1870 de Aitor Perurena se convertía por segunda vez, esta temporada, en el espacio anfitrión de Cenas con Chispitas. En esta ocasión, íbamos a tratar el tema de las emociones, de la Inteligencia Emocional. Con el título “Siento, luego existo”, el Catedrático de Psicología de la Universidad de Málaga, Pablo Fernández Berrocal nos iba a guiar para comprender mejor cómo funcionan las emociones, la importancia de reconocerlas y de interpretar la información que contienen para manejarlas de forma que seamos más dueños de nuestra propia vida.
Restaurante 1870 nos recibía de nuevo en el patio, que habitualmente ya por estas fechas está abierto a sus clientes, pero que también se cierra para eventos privados como el nuestro. Un espacio con un encanto especial, en el que esta vez, al acompañarnos una temperatura más suave, pudimos contemplar la zona de la higuera y disfrutar de ella en los postres.
Virginia Florista volvió a encargarse de la decoración de la mesa, donde apostó por flores con colores alegres, propias de la experiencia que íbamos a vivir. Pablo Fernández y esta cita de Cenas con Chispitas nos iba a llevar a estar en un estado de euforia y diversión que veréis perfectamente reflejadas en las fotos del final de este encuentro.
El grupo que se sentó aquella noche en la mesa reunía a veteranos de Cenas con Chispitas con otras personas que participaban por primera vez.
Aitor Perurena fue el encargado de poner sabor a la velada. El chef vasco nos dio la bienvenida y explicó en qué consistía la cena. Materia prima de calidad y una cocina de excepción caracterizan la carta del restaurante situado en el Ingenio, en San Pedro de Alcántara.
Asistentes
Manuel Toledo y Carmen Sánchez son ya parte esencial de nuestros encuentros. Manuel es propietario de la empresa de eventos JJ Spain DMC y Carmen es dependienta de moda infantil. Como ya son expertos de Cenas con Chispitas, intentan en cada cita que los que llegan nuevos se sientan fenomenal desde el principio. Junto a ellos, el arquitecto, publicista y actor Manolo Navarro, y Ana Cardiel, gerente de Ortiz-Abogados Law Firm, a los que les agradezco que ejerzan en cierto modo de relaciones públicas de nuestras citas. Muchos de los nuevos participantes los conocen ya de verlos en estos reportajes.
Pablo Fernández, Ana Porras, Manuel Toledo y Ana Cardiel
En el centro, Carmen Sánchez.
Manolo Navarro se reincorporaba tras un par de citas sin poder asistir. “Los 4 fantásticos”, que es como se llaman ellos mismos, se conocieron en una de nuestras cenas y desde entonces han forjado una preciosa amistad que va más allá de Cenas con Chispitas.
Conocían de cenas anteriores al abogado Alfredo Herrera y a Carmen Sánchez. Sí, la segunda de «las tres Carmen Sánchez» que nos acompañaron esa noche y que os voy a presentar. Carmen Sánchez es actualmente la Delegada territorial en Málaga de las Consejerías de Empleo y Economía de la Junta de Andalucía. Tanto Carmen como Alfredo son un encanto y Alfredo suele ser muy participativo durante las cenas.
Fue bonito el reencuentro de Carmen con nuestro anfitrión, Aitor Perurena. Aitor ha sido profesor del Centro Nacional de Formación Hotel Escuela Bellamar de Marbella, que Carmen ha dirigido durante años. Carmen es además psicóloga, un tema que le apasiona más allá de la gestión.
La tercera (y es por poner un número) Carmen Sánchez de la noche, es la propietaria de la tienda de Etxart and Panno de Fuengirola. Vino con un grupo de amigas que resultaron de lo más interesantes y divertidas.
Todas aseguraron asistir sin expectativas pero con ganas de acercarse al tema de las emociones y la inteligencia emocional. Inma Rosado, Ana Bernat, Lourdes Soler, arquitecto técnico, y Pilar Díaz formaban junto a Carmen este fantástico grupo.
