Miro con asombro, casi perpleja los índices de visitas que arroja el Analytic de la entrevista que publiqué con la coordinadora del Instituto Andaluz de la Mujer en Málaga. Los que estéis familiarizados con lo digital sabréis que todo es medible. De hecho, desde que comencé con este proyecto estoy continuamente pendiente de cuáles son los contenidos que más interés suscitan y los que menos. Los miércoles lo protagonizan las entrevistas a mujeres que tienen algo que aportar, mujeres que pueden convertirse en faro para otras mujeres. Os aseguro que es uno de los espacios de la página que más se lee y más se comparte. Nada más compartirlo en redes, las visitas que genera se disparan.
Curiosamente, repito, esta entrevista ha tenido un efecto casi de indiferencia por parte del público. Anoche apenas pude dormir dándole vueltas a cuál podría ser el motivo. Así la presentaba en Facebook donde añadía el enlace a la entrevista.
Estamos en el ecuador de la semana, y a muchos pasos de conseguir la tan ansiada igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Un tema que siempre suscita debate y ante el que muchos, todavía, prefieren mirar hacia otro lado. Esta semana hablamos con Rosa del Mar Rodríguez, la coordinadora del Instituto Andaluz de la Mujer. Una luchadora incansable, que como la mayoría de mujeres pertenecientes a la ‘generación bisagra’, con la primera que tiene que librar esa batalla es con ella misma y con los roles aprehendidos.
Esta mañana he llamado a varias personas para que me dieran su opinión al respecto. La respuesta ha sido unánime. ¿Queréis que os cuente mis conclusiones? Sé que me meto en terreno farragoso. Soy consciente de que habrá quien me haga la cruz y deje de seguirme en las redes sociales. Sé que voy a ser políticamente incorrecta. Pero después de los pasos que he dado, después de llegar aquí, no me apetece callarme. Además, porque creo que voy a darle voz a un gran sector de la sociedad que sólo se permite expresar lo que piensa en sus foros más cercanos.
El lunes, 3 de octubre, cumplo 41 años. Estoy divorciada y soy madre de tres hijos. He trabajado 16 años por cuenta ajena. (Fui madre a los 22 años, por tanto cuando me contrataron ya tenía un hijo). Durante casi 4 años, a ese trabajo le sumé el intento de sacar adelante mi proyecto empresarial personal. Que no funcionó. En mayo me tiré a la piscina de nuevo, esta vez entregada en cuerpo y alma a un proyecto que me apasiona Yosoymujer.es. Con esto resumo a grandes rasgos mi vida, solamente para dejar claro que creo que un poquito sé de lo que hablo.
La IGUALDAD no vende. No. Ya no. Ni vende ni nos la venden. En su momento tuvo sentido que la reclamásemos, tuvo sentido que quisiéramos acceder a la Universidad, a poder votar, a puestos políticos y de poder, a la dirección de empresas. Tuvo sentido y fue necesario. Creo que nunca podremos estar suficientemente agradecidas a todas aquellas mujeres que se dejaron la piel e incluso sus vidas en ello. Hay países en los que aún tienen que luchar por las cuotas de Igualad que ya hemos conquistado. Pero nosotras, las que rondamos los 40, ya hemos crecido en esa equidad de derechos y deberes con los hombres, al menos en la teoría y en su reflejo en las leyes. Yo siempre digo que a mí me dieron las mismas oportunidades que a un hombre. Estudia, haz tu carrera, se independiente económicamente, siéntete realizada como profesional. Ten la vida y el status que nosotros no pudimos tener. Y lo hice y no me conformé con estudiar cerca de casa. Me fui a estudiar a la Universidad de Navarra. Y no penséis que mis padres son ricos. Los que me conocéis sabéis bien que son dos trabajadores, pero siempre les he oído decir que mi educación era la única herencia que me iban a dejar. Y agradezco de corazón las oportunidades que me han dado. Esto me permitió con 18 años estar a mil kilómetros de mi casa sin ser la ‘hija de’, ni la ‘sobrina de’, ni la ‘nieta de’. Era yo en pleno uso de mi libertad y de mis circunstancias.
Con 22 años me quedé embarazada, en el último curso de carrera. Pensé que me iban a echar. Una Universidad del Opus Dei hace 19 años. Todo lo contrario, el apoyo de compañeros y profesores fue unánime. Me sentí apoyada y arropada, e hice los últimos exámenes de junio embarazada de 7 meses. Sentí más los cotilleos de la gente de mi pueblo (Fuengirola) por mis padres que por mí. Después la vida les ha demostrado a la mayoría de los que me criticaron por aquello, que no se puede hablar.
