los primeros años?

Mi vida aquí era una vida súper tranquila, dedicada exclusivamente a mis niños. Todavía hay quien se acuerda cuando metía a tropecientos niños en el coche e iba de acá para allá. Mi vida eran mis hijos y todos los amigos de mis hijos. 

Nunca he sido convencional, no he sido de esas madres que les ha insistido para que estudiasen, era todo lo contrario. Debe ser porque he estado marcada toda la vida porque el colegio me parecía horroroso, nunca lo entendí. Ahora se habla de los niños hiperactivos, antes no. Pero a mí el colegio me aburría soberanamente. No sé si tenía déficit de atención o no, pero me horripilaba. Así que yo he tenido toda la vida a mis hijos en esa playa, jugando, montando en bicicleta, haciendo excursiones para arriba y para abajo, un poco lo que me ha gustaba a mí.

Tu padre sí se quedó a vivir en Fuengirola…

Sí. Yo he sido muy madrera y muy padrera. Mí madre por desgracia murió cuándo yo era muy joven con lo cual no la he podido disfrutar, pero con mi padre he tenido la gran suerte de que ha fallecido con 96 años. Cuando tenía a mis hijos más mayores me iba a pasar muchas tardes con él, y le decía lo que me gustaba disfrutarlo, escucharlo. Era una persona muy rica por todo lo que había vivido, y además era capaz de transmitirlo. Eso me da pena no haberlo podido vivir con mi madre. Pero bueno, he tenido la gran suerte de poderlo vivir con mi padre y disfrutarlo.

Me considero una privilegiada, porque ¿cuántas personas desearían tener la vida que yo he tenido?. Mucha gente crítica a “las maris”. Siempre reivindico que todo lo que tú haces siendo consciente y siendo responsable de lo que estás haciendo, evidentemente siempre te lleva a renunciar a algo. Renuncias a algo a favor de otras cosas que también te hacen feliz. Yo podría perfectamente haberme dedicado a mi carrera y haber renunciado a esta parte de mi vida que te estoy contando.

Paloma, pero supongo que lo has podido hacer porque tu marido era una persona competente y no has necesitado trabajar fuera…

Exactamente, eso es importantísimo, ahí viene la parte en la que me siento muy privilegiada. ¿A cuántas personas les encantaría poder hacer eso y no pueden?. Tiene que darse la confluencia de un montón de factores para poder hacerlo. Por eso creo que lo mío ha sido un lujo.

 

¿Hasta cuándo estuviste dedicándote a los niños exclusivamente?

Dedicándome a los niños estuve hasta los 34 años, el más pequeño es al que menos me he dedicado de los tres. Cuando él tenía dos años es cuando entré en la Asociación Española contra el Cáncer.

¿Por qué entras?

Entré porque habían abierto un centro de la asociación para hacer ecografías y citologías dos tardes a la semana. Tenía una amiga que era voluntaria allí pero aquel verano se iba a su tierra, era del País Vasco. Me pidió que la sustituyese mientras ella no estaba. Y así entré, cuando la asociación aún no era nada en Fuengirola.

Ninú, que era la presidenta entonces, hacía unas cenas para recaudar fondos y eso era todo lo que teníamos. Aquello no me gustaba nada, me aburría. En que yo me quedase en la asociación tuvo mucho que ver Juan Carlos Domínguez, el médico de la asociación. A mí aquello no me llenaba nada y me quería ir. Como te decía antes, lo único que siempre he tenido muy claro es que yo soy fiel a mí misma, y eso se lo digo mucho a las pacientes, y a todo el mundo: «A la única persona que tú no debes de engañar en tu vida es ti misma”. ¿Por qué? Porque eso se traduce en una insatisfacción que se refleja en todas las personas que te rodean. Mientras que si te sientes contenta contigo misma y tomas decisiones valientes, todo va mejor en tu entorno porque tú estás mejor.

Me iba a ir de la AECC y tenía pensado irme a los hospitales a presentarme como voluntaria para estar con los pacientes porque eso me llenaba mucho. Mi amiga Begoña estaba igual que yo y se quería ir a Cáritas. Entonces fue Juan Carlos el que cuando se lo expusimos nos dijo: «Pero es que la asociación sois vosotras. Si no os gusta, cambiarlo». Y nos empoderamos las dos de una manera que nos lo tomamos al pie de la letra y nos pusimos a trabajar.