Lourdes Soler, Inma Rosado, Pilar Díaz, Carmen Sánchez y Ana Bernat
María Dolores Huesa y Joaquín Serratosa, Ingeniero Agrónomo, participaban en Cenas con Chispitas por segunda vez. Nos acompañaron anteriormente en la cena en la que contamos con Teresa Freixes, que nos habló sobre “Nuevos escenarios políticos” y donde profundizó en el conflicto catalán. Esta vez la cena iba a ser también muy enriquecedora y a la vez, divertida.
En el centro, María Dolores Huesa y Joaquín Serratosa
Lourdes Porras no intuía tres horas antes que esa noche nos iba a acompañar. Insisto siempre cuando os quedáis sin plaza que os inscribáis en la lista de espera. Una baja de última hora permitió a Lourdes asistir, aunque a la mañana siguiente le tocaba presentar un trabajo en el máster que está cursando. Gran actitud Lourdes. Gracias por acompañarnos sabiéndolo con tan poca antelación.
A la derecha, Lourdes Porras
Gracia Barjadi es decoradora y era su primera vez. Lo había intentado en otras ocasiones pero siempre se quedaba sin plaza. Vino junto a su socia Soledad Merchán. Juntas llevan el estudio de interiorismo GS Interior Design.
Soledad Merchán y Gracia Barjadi
También nos acompañó el psicólogo Juande Serrano, que ha sido ponente de Cenas con Chispitas y que participó hace unas semanas en el encuentro que celebramos en 1870 con el Dr. Hernán Cortés-Funés. Si aquella vez vino con su cuñado, en esta ocasión vino con su mujer, Eva Bartolomé, y con su suegra, Pilar González. Pilar ya había estado con nosotros en la cena con Arturo Fernández y Eva nos ha acompañado en varias ocasiones con algunas amigas.
Juande Serrano destacó que era una cena que le apetecía muchísimo, ya que además del tema, el ponente, Pablo Fernández, fue profesor suyo mientras estudiaba en la Universidad.
Rosario Cabello González es Doctora en Psicología por la Universidad de Málaga y profesora de la Facultad de Psicología de Granada. Además, es la mujer de Pablo Fernández Berrocal. Vinieron juntos y llegaron gracias al servicio de transfer que presta Iberian Mobility. Una fantástica opción para dejarse el coche en casa, venir a Cenas con Chispitas y disfrutar de la experiencia sin tener que pensar en que a la vuelta hay que conducir.
En la página web de Cenas con Chispitas encontraréis toda la información si os decantáis por utilizar esta opción para acompañarnos, y un teléfono 24 horas donde podréis contratar directamente el servicio.
La cena
El equipo dirigido por Aitor Perurena volvió a sorprendernos con una fantástica cena a la altura de los paladares más exigentes. El chef ejecutivo de 1870 dio la bienvenida a todo el mundo y agradeció su asistencia.
Aunque él siempre tiende a quitarse importancia, los asistentes destacan que en 1870 se cena espectacularmente bien.
En la mesa disfrutamos de Croqueta de setas y ternera, Pastela de pollo y Tabulé de verduras, como aperitivos servidos individualmente.
Lubina al grill con arroz marino y salsa Tonka.
Wellington de cerdo y salsa de setas.
Y por último, el buffet de postres, que os mostraré con detenimiento después. Todo ello acompañado por una selección de vinos de Aragón de Bodegas Ejeanas, que cuentan con una característica que los hace muy especial. Sus caldos provienen de la vendimia nocturna, lo que preserva y potencia el aroma y el sabor de las uvas. Estos vinos llegaron a nuestro encuentro gracias a Antelo Vinos.
El ponente
Pablo Fernández Berrocal es Catedrático de Psicología en la Universidad de Málaga y director de diferentes proyectos de I+D relacionados con la evaluación y el desarrollo de la Inteligencia Emocional. Es coautor, entre otros libros, de «Corazones Inteligentes» “Autocontrol emocional”, “Desarrolla tu Inteligencia Emocional” o “Manual de Inteligencia Emocional”. En la actualidad, desarrolla programas de mejora de la Inteligencia Emocional en diferentes ámbitos y organizaciones, tanto educativas como sanitarias y empresariales.
