La felicidad es uno de los aspectos más sometidos a estudios. Hoy se aborda desde perspectivas neurobiológicas, médicas, sociales, psicológicas y hasta políticas. Y, evidentemente, el ámbito laboral no es ninguna excepción, ya que en él pasamos buena parte de nuestra vida. Por eso, ya vamos un pelín tarde para averiguar qué nos hace disfrutar en el trabajo.
Conjugar en la misma frase felicidad y trabajo; o lo que no es lo mismo, cada uno tiene lo que se busca o lo que se deja encontrar. Al fin y al cabo, ya tenemos una edad para saber que hay que vivir dejándose fluir, pero que la vida no se improvisa. Porque el propósito de la vida es una vida con propósito.
«Ya tenemos una edad para saber que hay que vivir dejándose fluir, pero que la vida no se improvisa»
Está demostrado que como indicadores de la felicidad humana están el propósito, la conexión con nuestras habilidades y pasiones, la profundidad y cantidad de relaciones que hay alrededor de nuestra vida, el progreso, que está relacionado con las metas que tenemos, el camino que recorremos y el grado de satisfacción de que estamos llegando al lugar donde queremos llegar. También tiene que ver con quienes nos hemos convertido, el control y autonomía, entendido como la capacidad que tenemos para tomar nuestras propias decisiones y la autoconfianza en sí mismos. Y sí, somos lo que construyeron con nosotros, pero también lo que hemos hecho con eso. Ciertamente hay un tiempo limitado para echarle la culpa a nuestros padres de todos nuestros males.
Ya que desde pequeños nos están diciendo qué tenemos que hacer, cómo lo tenemos que hacer y cómo tenemos que vivir nuestras vidas. Nos han entrenado desde que nacemos a que tenemos que hacer dinero, una carrera y todas esas otras cosas. Pero quizás hay que encontrar los propios valores desaprendiendo todos esos paradigmas que nos enseñaron para encontrar nuestro verdadero propósito. Esto se vuelve difícil en la medida en que seguirán apareciendo situaciones en la que otros no digan qué debemos hacer… Y es que la felicidad no es igual para todos, cada persona vive unos valores diferentes.
«Hay que encontrar los propios valores desaprendiendo todos esos paradigmas que nos enseñaron para encontrar nuestro verdadero propósito»
Aquí juegan un papel fundamental los valores propios, pero lo fundamental siempre será si somos realmente un reflejo de esos valores y vivimos en consonancia con ellos. Los valores y la alineación o coherencia con estos en la vida es lo que realmente determina el grado de felicidad de los seres humanos. No obstante, en la medida que no se viva en consonancia con los valores es más difícil avanzar hacia la plenitud personal y laboral. Cuando no se percibe ese sentido de progreso, hay desmotivación.
Pero volviendo al trabajo, hoy día ha cambiado la relación del trabajo con la vida. Debido, entre otros factores, a la tecnología el trabajo está en nuestras vidas todo el tiempo. Antiguamente, una persona llegaba a un trabajo, cumplía un contrato, trabajaba y se iba a su casa. Era una persona en el trabajo y otra en el hogar. Era como hablar de dos personalidades, cuyo comportamiento humano se regía de acuerdo al lugar. Pero hoy, ya no existe esa separación. El trabajo es la vida y lo suyo es trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Pero esto exige esa consonancia con los valores internos todo el tiempo y en todos los lugares.
Es vivir la vida con nuestro propósito interno y disfrutar de lo que hacemos. Nada, ni nadie nos puede hacer feliz. Y tampoco se trata de ser felices todo el tiempo, eso sería raro ya que siempre habrá circunstancias complejas, aunque sí podemos escoger la manera como actuaremos frente a ellas.
Ciertamente en la actitud con que asumamos nuestra labor determina por múltiplos la felicidad laboral. Incluso independientemente de la tarea a desempeñar, siempre hay algo que podamos hacer para darle nuestro sello personal que revierta en el propio bienestar por la satisfacción del trabajo bien hecho.
