Navidad, Navidad, falsa Navidad…? ¿Falsa?¿He dicho falsa? Será que me ha fallado el subconsciente del que cada vez soy más consciente. Me gusta la Navidad, las luces en la calle, la alegría de la gente, los encuentros de amigos, todo eso me gusta, pero desde hace algunos años- será que me estoy haciendo mayor- me parece la fiesta de la más alta expresión de la hipocresía.
Si me mandáis la típica felicitación de Navidad impersonal, estandarizada, en video, con bailes y renos, o sin ellos, por WhatsApp podréis comprobar como generalmente contesto un escueto «igualmente”. Pero además desde hace años. Y es verdad que no podemos felicitar de otra forma a toda nuestra lista de contactos del teléfono, pero es que a lo mejor tampoco hace falta. Con llamar o escribir a las personas que queremos de verdad, que de verdad son importantes, o a esos que viven lejos y es la excusa perfecta para preguntarles cómo están, bastaría.
Mi madre siempre me ha dicho que no podía ser así, que hay que ser más falsa. Pero que el Niño Jesús que está en Belén y nace en estos días en los corazones de todas las personas de buena voluntad me perdone. No puedo. Y posiblemente mi madre tenga razón y algunas cosas me hubiesen ido mejor si hubiese seguido en estos 41 años su consejo.
Nos volvemos todos en estas fechas un remanso de amor y paz. ¡Qué buenos somos y cuánto nos queremos! Pues perdonen ustedes pero es mentira. Entiendo que las empresas tienen que subirse al carro y felicitar a clientes y colaboradores. Yo misma estoy preparando una felicitación de Navidad…Pero no puedo evitar que hasta me siente mal el típico mensajito de «Espero que pases una feliz Navidad y que en el año 2017 se cumplan todos tus deseos”. Y te lo dice alguien que realmente cuando le has necesitado o le necesites, ni estuvo ni va a estar. Y a lo mejor no le necesitas para nada importante, ‘un me gusta’ en el Facebook de tu negocio, que deje de decirte lo mona que es tu tienda pero que no aparezca por allí ni por asomo, o simplemente el resto del año te ve y ni te saluda. Pero es Navidad. Todos somos buenos. Todos recogemos juguetes para los niños pobres, pero no nos preocupamos en pagar las facturas de los proveedores que también tienen niños a los que darles de comer. Y así un sinfín de falsedades, la máxima expresión de la hipocresía humana hecha fecha en el calendario.
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No somos capaces de ceder nuestra silla a una embarazada o a una persona mayor, no somos capaces de saludar al vecino en el portal y si podemos evitarlo, mejor; no somos capaces de preguntarle a nuestra vecina anciana si necesita que le traigamos algo cuando vamos al supermercado, no somos capaces de…Y se nos llena la boca de desear la paz en el mundo cuando somos los primeros que vivimos inmersos en guerras lanzando granadas, si se da la oportunidad, hacia el prójimo, ya sea en forma de acciones o palabras. Todos compartimos la foto de los pobres niños de Siria inmunes ante tanto dolor y desolación. Pero, ¿alguien hace algo? Así somos. Y supongo que lo de la felicitación de Navidad y los buenos deseos son lavaderos de conciencia, como lo de compartir esa foto en Facebook.
Del consumismo no hablo. Allá cada uno con su dinero y sus gastos. La Navidad son empleos. Y me callo que he dicho que no iba a hablar.
Pues sólo eso, que me enciendo y no soy un árbol de Navidad ni una vela de una mesa de Nochebuena.
Por cierto, cuando iba pensando todo mientras conducía he visto que el coche que venía de frente tenía las luces apagadas. Es de noche. He ido a darle las largas para avisarle. Curioso, yo también las llevaba apagadas. Así que estos días me toca reflexionar. Y por supuesto, comer turrón de chocolate, que una cosa no quita la otra. 😉
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