Imparte conferencias y cursos en los que forma a los profesionales en conceptos de emoción y de inteligencia emocional. Se nota que está muy acostumbrado a hablar en público, es un fantástico comunicador que hizo que la noche, además de enriquecedora, fuese muy amena.
Si alguien quiere conocer más sobre Pablo Fernández Berrocal, puede consultar su brillante curriculum AQUÍ
La ponencia
Teníamos por delante una noche en la que íbamos a sentir pero esta vez, siendo conscientes de ello. Las emociones han permanecido intactas a pesar del paso de los siglos y es algo que tenemos en común con nuestros ancestros más lejanos, aunque haya cambiado todo: La moda, la tecnología, la medicina, la ciencia, la arquitectura, la forma de comunicarnos y de viajar. Pero las emociones, seguro, serán las mismas que las que tuvo una persona que vivió en la antigua Grecia, aunque no nos emocione de igual forma lo mismo.
Tenemos distintos perfiles, intereses, estudios, cuentas bancarias, distintas formas de pensar… Pero hasta el mundo de la publicidad se ha dado cuenta de que tenemos en común las emociones. Y de ahí que cada vez más empresas apelen más a nuestras emociones, a la sensación de conducir por encima del motor que lleva el coche, a lo grande que somos como país para vendernos charcutería, o a la historia de Justino y su fábrica para vendernos lotería…
Y aunque sabemos de su importancia, seguimos sin educarlas. Siguen mandando en muchos casos y momentos sobre nosotros. Un informe de 2015 dice que un 20% de las personas que están trabajando actualmente, van a desarrollar una enfermedad mental, y en 2025 la depresión será la primera causa de baja laboral por encima de cualquier causa física.
Todos hemos visto como líderes superinteligentes racionalmente y con grandes dotes para gestionar, han dado al traste en sus carreras por una mala gestión emocional, por dejarse llevar por otros instintos.
Pablo Fernández comenzó la ponencia dejando claro que definir qué son las emociones es complicado aunque todos pensemos que sabemos lo que son. Técnicamente se puede explicar «de forma compleja contando los secretos del cerebro humano», nos dijo. Sin embargo, prefirió explicarlo a través de un juego que le permitía interactuar con los asistentes de Cenas con Chispitas.
Pero antes, nos introdujo en las nociones básicas para que nos fuéramos familiarizando con el mundo de las emociones: “Una emoción es una reacción global de nuestro cuerpo ante un estímulo determinado y tiene 3 niveles: fisiológico, conductual e interpretativo”, señaló Pablo Fernández. “Los sentimientos son sólo una parte de las emociones; las emociones es el global de lo que nos ocurre”, destacó.
Pablo comenzaba el juego pidiendo a todos los asistentes que se diesen la mano y cerrasen los ojos. Tras eso, les pidió que pensasen en algo que resultase muy incómodo si tuvieran que contarlo en público. Pablo comenzó a dar una vuelta alrededor de la mesa y advirtió que a quien le tocase el hombro, tendría que contar esa intimidad en la que estaba pensando. Ante esto, más de la mitad de la mesa abrió los ojos.
Aunque finalmente nadie tuvo que contarlo, sí consiguió que los participantes alcanzasen un estado emocional concreto en el que sintieron ese nerviosismo, esa vergüenza, ese miedo… Lo que os puedo asegurar que provocó fueron algunas bromas y muchas risas.
