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De la química a la alquimia: Una mirada transformacional del amor en pareja

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De la química a la alquimia: Una mirada transformacional del amor en pareja

En el universo de las relaciones afectivas, solemos hablar con frecuencia de «química». Nos referimos a esa chispa inicial, al magnetismo que dos personas experimentan cuando se encuentran y algo dentro se activa. La química es espontánea, visceral, a veces incontrolable. Nos hace sentir vivos, deseados, entusiasmados. Es el inicio de muchas historias y también la frustración de muchas rupturas.

Sin embargo, más allá del impacto inicial, hay otra dimensión más sutil, más profunda y, sobre todo, más transformadora: la alquimia. Mientras que la química pertenece al dominio de lo reactivo, la alquimia es del orden de lo creativo. Donde la química se consume, la alquimia construye. Donde la química sucede, la alquimia se elige.

Y en esta transformación, del impulso a la consciencia, se juega el verdadero arte de amar.

La química genera una atracción como fenómeno reactivo. Desde un enfoque psicológico, la “química” entre dos personas puede explicarse en gran parte por dinámicas inconscientes. El cuerpo, la memoria afectiva, las heridas del apego y las fantasías relacionales se entrelazan generando una atracción intensa, incluso adictiva.

Este tipo de conexión suele estar fuertemente influenciada por el cerebro emocional (sistema límbico) que responde a señales de placer, peligro o familiaridad. Por eso, muchas veces nos sentimos atraídos por personas que, en realidad, reactivan nuestras heridas infantiles: figuras que nos recuerdan dinámicas de abandono, rechazo o desvalorización.

La química no distingue entre lo saludable y lo destructivo. Solo responde.

Cuando el deseo decae

En este sentido, muchas relaciones intensas nacen de la necesidad, no de la libertad. Necesidad de validación, de pertenencia, de protección o de reconocimiento. Desde ahí, el otro no es alguien con quien compartimos la vida, sino alguien que viene a completar un vacío que no hemos podido mirar.

Por eso, muchas historias que comienzan con una química desbordante acaban estrellándose con la realidad emocional: cuando el deseo decae, cuando emergen las diferencias, cuando la fantasía cede paso a la verdad ya no sabemos qué hacer.

La alquimia genera el arte de amar desde la conciencia. La alquimia, a diferencia de la química, no nace de la urgencia ni del hambre afectiva. La alquimia es un proceso, no un fogonazo. Es una construcción sostenida entre dos personas que, más allá de la atracción, comparten un compromiso profundo con el crecimiento mutuo.

Al amar desde la alquimia, no buscamos tapar un vacío, sino expandir una plenitud. No buscamos huir de nosotros mismos en el otro, sino encontrar en el vínculo un espejo donde vernos con más verdad y más amor.

Desde una mirada transpersonal, la alquimia vincular implica una apertura del corazón más allá del ego. Ya no amamos solo con el cuerpo ni con la mente, sino con todo nuestro ser. El vínculo se convierte entonces en un espacio de transformación espiritual y emocional. El otro no es una muleta para sostener mi inseguridad, sino un aliado en el camino de mi propia evolución.

La alquimia reconoce que el amor no es solo un sentimiento: es también una práctica, una elección y una entrega lúcida.

Para comprender mejor estas dos formas de vincularnos, propongo este contraste entre la química y la alquimia:

QUÍMICA ALQUIMIA
Es impulsiva Es consciente
Nace de la carencia Nace de la plenitud
Se basa en el deseo Se basa en la presencia
Aprecia el envase Admira el contenido
Es reactiva Es proactiva
Se agota con el tiempo Se construye con el tiempo
Busca intensidad Busca profundidad
Ama por necesidad Ama por elección

Esto no significa que la química sea negativa. De hecho, es muchas veces la puerta de entrada a una experiencia amorosa. El problema surge cuando pretendemos sostener un vínculo solo con base en esa atracción inicial. Lo que enciende, no siempre ilumina.

El enamoramiento químico está marcado por la idealización. Proyectamos en el otro lo que queremos ver. No amamos realmente a la persona, sino al personaje que hemos creado con nuestras expectativas.

En el proceso alquímico, por el contrario, nos enfrentamos al otro en su humanidad, no en su perfección. Es allí donde comienza el verdadero amor: cuando dejamos de buscar “a quien nos completa” para elegir “a quien nos acompaña”.

Y es en ese tránsito, muchas veces incómodo, donde se abren posibilidades de sanación. En el vínculo consciente, nuestras heridas quedan expuestas, no para ser cubiertas, sino para ser transformadas. El conflicto deja de ser un problema para convertirse en una oportunidad.

 

Transformar la relación 

Desde la psicoterapia transpersonal y relacional, propongo ver las relaciones no como un lugar donde “todo debería fluir”, sino como un laboratorio vivo donde se mezclan nuestras luces y sombras. Allí es donde comienza la alquimia: cuando dejamos de exigir que el otro nos haga felices, y empezamos a usarnos mutuamente como espejos para crecer.

Este enfoque terapéutico no busca eliminar el conflicto, sino humanizarlo. Porque el amor alquímico no es perfecto, pero sí consciente. No niega las diferencias, pero las integra. No suprime la herida, pero la abraza.

Cuando una pareja se compromete con este camino, el vínculo se convierte en un espacio de expansión de la conciencia. Y entonces, incluso las crisis se vuelven fértiles

Vivir el amor como alquimia no es tarea fácil. Requiere coraje para desmantelar nuestros automatismos afectivos, humildad para reconocer nuestras heridas y disposición a ser transformados por el encuentro con el otro.

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Pero el premio es enorme: vínculos más auténticos, menos reacciones y más creación, menos idealización y más verdad, menos urgencia y más profundidad.

El amor alquímico no es una historia de película. Es una práctica espiritual encarnada en lo cotidiano. Es el arte de elegirnos una y otra vez no porque “me haces feliz”, sino porque contigo me descubro más humano.

El amor en pareja debe ser transformacional, de la reacción a la creación. Porque mientras la química es un fuego que arde rápido, la alquimia es una llama que se cultiva. La primera necesita piel; la segunda, alma. La química es el “click” que nos une, pero la alquimia es el “compromiso” que nos transforma.

No se trata de negar la química, sino de trascenderla.

Porque al final, todos sentimos atracción. Pero solo algunos se atreven a co-crear amor.

Solo cuando dejamos de buscar fuegos artificiales, podemos empezar a construir fuego sagrado.

¿Cómo cultivar la alquimia en una relación?

-Autoconocimiento: La alquimia comienza por casa. No puedes construir un vínculo consciente si no sabes desde dónde amas tú.

-Diálogo profundo: No basta con hablar. Es necesario aprender a decir la verdad emocional, incluso la incómoda.

-Presencia corporal: Escuchar el cuerpo, los ritmos, los tiempos del deseo. Habitar la sexualidad con alma.

-Aceptación del otro como es: No como querrías que fuera. La alquimia necesita realidad, no perfección.

-Compromiso con la evolución mutua: Amar no es estancarse en el otro, es empujarse mutuamente hacia la mejor versión de sí.

Un artículo del psicólogo Juande Serrano
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