Empecé a trabajar con 24 años en la televisión municipal de Fuengirola. Ya siendo madre. La única que lo era de entre mis compañeros. Tuve que luchar por ir a las reuniones y espectáculos de la guardería de mi hijo, porque aquello, en horario de trabajo estaba mal visto. En algún momento me sentí como si me estuvieran perdonando la vida. Es verdad que te hace ilusión ver a tu hijo en su fiesta fin de curso, pero no suele ser tampoco un evento de lo más divertido. Tienes que estar ahí por ellos, por los niños, porque cuando miren hacia el público te vean, sepan que estás, que les apoyas, que les quieres. El echarme en cara que fuese a una cosa u a otra no venía sólo de los hombres, también de las mujeres. Intentaba estar mis horas, sacar adelante mi trabajo y marcharme a casa. Exprimía y aprovechaba todo el tiempo. Lo de estar por estar en el trabajo nunca lo he entendido. Una vez una de mis compañeras me dijo que ella también tenía que conciliar, que yo tenía un hijo, pero ella tenía un perro. Años después, ya trabajando en otra empresa, cuando fue madre pidió reducción de jornada. C’est la Vie. En otra ocasión, después de haber vuelto de la baja maternal de mi tercera hija, mi jefe me sobrecargó de trabajo. Cuando le expuse que eso no lo podía hacer una persona sola, su respuesta fue que yo venía de estar de vacaciones cuatro meses. Él no tenía hijos, supongo que le era complicado entenderlo y empatizar. ¿Vacaciones? Esto es sólo un pequeño detalle, anécdotas, cosas que no se olvidan. Y os podría contar muchas más, propias y ajenas. Y sí, dejan un sabor amargo, de rabia y de impotencia.
¿Por qué ya no compramos los mensajes manidos sobre la Igualdad? Porque no nos los creemos. Porque ya hemos vivido en nuestras carnes lo que es hacer equilibrismo en la cuerda floja a diario para llevarlo todo para adelante. Porque el mito de la Superwoman de las narices ya no se lo cree nadie. Porque somos limitadas, incluso la más brillante y desenvuelta de las mujeres. Porque el día tiene 24 horas y por más que quieras estirar da para lo que da. Porque no se puede estar al 100% en todo, y porque toda decisión conlleva una renuncia, ahora tú eliges a qué renunciar y en qué medida. (Esa opción no la tuvieron la mayoría de nuestras abuelas.)
Una escena que no se me olvida de los primeros años de facultad es una charla con una compañera de clase. Me dijo que ella quería tener un trabajo de 8 a 3, ser madre y poder dedicar tiempo a sus hijos. Pensé; «será pobre de espíritu, estudiar una carrera para eso.¨ Yo es que iba a ser presentadora de televisión –y lo fui pero no como lo imaginaba– y una de mis mejores amigas iba a ser Presidenta del Gobierno. Yo no pierdo la confianza en que ella alguna vez llegue a serlo, mejor nos irían las cosas, aunque sería complicado porque no está en la carrera política.
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De las de entonces, de las que nos íbamos a comer el mundo, todas nos casamos, fuimos madres, la mayoría nos divorciamos, algunas se volvieron a casar, pero todas apostando por sus familias y anteponiéndolas a su carrera profesional. Dos no tuvieron hijos. La primera porque la vida se le ha presentado así. Es una crack en su trabajo. Se fue a Madrid. Pero le falta esa parte por llenar de su vida. La otra no quería tener hijos pero tampoco un puesto de excesiva responsabilidad. Así que es feliz con su trabajo, su pareja, sus viajes y viviendo en medio de una montaña. Eligió.
Dicen que hay un porcentaje mínimo de mujeres en puestos de poder en las empresas. Y de verdad que creo que salvo en contadas ocasiones es porque no queremos. Claro que en muchos casos nos gustaría, pero insisto, somos limitadas y finitas. Ser madre ya es un trabajo a tiempo completo, ya es un compromiso y una responsabilidad, no sólo con tus hijos, si no con toda la sociedad. Ha habido años que ha estado mal visto que la mujer se dedicase a criar a los niños. Y a las que así lo decidían y se lo podían permitir, les llamábamos marujas a modo despectivo. Yo ni sirvo para depender económicamente de una hombre, aunque ahora me esté tocando, ni me gustan las labores de la casa, además soy un desastre. Pero a la que le da igual, a la que le hace feliz estar en su casa y estar con sus hijos supongo que debemos parecerles ‘tontas’ por los sacrificios y sobre esfuerzos que hacemos las que trabajamos para llevarlo todo para adelante. Entiendo que muchas mujeres quieran ese trabajo de 8 a 3 que les permita por la tarde ser la chofer de sus hijos actividad aquí, actividad allá. Entiendo que haya mujeres-madre que renuncien a un puesto en el que se tienen que pasar la vida viajando o trabajando 15 horas al día. Entiendo a las mujeres que no quieren emprender porque saben que esto no entiende de días, de horas ni de festivos en el calendario. Lo entiendo y lo respeto. Y creo que no deberíamos juzgarlas ni demonizarlas por no querer «triunfar profesionalmente”. La carga de la renuncia profesional igual que la culpa también pesa. Siempre vamos con la renuncia y la culpa por delante.