No sabíamos ni cómo se planteaba el tema del voluntariado. Así que como había un congreso estatal de voluntariado en Zaragoza, allí nos plantamos las dos, a ver cómo se podía montar un voluntariado. Era justo cuando empezaba el voluntariado de España. De Zaragoza nos trajimos unos libros maravillosos del tema. Se llamaban “A fuego lento” y eran una auténtica maravilla porque te daban unas directrices a seguir. El resumen es que todo lo que se hace en equipo es maravilloso y todo lo se hace de manera individual está cojo. Porque una persona que piensa es una cabeza que piensa, pero si hay 10 o 20 cabezas pensando tiene una riqueza que no la tiene una sola. Eso por un lado, y por otro lado, que si se personaliza es muy malo siempre. Y en eso hablo por ejemplo de las presidencias. Aquí tenemos mucha suerte con Paula, porque lo mismo coge una escoba que hace un recado, que lleva a un paciente al hospital, y eso es lo bonito.

Pues nosotras con aquellas directrices comenzamos a montar el voluntariado y los cursos.

Me acuerdo que te decía el manual: «Cuando llegue alguien, pregunta qué puede hacer por la asociación». Y eso lo seguimos haciendo hasta el día de hoy, porque a todo el mundo nos encanta dar, pero todas las personas damos lo que tenemos para dar. Es decir, si a mí me encantan los niños, pues yo voy a ser una persona fantástica con los niños, pero si tú me pides que por narices tengo que hacer un potaje, pues no te voy a hacer un potaje, porque yo no soy de cocinar, y a la que le vuelve loca la cocina, pues va a ser la voluntaria más maravillosa que puedas tener con todo lo relacionado a la cocina.

O sea, que es aprovechar el talento de cada uno…

Exactamente.

Paloma, ¿eso en qué año era más o menos? ¿Te acuerdas?

En el 98 empezamos a movernos.

Supongo que tirarías de conocidos…

No, todo lo contrario. Unos meses antes de cada curso colocábamos carteles y anuncios que decían: ”Te necesitamos, ¿quieres ser voluntaria?” De aquellas primeras reuniones surgió el voluntariado a nivel nacional que tenemos ahora. Igual que el voluntariado a domicilio. Surgió de una chica que vino a la asociación y tenía una empresa de ayuda a domicilio. Ella se quedaba siempre súper triste de ver a las personas que no podían pagar esa ayuda a domicilio. Cuando le preguntamos qué podía aportar ella a la asociación nos dijo que un voluntariado a domicilio para los pacientes de cáncer. Nos quedamos todas súper maravilladas, aquello aún no existía en España.

Cuando la AECC a nivel nacional adoptó la fórmula del voluntariado a domicilio, Herminia, que es la que empezó a hacerlo, y yo íbamos a las reuniones a Madrid para aportar nuestra experiencia. Así que eso surgió de Fuengirola.

¿Cómo se toma tu marido ese cambio de estar con los niños al 100% a implicarte de esa forma con la AECC?

Esta pregunta me encanta que me la hagas.

Las personas estamos siempre cambiando. Tú mírate a ti, seguro que ves todos los cambios que has hecho a lo largo de tu vida. A mí me hace mucha gracia cuando la gente dice que no ha cambiado nada. Pero, ¿cómo no va a cambiar nada?, si la vida lo que te hace es cambiar. Entonces en pareja es muy complicado, porque tú puedes evolucionar a un ritmo y tu pareja a otro. No es cierto que las personas de una pareja evolucionen a la vez, ni en la misma dirección.

Entonces al principio fue un choque muy grande. Yo era la superwoman que llevaba todo para adelante. Era la que tapizaba, la que llevaba a mi padre, llevaba a mi suegro, llevaba la casa, llevaba a los niños… Y de pronto esa Paloma echa un paso para atrás.

