Como bellamente expresa Charles Dickens «el recuerdo, como una vela, brilla más en Navidad”. La ausencia de nuestros seres queridos se hace más evidente en estas fechas. Los recuerdos de las personas que han muerto inundan nuestra mente y empañan las celebraciones quitándonos las ganas de fiesta. Echamos de menos a esa persona y nuestra mente se llena de vivencias irrepetibles con ella.
Las fiestas navideñas, más allá de los regalos, de las luces y de las cenas, se vivencian y se disfrutan los afectos y la presencia de nuestros seres queridos. Por eso es en esta época, de cenas familiares y fiestas, cuando más presentes se hacen las ausencias. Sobre todo, en la primera Navidad tras una pérdida afectiva, es frecuente que una catarata de emociones se desencadene con la visión de una silla vacía. Quizás por eso mismo sean las fechas más complicadas cuando echamos en falta a alguno de ellos. No hay duda de que tener una «Feliz Navidad” se hace complicado cuando hay una silla vacía en nuestra mesa.
«Son las fechas más complicadas cuando echamos en falta a alguien»
El síndrome de la silla vacía es el sentimiento de pérdida generado por lo que se percibe como una ausencia significativa, algo que además cobra una especial intensidad en un ambiente que se supone que debería ser alegre, festivo, de reunión familiar. La silla vacía es un testimonio silencioso de que existe un vacío en la mesa que hace aparecer una serie de sentimientos de tristeza, soledad, vacío, malestar (y, ocasionalmente, de culpa) que se suman al proceso de duelo por la muerte de la persona que no se sienta a comer con nosotros.
Ante la pérdida de alguien pasamos por un periodo en el que tenemos que acostumbrarnos a seguir viviendo sin esa persona, experimentando una época de intenso dolor. El duelo puede extenderse en el tiempo necesario hasta que se logre lidiar con la pérdida y se consiga vivir la vida de nuevo sin esa sensación de vacío existencial. Pero no hay que olvidar que el duelo, en sí mismo, no es una patología, sino que supone un proceso de adaptación a la nueva situación. El llanto, la rabia o la melancolía forman parte del proceso de curación de las heridas, y son normales. El problema surge cuando estas emociones internas cohabitan con el ambiente festivo y afectivo propio de las celebraciones navideñas y de fin de año.
«El llanto, la rabia o la melancolía forman parte del proceso de curación de las heridas, y son normales»
Pero es casi imposible estar al margen de la cantidad de mensajes y recordatorios que invitan a ser felices. Por lo que el bombardeo mediático de alegría y felicidad puede ser un continuo recuerdo de la ausencia para quienes están viviendo un duelo o no lo han superado y la mente tiene que hacer un doble esfuerzo en su gestión emocional. Ha de gestionar la tristeza hacia el ser querido que ya no está y la alegría intrínseca del ser humano hacia la vida que sigue con un nuevo año. Una situación que suele suponer todo un reto a afrontar.
Sobrellevar la pérdida de un ser querido en estas fechas no es tarea fácil pero tampoco es imposible. Por eso debemos ser conscientes y animarnos a celebrar recordando lo mejor de esa persona y afrontando el dolor como parte natural de nuestro duelo.
Aunque lo veamos todo con ojos de tristeza y, sobre todo, nos aborde en estas festividades más notorias, existe la posibilidad de alejar este síndrome de nosotros. Está claro que se debe experimentar, pero también se puede aprovechar como ocasión de homenaje al ser querido que ya no nos acompaña en la vida. Reconforta y alivia mucho crear un espacio para homenajear a la persona que se ha ido durante estas fechas tan señaladas.
» Se puede aprovechar como ocasión de homenaje al ser querido que ya no nos acompaña en la vida»
Teniendo en cuenta que el dolor por la pérdida va a ser en parte inevitable, sí que podemos tener en cuenta algunas pistas para poder afrontar de la mejor manera posible estas fiestas:
– Para ello es recomendable convocar un encuentro familiar previo, teniendo en cuenta incluso la opinión de los niños y los adolescentes, para hablar de lo que se va a hacer durante las fechas navideñas ante la ausencia del ser querido fallecido. Nos servirá para expresar necesidades, hablar en voz alta de la importancia de lo que ha ocurrido y para darnos permiso para expresar las emociones, algo realmente importante a la hora de superar un duelo de forma sana y natural como parte de nuestros vínculos afectivos que se integran en nuestra biografía existencial.
– Es importante recordarnos que la familia está formada por muchos miembros, los que están vivos y los que no lo están. Si cuando una persona fallece no se le nombra más, la estamos excluyendo del clan familiar como si hubiera hecho algo malo. No se debe hacer como si nada hubiera pasado porque sería un autoengaño y una manera de rechazar el dolor natural por la pérdida. Entre todos se debe intentar que las reuniones sean lo más agradables posible, pero sin pensar que es malo recordar, puesto que nombrar, brindar o poner una vela por quien no está, pese a provocar que se derramen las lágrimas, reconfortará a todos por haber podido honrarle y hacerlo presente en la ausencia.