Estoy convencida que una mujer que hoy por hoy quiera llegar en condiciones normales a puestos de poder y responsabilidad, lo hace. Ya sea sacrificando el tener hijos, o aprendiendo a vivir con la culpabilidad y haciendo malabarismos. Estoy convencida de que somos nosotras las que nos ponemos hasta dónde queremos llegar y qué precio queremos pagar por ello. Y es que tampoco nos dan herramientas para romper el tan cacareado techo de cristal.
Yo no soy un hombre, ni quiero serlo. Hay veces que me baja la regla y no me soporto a mí misma. Admiro a las mujeres que tienen embarazos maravillosos porque yo me he sentido morir. Me muero de la pena cuando veo a una mujer autónoma que da a luz y a los tres días tiene que estar trabajando en su empresa. Y he visto en muchas ocasiones a mujeres llorar porque se tenían que incorporar a su puesto y tenían que dejar a su bebé en la guardería. Yo no quiero la IGUALDAD que nos venden desde las instituciones. Yo quiero que desde la aceptación de las diferencias, se facilite que el talento femenino en las empresas no se pierda. Yo quiero que deje de verse genial que un hombre salga de su puesto de trabajo para llevar a su hijo al médico o recogerlo del colegio y se alardee que es muy buen padre y que si lo hace una mujer el comentario sea «las mujeres siempre estáis igual». Porque creo que cuando a una mujer-madre se le dan opciones para trabajar y para sacar a sus hijos adelante somos fieras, leonas, nadie como nosotras sabe organizar y aprovechar más el tiempo. En general, que siempre hay excepciones. No creo en que los problemas se arreglen cuando la baja de maternidad y paternidad dure lo mismo, creo que eso es sumar un problema más. Las mujeres hoy por hoy, muchas, trabajan porque no les queda otra opción para poder pagar la hipoteca. Y es cierto que antes se vivía con mucho menos y con menos comodidades. Y cuidado, que no estoy diciendo que demos un paso atrás. Lo que quiero decir es que en vez de promulgar tanto la igualdad empecemos a alabar la labor que cumple la mujer en la sociedad y que elija libremente qué papel quiere jugar. No reivindiquemos tanto que la mujer no llega a puestos de poder y reivindiquemos más la obligatoriedad de medidas por parte del Estado para que pueda conciliar. Como decía Sira Antequera en su entrevista, menos sueldos vitalicios, menos coches oficiales y más ayudar a que la sociedad crezca y avance de una manera sana. Y no a base de cargarnos nosotras más la mochila a la espalda. Intuyo que pasen los años que pasen, demos los pasos que demos, la mujer seguirá siendo mujer con sus emociones, su sensibilidad, sus hormonas y su talento y salvo en contadas excepciones seguirá siendo igual. Las que parimos somos nosotras, las que tenemos las hormonas revueltas somos nosotras, las que por mucho que los padres los quieran y aporten en casa con su corresponsabilidad el peso generalmente recae en nosotras. De conciliación si os dais cuenta se sigue hablando sólo en foros femeninos.
No creo que debamos educar a nuestras hijas serviciales y sumisas como las princesas de cuento. Pero ¿qué malo tiene que una niña se quiera disfrazar de princesita o de hada o que quiera todo el material escolar en rosa?…. Ya renunciamos a mucho, no creo que también debamos renunciar a nuestra feminidad.
Facilitémosles a las que se dediquen a la crianza de sus niños que luego se puedan reincorporar. Que ser madre sea un premio y no un castigo.
Ni el sistema educativo español, ni los horarios laborales, ni la mentalidad empresarial está pensada ni diseñada para poder conciliar. No nos habléis de igualdad señores políticos, háblennos de medidas concretas y que se lleven del papel a la práctica. Conciliamos con los abuelos o con personas que pagamos. Ni en un caso ni en otro son ellos los que deban educar y formar a nuestros hijos. Y yo de mis padres he abusado mucho, unas veces porque no tenía más remedio y otras porque `necesitaba tener mi espacio´.
De las que llegáis a las mil a casa de trabajar, decidme ¿quién no ha ido su hijo a contarle algo y ni siquiera ha oído lo que le decía? ¿Quién no ha llegado a casa deseando darse una ducha y meterse en la cama o tirase en el sofá y se ha tenido que enfrentar a baños, cenas, deberes…? Y eso nuestros hijos lo perciben. No son monitos que se críen solos, necesitan un sostén emocional más allá de los fines de semana. Igual que no necesitan que acallemos nuestra conciencia con una sobreprotección desmesurada y que los convierta en unos inútiles. Y la realidad generalizada hoy por hoy es que padre y madre trabajan, y no siempre con horarios compatibles con la paternidad-maternidad.