De eso tenemos que aprender mucho las mujeres. Nosotros, todos, somos animales de costumbres, entonces tú ocupas un lugar en tu familia, un lugar en la sociedad, un lugar con tus amigos… Y a raíz de ese punto actúan todas las personas de alrededor. Si tú das un paso para atrás y dejas ese vacío, alguien tiene que ocupar ese vacío. Pero claro, el resto se piensa que no lo va a poder hacer y no es así.

Te voy a poner un ejemplo. Yo siempre he sido muy manitas y sin embargo llegaba Kisco y para colgar un cuadro me tiraba media pared. ¿Qué pasa? Que prefería hacer yo el agujero a que lo hiciese él. Cuando cambio y veo que ya se ha cumplido esa fase de mi vida, y que eso ya no me llena, que me llenan otras cosas, y doy ese paso, entonces Kisco cuelga el cuadro y sigue tirando media pared, pero a mí ya no me importa, porque el cuadro tapa el agujero.

Tú eres la que tienes que cambiar, tú tienes que aceptar que movimientos que tú hacías, ahora ya no los haces. Entonces son tu marido y tus propios hijos los que tienen que moverse. Soy un desastre para hacer la compra, siempre digo que cojo las bajadas de precio porque siempre voy a última hora al supermercado camino de mi casa. Pues todo se mueve cuando lo haces tú. A Kisco le encanta la fruta, pues él se encarga de ir a la frutería y comprar la fruta, que es lo que de verdad le gusta. Eso tiene que ser una balanza en la que a él y ti os siga interesando esa vida familiar aunque haya supuesto un cambio para los dos. Porque además, es que igual que yo cambio en una dirección, él cambia en otra. Lo importante es el respeto; cuando tú llegas a apreciar lo que hace la otra persona, tanto como lo que haces tú, ahí está el éxito de la pareja.

 

¿Cuándo te detectan el cáncer?

Cuando tenía 39 años me lo detectaron. Fui al ginecólogo y de manera sutil me dijo que tenía un bultito que me tenía que mirar y que me debería hacer una mamografía. Pero como yo soy tan optimista entendí que ese bultito que él tocaba me lo «debería de ir a ver», pero bueno, que no pasaba nada si no me lo veía.

Pasó un año hasta que volví a la consulta, y cuando me lo vio ya me dijo de manera más tajante que me tenía que hacer una mamografía. Así que ya llevaba un año conmigo. Me lo diagnosticaron con 40.

Paloma era una época en la que los tratamientos eran muy agresivos…

Pero yo tuve mucha suerte porque no no tuve tratamiento, lo que tuve agresivo fue la cirugía porque me hicieron una mastectomía. Es verdad que era otra época en la que no había la Anatomía Patológica que tenemos ahora. Yo no sabía ni siquiera si mi cáncer era hormonal o no era hormonal. Ahora es una maravilla todo lo que te dice la Anatomía Patológica. Pero entonces es que no había tampoco recursos.

Yo fui una de las abanderadas que estaba todo el día protestando para que hicieran una Anatomía Patológica más amplia. Me lo leía todo, porque me ha encantado toda la vida reivindicar. Todo lo que sea para mejorar… Me pasaba los días dándole la lata a los médicos, me iba a todas las charlas, levantaba la mano y protestaba por todo en lo que no estaba de acuerdo.

En aquella época en Europa había una mujer maravillosa que fue la primera que habló de las características que tenía que tener una unidad de mama, como tenían que hacer una Anatomía Patológica, como tenía que ser la radiología… No me digas cómo ni porqué, ni me acuerdo, pero cayó en mis manos ese protocolo, que ella quería hacer llegar a toda Europa. Hice de eso mi bandera. Iba por todos lados llevándole a todos los ginecólogos, a todos los cirujanos, el protocolo de como tenía que ser una auténtica unidad de mama, como tenía que hacerse esto o aquello. Me acuerdo que en el hospital Costa del Sol les decía que si me llegaba una paciente la iba a mandar a otro hospital porque allí no hacían las pruebas del Ganglio centinela… Yo estaba en plan guerrillero.

¿En aquel momento cuántas personas estabais en la asociación en Fuengirola?

Era cuando entró Paula de presidenta que entró a finales del 99, y ya estaba aquello más asentado. De hecho, la primera charla de cáncer de mama que hicimos fue en el año 2000, que es cuando a mí me diagnostican el cáncer.