A partir de ahí, analizó los 3 niveles de la emoción: “De la parte fisiológica, alguna parte es observable, como el sudor y el aumento o disminución de temperatura, y otra no, por ejemplo el hígado o el corazón generando una serie de sustancias”. “Luego está la parte conductual, que es observable por un tercero, que se puede dar cuenta de que estás sudando, te tiembla la mano o el pie o te pones rojo o blanco”. “Y luego está el tercer nivel, el interpretativo, donde mi cerebro interpreta lo que me está ocurriendo y le pone una etiqueta mental para denominarlo, por ejemplo sentirse abrumado, con miedo, vergüenza o ansiedad”. “Volviendo a la pregunta principal, una emoción serían esas 3 cosas de forma simultánea”, nos aclaró Pablo Fernández Berrocal tras estos ejemplos prácticos tan buenos, porque como él dijo: “Si le das un toque emocional a una explicación, está demostrado que se queda mejor asentada en nuestro conocimiento”.
Tras saber lo que es la emoción, nos contó la diferencia respecto al sentimiento: “Se trata de la interpretación que ha hecho la tercera persona sobre nosotros o la que hace nuestro propio cerebro por conjugar los aspectos fisiológicos y conductuales, aunque puede estar equivocada porque podemos creer que estamos sintiendo una cosa que no estamos sintiendo realmente. Los sentimientos no siempre coinciden con nuestros estados emocionales y eso genera problemas”.
También desmitificó la idea de que primero pensamos y luego actuamos, propia de la cultura occidental desde los griegos. La neurociencia en los últimos años ha demostrado que la frase “Pienso, luego existo” de Descartes es poco realista: “Si nuestro cerebro actuara basándose en los pensamientos sería muy lento y en nuestro planeta para actuar, están las emociones. Las emociones viajan en milisegundos y los pensamientos viajan en segundos. Para ciertas cosas son útiles los pensamientos pero son muy lentos para la supervivencia; en este planeta no podríamos sobrevivir sólo con pensamientos. Aprender a controlar las emociones es un paso posterior”.
Las diferencias culturales o educativas, sin embargo, influyen a la hora de gestionar las emociones e incluso en el vocabulario emocional: “Los hispanos tenemos términos emocionales que no existen en otras partes, como por ejemplo ‘la vergüenza ajena’, que no existe en el mundo anglosajón ni en Francia. O en Alemania existen términos que en España no existen, como una palabra concreta para designar ‘la alegría por el mal ajeno’. Incluso dentro de nuestro propio país, en Galicia, existe el término ‘morriña’, que no existe en el resto de España”.
Pablo nos aconsejó que catalogásemos las emociones como agradables o desagradables y no como positivas y negativas, ya que emociones que resultan desagradables como el miedo, la tristeza, el asco o la ira son las que más nos protegen en un mundo adverso o peligroso como el nuestro: “Todas tienen una función o utilidad, todas están diseñadas para protegernos, para defendernos o para defender a otra persona. El problema es cuando tienes emociones desagradables sostenidas en el tiempo, como la tristeza o el enfado, porque es destructivo fisiológica y psicológicamente”.
También aseguró que tener inteligencia emocional no significa no enfadarse nunca: “Las personas que no se enfadan no son capaces de poner límites a otras personas. Cuando alguien te hace algo, si tu rostro no refleja enfado, la otra persona piensa que no te ha molestado lo que te ha hecho”. “La inteligencia emocional se basa en cómo utilizar las emociones para sacar el mejor rendimiento”, nos dio Pablo como clave.
Respecto a la implantación de la formación en inteligencia emocional en centros educativos, Pablo nos anunció que “después de 20 años de investigación, se ha demostrado que los centros escolares con programas de inteligencia emocional, son más beneficiosos para los niños y adolescentes, ya que repercute en el ajuste o equilibrio psicológico (tienen menos ansiedad, depresión, estrés o agresividad), en las relaciones sociales (tienen más empatía) e incluso en el rendimiento escolar”.
Los adultos que hemos carecido de formación en emociones durante la infancia podemos mejorar nuestra inteligencia emocional: “Requiere de un entrenamiento práctico semanal durante año o año y medio con el feedback de un profesional y no vale sólo con leer libros, ya que es como aprender un instrumento musical, un idioma o un deporte. Cualquier habilidad compleja requiere de práctica pero en España tenemos una formación demasiado teórica. Las cosas se aprenden haciéndolas, como decía Aristóteles”.
