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«Amar mientras sanamos» por Juande Serrano

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«Amar mientras sanamos» por Juande Serrano

Vivimos en una época donde la autoayuda ha convertido la sanación en un requisito previo para todo. “Primero sana tus heridas, luego podrás amar.” “Primero trabaja en ti, luego estarás lista para una relación.”

A simple vista, parece un consejo sabio. Pero detrás de esa aparente lógica se esconde una trampa peligrosa: la de postergar indefinidamente el amor, como si fuera un premio reservado únicamente para quienes logran un estado de perfección imposible.

La verdad es otra: nadie sana del todo antes de amar. Y es que la vida —y el amor— no esperan. Sanamos dentro del vínculo, en el roce con lo humano, en la fricción y en el cuidado. Sanamos cuando alguien nos acompaña a mirar lo que duele, sin huir de ello.

Amar mientras sanamos: para no caer en la trampa de esperar a estar «listas» 

El mito de la “persona lista”

La idea de que debemos “sanar primero” surge de una visión muy individualista de la psicología: que cada una debe resolver sus problemas a solas, para no “cargar” a nadie. Esta lógica, aunque bien intencionada, convierte las relaciones en un examen: solo si llegas con la mochila ordenada puedes entrar.

Pero la vida emocional no funciona así. El amor humano no se construye desde el aislamiento, sino en el encuentro. Si esperas a estar “totalmente bien” para amar, corres el riesgo de esperar siempre. Porque la sanación no es un destino final al que se llega con un check verde, es un proceso en movimiento, lleno de avances, recaídas, descubrimientos y nuevas capas.

 ¿Qué es realmente sanar?

Sanar no significa dejar de tener heridas. Sanar es aprender a mirarlas sin miedo, a reconocerlas como parte de la historia y, poco a poco, a convivir con ellas de forma más compasiva.

Desde una mirada transpersonal, sanar es recordar que somos mucho más que nuestras cicatrices. Y esa memoria se despierta, con frecuencia, en la relación con otros. No sanamos solo en el silencio de la introspección. Sanamos en la mirada que nos reconoce, en el abrazo que nos contiene, en la palabra que nos valida, en la compañía que nos recuerda que seguimos siendo dignas de amor aun con los pedazos que nos faltan.

Sanar no significa dejar de tener heridas. Sanar es aprender a mirarlas sin miedo.

 

El amor como espacio de sanación

Imagina que tus heridas emocionales son como fracturas. Puedes cuidarlas sola, inmovilizarte, esperar a que cierren. Pero hay fracturas que solo terminan de consolidarse cuando vuelves a caminar, cuando te arriesgas a moverte de nuevo.

Con el amor sucede igual. Hay heridas que solo cicatrizan en la experiencia de un vínculo seguro:

  • Cuando alguien te muestra paciencia frente a tu miedo.
  • Cuando descubres que no todos abandonan.
  • Cuando aprendes que la intimidad no siempre hiere, también nutre.

El amor sano no exige perfección. Acepta tus cicatrices y camina contigo mientras cierran.

La paradoja del vínculo

Y la paradoja es esta: muchas veces nos aislamos porque tenemos miedo a herir o ser heridas pero es precisamente en la cercanía donde descubrimos que no todo vínculo tiene que doler. El aislamiento perpetúa la herida. El encuentro la resignifica.

Desde la terapia narrativa y relacional lo vemos a diario: las historias de dolor cambian cuando alguien las escucha, cuando alguien nos acompaña a reescribirlas en un contexto nuevo. Y muchas veces, ese alguien es una pareja, un amigo íntimo, una persona que decide quedarse cuando más miedo tenemos de mostrarnos.

 Los riesgos de esperar demasiado

Postergar el amor hasta estar “lista” puede convertirse en:

  • Perfeccionismo emocional: nunca sentirte suficiente.
  • Autorrechazo: creer que eres “defectuosa” hasta sanar.
  • Soledad crónica: evitar vínculos por miedo a no estar preparada.
  • Autoboicot: perder oportunidades de experiencias que podrían haberte ayudado a crecer.

La espera eterna genera más dolor que la herida original. Porque el mensaje de fondo es: “no merezco amar ni ser amada mientras esté rota”. Y eso no es cierto.

 

¿Qué significa amar mientras sanamos?

Amar mientras sanamos no es lanzarnos sin cuidado a cualquier vínculo. Es elegir conscientemente relaciones que favorezcan el proceso de reparación. Se trata de:

  • Buscar vínculos seguros, donde se respete tu vulnerabilidad.
  • Permitir que la otra persona te vea en tu fragilidad, sin máscaras.
  • Aprender a comunicar tus límites y tus necesidades.
  • Entender que sanar no es “no tener problemas”, sino saber transitarlos en compañía.

Amar mientras sanas es permitirte estar en la imperfección, abrirte a la intimidad aunque tengas miedo, y confiar en que el amor puede ser un espacio de aprendizaje, no una exigencia imposible.

 El poder de los vínculos seguros

Los psicólogos sabemos que el apego seguro no solo se forma en la infancia: puede repararse en la adultez. Una relación sana puede convertirse en un laboratorio emocional donde reaprendemos lo que el dolor nos arrebató: la confianza, la ternura, la esperanza.

El amor seguro nos enseña que:

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  • La vulnerabilidad no es debilidad, es puente.
  • El conflicto no destruye necesariamente, puede fortalecer.
  • La cercanía no es una amenaza, es un bálsamo.

Y sobre todo, nos recuerda que no estamos solas en el camino. Y que la menor sanación deriva en abrazar(nos) tal cual somos y con nuestra historia personal.

 Un ejemplo metafórico

Sanar sola es como intentar aprender a nadar fuera del agua: puedes leer manuales, entrenar movimientos en seco, pero nunca será suficiente. Necesitas entrar en el agua, sentirla, dejar que alguien te acompañe hasta que confíes en flotar.

El amor es esa agua: un medio donde practicamos la confianza, la entrega y la intimidad real. Sí, puedes ahogarte si te lanzas con alguien que no sabe sostenerte. Pero si eliges bien, el agua no te hunde: te sostiene y te enseña a moverte en libertad.

Una invitación valiente

Amar mientras sanamos es un acto de valentía. Implica aceptar que somos seres en proceso, con heridas y con miedo, pero también con un inmenso potencial de ternura. No se trata de buscar en el otro una cura mágica, sino de permitir que la relación sea un espacio de mutua transformación.

Al final, no es “yo sana primero y luego amo”, sino: “yo amo, y en ese amar, voy sanando”.

Esperar a sanar por completo antes de amar es como esperar a que no te tiemblen las piernas antes de empezar a bailar. La vida no funciona así. Bailamos temblando, amamos con miedo, sanamos en compañía.

El amor no es un premio reservado para quienes tienen las cicatrices cerradas, sino un camino donde las cicatrices encuentran su sentido.

Si hoy sientes que no estás “lista”, pregúntate: ¿Y si precisamente en el amar descubres la fuerza para sanar?

Claves para llevar contigo:

  1. Sanar no es un destino, es un proceso en movimiento.
  2. Nadie llega “perfecta” a una relación, llegamos humanas.
  3. El amor sano acompaña, no exige perfección.
  4. Los vínculos seguros son un espacio de reparación emocional.
  5. Amar mientras sanamos es uno de los actos más transformadores de la vida.

    Web Juande Serrano

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