¿Cómo te tomaste la noticia? Porque una cosa es verlo desde fuera y otra que te digan que tú tienes un cáncer. 

Exactamente. Yo digo que esto es un río y hay dos orillas. Una vez que lo tienes no puedes volver ya nunca a la otra orilla. Las personas que no tienen cáncer están en una orilla y a todas las personas que les diagnostican de cáncer, tú ya las ves como que le quedan dos telediarios. Ya hoy menos, pero en aquella época era así.

El que me lo detecta es Juan Carlos, el médico de la asociación, que me hizo una mamografía. Pero me engañó. Yo nunca entendí que me engañaran, porque yo soy una persona que lo que menos me puede gustar en la vida es que me engañen, pero él me engañó. Me dijo que fuese al hospital que había un protocolo nuevo. Y yo llegué a hacerme las pruebas convencida de que tenía un bultito de seguimiento, pero no me imaginaba que Juan Carlos ya sabía que tenía un cáncer.

¿Y por qué no te lo dijo?

Pues no lo sé. Pero en la primera parte de las pruebas todo el mundo sabía ya en mi casa que tenía cáncer de mama menos yo. Y yo convencida, pero tan tranquila, de que no tenía nada. Recuerdo siempre una anécdota muy buena. Coincidí en las pruebas con una chica que estaba siempre súper apesadumbrada. Y yo pensaba; esta pobre tiene cáncer. Pero yo en todo el camino, nunca, nunca pensé que pudiera tener cáncer. Yo estaba en la sala de espera cuando le dieron los resultados a esta chica, y salió contentísima de la consulta. Me dio mucha alegría de que no tuviese cáncer… Estaba con mi hermana Marivi que me había acompañado. Entramos y me dieron la noticia de que tenía un cáncer de mama.

Cuando me dijeron que tenía cáncer de mama, y que me tenían que quitar el pecho, porque tenía muchos focos, llegó un momento que desconecté totalmente de la conversación, ya no me acuerdo de nada, es como que lo oyes al otro y tú ya vas por libre… Entonces ahí, por muy optimista que seas, de pronto te das cuenta que tienes un cáncer. Es curioso porque cuando lo hablas con pacientes a todos nos pasa un poco lo mismo.

 

¿Qué edad tenía tu hijo pequeño?

Tenía uno con 7, 9 el otro y la niña 12.

Cuando llegaste a casa, ¿con quién lo hablas primero, con tu marido, con tu padre…?

Lo primero que hago cuando salgo de la consulta es decírselo a mi marido, que es la persona más optimista del mundo. He tenido mucha suerte con la persona que he tenido y tengo como pareja, porque es un hombre que afronta todos los problemas de frente. Desde que me enamoré de él, lo primero que me llamó la atención fue que es una persona totalmente vitalista. Lo que aprendió con la muerte de su hermano es que a esta vida se viene a vivir y a disfrutar porque te puedes ir en cualquier momento, y que cuando te tengas que ir, te vayas lleno de lo que has vivido. Él ya de novios me transmitía eso.

Entonces cuando salgo de la consulta y le llamo para decirle que tengo cáncer, y que me tienen que quitar la mama, me contesta: “Bueno, ¿y ahora qué? ¿Te las pones como las de Claudia Schiffer?» Porque yo era muy plana. Fue una reacción que me vino muy bien porque me hizo que relativizará, y que pensará que de una pérdida iba a tener una ganancia. Él reaccionó así porque ya sabía también que yo tenía cáncer. Lo mismo me pasó con mi padre, que cuando fui a decírselo ya lo sabía.

¿Cómo es el proceso a partir de eso momento en el que te lo diagnostican?

El tipo de tumor que yo tenía es un tumor súper agresivo, actúa como un espejo, que mucha gente no entiende por qué te quitan la otra mama. En aquel momento las cosas no son como ahora, la Seguridad Social no cubría la reconstrucción. Tuve mucha suerte porque el cirujano que me tocó en el hospital Costa del Sol, cuando le dije que me iba a  reconstruir, me dijo que me quitase la otra mama. En el momento que me operan, ya sé que tengo dos tumores benignos que pueden cambiar en la otra mama.

