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…Y es que no hay droga mas dura que el amor sin medida

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…Y es que no hay droga mas dura que el amor sin medida

Sábado por la tarde. El día cada vez pinta más gris. Casi deseo que llueva. Así tendría la excusa perfecta para quedarme todo el día en casa. Hace ya dos días que lancé mi primer post. He de confesar que fue todo un poco precipitado.

Jueves. 14 horas. Suena el teléfono. Al otro lado una voz que me advierte de que mi dimisión se ha convertido en un bombazo de rumores en determinados entornos. Perfecto, pienso. Con los años he aprendido a que en cierto modo me resbale lo que digan de mí. Ninguno de ellos va a vivir mi vida ni van a estar en mi lecho de muerte el día que me vaya. Pero si vas a hablar de mí al menos ten toda la información. Yo te la doy. Sin problemas. Pregúntame.

Jueves. 14:30 horas. Le pregunto a Aitor de The Branders and Co, mi motor en este proyecto, si es capaz en ese momento de montarme un blog. Siempre había tenido muchas ganas de hacerlo. Ahora soy más libre. Lo quiero. Había una imagen creada, y le pido que me la adapte a Yo Soy Mujer. Mientras él crea el blog y registra la marca yo escribo mi primer post y abro todas las cuentas en las redes sociales. Me vacío. Lo lanzo. Ya podéis hablar. Muchas veces he pensado que es una pena que no exista una revista como el Hola en Fuengirola. Conmigo se han perdido grandes portadas.

Ya tengo la oficina montada. El lugar elegido: la cocina. Él trabaja desde el salón y no quiero que nos invadamos nuestro espacio. Además tiene sus ventajas. Mientras escribo un post o desarrollo cosas del proyecto puedo darle una vuelta a los espaguetis que se cuecen en la olla. Si de pronto me quedo en blanco saco la escoba y le doy un repasito a la casa. La montaña de ropa para planchar la tengo lejos, así que no es ninguna tentación que me pueda distraer. Si es que hay que ser práctica. Respondo a vuestras llamadas y mensajes. Muchas gracias a todos. Otra llamada más. Una amiga que llora desconsolada. – Tengo que dejarlo, Ana. Lo tengo que dejar.

Actualmente tengo una relación estable y podría decir que maravillosa. De esas que pensaba que no existían. De nuevo, esa es otra historia que ya os contaré algún día. Pero he vivido muchas cosas en estos años, en mi vida. He vivido amores propios y ajenos, y amores despojados de amor propio y cargados de amor ajeno y apego. Nunca he consumido drogas. Bastante tengo con el tabaco y con alguna copita. Las dos cosas me sientan cada vez peor. Será la edad. Y no me pongo el halo de santidad al decir que nunca he consumido drogas. Las he tenido a mi alcance en múltiples ocasiones, como casi todos. Pero siempre me ha podido el miedo a que me gustasen. Ese ha sido siempre el motivo de mi rechazo.

Decía aquella canción «y es que no hay droga más dura, que el amor sin medida…Y es que no hay droga más dura que el tacto de tu piel…” Esa droga me la he bebido, me la he fumado, incluso me la he metido en vena. De hecho, deberían existir centros de desintoxicación para limpiarse de ellas. Un lugar apartado del mundo y casi de ti misma donde pasar el síndrome de abstinencia.

En pleno siglo XXI, con todo a nuestro alcance, con todos los avances que hemos conquistado las mujeres, y sin embargo seguimos sintiendo las mismas emociones respecto al amor que nuestras antepasadas de hace generaciones. Somos más dueñas de nuestra sexualidad, conocemos mejor nuestro cuerpo, hemos aprendido a disfrutar del sexo sin amor, a veces confundimos el sexo con el amor y algunas viven el amor sin sexo. Tenemos independencia económica, lo normal es ir a la universidad e incluso ostentamos puestos de poder. Pero emocionalmente seguimos cojas en muchas ocasiones. Seguimos enganchándonos a historias que no van a ninguna parte. Nos engañamos y nos regodeamos en la mentira. Algún día me querrá como yo le quiero a él. Algún día seremos felices y comeremos perdices. Nos empeñamos en imaginar una película romántica de Hollywood a su lado. Y sin embargo en nuestro interior sabemos que no funciona y que no funcionaría. Las que rondamos los 40 por arriba o por abajo somos especialmente propensas a ellas.

