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Desaté a la cuerda y liberé a la loca

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Desaté a la cuerda y liberé a la loca

Hola. Somos Ana. Hoy, en este momento, y con estas palabras dejaré de ser dos para ser YO. Esa a la que he tenido encerrada durante años. Esa a la que cada vez que sacaba la cabeza acallaba la mente propia y ajena. Esa a la que vencían los miedos. Esa gracias a la cual he sido capaz de dar los pasos más determinantes de mi vida y a la que volvía a encerrar bajo 7 candados. Hoy, en este momento, y con estas palabras, le doy y me doy el poder para emerger.

Comienza aquí mi particular cuaderno de bitácoras. Mi carta de navegación. Sé que es una metáfora muy manida, pero hay una frase a la que le debo una sacudida «No hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige”. Comienzo la travesía. Intuyó que habrá calma y tormenta. Intuyó que habrá sol y lluvia, viento e incluso vendavales. He desplegado las velas y soltado el ancla. Si quieres, sólo si quieres, te invito a que me acompañes.

Ayer presenté mi dimisión en mi puesto de trabajo. Llevaba 16 años. En un país donde ni los políticos corruptos dimiten yo presenté mi dimisión. Al parecer era imposible negociar una salida. Podía haberla liado. Podía haberme convertido en una empleada problemática, pero creo que hasta para eso hay que valer. Prefiero, elijo, esa sensación de paz que me invade ahora. Esa tranquilidad de haber actuado de manera correcta.

El universo quiere que empiece este proyecto con una mano delante y una mano detrás. Pues así será. Lo acepto. Pero ha llegado el momento de dejar de ponerme excusas para avanzar.

Aquí estoy. Con una mano delante y una detrás. Desnuda. Ante vosotros y ante mí.

Imaginé una vida que no he tenido. No creo del todo en la suerte o la mala suerte. Creo que mis decisiones y mis actos me llevaron a apartarme de ese camino que vislumbraba tan claro en mi cabeza, en mis sueños, en mi imaginación. También creo que todo llega cuando tiene que llegar. Cada cosa en su momento. Muchas veces nos empeñamos en cosas que no nos toca vivir, al menos cuando las queremos. Y no nos son concedidas. Y entonces nos frustramos, nos enfadamos…Pero es que no nos tocabas vivirla sin antes aprender otras cosas.

Hace 9 años empezó a bullir en mí algo desconocido hasta entonces. Muchos factores confluyeron en ello. Un «cuento de hadas” que no iba a ninguna parte, un vacío interior, una insatisfacción por el trabajo que desarrollaba y en el que pocas veces me sentía realizada.

En plena crisis económica, con tres niños pequeños, sin el apoyo de nadie y sin ninguna experiencia monté mi primera aventura empresarial. Ya entonces quise dejar el trabajo. Ya entonces me tacharon de loca. No pude renunciar a nada. Un trabajo por cuenta ajena, un proyecto que era mi pasión, tres hijos y un príncipe azul que desteñía. Llegaron noches sin dormir frente a un ordenador. Llegaron clientes que no pagaban. Llegaron conflictos y acusaciones de «tienes a tu familia abandonada”. Pero también llegaron personas maravillosas a mi vida. Personas que recorrieron conmigo un camino en el que muchas veces me sentí sola. Vivía con esa sensación de que estaba en todo y en nada. Esa culpabilidad de querer vivir mi sueño que me pesaba tanto. No gané ni un euro. Los gastos eran tremendos. Intentaba recortar de cualquier lado. Los que me conocéis de aquella época recordaréis como me quitaba el disfraz de directora de revista y me ponía el de repartidora de ejemplares. Fue una etapa de disfraces; el de madre, esposa, trabajadora por cuenta ajena, autónoma…Y todas esa me difuminaba poco a poco.

Año 2011. Crisis económica.

Crisis personal. Se acaban el príncipe, los cuentos y las hadas.

 

Tocamos fondo. Clientes que no pagan.

Tengo que cerrar la revista.

De nuevo, con una mano delante y una mano detrás. Empiezo a deconstruirme y reconstruirme. Un proceso que duraría algunos años y que ahora intuyo no se acabará nunca…Posiblemente, en eso consiste la vida.

Durante estos años he estado atada a un trabajo que asemejaría a un matrimonio. No me hacía feliz. Simplificando; porque sabía que no era con quien quería estar. Era un marido que cubría mínimamente mis necesidades básicas. Desde fuera muchos podían pensar que era una pareja bien avenida, próspera económicamente, estable, sin altibajos ni discusiones. Incluso algunos creían que estaba muy enamorada. Es lo que tiene salir en la tele…Dentro de mí, sin embargo, la realidad. Me hervía la sangre cada vez que alguien me contaba que había apostado por su proyecto personal. Me hervía la sangre cuando veía los eventos empresariales y formativos a lo que nos podía asistir. Me dolía el corazón cada vez que se me ocurría una idea que no podía desarrollar. La acallaba, como me callaba siempre que alguien me hablaba sobre lo ideal que era mi matrimonio. Y yo calladita. He asistido tantas veces al funeral de mi creatividad…Pero te pones ese caparazón de autoconvencimiento. Si no estoy tan mal. Peor sería estar sola. -Hija, en todos los matrimonios hay que aguantar. Y claro que también ha habido momentos felices, en tantos años… Pero en tu mente persiste esa idea de que te quieres divorciar. Alguna vez, en conversaciones con los más cercanos lo dejas caer. Tú estás loca, con tres niños, sin otra fuente de ingresos, dónde vas. Hay quien te insinúa que te busques un amante para llenar los vacíos. Llévalos a los dos para adelante, pero a tu marido no lo dejes.

Y la cuerda se va haciendo cada vez más grande. Y la loca, más pequeña.

No puedo. Ana, esta es la vida que te ha tocado vivir. Disfrutaba de los proyectos de otros y les apoyaba si podía. Y así me tocó ayudar a una de las personas más maravillosas que me he encontrado. -Un hombre al que dejé entrar en mi vida una de esas veces que se soltaban los siete candados. Pero esa es otra historia que si quieres te cuento otro día. – Él creyó en mí. Como creían tantas otras personas a las que desoía. Esas que bajito, por no tener su parte de culpa si luego algo salía mal, me decían casi en susurros «divórciate”. Él me lo dijo en alto. Con firmeza. Como no había oído nunca a nadie decirlo. Ana, hazlo. Ana, tú puedes. Ana, no estás sola. Ana, donde no llegues tú llegaré yo. Juntos fuimos abriendo los candados. Juntos buscamos la forma de que aquel divorcio fuese lo menos traumático, lo más favorable para mí.

Los miedos de mi entorno han estado a punto de devorarme. Los miedos y la incertidumbre han estado a punto de volverla a encerrar.

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Ayer presenté mi dimisión en mi puesto de trabajo. Llevaba 16 años. En un país donde ni los políticos corruptos dimiten yo presenté mi dimisión. En un país donde si en la empresa no te quieren te vas con indemnización y paro, yo me fui con una mano delante y una mano detrás. Ese fue el precio de la libertad.

Entre la valentía y la imprudencia hay una línea muy fina en la que ahora mismo hago malabares.  Y hay momentos en los que me siento en la cuerda floja y con el viento en contra, pero ya no. Ya no estoy dispuesta a más renuncias. Miro de frente. Ahí, muy cerca está mi objetivo. Y yo…yo doy un paso más.

Sólo el tiempo dirá.

Yo sólo sé que desaté a la cuerda, y liberé a la loca.

Hola. Soy ANA.

 

Ana Porras Guerrero

Directora en Yo soy Mujer

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