Me hablaron de un cirujano plástico privado de Zaragoza que decían que era el mejor de mama. No me preguntes por qué, pero cuando me hablaban de que había cirujanos maravillosos de mama fuera me aferré a mi hospital de aquí, no quería ir a ningún lado ni pedir una segunda opinión. 

Mi única preocupación era que mis hijos no vivieran esa etapa de mi vida como algo traumático, quería que lo vivieran y participaran de la vivencia porque era absurdo ocultárselo, pero que no lo vivieran como algo traumático. Por eso tampoco me quería ir de aquí.

Aprovechamos un viaje en el nos íbamos a Andorra a esquiar con los niños para pasar por Zaragoza a la vuelta y ver a este cirujano. Este doctor era cirujano general pero se había ido a la cirugía plástica privada porque no estaba de acuerdo con las operaciones que se estaban haciendo a pacientes de cáncer de mama. Él me insistió en que me quitase la otra mama.

Hasta años más tarde no fui consciente de todo lo que le tenía qué agradecer a ese cirujano. Fui a un congreso en el que hablaron de mi tipo de tumor, que le llaman «de espejo», que saben que va a dar la cara tarde o temprano en la otra mama. Hoy la Sanidad Pública lo quita, pero en aquella época no había recursos.

Pero entre una operación de una mama y la otra pasó algo, ¿verdad?

Pues que se piensan que tengo una metástasis en el pulmón y un cirujano con mi pulmón en la mano en un quirófano me diagnostica que me quedan dos meses de vida. 

A los tres meses de quitarme una mama me ven una manchita en el pulmón y me empiezan a hacer estudios de esa manchita. El scanner dice entonces que tengo una metástasis en el pulmón izquierdo. Ahí sí que pido no una segunda opinión, pido cuatro opiniones. Pido una opinión a un oncólogo de Sevilla, que es amigo de mi familia, que es el oncólogo que vio a Gregoria, de la que te hablé anteriormente. Le mandé el scanner y me dijo: «No vengas a Sevilla, no te voy ni a ver. Lo único que te digo es que te operes urgentemente». Por medio de Juan Carlos, el scanner va a su vez a Barcelona y a Granada y todos dicen que es un cáncer y que hay que operar urgentemente.

Entonces me operan, me quitan medio pulmón y el cirujano que me opera le dice a mi familia que lamenta decirles que no se puede hacer nada, que por desgracia como máximo viviré dos meses.

¿Te lo dijeron cuando te recuperaste de la operación o no?

Me enteré más tarde. Juan Carlos, el médico de la asociación, es para ponerle un altar, está el día de mi operación allí conmigo. Desde el momento que me detecta el cáncer está a mi lado siempre, en todas mis operaciones, en el diagnóstico, cuando a mí me dan el resultado del pulmón está él conmigo, porque ahí sí que me huelo que hay algo malo y le pido a él que me acompañe.

Me operan y me pasan a la UVI y estoy dos días allí. Salgo de la UVI y me pasan a planta, mientras Juan Carlos le pide a un amigo que también es de la asociación, que hace Anatomía Patológica, que mire mis pruebas porque estaban analizando la parte de pulmón que me habían quitado. Y ese médico dice que no hay nada de cáncer. 

 

¿Y te habían quitado medio pulmón?

Sí, porque aunque decía que no podía hacer nada, ya que me había abierto me lo quitó.

Mientras estoy en esa recuperación veo a todo el mundo raro, pero como yo soy tan optimista pensé que la gente estaba rara porque estar en un hospital es espantoso. A mi hermana Marga la veo que sale y entra mucho de la habitación, pero no pienso que sale a llorar, creo que sale a tomar aire. La cara de mi marido también la tengo grabada, pero yo quería pensar que era porque un amigo suyo acababa de fallecer de cáncer. Yo me buscaba las causas de aquellas caras sin querer pensar que eran por mí. Además esta vez fui yo la que no les hablé de que en el escáner había salido un cáncer, solo les había dicho que me tenían que hacer una biopsia en el quirófano.

¿Cómo te enteras de que te quedan supuestamente dos meses de vida?