Esas relaciones son igual de maravillosas que dañinas. Te enganchan. Te arde la piel. Te tiemblan las piernas. Te escribe y te sientes viva. Te da un vuelco el corazón.  Relaciones montaña rusa llenas de sensaciones y momentos que capturas en la memoria porque posiblemente no puedas capturarlas con el móvil. A veces relaciones prohibidas y ocultas que te hacen convertirte en una espía en la clandestinidad y en una mentirosa compulsiva contigo misma. Cuando estáis juntos la vida se llena de filtros coloridos de Instagram y suena de fondo la banda sonora de Love Story. Es genial. Todos te advierten de que te va a dejar echa cenizas y a ti no te importa mientras te eche un polvo. – Ceniza, polvo, ¿ves, si es casi lo mismo? Es que tú no me puedes entender. Lo puedo dejar cuando quiera. Sólo tengo que esperar un poco más. Él me quiere, pero es que ahora mismo no puede apostar por lo nuestro.

¿Y tú? ¿Te quieres?

En esa falsa seguridad de muchas mujeres reside quizás la mayor de las carencias emocionales. Vacíos que queremos llenar con un cariño que resulta ser a medias. Un cariño de dar sin recibir en la misma medida. Damos amor y ellos, en esas relaciones, quieren sexo. Pero tampoco rechazan el amor, lo usan para engordar su ego. Sin problemas. Son mucho más simples en ese sentido que nosotras. Más pragmáticos. Nosotras con un beso construimos un castillo rosa para la princesa que vive en nuestro interior. Para ellos en la mayoría de los casos un beso es sólo eso, un beso. Y no los critico. Que no lleven a error mis palabras. A veces casi los envidio. Con esa actitud se sufre mucho menos y sin embargo nosotras somos sufridoras natas. Nos han enseñado que sufrir es un ingrediente del amor. Que las mariposas dando con sus alas en el estómago es lo más parecido a la sensación de estar intensamente viva. Como las bajadas y subidas de la montaña rusa. Es tan emocionante… Y aguantas. Y esperas. Sé que me llamará. Sé que algún día apostará por mí. Y él decide el día y la hora. Él decide los encuentros y cuando no está.

«Esto se acabó. Ya no puedo más”, te dices. Y das un paso, te armas de valor y lo dejas. Que me eche de menos. A lo mejor así se da cuenta que no puede vivir sin mí. Y puede perfectamente. De hecho es lo que quiere. Si no con lo fácil que se lo has puesto ya hubiese dado ese paso en tu dirección. Y le echas de menos. Y te echas de más. Y lloras. Y miras sus redes sociales. Y ya has visto 60 veces desde la última hora su estado y última conexión de whatsapp. Y no. No pone escribiendo. Está en línea pero no es por ti.

¿Qué tal? ¿Cómo estás? Me acuerdo de ti.

Dudas si lanzarlo. No hay marcha atrás. Tarda un rato, pero te sigue la corriente. Él también te echa de menos. Has sido muy importante en su vida. Y vuelves a caer como si no hubiese mañana. Y cada vez te sientes peor. Cada vez eres menos tú. Ojalá te salvase alguien. Ojalá apareciese el hombre perfecto que te diese todo lo que quieres, todo lo que buscas, todo lo que él te da y lo que no te da. ¿Pero no te das cuenta de que aunque pasase y te hiciese señales de humo ni lo verías? Y sí. Claro que tú también puedes estar con otros hombres. Ya lo has probado. Pero no son él. Y te sientes fatal. No porque le seas infiel a él, sino porque te eres infiel a ti misma. Y te vuelves a ir. A llorar. A patalear. Y crees que tu vida pierde sentido con su ausencia. Todas las canciones de desamor del mundo se han escrito para ti. Y mientras él sigue con su vida. Con su vida y sin ti.

Son historias que duelen, y que al terminase te sumen en un duelo, que crean heridas difíciles de cicatrizar. Cicatrices que se abren aun con el paso de los años. La droga más dura a la que te puedes enganchar. Pero eso no es amor, al menos, no es amor por ti. Y si tú no te quieres no lo va a hacer nadie. No seas tu peor enemiga. No te lo mereces. Y sí, lo afirmo con rotundidad, cuando te bajas de la montaña rusa, también hay vida. Para empezar hay una maravillosa en la que debes darte la oportunidad de encontrarte contigo misma.

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Querida, te dejo. Llevamos dos horas hablando y hoy, sábado, me he propuesto escribir mi segundo post. A ver si se me ocurre algo…

Por cierto, te mando ahora una canción que a mí siempre me ha dado mucha fuerza. Y recuerda que te quiero.

 

Ana Porras Guerrero

Directora en Yo soy Mujer

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