Pablo también nos explicó por qué cuando forzamos nuestra sonrisa, terminamos sintiéndonos mejor: “Es un truco, como hacer deporte, escuchar música o hablar por teléfono. Nuestro cerebro interpreta que está ocurriendo algo positivo. Es como si ves una película divertida. Tenemos las llamadas neuronas espejo, que tienden a imitar lo que ven. Por ejemplo, sin darte cuenta, cuando vemos a alguien enfadado o triste en televisión, también imitamos esa emoción y nuestra cara cambia, a no ser que seas un psicópata”.
Resaltó la importancia de creer en nosotros mismos para ser verdaderamente quienes somos y nos habló sobre la influencia de los estereotipos clásicos de mujeres y hombres sobre nuestros comportamientos: “Las investigaciones muestran que las mujeres son más inteligentes emocionalmente que los hombres; sin embargo, los hombres son los que declaran sentirse más inteligentes emocionalmente que las mujeres. Lo importante es lo que uno cree que es, porque termina influyendo en lo que uno es, por la confianza en sí mismo, por intentar las cosas… Las mujeres también suelen ser más autoexigentes. Tiene consecuencias terribles y la educación entre chicos y chicas debería cambiar porque por muy inteligentes emocionalmente que sean las mujeres, si no creen que tienen esas competencias, no las van a poner en práctica”.
Sobre las diferencias biológicas entre las mujeres y los hombres, Pablo nos sorprendió explicándonos que las creencias originadas por la cultura son más potentes que las particularidades genéticas: “Las creencias que las personas tienen sobre la capacidad para hacer cosas son más potentes y limitantes que las diferencias biológicas de género. Un hombre por ser hombre no significa que no pueda llegar a tener un nivel de inteligencia emocional alto, aunque igual necesita mayor entrenamiento”.
Durante la cena, la conversación se mantuvo unificada, aportando cada uno su punto de vista o experiencias personales. Gran parte del tema se centró en los jóvenes, en los adolescentes y en la necesidad de implantar en los centros educativos formación en inteligencia emocional.
Pablo Fernández siguió compartiendo conocimientos y respondiendo a las cuestiones que se le planteaban.
Creo que hubiésemos seguido así, hablando durante horas. Pero llegó el momento de entregarle su Chispita a Pablo Fernández y de agradecerle su participación en nuestro encuentro.
El postre llegó en forma de buffet y acompañado de una dinámica de grupo. Pablo Fernández dividió a los participantes en cuatro grupos y nos hizo improvisar un teatro a cada grupo para representar distintos estados emocionales.
En ese punto de la noche ya sentíamos como si nos conociésemos desde siempre. Está claro que lo estábamos pasando muy bien y las emociones predominantes eran euforia, alegría… Así que, aunque a algún grupo le tocó interpretar tristeza o ira, acabamos riendo a carcajadas.
Creo que las imágenes hablan por sí solas.
El ejercicio acabó con una ronda de abrazos y besos, iniciativa de Pablo Fernández Berrocal, que puso el colofón a una noche que fue, a partes iguales, enriquecedora intelectual y emocionalmente.
Me quedo con gestos, con miradas, con risas y sonrisas, con las carcajadas, con llorar de la risa… Con esa complicidad maravillosa que se generó entre auténticos desconocidos. Posiblemente mucho de lo que Pablo Fernández nos dijo esa noche, con el paso de las semanas y los meses se nos olvidará, por muy interesante que fuese. Lo que no olvidaremos es lo que sentimos en esta cita en la que, gracias a Aitor Perurena y a Virginia Florista, también sentimos con el gusto y con la vista.
Redacción: Ana Porras y Fran Gallardo
Fotografía: Amanda Watt
Agradecimientos
Anfitrión: 1870 de Aitor Perurena
Decoración Floral: Virginia Florista
Vinos: Antelo Vinos Bodegas Ejeanas
Transfer: Iberian Mobility
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Diseño imagen, web y filmación video: Branders And Co
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