Porque el médico que me había operado entró en la habitación y dijo: «¿Por dónde anda el medicucho ese que anda por aquí?» Y le pregunté de qué hablaba. Y ya me contó que era la primera vez que alguien le rebatía un diagnóstico, que yo tenía muy mal pronóstico. Me quedé helada.

A los 15 días de salir del hospital ya estaba caminando como una loca por el paseo marítimo. Yo quería estar bien, no sólo por mí, sobre todo porque mis hijos me vieran bien. Ellos tenían que convivir con eso, pero que lo vivieran lo mejor posible.

Al mes tenía que volver a la revisión, y yo no quería ni ver a este médico. Pero fuí y se quedó sorprendido porque yo iba con el pulmón totalmente expandido. Y le dije que había estado andando e inflando globos. Me regañó y me dijo que hasta el mes no tenía que haber empezado. Yo me había enterado de todo al revés.

Pero es que me dice: «Usted está muy contenta, pero yo tenía una prima con un cáncer con un pronóstico muchísimo mejor que el suyo y ya ha muerto». En aquel momento no pude callarme y le dije: “ Yo vengo divina, vengo encantada, se ha expandido el pulmón y le voy a decir la verdad: usted está ahí y yo estoy aquí, y no sabemos cuál de los dos se va a ir antes de este mundo».

Porque él seguía empeñado en que tú te morías…

Empeñado en que yo me moría aunque el otro médico hubiera dicho lo contrario.

El tumor que me habían diagnosticado en el pulmón era un tumor muy agresivo, pero yo siempre digo lo mismo, esto es como una tarta. ¿Pero tú en qué lado de la tarta sabes que vas a estar?; ¿En el 25% que se salva o en el otro trozo?.

¿Qué fue de este médico? ¿Te lo has vuelto a encontrar?

Bueno, me lo encontré miles de veces, porque he sido muchos años voluntaria en Carlos Haya y me hacía gracia cómo me miraba. Era como si viese a un fantasma, porque según él yo tenía que estar muerta.

¿Cuántos años ha pasado de eso?

17 años del diagnóstico de mama y del pulmón fue a los tres meses, pues lo mismo. En enero hace 17 años.

Y ya en Zaragoza, te operas del segundo pecho, ¿no?

Después de aquello ya no me quiero operar más, ni siquiera reconstruirme. Fueron unos meses complicados, porque me habían detectado lo del pulmón al hacerme unas pruebas para la reconstrucción. Me detectan la metástasis de pulmón antes del puente de diciembre y me operan en Semana Santa. Fíjate lo lento que iba todo.

¿Te ha servido todo lo que viviste? ¿Lo has tenido que vivir para luego poder entender a las pacientes y entender a las personas que tenían cáncer?

Yo era voluntaria antes de tener cáncer y tenía una sensibilidad, siempre lo digo; todo el mundo puede ser voluntaria y todo el mundo puede estar con el paciente. Ahora tengo un muestrario, estoy mastectomizada, me quitaron las dos mamas, tuve una operación de pulmón que no debió de ser pero que fue. Después tengo una siringomielia, una enfermedad degenerativa que me provoca unos dolores muy fuertes y tengo que convivir con el dolor y he aprendido a vivir ya con mi enfermedad. Así que cuando vienen aquí los pacientes y me hablan del dolor o me hablan de cómo te sientes cuando tienes una metástasis, o antes de unas pruebas, o de una revisión, sé perfectamente lo que sienten.

 

Paloma cuando éste cirujano que te operó de pulmón te dice que tienes mal pronóstico y que te vas a morir, ¿qué te pasa por la cabeza?

Cuando me diagnostican la metástasis del pulmón, que es cuando le vi la cara a la muerte, te puedo decir que es duro de cojones-mantengo literalmente sus palabras porque además el motivo bien merece un taco-. A mí me dio por organizar mi vida para que ellos vivieran la suya cuando yo ya no estuviese. Hay una película buenísima sobre este tema que se llama “Mi vida sin mí”. Yo la vi después de lo que me pasó, pero se la aconsejo a todo el mundo.