– Recordar al fallecido en nuestra cena navideña no tiene por qué ser siempre de forma triste. Incluso es sano hacer un brindis con unas palabras que vayan dirigidas a esa persona que ya no está entre nosotros. Con esa misma idea de homenaje, en vez de ponernos tristes por la ausencia, otra opción es recordar lo que compartió y nos aportó durante su vivencia con nosotros. Rememorar las cosas positivas de esa persona. Buscar sus momentos buenos, hablar abiertamente de ellos, ayudará a sentir alivio y descargar emociones contenidas por el dolor de la pérdida.
-Buscar el abrazo en los que están. Muchas veces estamos más pendientes de lo que nos falta que de lo que tenemos. Con las personas ocurre lo mismo, el dolor por quién se ha ido, nos impide disfrutar del cariño de los que siguen estando con nosotros. Hablar y expresar los sentimientos nos ayudará a sentirnos mejor al compartir el dolor de la ausencia. Además, muchos de los pensamientos serán negativos y si se comparten, damos posibilidades para que alguien nos los desmonte. Rodearse de gente y conversar sobre su ausencia puede resultar altamente terapéutico.
– No recrearse en el sufrimiento ni aislarse de los demás. Compartir el dolor, ser capaz de mostrar la tristeza, encontrar símbolos que representen a la persona que se ha ido, querida y añorada, buscar refugio y apoyo en los que todavía están, agradeciendo los momentos de vida compartidos con todos y el fallecido. Ahora bien, es importante no trivializar. En ocasiones intentamos desdramatizar la situación apostillando «alégrate que es Navidad” o «no pienses en eso en estas fechas”. Este tipo de frases, lejos de ayudar, hacen que el dolor parezca ridículo y que no tenga razón de ser, por lo que es importante evitar hacer sentir a la persona que siente pena que no debería de estar sufriendo por ese motivo.
–Cambiar el significado de la silla vacía. El síndrome de la silla vacía tiene un fuerte componente simbólico, siendo el más habitual la propia silla vacía. Es por eso que es posible darle la vuelta a la situación utilizando formas simbólicas alternativas para recordar al ser querido ausente de manera que no se genere un dolor y una tristeza difíciles de gestionar. Además, las cosas siempre van a significar lo que nosotros queramos que signifiquen. Si la silla vacía es sinónimo de tristeza y pérdida, ¿por qué no dotarla de un nuevo significado? Reinterpretar, esforzarse por eliminar esa característica negativa de la que se ha dotado a esa silla. Cambiar la manera de percibir el espacio físico que antes ocupaba en la mesa la persona ausente, de manera que una silla vacía no sea sinónimo de pérdida y tristeza, sino de presencia en parte de nuestra biografía existencial. Hacer que sea amiga en el proceso de duelo, y no una enemiga. Ello ayudará a la necesaria re-vinculación en otra esfera del vínculo perdido en el proceso del duelo y será una de las mejores formas de posibilitar la resiliencia.
–Es importante no sentirse mal ni culpabilizarse por celebrar. El sentimiento de culpa nunca se basa en razones objetivas, por lo que celebrar la Navidad no significa olvidar a quien no está, sino que de forma contraria significa aceptar que no está, recordarle, honrarle, pero seguir viviendo y disfrutando de quien hoy por hoy sigue estando con nosotros y con el recuerdo generoso de la vida compartida con quién ya no está. Hasta incluso es aconsejable realizar aquellas actividades y aficiones que solían gustar a la persona que ya no está presente como el mejor de sus legados para los que seguimos en la vida.
«Celebrar la Navidad no significa olvidar a quien no está»
–Evitar el uso de sustancias para abstraerse de los recuerdos que generan tristeza y malestar. Nunca medicar para aliviar ese dolor que está en el interior de forma natural y si se hace que sea solo por recomendación médica. Aún así, hay que intentar tratarlo de otra manera. El duelo es un proceso natural que necesita su tiempo. En ningún caso es sano anestesiar los sentimientos.
Muchas personas, sobre todo cuando se trata del primer año, deciden no celebrar estas fiestas no solo por el dolor, sino por respeto a quien no está, pero no se dan cuenta de que al año siguiente tendrán que enfrentarse igualmente a la primera Navidad sin ellos. Poder disfrutar de momentos felices en medio de un proceso de duelo es parte de la aceptación de la pérdida, es decir, parte del propio proceso en sí, y por tanto, una fase por la que tenemos que pasar.
Aunque sintamos dolor, debemos seguir avanzando, porque si congelamos nuestra vida, el proceso de la etapa del duelo se paraliza, no sigue su curso y se prolonga en el tiempo, por eso en la primera Navidad, si fue reciente la pérdida, sentiremos dolor, pero hemos de pensar que éste poco a poco se convertirá en nostalgia con el paso del tiempo.
Y lo que es más importante, a la persona querida que se nos fue no le agradaría en absoluto que no sigamos viviendo las celebraciones de la vida con un recuerdo generoso y como un homenaje respetuoso a su pérdida.
Juande Serrano es autor del libro «Compasión por la pérdida». Si estás pasando por un proceso de duelo o tienes a alguien cercano en esa situación, puedes obtener más información sobre el libro->aquí
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