Resumiendo, hazlo con pasión o cambia de profesión. Porque trabajar duro por algo que no nos interesa se llama estrés y trabajar duro por algo que nos revela nuestro propósito se llama pasión. El trabajo no debe ser triste, lo triste debe ser no disfrutar haciéndolo. Actitudes como la satisfacción personal, la involucración con el trabajo y el compromiso organizacional y social ayudarán. Y si has caído en la desmotivación, recupera por tu propio bien el optimismo como esa actitud con la que eres capaz de establecer metas desafiantes y mantener la determinación de alcanzarlas; reflejado en conductas como la perseverancia, la vitalidad, la creatividad y una constante orientación al logro y el trabajo bien hecho. Al fin y al cabo, si pasamos mucho tiempo de nuestra vida en el trabajo ¿por qué no hacer, en la parte que nos toca, que valga la pena?
«Hazlo con pasión o cambia de profesión»
Sí, y ya sabemos que el optimismo no es una varita mágica, no podemos hacer desaparecer al compañero trepa, ni al jefe tirano, ni cualquier otra circunstancia adversa. Pero de lo que algo podemos estar seguros es que, con buena cara el trabajo sale mucho mejor y nosotros nos sentiremos mejor. El objetivo es estar intrínsecamente motivados. Las emociones determinan nuestra motivación en el trabajo. La felicidad determina cuán motivados estamos en el trabajo. Si estás inspirado haces mejor tu trabajo. Si nos sentimos bien, valorados y confiados entonces daremos lo mejor.
Por otro lado, es evidente que todas las empresas buscan obtener la mayor rentabilidad posible, para ello deben ser productivas y esto solo se consigue haciendo que sus trabajadores sean felices. Si un empresario quiere aumentar su lista de clientes ha de hacerlo a través de sus trabajadores y no hay mejor manera que éste se encuentre satisfecho. Como hemos dicho, pasamos más de la mitad de las horas de nuestro día en el ámbito laboral y si no estamos felices esto va a repercutir inevitablemente en nuestro rendimiento.
«Si un empresario quiere aumentar su lista de clientes ha de hacerlo a través de sus trabajadores y no hay mejor manera que éste se encuentre satisfecho»
La mayoría de las empresas tienen una cultura por defecto. Pero cada vez es más creciente la presencia de un liderazgo emocional en el sector empresarial que presiona para que se adopten nuevos paradigmas y culturas que favorezcan el bienestar de los trabajadores como una manera de incrementar la productividad y la rentabilidad. Porque cada vez más empresas lo tienen claro: el trabajador optimista rinde más.
En compañías donde se le da un papel preponderante a la cultura de la felicidad, la productividad es bastante dinámica. Entonces la diferencia se da en la productividad y la calidad de los servicios. Los empleados felices que trabajan con pasión y propósito se desempeñan en niveles consistentemente altos, multiplicando su efectividad e incrementando los resultados del negocio. Las empresas con gente más feliz son innovadoras, trabajan más e incrementan sus ventas. De hecho, ser feliz es la llave maestra para que las personas sean más productivas en la sociedad. Cuando la gente trabaja en una organización donde se siente alineada con su propósito de vida es mucho más feliz y más productiva. Empleados felices, crean consumidores felices y empresas felices.
Actualmente se está demostrando que la cultura de la felicidad en el trabajo se está convirtiendo en una de las mayores ventajas competitivas de las economías. Más cuando en el trabajo la gente está reclamando por poder ser quien es, sin guardar apariencias, en otras palabras, ser más auténticos y esto exige que el mundo laboral se ponga a tono con las nuevas tendencias que implican propiciar una cultura de felicidad. En la medida en que existan empleados súper comprometidos con su trabajo el retorno de la inversión será considerablemente alto. Esto es proporcional a trabajadores felices. Cuando existe esta cultura, la gente quiere estar en ese trabajo por encima de cualquier otro motivador. Las personas más felices tienen más éxito y mayor proyección laboral lo que repercute en la empresa aumentando su productividad, disminuyendo el absentismo y manteniendo el talento en la organización.
Son buenos tiempos para las organizaciones felizmente inteligentes: las empresas empiezan a darse cuenta que tienen que cambiar totalmente de paradigma e invertir en mejorar el nivel de felicidad de una corporación teniendo en cuenta las habilidades de liderazgo que fomentan el optimismo, el desarrollo y el crecimiento de las personas.
Bienvenido el humanismo empresarial, que no es otra cosa que lograr sacar lo mejor de cada persona, y así lograr una sinergia para que se cree un cambio en toda la empresa y se convierta en un espacio de crecimiento personal y profesional.
Tan sólo se trata de conjugar en la misma frase trabajo y felicidad.
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