En aquel momento mi planteamiento fue: “Vamos a ver, te pongas como te pongas te vas a ir cuando te tengas que ir. Acepta que eso va a pasar y ahora vamos a actuar hasta que me vaya. Ahora voy a vivir. Ahora voy a dar importancia a mi vida”. Y ahí fue cuando hago ya el cambio interior radical que ya no volví a lo anterior. Fue un aprendizaje, porque yo no soy nada ni de terapia, ni de yoga, ni de esto ni de lo otro. Pero necesitas algo a lo que aferrarte para pasar esa angustia tan horrorosa.

Cuando a mí me dicen que me muero, en ese momento, digo: «¿Yo qué les dejo a mis hijos? ¿Que su madre ha sido una Superwoman?” Yo tengo que hacer a mis hijos independientes de mí. No dependientes, porque ya te he dicho que todo giraba alrededor de mis hijos. Que mi vida era mis hijos. Me entró una prisa loca por transmitirle a mis hijos tres cosas, ya que yo no iba a estar con ellos:

Una: No te engañes a ti mismo jamás.

Dos: Prioriza. Esto es algo que tengo muy claro. Yo tenía una amiga que se iba a morir de cáncer y prioricé que ese tiempo lo iba a pasar con ella. Me dediqué sólo y exclusivamente a ella. ¿Qué no hay nada que comer? Ya alguien comprará ¿Qué no están las cosas hechas? Alguien las hará. Pero yo con ella. Repito que para mí es un orgullo con quién comparto mi vida, porque compartir la vida conmigo no es nada fácil.

Tres: Él estar bien contigo mismo, que no quiere decir que no estés triste porque te haya pasado algo. Es llegar al final del día y decir que has vivido otro día en el que el balance es positivo. Es vivir coherentemente, con la conciencia tranquila. Yo no puedo decir una cosa y pensar otra, yo tengo que ser coherente. El otro día una compañera me decía: «Es que tú tienes la cara de decir siempre lo que piensas”. Y es que yo no sé vivir si no digo lo que pienso, aunque eso suponga enfrentarme a determinadas cosas para cambiarlas si pienso que al cambiarlas van a estar mejor.

Yo estoy aquí para sentirme satisfecha y aquello que no me deja sentirme satisfecha, si puedo lo cambio para sentirme satisfecha y si no puedo, me voy.

Paloma con su marido y dos de sus hijos

Que fue lo que te pasó con la asociación al principio…¿Alguna vez te has enfrentado a alguna directriz dada por la AECC? ( Desde la AECC nacional este año le entregaron un premio a Paloma

Una vez que la asociación quiso centrar todos los esfuerzos en la investigación, lo que suponía dejar de lado al paciente. Solo querían investigación y socios y decían que había que quitar servicios.

Ahí nosotras fuimos por libre. De hecho, actualmente la asociación gira en torno al paciente y en Fuengirola somos un referente a nivel nacional tanto por el número de pacientes a los que atendemos como por el número de voluntarios. 

Entonces sí me enfrenté a la presidenta nacional del momento y le dije: “Estás confundida de cabo a rabo. El paciente nos necesita y tú no puedes mirar para otro lado, el paciente es real, que al paciente le diagnostican y tienes que estar ahí. El paciente tiene una familia, que tiene un montón de problemas, tiene unas situaciones angustiosas…”

La investigación es crucial, pero los pacientes son muy importantes.

Paloma en todos estos años por el trabajo que haces en la asociación no has percibido una remuneración económica…

Nunca.

¿Calculas cuántas horas dedicas a la AECC a la semana?

Una barbaridad. Yo te puedo decir que nunca le he dedicado menos de 10 horas diarias.

¿Tus hijos te lo han recriminado alguna vez?

Nunca. Que es otra cosa que me encanta, porque ellos se han tenido que acostumbrar a todo. De tener una madre entregadísima, como te contaba, a estar volcada en la asociación. ¿Pero qué ocurre? Que cuando tú eres feliz, tú lo que transmites es que eres feliz. Entonces, yo creo que eso es lo que compensa.

 

¿Cómo se vive viéndole la cara todos los días a la muerte?

En estos años se me ha ido cantidad de gente. Además, te parecerá mentira Ana, pero las tengo a todas en la cabeza. Creo que no se me olvida ninguna, desde las más cercanas, a la primera persona que conocí en un hospital…

¿Cambia la percepción de la muerte con la experiencia o al final sigue doliendo igual?

