Tener un equipo que sepa resolver de manera constructiva las discrepancias cuando estas, inevitablemente, surgen, es tan importante como el valor intrínseco del propio equipo. De esta forma, pocos dudan de que la gestión de conflictos se ha convertido en un elemento esencial en la gestión y dirección de organizaciones, tal y como reflejan de forma continuada las encuestas a directivos y gestores. Hasta tal punto esto es así que prestigiosas universidades ofrecen cursos de especialización orientados a mejorar estas habilidades.
Las empresas, como toda organización, están sujetas a cambios que necesitan ejecutar cada vez más rápido para adaptarse a las nuevas dinámicas. Además, las empresas grandes disponen de equipos multidisciplinares, con perfiles y culturas de trabajo diversos, encargados de llevar a cabo tareas complejas. Todo esto se traduce en una mayor probabilidad de que surjan los conflictos.
El conflicto en una organización es inevitable, y muchas veces deseable
Como decíamos, el conflicto en una organización es inevitable, y muchas veces deseable. En un centro de trabajo conviven y se relacionan decenas de personas con experiencias, caracteres y filosofías de vida diversas, que además tienen que relacionarse para resolver situaciones en beneficio de la empresa. Si el conflicto no aparece, en muchas ocasiones puede deberse a que los actores prefieren ocultarlo, y eso puede generar problemas añadidos. La cuestión no es si hay o no conflicto, sino cómo lo resolvemos.
Lo ideal, dicen los expertos, es crear un ambiente de trabajo que permita la confrontación positiva. Una buena gestión del conflicto se convertirá de esta forma en una herramienta que permitirá el crecimiento personal de los trabajadores y del equipo en su conjunto.
La resolución de un conflicto parte de una reflexión sobre el grado de responsabilidad que nos corresponde en él y un examen de las habilidades propias para resolverlo. La comunicación no verbal suele jugar un rol esencial, al que tendemos a prestar una atención menor a la debida, pero sin duda el diálogo es la principal herramienta de resolución. A partir del diálogo, pueden desarrollarse mejor las habilidades negociadoras, la negociación colaborativa y, en última instancia, el recurso a una mediación externa.
Manejar una situación conflictiva es una habilidad que permitirá al directivo atajar el problema, resolverlo y evitar que se transforme en un problema mayor. Esto puede tener un efecto positivo añadido: si un conflicto se resuelve adecuadamente, los miembros y el propio equipo saldrán de la situación reforzados.
Para potenciar esta habilidad esencial en el mundo empresarial, algunas universidades han puesto en marcha cursos y programas de aprendizaje. Tienen como objetivo analizar y reconocer cómo se abordan habitualmente los conflictos en un grupo de trabajo, dar a conocer qué herramientas se pueden utilizar para abordarlos y facilitar el desarrollo de esas herramientas por parte del alumno. Se trata de cursos dirigidos a todas aquellas personas que trabajen en una organización, de cualquier categoría del escalafón. Estos cursos son beneficiosos para los trabajadores, mandos intermedios o directivos, porque la habilidad para resolver conflictos es útil para cualquiera.
Para adquirir y desarrollar plenamente estas habilidades, nada mejor que el curso cuente entre su personal docente con expertos con bagaje en mediación, que puedan aplicar una metodología vivencial basada en su propia experiencia.