Decía Belen Jurado que cada uno concilia con lo que quiere, y es verdad, aunque sigo pensando que no es lo mismo conciliar con un perro o el gimnasio que con un bebé o un niño. Ese precio lo paga toda la sociedad.
Creo que ya no tenemos que demostrar nada y sin embargo vivimos con la sensación de que tenemos que seguir haciéndolo. Ya hemos demostrado que no somos el sexo débil, ya hemos demostrado que podemos ser igual de listas que ellos, y en algunos casos mucho más, que somos más desenvueltas, que las mismas horas somos capaces de estirarlas más.
Dicho esto, y no me extiendo más, decir que creo que los que asimilan únicamente la IGUALDAD con la lucha contra la violencia de género o con los repartos de las tareas del hogar se equivocan. La violencia de género tiene detrás un problema mucho más profundo. Y por otra parte destacar que es cierto que con independencia económica eres mucho más libre, mucho más tú, mucho más creadora de tu vida y de tu realidad.
Y a esto que planteo cómo le llamamos, ¿Conciliación? ¿Realidad social? ¿El reajuste de las piezas del puzzle?¿Cacao mental? Yo no lo sé. Me dejo tantas cosas en el tintero, dando vueltas por mi cabeza…Quizás sólo necesitaba desahogarme.
Yo soy mujer. Me encanta ser mujer.
PD. Mientras escribía esto he contestado a un mail de una cita para la semana que viene. Esa persona, un hombre, me proponía quedar a las 9:15 de la mañana y le he dicho que retrasase la cita quince minutos, que no me daba tiempo a llegar, que tenía otras cosas que hacer antes. Todavía yo misma no me explicó por qué me da corte decir que tengo que llevar a mis hijas al colegio. Como si por eso fuese menos profesional.
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Lo primero decirte que antes de leer este post ya había leído la entrevista de En Primera Persona, entre otras cosas porque me encanta esa sección (junto con el blog y los artículos de empresa, mis preferidas sin duda).
Y lo segundo, aunque no le quito ni una coma a lo que planteas y lo comparto como mujer madre, trabajadora y más femenina que la doble x, sólo me gustaría destacar que muchos de los avances que hemos tenido las mujeres en los últimos tiempos han sido, entre otras cosas, a golpe de leyes y normas en pro de la igualdad. Quizá unas más acertadas que otras, sí, pero que nos han llevado a lo que tú tan bien planteas: que la igualdad para las mujeres de hoy en día sea, simplemente, tener la LIBERTAD de elegir lo que nos venga en gana.
Enhorabuena, Ana, una y mil veces.
Muchas gracias por este largo post, estoy tan de acuerdo con lo que escribes, que ya entiendo lo difícil que es decir lo mismo en 1-2 minutos.
Haber reconocido que soy limitada y no puedo hacer todo perfecto me ha llevado 5 años de la edad de mi hija y sensaciones frustran tes muchos días. Por ejenplo: como tú, siento vergüenza al proponer reuniones a partir de 9.30.
Reconozco que hace años no entendía esto, pero ahora veo Qué poco respetamos la maternidad o paternidad y la familia en general. Lo importante es ser personas y con valores, ¿donde se aprende eso si no es con paciencia, cariño, y a largo plazo? Por qué está mal visto reconocer esa limitación de 24 horas al dia y escoger?
Qué bien expresas la culpa y vergüenza como mochilas de vida… ojalá todo esto cambie y se tenga libertad para escoger sin pagar precio por ello!!!
Gracias por compartir! !!
Pues yo si digo que a las 9:15 no puedo porque tengo que dejar a mi hija en el colegio. Entiendo muchas cosas que dices, solo tengo una pregunta: ¿seguro que durante tu vida has hecho lo que estaba de acuerdo con lo que creías? Soy hijo de empresaria y marido de empresaria, padre de dos hijos y hermano de 7. A mis 54 veo y he visto a muchísimas personas que son infelices haciendo lo que hacen en su trabajo y en su vida, creo que simplemente porque no han dedicado ni un segundo a reflexionar sobre como querían que fuese su modelo. Da igual si eres ejecutiva, empresaria y funcionaria, muchas más veces de lo que es razonable las personas ponen por delante de un sueño la necesidad de pagar la hipoteca. Que curioso ¿verdad? Una pregunta ¿es posible que muchas mujeres hayan «elegido» aceptar un rol, el de la mayoría antes de aceptar el precio de su sueño?