Sigue doliendo igual o más. Te lo digo de verdad.

¿Tú en qué crees, Paloma? ¿Crees en que hay una reencarnación, crees en el cielo, en que hay vida después de la muerte…?

No soy una persona creyente. Soy una persona muy espiritual, pero en la espiritualidad de la vida. Yo pienso que nosotros somos personas que estamos viviendo ahora. No creo que haya nada más después de la vida, pero sí creo que todas aquellas personas que yo he conocido forman parte de mí, que mi crecimiento personal se lo debo en gran parte por haberlas conocido a ellas. Empezando por mi madre y por mi padre, que fueron unas personas que me enseñaron muchísimo de la vida. Siento un orgullo tremendo de como mis padres nos enseñaron a vivir a mis hermanos y a mí.

¿No crees que te volverás a encontrar con ellos? 

No, yo creo que si me tengo que encontrar con ellos pues me encontraré. Que haya lo que tenga que haber después. Cuando llegue el momento lo sabré, ahora me da igual. Me importa lo que tengo en vida que es lo único que sé que es real.

Estoy tan llena de mi madre, de mi padre, de mi hermano Manolo, de mi amiga Tere, de mi suegro, de Rocío Alfaro, de tantas y tantas personas que me han aportado tanto con su vida hasta el mismo momento de su muerte… Eso te da a ti una fortaleza que dices: «¿Pero qué más da que haya algo o que no haya nada después?» No siento la necesidad de volver a ver a mi madre, no la siento porque está en mí. Si cuando yo me muera están esperándome esas personas que han significado tanto para mí, estarán, y si después no hay nada, pues no hay nada. Para qué me voy preocupar por eso si va a ser lo que tenga que ser.

Ahora mismo que se habla mucho de todo lo que es el origen emocional de las enfermedades, del poder de curación que tiene nuestra propia mente, ¿crees en eso?

Creo al 50%. Es decir, yo antes te he dicho que la responsabilidad de todo lo que pasa en tu vida es tuya. Eso lo sigo creyendo a pies juntillas. Pero una cosa es que tú tengas una responsabilidad en todo lo que pasa en tu vida y otra cosa es que tú te sientas culpable. Yo he visto casos de mujeres encantadas con el marido y va una tercera persona y les dice que su problema, como es en la mama izquierda, es la pareja. Y se empiezan a cuestionar a la pareja. ¿Cómo puede una tercera persona decirte cómo te llevas tú con tu pareja? ¿Sabrás tú mejor que nadie como te llevas?

Sí que creo que si tú estás emocionalmente baja, te bajan las defensas. ¿Tú cómo te encuentras cuando estás pletórica? Fenomenal, con energía, con fuerza… Ahora cuando estás estresada, triste, mal, es cuando te sale que si el herpes, que si coges la gripe…El cáncer es un oportunista. Yo creo que es como un interruptor, que puede estar ahí por una base genética, o porque está en lo que respiramos, que está lo que comemos, que está la propia debilidad…Pero llegar a decir que todo el origen es emocional, no.

 

Si te fueses hoy, ¿qué te queda por hacer?

Kisco me enseñó siempre que el día que te vayas no tengas pendiente nada. Y eso es muy importante. Por eso, por ejemplo, soy una persona que no puedo vivir teniendo una rencilla con alguien. Tengo que solucionar la rencilla aunque sea a lo burro, porque soy incapaz de vivir pensando que tengo algo pendiente.

Lo que más me preocupaba era lo qué le iba a transmitir a mis hijos, que gracias al cáncer, ya lo he hecho. Eso para mí es lo más importante porque yo sé que voy a vivir en mis hijos, es lo mejor que le puedo dejar a mis hijos.

Termino esta entrevista con la sensación de que Paloma es una persona plenamente libre, buena, auténtica, de las que debería haber más. Gracias.

Redacción: Ana Porras  Fotografía: Lorenzo Carnero

Paloma Gómez

Vicepresidenta AECC Fuengirola y Mijas

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Transcripción de audio a texto realizada por Atexto.com.

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